sábado, 16 de enero de 2016

Conflictos políticos y conventuales en los últimos años del monasterio de Moreruela


Conflictos políticos y conventuales en los últimos años del monasterio de Moreruela. 

Elías Rodríguez Rodríguez






RESUMEN

La última etapa de la existencia del monasterio de Moreruela (Zamora), iniciada con el retorno de los monjes después de la exclaustración forzosa del Trienio Liberal (1820-1823), se caracteriza por la recuperación de las propiedades que habían sido desamortizadas, la reconstrucción del monasterio y la restauración de la vida comunitaria. Cuando parecía que Moreruela iniciaba la recuperación como monasterio, la nueva situación política que se produce a la muerte de Fernando VII, con el desencadenamiento de una cruenta guerra civil entre los liberales, partidarios de su hija Isabel II, y los absolutistas que apoyaban al infante Carlos María Isidro de Borbón, provocó también la fractura de la comunidad morerolense.
En los últimos meses de 1833 algunos monjes de Moreruela (y de otros monasterios cistercienses) intervienen en la ocultación en el convento y posterior fuga hacia Miranda do Douro del obispo de León, don Joaquín de Abarca y Blanqué, antiguo consejero del rey FernandoVII, que había tomado partido por el pretendiente don Carlos, y que se hallaba huido de su sede, desde el fracaso de un pretendido levantamiento realista en enero de 1833. Este hecho provocó la ocupación militar del monasterio, el procesamiento de algún monje y la división de la comunidad por diferencias políticas.
El último año de la vida conventual estuvo marcado por robos e inseguridad en el convento, por denuncias de unos monjes contra otros, por la muerte a consecuencia de la caída desde un balcón del monje denunciante, por el procesamiento y encarcelamiento del abad, y por las acusaciones mutuas de utilización política de las discrepancias y animadversión entre los sectores enfrentados de los monjes.
La base de la ponencia es el contenido de pleito criminal conservado en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (A.R.Ch.V.) Pleitos Criminales, caja 1808, legajo 41, contra los padres Vicente Solana, abad de Moreruela y fray Francisco Carrascón, monje del mismo. Y algunas noticias de prensa en periódicos de Madrid y Barcelona, que dan cuenta del episodio de la fuga del obispo de León.

Antes de ser dictada la sentencia absolutoria en primera instancia, se produjo la extinción del convento y la exclaustración definitiva de los monjes que tuvieron avatares vitales muy diversos, pues mientras algunos de los representantes del “bando liberal” siguieron gozando de las rentas de algunas propiedades monásticas, como la botica conventual, los más significados absolutistas volvieron a ver reabiertos los procesos por desafección política.


La situación política de los últimos tiempos del reinado de Fernando VII era explosiva, con la radicalización de los partidarios de que fuera el sucesor su hermano, el Infante don Carlos María Isidro de Borbón, en detrimento de su hija Isabel. Los más tradicionalistas, partidarios del Absolutismo y del mantenimiento del Antiguo Régimen, contaban con muy amplio apoyo del estamento clerical, tanto de algunos obispos, como de muchos monasterios, que temían nuevas exclaustraciones y ventas de sus propiedades, como había ocurrido durante el Trienio Liberal, en caso de acceso al poder de los liberales, ahora agrupados en torno al apoyo político a la princesa niña y a la reina Cristina. El clero zamorano, tanto secular como regular, profesaba mayoritariamente el ideario carlista2.

Uno de los sucesos que contribuyó a la hostilidad de la autoridades civiles y militares de Zamora y Valladolid contra los monjes de Moreruela y provocó la división de la comunidad, fue el episodio de la acogida, ocultamiento y ayuda en la fuga del obispo de León, don Joaquín Abarca y Blanqué (considerado un traidor en la corte de Fernando VII por su apoyo a las revueltas realistas de enero de 1833), en su camino a Portugal para integrarse en la corte del pretendiente don Carlos de Borbón.
A últimos de noviembre de 1833 eran muy frecuentes los movimientos de facciosos en los alrededores del monasterio con intenciones de pasarse a Portugal, para unirse a don Carlos, que por esos días se encontraba en Miranda do Douro, intentando penetrar en España para ponerse al frente de sus partidarios para ocupar el trono por la fuerza.
Tenemos noticias de escaramuzas entre las tropas cristinas y las partidas carlinas, como la de Cuevillas, que fue desbaratada por el ejército en los alrededores de Valderas y en su dispersión por los pueblos trataban de pasar el Esla por las barcas, como la de Bretó, que era de los frailes, pero que estaban ocupadas por los soldados:
el Alcalde Mayor de Villalpando da parte...habiendo entrado en la población varios hombres de la propia gavilla de Cuevillas ...en número de 15, entre ellos el cabecilla Cuevillas, se dirigían a Villafáfila y barca de Bretó, que estaba interceptada3.




Asimismo operaban agentes de don Carlos con el objetivo de excitar los ánimos de sus partidarios, recabar informes de la situación o coordinar acciones, como el espía francés Auguet de Saint Silvain, que había sido enviado para entregar cartas al Capitán General de Castilla la Vieja, general Sarsfield, y posiblemente también para contactar con el obispo Abarca que llevaba casi un año oculto desde la huida de su sede en enero, cuando fracasó la revuelta realista en León4.
Por las memorias de este espía sabemos que el día 22 de noviembre se hallaba en las inmediaciones de Castrogonzalo (Zamora) y su guía le propuso que pernoctasen en un monasterio de bernardos que estaba allí cerca:
después supe que el obispo de León estaba allí hacía días disfrazado de monje esperando ocasión favorable para pasar a Portugal a unirse con don Carlos. Insté a mi guía a que fuéramos adelante, y en efecto, media hora después, atravesamos el río.
No tuve que arrepentirme de haber tomado esta resolución porque cuatro horas más tarde cada una de las barcas estaba ocupada por cincuenta hombres del ejército de Quesada.
El monasterio que he dicho estaba a un tiro de fusil del río y el comandante de la fuerza se alojó en él. Los monjes le convidaron a comer y el obispo de León le preguntó a que fin se tomaban tantas precauciones. A fin de apoderarnos, contestó el comandante, de un coronel francés, agente de don Carlos que ha entrado muchas veces en España, en donde se halla ahora precisamente, pero esta vez sí que no se escapará5
Esta situación de coincidencia del obispo de León con los oficiales del ejército cristino en el monasterio se repite en otros testimonios: “anduvo de monasterio en monasterio, de Matallana á Moreruela, y en este último por cierto le ocurríó una anécdota digna de figurar en el argumento de un drama político... Fué el caso que estando en el citado monasterio llegó un oficial en su busca y con órden de inutilizar las barcas que para su servicio y el de los transeuntes tenia el convento; porque decia el oficial que el gobierno, noticioso de que el obispo Abarca andaba oculto por aquellos alrededores, le habia comisionado para prenderle y evitar que se escapara á Portugal. El abad, comprendiendo el compromiso en que se veia, previno á su reverendísima el obispo, y que pasaba por monge de otro convento, pues ni en los de la casa tenia confianza: dilató con pretestos el barrenar una de las barcas, obsequió á la tropa y al oficial especialmente, que comió á la mesa con el fugitivo incógnito á quien buscaba, y que tuvo la buena fortuna de poderse escabullir, pasar el rio, acompañado de un familiar del convento y por fin de pisar la frontera portuguesa, uniéndose con su querido amo el infante D. Cárlos, á quien siguió despues á Inglaterra,y de quien fué en Oñate ministro para desgracia de su causa6.
Todavía el día 18 de diciembre había un destacamento del Regimiento de Borbón en el monasterio de Moreruela, vado de Bretocino y Puente de Castrogonzalo para asegurar los caminos que conducían a Portugal7.
Las declaraciones de otros implicados en este episodio difieren algo en la cronología, así Jerónimo Vázquez, espolista del Padre Cillerero del monasterio de Matallana, Fr. Mauro Fernández, acompañante del Obispo de León, desde este monasterio vallisoletano, dónde estaba oculto:


