sábado, 26 de noviembre de 2022

Villafáfila 1824: altercado entre soldados destacados en la villa

Gracias a la conservación de varios legajos del juzgado de Villafáfila correspondientes al año 1824, en plena restauración absolutista después del Trienio Liberal, podemos conocer varios hechos truculentos ocurridos entonces en la villa.

Hoy se trata de un incidente ocurrido entre los militares destacados en ella el día de las celebraciones de la patrona de la villa, Santa Isabel, que coincidió con la llegada a Villafáfila del obispo de Astorga acompañado del arzobispo de Toledo.

Inicio de los autos


Transcribo este legajo:

“Anoche, dos del corriente, después de la celebridad con que se obsequió el día de la patrona de esta villa, y entrada en ella del Yllustrísimo prelado de Astorga, hallándome en el Ayuntamiento he oído lamentarse una persona, baxé rápidamente, y en medio de la Plaza, encontré el resultado de hallarse herido un soldado por mano de su sargento, uno y otro de la partida estacada en este pueblo, le mandé pasar entre otros dos por el Ministro a la casa del facultativo titular de esta villa, con orden de que se le tomase la sangre y se le curase, como en efecto se practicó. Pero sobre las once se agravó el enfermo en disposición de que fue necesario dar parte al párroco de San Pedro, en cuya feligresía es la casa del indicado facultativo, donde se le quedó y se halla."

“El sargento fue llamado a mi presencia a quien le hice cargo de lo acaecido, confesando se pudo haber herido a dicho soldado con el sable enbaynado, y manifestó como que tenía la vaina rota por el corte, en la que se percibía la mancha de la sangre, hizo ver que el soldado (…) solo le desobedeció, no habiendo concurrido como los demás para ir en persecución de los malhechores que se dixon estaban en el monte de Castronuevo reunidos, conmigo y de los Realistas de este pueblo, sino que habiendo regresado y mandándole ir preso, se resistió a ello, presenciándole los demás individuos.

“Y como puede darse el caso de que ocurra novedad mas gravante en el herido, no omito dar parte a V. en el concepto de capitán retirado existente en esta villa, persuadiéndome deverá tener conocimiento en esta causa por no haber comandante de armas en ella, y espero que para mi resguardo se sirva contestarme lo que viese por conveniente”.

Dios guarde a V muchos años.

Villafáfila y julio, 3 de 1824.

Gabriel Costilla

Este es el oficio que el alcalde ordinario de Villafáfila por el estado de los hidalgos le dirige a Miguel Alberola, que era un capitán retirado que se encontraba por entonces en la villa comisionado por el señor Intendente de Zamora para el cobro de las contribuciones estatales, como era habitual desde los años del Trienio Liberal, ante las dificultades para su recaudación por los ayuntamientos, por lo que el apremio militar ejercía de acicate.

Además en la villa se encontraba desde tiempo atrás, antes del Trienio, un destacamento de soldados en activo con funciones policiales, pertenecientes al Regimiento de la Reina Amalia, al mando de un sargento primero, Fermín Hernández, y compuesta además por los cabos primeros Buenaventura Nieto de 20 años y José Ramón Vela, y al menos por los soldados Juan Ruiz, de 23, Valentín Muga de 22, José Rando de 21, Francisco Rodríguez de 24 y Manuel Villanueva de 20.


Soldados de la época con sable o escopeta



El capitán Alberola, comisionado por el alcalde, que en esos años de la restauración absolutista ejerce como jefe de policía, para actuar como un fiscal instructor procede al nombramiento de militar que actúe como escribano del proceso.

Don Miguel Alberola, capitán agregado al E.M. de la Plaza de Zamora, y comisionado para la formación del sumario sobre los acontecimiento que expresa el oficio que obra por cabeza del Sr Alcalde de esta villa por su estado de hijosdalgos, habiendo de nombrar escribano según previenen las Reales Ordenanzas para que actúe: nombro a Buenaventura Nieto, cabo 1º de la 5ª Compañía del Batallón Ligero de la Reyna Amalia, quien advertido de la obligación que contrahe acepta, jura y promete guardar silencio y fidelidad en cuanto actúe, y para que conste lo firma conmigo en Villafáfila a tres días del mes de julio de 1824.

