Conflictos políticos y
conventuales en los últimos años del monasterio de Moreruela.
Elías Rodríguez Rodríguez
RESUMEN
La última etapa de la
existencia del monasterio de Moreruela (Zamora), iniciada con el
retorno de los monjes después de la exclaustración forzosa del
Trienio Liberal (1820-1823), se caracteriza por la recuperación de
las propiedades que habían sido desamortizadas, la reconstrucción
del monasterio y la restauración de la vida comunitaria. Cuando
parecía que Moreruela iniciaba la recuperación como monasterio, la
nueva situación política que se produce a la muerte de Fernando
VII, con el desencadenamiento de una cruenta guerra civil entre los
liberales, partidarios de su hija Isabel II, y los absolutistas que
apoyaban al infante Carlos María Isidro de Borbón, provocó
también la fractura de la comunidad morerolense.
En los últimos meses de 1833
algunos monjes de Moreruela (y de otros monasterios cistercienses)
intervienen en la ocultación en el convento y posterior fuga hacia
Miranda do Douro del obispo de León, don Joaquín de Abarca y
Blanqué, antiguo consejero del rey FernandoVII, que había tomado
partido por el pretendiente don Carlos, y que se hallaba huido de su
sede, desde el fracaso de un pretendido levantamiento realista en
enero de 1833. Este hecho provocó la ocupación militar del
monasterio, el procesamiento de algún monje y la división de la
comunidad por diferencias políticas.
El último año de la vida
conventual estuvo marcado por robos e inseguridad en el convento, por
denuncias de unos monjes contra otros, por la muerte a consecuencia
de la caída desde un balcón del monje denunciante, por el
procesamiento y encarcelamiento del abad, y por las acusaciones
mutuas de utilización política de las discrepancias y animadversión
entre los sectores enfrentados de los monjes.
La base de la ponencia es el
contenido de pleito criminal conservado en el Archivo de la Real
Chancillería de Valladolid (A.R.Ch.V.) Pleitos Criminales, caja
1808, legajo 41,
contra los padres Vicente Solana, abad de Moreruela y fray Francisco
Carrascón, monje del mismo. Y algunas noticias de prensa en
periódicos de Madrid y Barcelona, que dan cuenta del episodio de la
fuga del obispo de León.
Antes de ser dictada la
sentencia absolutoria en primera instancia, se produjo la extinción
del convento y la exclaustración definitiva de los monjes que
tuvieron avatares vitales muy diversos, pues mientras algunos de los
representantes del “bando liberal” siguieron gozando de las
rentas de algunas propiedades monásticas, como la botica conventual,
los más significados absolutistas volvieron a ver reabiertos los
procesos por desafección política.
Uno de los sucesos que contribuyó a la hostilidad de la autoridades
civiles y militares de Zamora y Valladolid contra los monjes de
Moreruela y provocó la división de la comunidad, fue el episodio de
la acogida, ocultamiento y ayuda en la fuga del obispo de León, don
Joaquín Abarca y Blanqué (considerado un traidor en la corte de
Fernando VII por su apoyo a las revueltas realistas de enero de
1833), en su camino a Portugal para integrarse en la corte del
pretendiente don Carlos de Borbón.
A últimos de noviembre de 1833 eran muy frecuentes los movimientos
de facciosos en los alrededores del monasterio con intenciones de
pasarse a Portugal, para unirse a don Carlos, que por esos días se
encontraba en Miranda do Douro, intentando penetrar en España para
ponerse al frente de sus partidarios para ocupar el trono por la
fuerza.
Tenemos noticias de escaramuzas entre las tropas cristinas y las
partidas carlinas, como la de Cuevillas, que fue desbaratada
por el ejército en los alrededores de Valderas y en su dispersión
por los pueblos trataban de pasar el Esla por las barcas, como la de
Bretó, que era de los frailes, pero que estaban ocupadas por los
soldados:
“el Alcalde Mayor de Villalpando da parte...habiendo entrado en
la población varios hombres de la propia gavilla de Cuevillas ...en
número de 15, entre ellos el cabecilla Cuevillas, se dirigían a
Villafáfila y barca de Bretó, que estaba interceptada”3.
Asimismo operaban agentes de don Carlos con el objetivo de excitar
los ánimos de sus partidarios, recabar informes de la situación o
coordinar acciones, como el espía francés Auguet de Saint Silvain,
que había sido enviado para entregar cartas al Capitán General de
Castilla la Vieja, general Sarsfield, y posiblemente también para
contactar con el obispo Abarca que llevaba casi un año oculto desde
la huida de su sede en enero, cuando fracasó la revuelta realista en
León4.