De ella resulta que salió con su amo y con el Rdo Obispo, de Matallana en la madrugada del día 22 del mes anterior, comieron en un mesón del pueblo de Cabreros, durmieron en Villalpando de donde salieron el día 23 a las ocho de la mañana, comiendo en Tapioles y durmiendo en Villaquejida [se trata de Villafáfila (Zamora)8], de donde salieron a la nueve de la mañana para Moreruela, donde llegaron a comer sobre las once de la mañana, acompañados además por un paisano que regresó al pueblo, el mencionado espolista salió el dia 25 con su amo para Zamora, comiendo en el camino y durmiendo en Valparaiso, el día 26 el P.Cillerero y el mencionado espolista regresaron a Moreruela, y allí permaneció con su amo el resto del 26, el 27 y 28, el 29 y el 30 hasta mediodía. El Rdo Obispo salió por la mañana del viernes 30 acompañado del Abad de aquel monasterio, de otro monje, de F. Mauro y el espolista (a quien llamó F.Mauro), yendo como de paseo por el monte de aquel monasterio hacia el cañal, donde dieron al espolista una maleta que llevaba su amo, y retirándose al Abad al monasterio, siguieron acompañando al obispo, F.Mauro, el otro religioso y el espolista, hasta que llegaron al río Esla donde había un mozo del monasterio, con el bote del cañal propio del dicho monasterio, y en él se embarcaron el mozo y el obispo, y pasaron al otro lado marchándose por el monte, que atravesaron de frente.





Las señas del obispo son como de 60 años de edad, alto, grueso, abultado de cara, buen color, hábito de monge bernardo, sombrero como el de los monges, forrado de hule y con un gorro negro a la cabeza, la maleta era como de paño amoratado.”9




Las tropas cristinas que seguían los pasos del prelado, por delación de vecinos de los pueblos, no llegaron a tiempo de detenerlo: “el 5 del corriente [diciembre] llegó a Moreruela el teniente de artillería Basco, que iba de Matallana, e inmediatamente, según las órdenes que llevaba, hizo cercar el convento10.
No hemos encontrado testimonio de la actuación de los militares en el cenobio zamorano, pero se debió de proceder al apremio, sin contemplaciones con los religiosos y criados, en una actuación similar a la procedida en el monasterio cisterciense de Matallana, de la que sí tenemos testimonio por un oficio del Capitán General de Castilla la Vieja al Superintendente General de Policía del Reino, fechado el 1 de diciembre:
Habiendo sabido ... por uno de mis confidentes particulares, que ... había llegado al convento de Matallana, ... un sugeto vestido de religioso, ... coincidiendo sus señas con las del reverendo obispo de Leon… dispuse que una partida al mando del teniente de artilleria don Juan Manuel Vasco, saliese de esta capital en la noche de aquel mismo día ... llegó á aquel monasterio á las ocho de la mañana del día anterior [día 26], sin ser visto desde él, y logrando sorprender á los religiosos; inmediatamente puso centinelas en la circunferencia del edificio, sin desatender una tejera ó bodega que fuera del mismo hay, y se dirigió á la puerta principal que oportunamente estaba abierta, y á la habitacion del padre abad, á quien entregó una orden mía, manifestándole que ... le autorizaba para tomar todas cuantas declaraciones y demás medidas que conceptuase necesarias, contra todos y cualesquiera de los individuos de dicho monasterio, incluso su paternidad, á quien dejó encerrado en su habitación, como igualmente á los demas padres y los mozos; que pasando á registrar todo el convento con la mayor escrupulosidad acompañado de un lego, y no encontrando en él la persona que se buscaba ... dispuse que el referido comandante con su partida permaneciese en el convento, manteniéndose hombres y caballos á costa del mismo, previniéndole continuasen incomunicados, y les hiciera poner una declaración escrita y firmada por cada uno de los religiosos, como igualmente hiciese presentar al abad la orden que de su general debió recibir , para recibir al expresado cantor mayor, y caso de que se empeñasen el abad y su hermano en negar su existencia en aquel monasterio, hiciese fuesen conducidos á mi disposición á esta ciudad, igualmente que al príor Monte... para hacerles sufrir el último castigo que las leyes vigentes tienen establecido á los ocultadores de las personas como la que se busca, continuando los demás padres, legos, mozos de labor y cualquiera otra persona que exista en dicho monasterio incomunicados hasta nueva órden, y permaneciendo los centinelas oportunos para no permitir la salida de ninguna persona y haciendo fuego á la que tratare de intentarlo11.
En el libro de obras de Moreruela (Archivo Histórico Nacional A.H.N. Clero. Lib. 18276) sólo queda referencia de la composición de varias cerraduras de las cuadras “por haberlas derrotado los soldados” y reponer los “costales que llevaron los soldados”.
Lo que también hicieron los soldados fue aprovechar la ocasión para hacer pequeños negocios con los criados del monasterio: “estando haría un año de criado del abad de Moreruela, llegó al monasterio, donde sabe estuvo el obispo de León, tropa en vusca suya, e invitándole los soldados para que les comprare dichas armas, lo efectuó así por once duros, siendo su objeto venderlas a los cazadores de que avunda el país”.
Además del prelado leonés, algunos otros significados carlistas permanecían ocultos en Moreruela esperando a fugarse con destino a Portugal, como el cura de Manzanal, que tuvo que saltar las cercas del convento en su huida: “se había equivocado al decir que el obispo de León había saltado las cercas del monasterio, que el que lo había hecho era el cura de Manzanal”.
La mayoría de los monjes ignoraban quienes eran los huéspedes que albergaba esos días el convento: “por lo que en tantos días como el obispo de León y el cura de Manzanal estuvieron en el monasterio no supo la comunidad quienes eran”.
Incluso los criados de confianza niegan que conocieran la identidad de los invitados: “que asistió a la mesa cuando el obispo de León y el cura de Manzanal estuvieron en el monasterio, pero que no supo hasta después que eran tales sujetos, no habiendo intervenido en su fuga…, que la tropa hizo cargos al abad y Carrascón por la fuga del cura, sabiendo que el segundo se compuso con los lanceros pero no en qué forma”.