Alberola.

Buenaventura Nieto.

Constituidos pasan a casa del cirujano a tomar declaración al herido, el soldado Juan Ruiz, para lo cual previamente toma declaración a don Tomás Rodríguez[1], colegiado del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Carlos de Madrid, por hallarse enfermo el cirujano titular, de que el herido está en condiciones de hacer su declaración “habiendole reconocido y hallándose espedito de sus sentidos y potencias y capaz de declarar”.

Reconocimiento del herido


El soldado herido se llama Juan Ruiz, natural de La Rambla, en la provincia de Córdoba, ser de religión católica, apostólica y romana, de 23 años, y no sabía firmar.

Declara que había llegado ayer de recorrer ciertos pueblos en calidad de apremio al pago de las contribuciones, de orden del Señor Intendente de Policía Zamora, se presentó ante el Sargento Primero don Fermín Fernández, comandante de la partida que se halla en esta villa para que le dispensase de asistir a la formación que estaba prevista para escoltar al ayuntamiento que salía a recibir al obispo de Astorga. El sargento se lo negó diciéndole que se asease para formar por la tarde. Había lavado la ropa y no tenía otra para ponerse, pero se presentó tan pronto como pudo en la plaza reuniéndose con la partida y dispuesto a hacer el servicio que le pusiera, escusándose por no haber podido formar y exponiéndole las razones. El sargento lo mandó a la cárcel, y el se excusaba diciéndole que le tenía pedido 5 días  que se le debían de socorros. El sargento le dio un golpe con el sable en la sien izquierda del que quedó sin sentido. Lo llevaron entre varios que no recuerda a casa del cirujano y allí, “agrabándosele por instantes la herida se puso en términos, que no puede dar razón de lo que acaeció después, hasta esta mañana que principió en mejorarse”.

El instructor mandó depositar el vestuario y las armas del soldado, y el arma del sargento en poder del comandante accidental de la partida, por hallarse arrestado el sargento, el cabo primero Ramón Vela, dando el alojamiento por cárcel del sargento.

A casa del cirujano don Ambrosio Fernández[2] de 67 años, que vivía en la calle Rejadorada, llegaron como a las nueve de la noche, varios realistas, algunos miembros de la justicia y algunos militares con el herido. Como él estaba enfermo y el herido tenía un fluido vehemente de sangre fue atendido por el colegial del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Carlos, Tomás Rodríguez de 27 años, que declara que lo asistió por hallarse en casa del cirujano titular, que estaba enfermo. Tenía una herida en la sien izquierda como de tres dedos, que interesaba el músculo crotafites y la arteria temporal, y le sobrevino una efusión de sangre, de lo que le resulto una lipotimia o letargo que le duró tres horas, por lo que avisaron al cura de San Pedro que le administro la Extremaunción a las once de la noche. A la una comenzó a mejorarse de su letargo cuya mejoría sigue al día de hoy. Era una herida producida por un instrumento cortante como un sable, pero no puede decir si desenvainado o con la vaina rota.

Soldados de época

Después de tomar la declaración al herido, como lo tenían en el portal de la casa del cirujano, y ya se encontraba mejor, manda el instructor trasladarlo a su aposento.

El primer testigo al que toman declaración es al soldado José Rando, de 21 años, que “dice que Ruiz estaba de centinela en los arcos de la plaza y el sargento le preguntó que por qué no había venido a la formación, porque había tenido que dar a lavar los pantalones porque había venido de partida, le dio con el sable un palo en la cruz de la fortuna, llamándole borracho e improperándole de otros dicterios y le mandó ir al calabozo, a lo que se resistió el soldado contestándole que no iría interín le hiciese presente a la justicia todos los antecedentes… que enfurecido por esto y lleno de cólera el sargento le dio un revés de sable en las sien izquierda”



Don Cipriano Orduña, que era uno de los regidores del ayuntamiento por el estado de hidalgos, “había salido a echar unos coetes al balcón del ayuntamiento con otros individuos de justicia oyó los gritos

Teodulo Orduña, un hidalgo de medina hacienda, hermano del anterior, tenía 34 años,  era un “individuo de la milicia voluntaria realista de este pueblo”. En resumen declara que alcalde dio una voz de ¡Realistas¡ para que llevasen al soldado herido a la casa del cirujano, y acudió para llevarlo a casa del cirujano a curarlo. El soldado le dijo que había sido porque le había pedido 5 reales que le debía. Desde casa del cirujano, Teódulo se fue a casa del señor Domingo del Teso, donde halló al sargento, que dijo que le pesaba no haber dejado allí donde lo hirió, muerto al soldado, y añadió que con una cuartilla de papel pagaba, y que tan pronto como se aliviara el herido, le pegaría cien palos y le metería en el calabozo.