Por las memorias de este espía sabemos que el día 22 de noviembre
se hallaba en las inmediaciones de Castrogonzalo (Zamora) y su guía
le propuso que pernoctasen en un monasterio de bernardos que estaba
allí cerca:
“después supe que el obispo de León estaba allí hacía días
disfrazado de monje esperando ocasión favorable para pasar a
Portugal a unirse con don Carlos. Insté a mi guía a que fuéramos
adelante, y en efecto, media hora después, atravesamos el río.
No tuve que arrepentirme de haber tomado esta resolución porque
cuatro horas más tarde cada una de las barcas estaba ocupada por
cincuenta hombres del ejército de Quesada.
El monasterio que he dicho estaba a un tiro de fusil del río y el
comandante de la fuerza se alojó en él. Los monjes le convidaron a
comer y el obispo de León le preguntó a que fin se tomaban tantas
precauciones. A fin de apoderarnos, contestó el comandante, de un
coronel francés, agente de don Carlos que ha entrado muchas veces en
España, en donde se halla ahora precisamente, pero esta vez sí que
no se escapará”5
Esta situación de coincidencia del obispo de León con los oficiales
del ejército cristino en el monasterio se repite en otros
testimonios: “anduvo de monasterio en monasterio, de Matallana á
Moreruela, y en este último por cierto le ocurríó una anécdota
digna de figurar en el argumento de un drama político... Fué el
caso que estando en el citado monasterio llegó un oficial en su
busca y con órden de inutilizar las barcas que para su servicio y el
de los transeuntes tenia el convento; porque decia el oficial que el
gobierno, noticioso de que el obispo Abarca andaba oculto por
aquellos alrededores, le habia comisionado para prenderle y evitar
que se escapara á Portugal. El abad, comprendiendo el compromiso en
que se veia, previno á su reverendísima el obispo, y que pasaba por
monge de otro convento, pues ni en los de la casa tenia confianza:
dilató con pretestos el barrenar una de las barcas, obsequió á la
tropa y al oficial especialmente, que comió á la mesa con el
fugitivo incógnito á quien buscaba, y que tuvo la buena fortuna de
poderse escabullir, pasar el rio, acompañado de un familiar del
convento y por fin de pisar la frontera portuguesa, uniéndose con su
querido amo el infante D. Cárlos, á quien siguió despues á
Inglaterra,y de quien fué en Oñate ministro para desgracia de su
causa”6.
Todavía el día 18 de diciembre había un destacamento del
Regimiento de Borbón en el monasterio de Moreruela, vado de
Bretocino y Puente de Castrogonzalo para asegurar los caminos que
conducían a Portugal7.
Las declaraciones de otros implicados en este episodio difieren algo
en la cronología, así Jerónimo Vázquez, espolista del Padre
Cillerero del monasterio de Matallana, Fr. Mauro Fernández,
acompañante del Obispo de León, desde este monasterio
vallisoletano, dónde estaba oculto:
Las tropas cristinas que seguían los pasos del prelado, por delación
de vecinos de los pueblos, no llegaron a tiempo de detenerlo: “el
5 del corriente [diciembre] llegó a Moreruela el teniente de
artillería Basco, que iba de Matallana, e inmediatamente, según las
órdenes que llevaba, hizo cercar el convento”10.
No hemos encontrado testimonio de la actuación de los militares en
el cenobio zamorano, pero se debió de proceder al apremio, sin
contemplaciones con los religiosos y criados, en una actuación
similar a la procedida en el monasterio cisterciense de Matallana, de
la que sí tenemos testimonio por un oficio del
Capitán General de Castilla la Vieja al Superintendente General de
Policía del Reino, fechado el 1 de diciembre:
“Habiendo
sabido ... por uno de mis confidentes particulares, que ... había
llegado al convento de Matallana, ... un sugeto vestido de religioso,
... coincidiendo sus señas con las del reverendo obispo de Leon…
dispuse que una partida al mando del teniente de artilleria don Juan
Manuel Vasco, saliese de esta capital en la noche de aquel mismo día
... llegó á aquel monasterio á las ocho de la mañana del día
anterior [día 26],
sin ser visto desde él, y logrando sorprender á los religiosos;
inmediatamente puso centinelas en la circunferencia del edificio, sin
desatender una tejera ó bodega que fuera del mismo hay, y se dirigió
á la puerta principal que oportunamente estaba abierta, y á la
habitacion del padre abad, á quien entregó una orden mía,
manifestándole que ... le autorizaba para tomar todas cuantas
declaraciones y demás medidas que conceptuase necesarias, contra
todos y cualesquiera de los individuos de dicho monasterio, incluso
su paternidad, á quien dejó encerrado en su habitación, como
igualmente á los demas padres y los mozos; que pasando á registrar
todo el convento con la mayor escrupulosidad acompañado de un lego,
y no encontrando en él la persona que se buscaba ... dispuse que el
referido comandante con su partida permaneciese en el convento,
manteniéndose hombres y caballos á costa del mismo, previniéndole
continuasen incomunicados,
y les hiciera poner una declaración escrita y firmada por cada uno
de los religiosos, como igualmente hiciese
presentar al abad la orden que de su general debió recibir ,
para recibir al expresado cantor mayor, y caso de que se empeñasen
el abad y su hermano en negar su existencia en aquel monasterio,
hiciese fuesen conducidos á mi disposición á esta ciudad,
igualmente que al príor Monte... para
hacerles sufrir el último castigo que las leyes vigentes tienen
establecido á los ocultadores de las personas como la que se busca,
continuando los demás padres, legos, mozos de labor y cualquiera
otra persona que exista en dicho monasterio incomunicados hasta nueva
órden, y permaneciendo los centinelas oportunos para no permitir la
salida de ninguna persona y
haciendo
fuego á la que tratare de intentarlo”11.