El principal implicado, seguramente el organizador de la ocultación y fuga del obispo y de otros carlistas (contando con la aquiescencia del abad, Fr. Anselmo Romo, que falleció poco tiempo después), fue el padre Fr. Francisco Carrascón, monje renombrado en la orden, pero miembro de la comunidad morerolense sólo desde 1833. Procedía del monasterio soriano de Huerta, donde había sido abad el cuatrienio 1828-1832. Ya había destacado por su actuación belicosa durante la Guerra de Independencia en tierras gallegas, donde era monje del monasterio orensano de Melón, ejerciendo el mando de partidas irregulares que se enfrentaron a los franceses12.
La participación de éste en la ocultación y fuga del obispo Abarca y de otros carlistas acogidos a la clausura monástica le ocasionaron su detención y procesamiento en Valladolid: “queriendo llevar preso al abad, el confesante se ofreció a ir en su lugar, y que diciéndole los oficiales que a la mañana siguiente se presentase en San Cebrián, lo hizo así, llevando de espolista como único que había en el monasterio a Estal”. No conocemos si además fueron detenidos en un primer momento otros monjes como había ocurrido con los de Matallana, pues el abad, el prior, el cillerero y otro monje del monasterio vallesoletano seguían presos e incomunicados todavía el 5 de diciembre13.
Todos estos avatares político-militares debieran alterar mucho los ánimos de la comunidad, contribuyendo a la división de sus miembros entre partidarios carlistas y fieles al gobierno de la reina. Además a finales de 1833 o principio del 34 fue nombrado abad, don Vicente Solana, por fallecimiento del elegido el año 1832, Fr. Anselmo Romo, para el cuatrienio. El nuevo abad de origen riojano parece que tenía cierta predisposición a secundar al padre Francisco Carrascón, con el que probablemente habría coincidido en el monasterio soriano de Huerta u otro de la orden.
Apenas conocemos la vida conventual durante el último año de existencia del monasterio por no haber podido consultar las actas de los capítulos o la correspondencia de los monjes, y los testimonios parciales proceden del pleito criminal que se inicia como consecuencia de la denuncia de uno de los frailes a las autoridades políticas de la provincia de Valladolid, en la que anteriormente se incluía el partido de Benavente, con jurisdicción civil sobre Moreruela.

El día 16 de octubre de 1834 Fray Blas de Castro Torre dirigió un oficio al gobernador civil de Valladolid informándole y denunciando que había sido insultado por Antonio del Estal, criado del abad y del padre Carrascón, al que “que usan para avasallar a algunos individuos de la comunidad, y que el citado monje había contribuido a la fuga del obispo de León. Por otro oficio le comunica que tenía noticias de que en las inmediaciones del monasterio se habían recogido varios caballos para formar una facción carlista. El monje denunciante no debía de llevar mucho tiempo en el convento, pues empieza a aparecer en las escrituras y poderes en 1831.
El 4 de noviembre de 1834 el corregidor de Benavente formó causa penal de oficio: “en virtud de dos oficios del Gobernador Civil de Zamora de 18 y 20 de octubre, en averiguación de los hechos contenidos en un parte que dirigió Fray Blas de Castro y Torre, monje en el monasterio de Moreruela al Gobernador Civil de Valladolid, contra el Reverendo Padre Abad, Fray Vicente Solana, y Fray Francisco Carrascón, y el criado del abad, llamado Antonio del Estal, por desafección al legítimo gobierno, insultos y otras cosas.”
Ese mismo día se persona el juez de Benavente en el monasterio, tomando declaración a fray Blas, que se hallaba postrado en la cama como consecuencia de una caída desde uno de los balcones del monasterio, y firmaron la declaración dos testigos por él, por no poder hacerlo.
El prior del convento, Fr. Manuel Ledo, hizo presentación de una exposición dirigida al Capitán General de Castilla La Vieja, que le había entregado fray Blas cuando había acudido a socorrerlo después de la caída. En esta exposición en borrón, denunciaba los ultrajes que había sufrido del criado del abad dentro del monasterio: “Que el criado del abad, sagaz y ladrón, y puso en ejecución la fuga del obispo de León y del cura, ... que le había desafiado con una navaja abierta, no siendo extraño porque oía hablar todos los días mal de la Reina Gobernadora y del Gobierno a sus amos”, acusándole de poseer varias escopetas que usaba en la caza, insistiendo en que había ayudado a saltar las tapias del monasterio a los fugitivos carlistas.
Por otro lado denuncia la conducta política y las actividades facciosas del padre Carrascón, repitiendo que él fue el que contribuyó a la huida del obispo de León y de un cura, por lo que “el padre Carrascón había estado arrestado por tal razón en esta ciudad y a su regreso anduvo por varias partes, habiendo dicho estando en Zamora que sus paseos se dirigían solo a hacer daño... que el mismo Carrascón al irle a llevar preso, había dado nueve onzas a la tropa, y que cuando salió de la prisión dijo que para el 20 de agosto [1834] había de estar el pretendiente en posesión del trono de España, con auxilio de las tropas estrangeras, corriendo por este tiempo la voz de que en Galicia había desembarcado gente de guerra estrangera, noticia de que él se balía para apoyar su dicho”.
Hacía referencia a otro posible episodio de colaboración con los carlistas: “se habían presentado en el prado del monasterio a escoger caballerías cinco facciosos y que presentándose después los nacionales de Zamora, el abad y Carrascón negaron que supiesen de tal facción. Al día siguiente se había presentado el criado de un tal Enríquez, diciendo que los Sandarines [sic] que habían estado en el convento habían sido desarmados por 500 facciosos con los que se había marchado un hijo suyo, y después se iría otro, siendo el comandante un tal Ramos, y que el abad, después de una larga conversación a solas con el dicho criado, le dio de comer”.
En el escrito acusa a Carrascón y al abad de malversar los dineros conventuales, y pedía que se les separase 25 leguas del convento: “llevándose consigo al faccioso de su criado; porque gastaban malamente lo que había de servir para socorro de los enfermos o para ayudar al gobierno para acabar con la guerra”.
Delante del juez fray Blas se volvió a ratificar en la denuncia, designando algunos monjes que podrían deponer como testigos, seguramente los más enfrentados a los acusados.
El corregidor de Benavente fue informado confidencialmente, supongo que por algún monje al que no quiere descubrir, que mientras estuviesen a la cabeza del monasterio el Abad y el padre Carrascón, no lograrían aclarar los hechos denunciados, por el temor que infundían a los monjes, y determinó por providencia de 7 de noviembre el traslado de éstos a otros monasterios cistercienses para poder formalizar el sumario, dando parte de ello al Gobernador de Zamora y al Capitán General de Castilla la Vieja.
Pero al día siguiente se suspendió el traslado porque, por parte del padre Carrascón, se informó que: “el mencionado Fray Blas de Castro había fallecido en aquella mañana del 8 de noviembre a consecuencia de la caÍda que queda anunciada desde un valcón de su celda14.
Le comunicó también que el padre abad estaba enfermo, por lo que para confirmarlo y descartar que se tratara de una disculpa para eludir el traslado, el juez mandó al cirujano de la Granja a reconocerlo e informar al tribunal acerca de la enfermedad del abad, resultando no ser grave la enfermedad “pero no logrará el restablecimiento hasta que el tiempo no mejore”.
Se unió al expediente la segunda información que había remitido Fray Blas al Capitán General, y se procedió por mandado del Gobernador a dar los pasaportes al abad y al padre Carrascón para que se dirigieron, el primero al monasterio de Nogales, y el segundo al de San Martín de Castañeda, que se les designaron por destinos, mientras se tomaban las declaraciones.
Posteriormente pasó el tribunal, acompañado de soldados, de nuevo al monasterio donde fueron examinados diferentes monjes y criados que de una manera positiva confirmaron los hechos denunciados del padre abad y padre Carrascón, y del criado Antonio del Estal.