Ante las declaraciones coincidentes el instructor dispuso que el sargento fuera trasladado a la cárcel, pero el alcalde dijo que era muy poco segura y malsana, y quedó en calidad de preso en su alojamiento con vigilancia e incomunicado.

El testimonio de Alfonso Escaja, de 27 años, otro de los voluntarios realistas[3] es más detallado. La noche de autos, como a eso de las nueve de orden de los señores de justicia fue a llamar al sargento y cabos de la partida para que fueran a refrescar, y hallándose en el cuerpo de guardia donde se hospedaba el señor obispo de Astorga, llegó al mismo tiempo el soldado Juan Ruiz, diciendo mi sargento me han dicho que quería ponerme arrestado por no haber salido con la partida, contestándole el sargento que sí, a lo que el dicho soldado dijo que la ordenanza no mandaba que habiendo andado el día anterior ocho o más leguas no se le podía obligar a salir el día siguiente, en razón de haber andado el mismo día tres leguas de madrugada y sobre todo había lavado, limpiado y secado la ropa, mandándole el sargento callarse, respondiéndole que con la razón nadie le podía hacer callar, repitiéndole el sargento que callase, no queriendo hacerlo el soldado, sin duda por hallarse tomado por el vino, el dicho sargento sacó el sable envainado y le dio un golpe de plano en el pecho, mandándole a uno de los cabos que lo llevase al calabozo, que está próximo a la referida casa, el declarante y el sargento se quedaron en el sitio, y oyendo que se resistía a entrar en el calabozo y que no quería callar, el sargento se separó del declarante y al poco oyó quejarse al soldado que lo había muerto el sargento de un sablazo.

Martín Costilla, clérigo natural de Villafáfila, de 27 años, hermano del alcalde y párroco de San Pedro desde principios de ese año, certifica que le administró el sacramento de la extremaunción como a las once de la noche.

Certificación del cura de San Pedro


Testigo Francisco Rodríguez, soldado, 24 años, nos da el detalle de que Juan Ruiz se hallaba de centinela en el arco triunfal que se había hecho en la plaza para la entrada del obispo de Astorga, no en los arcos del ayuntamiento. Se ve que el recibimiento episcopal era memorable, después de los años del Trienio.

Declaración del sargento Fermín Hernández, natural de Santo Domingo de la Calzada: “el día 2 había llegado de comisión con el cabo Buenaventura Nieto sobre las 9 de la mañana, y a las dos y media de la tarde, estando descansando en su alojamiento, llegó el alcalde y juez de policía de esta villa, el que le despertó diciendo es preciso que se arme la partida para salir al monte de Castronuevo con motivo de esperar al Yllustrisimo Señor Obispo de Astorga y Arzobispo de Toledo, mandó al cabo José Ramón Vela para que lo verificase con todo el resto de la partida, lo ejecutó el dicho cabo a excepción de dos soldados que no lo hicieron, el uno por hallarse comisionado y el otro Juan Ruiz, por haber contestado al soldado  Manuel Villanueva que había venido de partida y estaba cansado y no podía ni quería ir. Se adelantó con el alcalde para la villa, llegando el resto de la tropa escoltando al obispo de Astorga, a cuya sazón se hallaba de centinela en el arco que habían hecho, y se le relevó a las 9, luego fue reconvenido por no haber querido salir, pues en igual caso se hallaba el cabo Buenaventura Nieto, y le perdió la subordinación, le dio un golpe con el sable en la espalda y le saltó la conbrera y siguió profiriendo voces mandándole callar y no obedeció, y mandó al cabo Buenaventura que lo llevase a la cárcel,  e iba profiriendo expresiones como qué carajo, que no iría a la cárcel y que antes consentiría le tirasen cuatro tiros y volvió a la cárcel y le dijo ven acá bribón y le dio con el sable, pero como era de noche no sabe donde le dio. Le parece que podía estar embriagado…Le había pedido 5 días de socorros que le debía por la mañana y le dijo que se los daría por la tarde”.