En el libro de obras de Moreruela (Archivo
Histórico Nacional A.H.N. Clero. Lib. 18276) sólo queda referencia
de la composición de varias cerraduras de las cuadras “por
haberlas derrotado los soldados” y
reponer los “costales que llevaron
los soldados”.
Lo que también hicieron los soldados fue aprovechar la ocasión para
hacer pequeños negocios con los criados del monasterio: “estando
haría un año de criado del abad de Moreruela, llegó al monasterio,
donde sabe estuvo el obispo de León, tropa en vusca suya, e
invitándole los soldados para que les comprare dichas armas, lo
efectuó así por once duros, siendo su objeto venderlas a los
cazadores de que avunda el país”.
Además del prelado leonés, algunos otros significados carlistas
permanecían ocultos en Moreruela esperando a fugarse con destino a
Portugal, como el cura de Manzanal, que tuvo que saltar las cercas
del convento en su huida: “se había equivocado al decir que el
obispo de León había saltado las cercas del monasterio, que el que
lo había hecho era el cura de Manzanal”.
La mayoría de los monjes ignoraban quienes
eran los huéspedes que albergaba esos días el convento: “por
lo que en tantos días como el obispo de León y el cura de Manzanal
estuvieron en el monasterio no supo la comunidad quienes eran”.
Incluso los criados de confianza niegan que conocieran la identidad
de los invitados: “que asistió a la mesa cuando el obispo de
León y el cura de Manzanal estuvieron en el monasterio, pero que no
supo hasta después que eran tales sujetos, no habiendo intervenido
en su fuga…, que la tropa hizo cargos al abad y Carrascón por la
fuga del cura, sabiendo que el segundo se compuso con los lanceros
pero no en qué forma”.
El principal implicado, seguramente el
organizador de la ocultación y fuga del obispo y de otros carlistas
(contando con la aquiescencia del abad, Fr. Anselmo Romo, que
falleció poco tiempo después), fue el padre Fr. Francisco
Carrascón, monje renombrado en la orden, pero miembro de la
comunidad morerolense sólo desde 1833. Procedía del monasterio
soriano de Huerta, donde había sido abad el cuatrienio 1828-1832.
Ya había destacado por su actuación belicosa durante la Guerra de
Independencia en tierras gallegas, donde era monje del monasterio
orensano de Melón, ejerciendo el mando de partidas irregulares que
se enfrentaron a los franceses12.
La participación de éste en la ocultación y fuga del obispo Abarca
y de otros carlistas acogidos a la clausura monástica le ocasionaron
su detención y procesamiento en Valladolid: “queriendo llevar
preso al abad, el confesante se ofreció a ir en su lugar, y que
diciéndole los oficiales que a la mañana siguiente se presentase en
San Cebrián, lo hizo así, llevando de espolista como único que
había en el monasterio a Estal”. No conocemos si además
fueron detenidos en un primer momento otros monjes como había
ocurrido con los de Matallana, pues el abad, el prior, el cillerero y
otro monje del monasterio vallesoletano seguían presos e
incomunicados todavía el 5 de diciembre13.
Todos estos avatares político-militares debieran alterar mucho los
ánimos de la comunidad, contribuyendo a la división de sus miembros
entre partidarios carlistas y fieles al gobierno de la reina. Además
a finales de 1833 o principio del 34 fue nombrado abad, don Vicente
Solana, por fallecimiento del elegido el año 1832, Fr. Anselmo Romo,
para el cuatrienio. El nuevo abad de origen riojano parece que tenía
cierta predisposición a secundar al padre Francisco Carrascón, con
el que probablemente habría coincidido en el monasterio soriano de
Huerta u otro de la orden.