El testimonio prestado por Fray Carlos Martínez, confirma que ambos acusados:
no eran afectos a la reina, ...que le oyó burlarse de las providencias dadas por la reina diciendo que el general Quesada estaba emparedado, ...que decían que había compuesto la fuga del cura por nueve onzas u onze según otros, ...que en una cena le oyó decir a Carrascón que a la Reina la habían silvado en las comedias que había servido de escarnio, que el abad y Carrascón se hacían sospechosos por los secretos en que andaban.
Fray Atilano Merino declara que: “Carrascón había compuesto con onzas la fuga del cura de Manzanal… que comunicaban sus secretos al criado Antonio del Estal, quien entraba frecuentemente en sus habitaciones y no los monjes, por lo que en tantos días como el obispo de León y el cura de Manzanal estuvieron en el monasterio no supo la comunidad quienes eran, … que cuando dijeron que los facciosas habían ido a recoger caballerías, Carrascón salió del convento con pretestos frívolos, … que decía de los adictos a la reina que eran inmorales y que no podía haber orden con ellos … y que él y el abad eran carlinos por escelencia.”
Fray Atanasio Herrero insiste en el soborno a los soldados: “que Carrascón había dado como cinco onzas por la fuga del cura”, en las actividades contrarias al gobierno: “que a su regreso al monasterio después he haber estado preso en esta ciudad estuvo en varias partes más tiempo que el que se le había fijado para volver, que dijo que el pretendiente estaría coronado para el 20 de agosto”, y trata de eximir del conocimiento de estas actividades al resto de los monjes: “que el abad no dio parte de haber estado los facciosos en las inmediaciones del monasterio”.
El que destaca como líder de los monjes liberales, el prior Fray Manuel Ledo, hace referencias a los mismos hechos y acaba declarando “que era constante la desafección del Abad y Carracón al gobierno de la reina”.

Deponen otros tres monjes, de los que no constan sus testimonios. Después se procede al interrogatorio de varios criados: Casto Rodríguez, empleado del convento para asistencia de una pequeña barca en el río Esla, a la altura del monasterio, para el servicio de las aceñas de San Andrés, reconoce que él fue quien pasó al cura de Manzanal en una chalupa el río Esla, habiéndole ido a buscar uno o dos días antes de orden del padre Carrascón y que un día después pasó en la misma chalupa al obispo por orden del padre Carrascón. Otros dos criados, Simón Bodego y Santiago Juárez dicen haber intervenido también en estos servicios .
En 11 de diciembre de 1834 se mandó dar traslado del procedimiento al Gobernador y alcaldes de la Sala del Crimen de la Real Audiencia de Valladolid, que los devolvieron al juzgado de Benavente para que prosiguieran las investigaciones.
Habiéndose registrado la casa del Antonio del Estal por parte de varios soldados voluntarios encuadrados en los Urbanos de Vezdemarbán al mando de don Lorenzo Pérez: “hallándose en ella cinco armas de fuego, cuatro de marca sin uso y una recortada inutil, y en su residencia en el convento una cartuchera y un fusil, fue remitido al Capitán General y conducido luego al juez de 1ª instancia de Benavente”.
Por disposición del Capitán General se trasladó al criado a Valladolid y se le puso en la cárcel. En el interrogatorio al que lo someten manifiesta: “estando haría un año de criado del abad de Moreruela, llegó el monasterio, donde sabe estuvo el obispo de León, tropa en vusca suya, e invitándole los soldados para que les comprare dichas armas, lo efectuó así por once duros, siendo su objeto venderlas a los cazadores de que avunda el pais, que no las usó y que si no las presentó fue porque no se las pidieron y que las tenía ocultas debajo de su cama”.
El alcalde y dos vecinos de Granja de Moreruela declaran que: “el Antonio del Esal no sabían que fuera de mala conducta y que dichas armas las tenía con objeto de revenderlas”. No obstante se le embargaron sus escasos bienes.
A instancia del fiscal fueron trasladados el abad y Carrascón desde los monasterios de la orden (Nogales y Castañeda) donde permanecían, y puestos en arresto en dos conventos de Benavente en los primeros meses de 1835, después mantuvieron varios escritos y contestaciones sobre el estado de su salud, y se les embargaron sus bienes. Pero los efectos que habían embargado eran del monasterio y los mandaron devolver.
El 20 de febrero de 1835 el vecino de Piedrahita, Fernando Enríquez, da poder a un procurador de Benavente para que le defienda en la causa formada al abad y un monje de Moreruela, “en la que se trata de implicarle injustamente” (Archivo Histórico Provincial de Zamora A.H.P.Za. Notariales. C. 6534).
El juez de primera instancia nombró a Fr. Manuel Ledo, que ejercía de prior, como jefe de la comunidad. La aceptación por parte de los monjes debió de ser dispar, pues entre el prior y el juez de Benavente se hicieron varias comunicaciones y contestaciones sobre asuntos que afectaban a la disciplina monástica.
Firmas de un poder de los últimos monjes de Moreuela