Declaración del herido

El instructor nombró por escribano provisional a José Ramón Vela para tomar declaración al cabo Buenaventura Nieto.


Como novedad dice que se resistía a entrar diciendo que quería antes hablar con la justicia y que le pagase los 5 días que le debía de socorro. Y que el sargento lo mandó a Buenaventura que fuera a casa del cirujano a traer al soldado para llevarlo al calabozo, pero no lo ejecutó por estar el soldado inmóvil y esperando un sacerdote

Acabada la instrucción del sumario el capitán Alberola propone al alcalde que se debe trasladar la causa al señor coronel del regimiento como autoridad militar superior para que dictamine la sentencia.

Pero no llegó a remitirse oficialmente al coronel, bien porque entre el capitán instructor, el alcalde y el escribano Vitacarros  aconsejaran al acusado y al herido que llegasen a un acuerdo amistoso, o bien porque desde Zamora lo insinuaran para no tener que poner la pena que marcaban las Reales Ordenanzas en casos semejantes.

El día 14 el sargento y el soldado elevan una petición al alcalde para que se sobresean las actuaciones:

Petición de que se sobresea el caso

Con motivo de celebrar el ayuntamiento y cabildo eclesiástico de esta villa el júbilo ostentoso de la patrona en el día dos del corriente, y mucho más por el recibimiento que se esperaba al amohecer del mismo a los reberendísimos e illustrísimos señores Arzobispo de Toledo y obispo de Astorga viniendo reunidos desde la ciudad de Toro, donde se saludaron y visitaron (sin duda de orden del gobierno), y haberse dado a las tres de esa tarde noticia a las justicias de que andaban en el monte de Castronuevo, por donde habían de pasar, se habían visto dos montados y armados, induciendo la sospecha de malhechores, dispuse la partida de mi cargo destacada en este pueblo, con anuencia de V. como juez de policía y no perdiendo momento partimos uniformes a la cabeza de ella y de los realistas, y como al punto de reunión hubiese notado la falta de dicho Ruiz, percibí la mayor incomodidad y alboroto en el espíritu, que no descansé hasta el regreso, que hallándome en ésta, le reconvine sobre su insubordinación cometida en medio del estruendo y (….) que se hallaba en la plaza la indicada noche, y como no se diese por convencido y respondiese con la misma, tiré del sable embainado. Quería darle en la espalda y volvió la cabeza y le di en la sien.”

 Piden al alcalde que no lo eleve al Jefe superior y se perdonan mutuamente y se separan de cualquier acción y piden que sea tenida por ninguna la presente causa. El soldado ya está sano y se une a la petición del sargento “guiados de ver resplandecer la cordial amistad y tranquilidad que hasta aquí hemos conservado”.

Soldados principios del siglo XIX

El 16 se reunieron los dos interesados con don Gabriel Costilla  señor juez ordinario de primer voto y encargado de la policía por el Sr Intendente de la Provincia”, el capitán Miguel Arbeloa, y el escribano Vitacarros para la ratificación del apartamiento de las demanda, dejando lo actuado en poder del escribano, que es lo que se ha conservado y gracias a ello podemos conocer el incidente.



[1] Tomás había nacido en 1796 en la parroquia de Santa María, hijo de don Pedro, de Benavente, y de doña Isabel de León Caballero, de Villafáfila. Inició sus estudios en la universidad en 1817 y los acabó en 1825

[2] Había nacido en 1757 en San Salvador, después de un pleito con el médico don Ramón Vega en 1804 por impago de salarios, no se contrató médico en la villa hasta 1842, sino que ejercía don Ambrosio como cirujano, que equivaldría a lo que hoy conocemos como practicante.

[3]  Cuerpo de voluntarios partidarios del restablecimiento del absolutismo después de Trienio Liberal https://es.wikipedia.org/wiki/Voluntarios_Realistas


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