El abad desde el convento donde permanecía preso escribió a varios monjes, quejándose y manifestando la animosidad que tenía contra otros miembros de la comunidad, pero las cartas se rompieron y no podemos atender a su contenido. “Reconoció por suyas las cartas y dijo que en ellas no había espresión alguna ofensiva”.
La comunidad se dividió durante su ausencia, pues por una parte se defiende alegando: “Que no oprimía a los monjes y que buena prueba era que a una voz anhelaban su vuelta a monasterio”, niega que les hubiera registrado la correspondencia: “que era falso que hubiera dicho al valijero del monasterio que llevase a él la correspondencia de todos para reconocerla, aunque así era de regla”; y por otra parte reconoce el contento de otros monjes por su ausencia: “que lo que dijo fue, cuando estaba preso, que parecía que los monjes por ello se bañaban en agua rosada, puesto que ejecutaban funciones teatrales, no obstante estar prohibido por la orden”.
Durante esos meses finales del monasterio se registran algunos indicios del clima de inseguridad que se vivía en el convento como se refleja en alguna de las obras realizadas ese año: “Tapar con adobes los antepechos de las ventanas y varias frapelas de orden del GobernadorTapiar la división de la huerta…Tapar a piedra firme 6 puertas grandes y tres ventanas y asegurar con trancas y cerrojos todas las puertas de la casa, cuando el robo de Fr. Alberico”.
Ante las graves repercusiones que podían tener para la comunidad, tanto de carácter económico, pues se le embargan algunos bienes, como de prestigio e influencia, ésta, reunida en capítulo el 11 de mayo, da poder a un procurador de Benavente para que defienda al abad y al monje, que había sido llevados presos a los conventos de Santo Domingo y San Francisco de esa villa, aún sin saber los cargos “en la causa que se les ha formado, y aunque no han manifestado los motivos, saben lo son barios excesos que se les atribuyen en su conducta política”.
Los presos, se defienden negando los cargos: “Se les ha procesado criminalmente por atribuírseles ciertos excesos políticos que no han cometido ni están conformes con sus principios e ideas religiosas”, y dan poder a Gabino Alonso, procurador de la audiencia, para que los represente y pida su absolución o, al menos, les permita salir por el pueblo en beneficio de su salud. Para ello se obligan “con todos los bienes de la enunciada comunidad y cuanto corresponde a la dignidad abacial” (A.H.P.Za. Notariales. C.6534).
En la confesión del abad, fray Vicente Solana, declara ser de 67 años de edad (n.1768), y niega cualquier actuación de actividades carlistas o subversivas:
Que él no estaba en el monasterio cuando el obispo de León, ignorando quien dirigió su fuga, … que no había visto ni oído que los facciosos hubieran estado en las inmediaciones del monasterio… que en sus celdas no habían estado personas sospechosas, y que el confesante es adicto al gobierno de la Reina”, descalificando al denunciante: “dijo que no tuvo por hombre de probidad a Fr. Blas de Castro, y que los demás monjes que deponen los tenía por de buena costumbre, aunque no había dejado de reprender a alguno de ellos algún defectillo como sucede a todo hombre”.
Se desvincula de las andanzas de su criado: “Que la confianza con del Estal era la de amo y criado”, admite que había estado en su celda el criado de Enríquez, Pedro Santos, pero que estaba borracho y como a tal lo despidió, que era falso que le hubiera comentado haber sido derrotados los urbanos de Zamora por quinientos facciosos.
Defiende al padre Carrascón, declarando que le había dado licencia para ir a Zamora, y que fue con él a la casa que el monasterio tenía en El Hoyo (Bretó), y a la cercana villa de Tábara, a celebrar el día de Santo Domingo (8 de agosto); y negando las opiniones carlistas de éste: “que no oyó al Padre Carrascón lo de estar coronado el pretendiente para el 20 de agosto, y sí sólo, sin tener relación con él, que para el día de San Bernardo habría de cantarse un solemne Te Deum y que efectivamente se cantó”.
La confesión de Fray Francisco Carrascón es autoexculpatoria, insinuando una conducta reprobable del denunciante: “Que no tuvo trato ni intimidad con Fr. Blas de Castro hasta los últimos momentos de su vida en que manifestó el arrepentimiento de sus pasados escesos.” y tratando de descalificar a su adversario en la comunidad: “Preguntado si el prior, Fr. Manuel Ledo y los demás monjes que habían declarado eran de probidad y pacíficos, contestó que de todo tenía la viña del Señor, y que el que se titulaba prior no lo era, y sí boticario de la casa”.
Va negando uno a uno los cargos de colaboración con las partidas carlistas y de propagación de rumores: “Que nada sabía de la llegada de facciosos a escoger caballerías y que el oficial de la partida que llegó al monasterio sólo le dixo que iba en busca de los que le habían robado los caballos del cura de Moreruela de Tábara, ... respecto a lo que se espresaba que 500 caballos que se suponía habían sorprendido a la partida de seguridad de Zamora, sólo podía decir que Fr. Bernardo Benito se lo estaba contando al confesante cuando entrando Fr. Manuel Ledo dijo que se lo había contado un borracho y con este motivo se divirtieron sin que la cosa pasase a más.
No dijo que el pretendiente estaría coronado para el 20 de agosto, lo que fue es que acosado por los monjes a su regreso de esta ciudad para que les diese noticias , especialmente sobre si se verificaría la exclaustración, o se darían por válidas las ventas echas en otra época de los bienes de los monacales dijo, por evadir la dificultad, que antes del día de San Bernardo habría motivo para cantar un Te Deum y viendo que a esta espresión se le daban diversos sentidos la esplicó diciendo que en 24 de julio regularmente mandaría un Te Deum por la instalación de las Cortes, y que cuando esto no sucediese habría de cantarse en los mártires de la Asunción, y en los de San Bernardo.”
Y justifica sus salidas del convento en los últimos meses: “Que no sabía que a su regreso al monasterio después del arresto que sufrió en esta ciudad, tendría el abad alguna orden para que vigilase su conducta, que no hizo más viajes que a Zamora a ver y consolar a la viuda de un amigo suyo, al Hoyo y a Tábara, acompañando al Abad”.
Sobre las acusaciones de intervenir en la fuga del prelado leonés se defiende alegando que esa causa ya está juzgada: “Que lo relativo a la causa por la estancia del obispo de León en el monasterio era causa finada y concluida en los tribunales superiores y entendía que no podía abrirse de nuevo, pero que en aquellos acontecimientos ninguna parte tuvo el Antonio de Estal ni jamás se valió de él para ninguna de las cosas que, como franca e ingenuamente confesó en la citada causa, hizo en obsequio de la humanidad y en servicio del obispo de León... que lo relativo a la fuga del cura de Manzanal, era perteneciente a la citada causa concluida, pero que sin embargo decía que dicho cura no había sido mandado detener por la tropa,…que era absolutamente falso lo que se decía de haber entregado dinero a los oficiales por dicha fuga del cura, y que lo que hubo fue que queriendo llevar preso al abad el confesante se ofreció a ir en su lugar, y que diciéndoles los oficiales que a la mañana siguiente se presentase en San Cebrián”.
Para acabar la declaración y despejar dudas de su opción política, hace una profesión de adhesión a la monarquía isabelina: “Que es adicto a Isabel 2ª y que jamás se ha producido contra el gobierno, siendo su máxima favorita que a las autoridades pertenece saber lo que deben a Dios, y a nosotros morir antes de revelarnos contra ellas”.

Posteriormente el juez toma declaración a los seglares mencionados en la denuncia. Fernando Enríquez, labrador de San Cebrián de Castro declara que Pedro Santos había sido su criado pero que le había dejado hace dos años, y que no tenía ningún hijo en la facción. Pedro Santos, su criado, en principio niega que hubiera estado en el monasterio, pero fray Manuel Ledo lo reconoce como el criado que estuvo con el abad, por lo que interrogado de nuevo se escuda en que no se acuerda con motivo de estar trastornado de accidentes. Debido a su estado de salud, había sido puesto en libertad bajo vigilancia de la justicia de su pueblo. No firma por no saber escribir.
Finalmente se efectúa la confesión de Antonio del Estal, al que se le habían aprehendido varias armas de fuego: “Que las armas no tenían piedra a escepción de una que los urbanos le dejaron para picar lumbre, que como residía poco en el pueblo, no sabía el edicto que se había fixado para que los que tuviesen armas las entregasen
... que el fray Blas saliendo una vez del refectorio le amenazó a él con una navaja… que asistió a la mesa cuando el obispo de León y el cura de Manzanal estuvieron en el monasterio, pero que no supo hasta después que eran tales sujetos, no habiendo intervenido en su fuga, que la tropa hizo cargos al abad y Carrascón por la fuga del cura, sabiendo que el segundo se compuso con los lanceros pero no en que forma”.
Preguntado sobre las opiniones políticas de los frailes inculpados dice que no la conoce, pero nos deja ver la influencia que ejercía Carrascón entre los otros monjes: “ignoraba la opinión del Abad y Carrascón, siendo difícil de comprender a éste, y que todos le obedecían en el monasterio por su preponderancia”.
La personalidad de éste debía de ser propicia al liderazgo, como había demostrado en la Guerra de la Independencia, y la dificultad de comprensión por parte del criado podría ser por su gran formación, y testimonio de ello puede ser esta referencia de 1809: “el padre predicador del Monasterio de Melón, D.F. Francisco Carrascón, sugeto de conocida instrucción, prudencia y patriotismo"15.
El 5 de septiembre se reanudan las actuaciones y se recibe a los acusados para que presenten las pruebas de descargo que quieran, y el 10 se pasó al fiscal que pidió la ratificación de los testigos
Los acusados presentan un escrito el 14 de ese mes, en el que dicen que es un procedimiento calumnioso y que se les absuelva con las más honrosas declaraciones, y las quejas de los testigos son faltas esclusivamente monásticas y que se abstenga el juzgado de su conocimiento remitiéndolas al superior regular competente para su averiguación y castigo que debería recaer en los monjes que habían declarado en contra de ellos. Y si se declara competente, que no sentencien hasta que se responda a una exposición que se ha enviado al tribunal de la Real Chancillería de Valladolid, solicitando que para hacer la prueba se aparte a los padres Ledo y Merino a otros monasterios, como se había procedido el año anterior con ellos, y que en ausencia de su legítimo prelado fuese regido el monasterio por un monje competente autorizado, con las facultades espirituales que faltaban al que por orden del juzgado los regía.
Insisten en que la delación de Fr. Blas había sido producida por un espíritu de venganza y rencillas monásticas, y que los monjes habían declarado intimidados por el Tribunal con el estruendo de armas, caballos y cazadores con que se presentó el juez en el monasterio.
En el juzgado de Benavente la predisposición era contraria a los frailes, sobre todo la de Francisco Lobón Guerrero, promotor fiscal de la causa de oficio, que rechaza la petición por los acusados de remisión de los autos a Valladolid con gruesas palabras: “injusta, disparatada, maliciosa, absurda e ilegal… llena de falsedades calumnias e insultos groseros … y la necesidad de un castigo pronto, ejemplar, capaz de contener a sus autores,… a lo menos con una multa, no pudiéndose imponer a los frayles, que guardan su pecunio mejor que la regla, y han perdido hasta la idea del pundonor, decoro, vergüenza y delicadeza, es preciso que caiga sobre los defensores, especialmente sobre el abogado que prostituyó su firma, …si se hubiera de esperar a la sentencia y ejecución, como son tan largos, y complicados los trámites, que se han de observar pasaría el tiempo oportuno, y se dará lugar a nuevos extravíos, y escesos, sosteniendo el que cometió el padre Carrascón con la resistencia a prestar juramento y reconocer la competencia del juzgado”.
Concreta la petición de multa al licenciado Parra, abogado defensor de los religiosos, en con 100 ducados y: “exigírselos inmediatamente sin perjuicio de que se le prive o suspenda del oficio por los abusos y excesos que ha cometido, violando e infringiendo las leyes que no permiten que se falte al respeto debido a los tribunales”.
El juez deniega el traslado de los autos y se encarga al Licenciado Parra la moderación, respeto y veracidad con que debe presentar sus escritos al tribunal y excusar las impertinencias, pues de lo contrario será tratado con el rigor de la ley.
El juez era Don Manuel Antonio Fraile Ruiz, abogado de los reales consejos, y corregidor interino por su majestad de Benavente y su partido. Muy probablemente estaba relacionado familiarmente con los Fraile de Bretó de la Ribera que a finales del siglo XVIII había mantenido un largo pleito con os monjes y con el comprador de las aceñas de San Andrés en 1821 cuando fueron puestas a la venta por los liberales en el gobierno.

Mientras el proceso seguía su curso en el juzgado de Benavente, el promotor fiscal, don Francisco Lobón Guerrero, que en los años siguientes fue uno de los principales beneficiarios de la Desamortización en Benavente y su comarca, solicitaba en nombre de Francisco Fraile, vecino de Bretó, la restitución de las aceñas, cañal y alameda de San Andrés, una de las propiedades más productivas del monasterio, que había adquirido durante el trienio liberal, y habían sido devueltas al cenobio con la restauración del absolutismo.
El mismo día 25 de septiembre Manuel Antonio Frayle, como juez se traslada al monasterio para pedir la ratificación de los testigos contra los acusados, y como corregidor de Benavente, aprovecha para reintegrarle en la posesión de las mismas a su pariente, previo requerimiento al “Reverendo Padre, Fray Manuel Ledo, prior del monasterio de Moreruela, como prelado de él”, y lo mismo hace con la dehesa de la Guadaña y el monte anejo a los herederos de Lorenzo Semprún de Valladolid, que asimismo los había adquirido durante la desamortización de bienes monacales en el Trienio Liberal (A.H.P.Za. Notariales C. 6534).
Aprovechando la ausencia del corregidor y del fiscal, ese día, los acusados apelan ante el regidor decano que ejercía de juez, para que remitiera los autos a la Sala del Crimen de la Real Audiencia de Valladolid, ante la indefensión que sentían.
Contesta el fiscal rechazando tal pretensión aduciendo los mismos argumentos que en el caso del apartamiento de Ledo y Merino: “es una muletilla para eludir, preparando quejas maliciosas y preparadas… repetir los clamores e insultos que aquí prodigan… y manifestar el carácter díscolo, osado e intrigante”.
El juez admite la apelación pero determina que siga el plazo asignado para la prueba y se dan los testimonios requeridos para proceder a la apelación el 3 de octubre.
Las penas solicitadas por el fiscal son realmente duras para el delito de que se les acusa, que no deja de ser un delito de carácter político:
  • Que se destine a Fr. Francisco Carrascón por toda su vida a los hospitales del presidio de las Islas Filipinas con encargo de que se vigilase y se observase su conducta, corrigiéndole severamente si se excediere.
  • Para el Abad pide que se le confinase en uno de los conventos de la orden más distante, en reclusión perpetua con igual encargo de vigilancia, privándoles a ambos de sus honores y derechos que pudieran tener en la Religión y en la Sociedad, separándoles de ella como miembros corrompidos.
  • A Antonio del Estal, el criado que poseía las 5 escopetas le pide 6 años de trabajos forzados en el Canal de Castilla y dos años a Pedro Santos, condenándoles en las costas.
  • Y por las sospechas que había contra Fernando Henríquez, si no las desvanecía más completamente, que se le multase con 50 ducados.
Se recibieron a prueba en un término de 40 días, se ratificó en su declaración el abad con asistencia del vicario eclesiástico de la diócesis de Oviedo, en la que se enmarcaba la villa de Benavente; pero se negó Carrascón por decir que dudaba de ser competente el tribunal, por lo que se le volvieron a embargar los efectos que se les habían entregado, porque habiéndose hecho la entrega diciendo que eran del monasterio, había un decreto para que tales bienes se entregasen a los compradores. Por fin Carrascón, presionado por esas medidas, cansado de la permanencia del régimen de presidio conventual al que se le tenía sometido, se ratificó.
En octubre de 1835 fray Vicente Solana y Fray Francisco Carrascón, que continuaban presos en el convento de San Francisco de Benavente, presentan un escrito ante la Real Chancillería de Valladolid a través de su procurador, que era el mismo de la orden en Valladolid, D. Fray Malaquías Cea, al que habían otorgado poder, unos días antes, solicitando el traslado de la causa al tribunal superior para una mejor defensa de las acusaciones, suponiendo que en la lejanía del juzgado superior, alejado de los intrigas y fobias del de Benavente, favorecería su causa: “a causa de la falsa e injusta declaración que contra mis defendidos propuso un religioso de la orden, se les formó causa por el corregidor de Benavente, siguió sus trámites y a 5 de septiembre se les recibió a prueba dándoles un plazo de 40 días, mis defendidos quieren mostrar al tribunal todos los datos para demostrar hasta la última evidencia que cuanto se ha dicho contra su honradez es falso y producto de una conjuración criminal sostenida, fomentada y criada por Fray Manuel Ledo, y Fray Atilano Merino, que en el día hacen de prior y gefes de la casa, tienen aterrados y supeditados, no sólo a los criados, sino también a la mayor parte de los monjes, y de consiguiente sin libertad para declarar en prueba de la inocencia de los que defiendo, y para que los testigos desembarazados en sus ratificaciones manifiesten con libertad lo que sin ella como de la misma casa dijeron en sus declaraciones, con este objeto y libres de la amenaza ocurrieron los que defiendo al corregidor haciendo esta manifestación y pidiendo que por sólo el tiempo que durase la prueba, fuesen trasladados los referidos Fr. Manuel Ledo y Fr. Atilano Merino del monasterio de Moreruela para otros de la orden, encargando el régimen de aquel a quien por derecho compitiese, suspendiendo en el entretanto el término de la prueba. Sus defendidos esperaban que se accediera a esta solicitud… por auto de 24 de septiembre declaró no haber lugar al traslado, los acusados apelaron el auto ante el superior tribunal, …los referidos Ledo y Merino sostienen con encarnizamiento la causa,…que la sala mande venir los autos y verán las injusticias y atropellos que se han cometido por el juez inferior y sus dependientes, …remita Real Provisión para que remitan los autos”.
La petición se pasa al fiscal de la Real Chancillería el 10 de octubre de 1835 y el día 20 informa recomendando reclamar los autos al juez de Benavente, dando una provisión en este sentido el día 3 de noviembre.
Los acusados solicitan la libertad bajo fianzas de su prisión en los conventos citados, pero al menos su situación carcelaria era más llevadera que otros clérigos regulares, presos esos mismos días en la Reales Cárceles de Benavente, también por delitos políticos, posiblemente también relacionados con la fuga del obispo de León16
En el Libro de Granos de Moreruela (A. H. N. Clero. Libro 18267) se anota la fecha de 19 de octubre de 1835 como cierre del ejercicio debido a la exclaustración definitiva de la comunidad, provocando su dispersión y llevando a los monjes por los caminos más dispares17.
El abad y Carrascón alegaron que habiendose producido la exclaustración general, la prueba era más dificil por la ausencia de los monjes en diferentes puntos, insistiendo en que se les absolviera, alzándoles el arresto y embargo de sus bienes.
Por fin el juez de Benavente, después de más de un año de iniciados los autos, durante el cual había mantenido presos a los monjes acusados, y a más de un mes de la extinción definitiva del monasterio de Moreruela, dicta su sentencia el 26 de noviembre del 35: “absuelve de la instancia a los padres Fr. Vicente Solana y Fr Francisco Carrascón y mandaba y mandó que se les ponga en absoluta libertad con entrega de los efectos retenidos”.
Absuelve igualmente a Fernando Enríquez, del que se habían recabado informes al Jefe Político de la provincia de Zamora, que informó de la buena conducta moral y política y su adhesión a Isabel II, y a Pedro Santos. Apercibe a Antonio del Estal que en lo sucesivo no retenga ni use armas de fuego sin licencia, bajo pena de que será castigado con el rigor que previenen las leyes, y por ahora usando de benignidad le impone veinte ducados de multa.
Condena a todos los procesados en el pago de las costas por sí y para sí causadas, declarando las demás de oficio.
Los frailes y Estal estuvieron conformes con el auto de absolución, y el promotor fiscal solicitó que se declarase ejecutoria y manda llevar a efecto, y así se hizo el 9 de diciembre. Estal solicitó que se le rebajase la multa, lo que se hizo a la mitad, 10 ducados.
La sentencia absolutoria no guarda relación con la dureza del proceso, la prisión preventiva de los monjes y criados de un año y los duros calificativos y graves penas solicitadas por el fiscal. Parece que la extinción del monasterio y exclaustración de los monjes influyó en el ánimo del juez, a no ser que el cambio se debiera a motivaciones menos confesables, pero eso queda en mera suposición. Lo que si podemos observar es que parte de los actores del proceso reciben su premio en los meses siguientes:
Manuel Antonio Fraile pasa a desempeñar cargos políticos en las cortes y en la Diputación de Zamora.
Francisco Lobón Guerrero es nombrado comisionado de la Amortización de la Hacienda Publica y es uno de los principales beneficiados en las adjudicaciones de los bienes desamortizados en la comarca.
El ex monje Manuel Ledo recibe como premio a su colaboración el arrendamiento de la botica del monasterio, que seguramente era un negocio que le proporcionaba unas rentas sustanciosas. Trascribo parte del contrato firmado el 10 de diciembre entre los dos, Fr. Manuel Ledo y don Francisco Lobón Guerrero, comisionado del establecimiento de arbitrios de Amortización:
Habiendo tasado los géneros de que se compone la botica estampados en el Inventario nº 3 del citado monasterio, por peritos inteligentes, ascendió su valor a la suma de 3.010 reales de vellón, y con el fin de que no fuese en disminución si llegase el caso de abandonarla, consultó el referido sr. comisionado a la comisión principal del ramo existente en Valladolid lo conveniente que sería la existencia de la botica por los fundamentos que tuvo a bien expresar, procediendo en consecuencia al arriendo, y habiendo estimado en oficio del 6 del corriente mes, el glosado fray Manuel Ledo la recibe en renta y arrendamiento, satisfaciendo el mencionado establecimiento 4 reales diarios desde el día que se efectuó la exclaustración por razón de venta y despacho de los géneros que contiene, obligándose con los bienes de su pertenencia y con los géneros que se compone la botica y pueda componerse en lo sucesivo”.
Por ello sigue recibiendo obligaciones de dinero en su favor en diciembre, enero y febrero de 1836, donde se le cita como residente en el monasterio de Moreruela, en su botica. A finales de ese año recibe nuevas obligaciones en su favor por valor de más de 200 fanegas de trigo, sólo ante el notario de Villarrín, y ya había abierto botica en la cercana villa de Villafáfila, manteniendo todavía la del monasterio, trasladando seguramente las existencias de géneros a su propio establecimiento. (A. H. P. Za. Notariales. Cajas 6426 y 6534).
Del destino de los dos monjes absueltos poco sabemos. El 21 de diciembre, suprimido el convento y exclaustrados sus religiosos, el abad y Carrascón, permanecen en Benavente, donde otorgan un nuevo poder, junto al ex-abad don Luis Solís y a don Tomás Cuevas, corista, a un procurador de Valladolid para que gestione el cobro de las asignaciones que el Estado otorgaba a los monjes obligados a abandonar los conventos (A.H.P.Za Notariales C.6445).
Las nuevas circunstancias políticas, con la radicalización que supuso el motín de los sargentos en la Granja de San Ildefonso, y la entrada en vigor de la constitución de 1812 el 15 de agosto, hacen que algunas causas y procesos sobre delitos políticos se reabran. Los monjes encausados, a pesar de la absolución de noviembre del 35, siguen sometidos a la persecución política los años siguientes. El 22 de septiembre del 36 se reclama desde Valladolid el original de la causa, que ya estaba sentenciada definitivamente sin imposición de pena corporal y ejecutada según la disposición 14ª del reglamento Provisional de 26 de septiembre del 35. El juez de primera instancia estaba ausente en Zamora por habérsele nombrado elector de partido para la elección de Diputados a Cortes.
En octubre del 36 la causa se pasa al fiscal de Valladolid, que informa que la sentencia no se ajusta al reglamento provisional por ser el delito señalado con pena corporal y por consiguiente pide que se cite a los encausados ante el tribunal superior. En diciembre del 36 llegan a Benavente de vuelta las diligencias para emplazar a los encausados. Se cita a Francisco Carrascón el 22 de diciembre, que después de la exclaustración seguía viviendo en Benavente, en casa de Fr. Luis Solís, antiguo monje de Moreruela y a la sazón confesor de las religiosas de San Bernardo, de Benavente18. Se dictan autos de emplazamiento a las justicias de Piedrahíta y Granja de Moreruela para citar a Enríquez y a Antonio del Estal. También se dicta un exhorto para localizar al ex-abad Vicente Solana que parece que vivía en Calahorra, al que se le notifica el agosto de 1837. Ninguno de ellos se presenta ante el tribunal de Valladolid por lo que se les condena en las costas que han causado pero no se revoca la sentencia anterior.


Para ampliación del final del monasterio de Moreruela ver esta monografía en la que participé


1Las transcripciones textuales sin cita a lo largo del texto proceden de este documento.
2 En noviembre de 1833 el general Rodil, capitán general de Extremadura, desde Zamora, a donde se había desplazado para evitar que el pretendiente entrara en España desde Portugal, informa al gobierno de Madrid: “Que tenía la mayor desconfianza en el obispo de Zamora y en el cabildo eclesiástico, con sus dependientes (que son casi la mayor parte de los habitantes) y en lo restante del clero y comunidades de toda la diócesis”.
Fastos españoles o Efemérides de la Guerra Civil desde X/1832. Tomo II, Madrid 1840, p. 206.
3 La Revista Española. 13/12/1833, página 3.
http://hemerotecadigital.bne.es/cgibin/Pandora.exe?fn=select;collection=cabeceras_internet;query=cabecera:%22Revistaespañola,La(Madrid)%22;xslt=header-details;lang=;sort=%2Bcabecera_orden;length=1.
4 El mismo día Rodil informa “que sabe por los confidentes que tiene al lado del infante, que éste recibió á un capitán francés, que fué de emisario suyo á Valladolid, para tratar con varios prelados, religiosos y con el teniente general D.José O`Donnell, á quien, dice se le ha hablado, invitándole de parte de S. A. para que se encargase de los emigrados que se le reúnan, ..., quedando en buscar resortes para hacer lo mismo con el general Sarsfield
Fastos españoles o Efemérides de la Guerra Civil desde X/1832. Tomo II, Madrid 1840, p. 205.

5 El Vapor : periódico mercantil, político y literario de Cataluña: Año I Número 118 - 1833 diciembre 20.
6 GARCÍA DE LA HOZ, J. Crónica de la provincia de León. Madrid 1867.
7 Fastos… T. II, pag. 193.

8 Día 23. Sale el Obispo de León de Villa del Pando á las ocho de- la mañana con su pobre comitiva (vide día 22); se detiene a comer en Tapioles, y duerme en Villa Fáfida ... Día 24. El reverendo obispo de León sale á las nueve de Villa- Fáfida con sus acompañantes en dirección de Moreruela, á donde llegan á comer á las once, con un paisano que tomaron en Villa-Fáfida y que regresó a este pueblo y duerme en Moreruela. Fastos ... Tomo II, p. 192.

9 La Revista Española. 13/12/1833, p.3.
10 Ibidem, p.4.

11 Fastos …. Tomo II, p. 260-262.


12 QUEIPO DE LLANO, J.M. Historia del levantamiento, guerra y revolución de España. Vol.1. París 1836: “Desde el Puente de la Hachas hasta Rivadavia también padecieron varias acometidas [los franceses] acaudillando al paisajage José Labrador, el monge Bernado Fray Francisco Carrascón, y después el juez de Meside”.
Se opuso en acciones armadas al mismísimo Mariscal Soult en su penetración en Portugal desde tierras orensanas, y en febrero de 1809: “Fray Francisco Carrascón del orden cisterciense, en los pueblos del Rivero y Rivadavia, que mereció le nombrasen su jefe; ... se encontró con las de Fray Francisco Carracón, comandante de las del Rivero, que a palmos les disputó el terreno, desde el puente de la Hachas hasta Rivadavia, y solo desistió de su empeño por falta de municiones ... fué Carrascón a buscarlas a Portugal, donde padeció muchísimo en prisiones porque aquel pueblo no le conocía.”. GARCÍA del BARRIO, MANUEL: Sucesos militares de Galicia en 1809 y operaciones de la presente guerra. Ed. Facsímil. Valladolid 2005.
13 La Revista Española. 13/12/1833, página 4.
14 Sabemos que el corregidor abrió otro proceso para investigar las causas de esta muerte, sospechando que no hubiera sido accidental, sino provocada por el mismo monje o por otros, pero no conocemos los resultados de las investigaciones.

15 PARDO DE ANDRADE, M. 1996: Semanario político, histórico y literario de La Coruña (1809-1810), p.804.
16 En junio de 1835, D. Luis Espinosa, cura párroco de la cercana localidad de Tapioles, estaba preso en las reales cárceles de Benavente “a consecuencia de cierto parte o delación fraguada animosamente por D. Vicente Lucas Pedrero, beneficiado del dicho lugar, en el que supuso ser el dicho otorgante desafecto y enemigo del actual gobierno y haber esparcido voces seductoras y alarmantes se formó causa criminal contra él …se le puso en prisión y embargaron sus bienes”. Posteriormente había sido puesto en libertad bajo fianzas y de nuevo encarcelado a resultas de una apelación ante la Real Audiencia de Valladolid. Solicita de nuevo la libertad o que se le permita ser socorrido en la cárcel por no tener ningún bien de qué poder servirse (A.H.P.Za. Notariales. C. 6510). Posiblemente durante la parada del obispo de León, en Tapioles, que pertenecía a esa diócesis, en su trayecto a Moreruela para fugarse, pudo comer en la casa del cura.
17 LARRÉN IZQUIERDO H. (Coor). Moreruela un monasterio en la historia del Cister. Salamanca 2008.

18 Este fraile que fue abad en el cuatrienio 1824-1828, ya debía de haber ejercido como capellán de las monjas cistercienses de Benavente en 1808, pues tenemos su testimonio de la entrada de las tropas napoleónicas en la villa el último día del año 1808 y su actuación ante los soldados rescatando un cáliz con la sagradas formas, del botín de los invasores. FERNÁNDEZ BRIME F.: Apuntes históricos de la villa de Benavente y sus contornos. Benavente 1999. Ed. Facsímil.