Apenas conocemos la vida conventual durante el último año de
existencia del monasterio por no haber podido consultar las actas de
los capítulos o la correspondencia de los monjes, y los testimonios
parciales proceden del pleito criminal que se inicia como
consecuencia de la denuncia de uno de los frailes a las autoridades
políticas de la provincia de Valladolid, en la que anteriormente se
incluía el partido de Benavente, con jurisdicción civil sobre
Moreruela.
El día 16 de octubre de 1834 Fray Blas de Castro Torre dirigió un
oficio al gobernador civil de Valladolid informándole y denunciando
que había sido insultado por Antonio del Estal, criado del abad y
del padre Carrascón, al que “que usan para avasallar a algunos
individuos de la comunidad, y que el citado monje había
contribuido a la fuga del obispo de León. Por otro oficio le
comunica que tenía noticias de que en las inmediaciones del
monasterio se habían recogido varios caballos para formar una
facción carlista. El monje denunciante no debía de llevar mucho
tiempo en el convento, pues empieza a aparecer en las escrituras y
poderes en 1831.
El 4 de noviembre de 1834 el corregidor de Benavente formó causa
penal de oficio: “en virtud de dos oficios del Gobernador Civil
de Zamora de 18 y 20 de octubre, en averiguación de los hechos
contenidos en un parte que dirigió Fray Blas de Castro y Torre,
monje en el monasterio de Moreruela al Gobernador Civil de
Valladolid, contra el Reverendo Padre Abad, Fray Vicente Solana, y
Fray Francisco Carrascón, y el criado del abad, llamado Antonio del
Estal, por desafección al legítimo gobierno, insultos y otras
cosas.”
Ese mismo día se persona el juez de Benavente en el monasterio,
tomando declaración a fray Blas, que se hallaba postrado en la cama
como consecuencia de una caída desde uno de los balcones del
monasterio, y firmaron la declaración dos testigos por él, por no
poder hacerlo.
El prior del convento, Fr. Manuel Ledo, hizo presentación de una
exposición dirigida al Capitán General de Castilla La Vieja, que le
había entregado fray Blas cuando había acudido a socorrerlo después
de la caída. En esta exposición en borrón, denunciaba los ultrajes
que había sufrido del criado del abad dentro del monasterio: “Que
el criado del abad, sagaz y ladrón, y puso en ejecución la fuga del
obispo de León y del cura, ... que le había desafiado con una
navaja abierta, no siendo extraño porque oía hablar todos los días
mal de la Reina Gobernadora y del Gobierno a sus amos”,
acusándole de poseer varias escopetas que usaba en la caza,
insistiendo en que había ayudado a saltar las tapias del monasterio
a los fugitivos carlistas.
Por otro lado denuncia la conducta política y las actividades
facciosas del padre Carrascón, repitiendo que él fue el que
contribuyó a la huida del obispo de León y de un cura, por lo que
“el padre Carrascón había estado arrestado por tal razón en
esta ciudad y a su regreso anduvo por varias partes, habiendo dicho
estando en Zamora que sus paseos se dirigían solo a hacer daño...
que el mismo Carrascón al irle a llevar preso, había dado nueve
onzas a la tropa, y que cuando salió de la prisión dijo que para el
20 de agosto [1834] había de estar el pretendiente en
posesión del trono de España, con auxilio de las tropas
estrangeras, corriendo por este tiempo la voz de que en Galicia había
desembarcado gente de guerra estrangera, noticia de que él se balía
para apoyar su dicho”.
Hacía referencia a otro posible episodio de colaboración con los
carlistas: “se habían presentado en el prado del monasterio a
escoger caballerías cinco facciosos y que presentándose después
los nacionales de Zamora, el abad y Carrascón negaron que supiesen
de tal facción. Al día siguiente se había presentado el criado de
un tal Enríquez, diciendo que los Sandarines [sic] que habían
estado en el convento habían sido desarmados por 500 facciosos con
los que se había marchado un hijo suyo, y después se iría otro,
siendo el comandante un tal Ramos, y que el abad, después de una
larga conversación a solas con el dicho criado, le dio de comer”.
En el escrito acusa a Carrascón y al abad de malversar los dineros
conventuales, y pedía que se les separase 25 leguas del convento:
“llevándose consigo al faccioso de su criado; porque gastaban
malamente lo que había de servir para socorro de los enfermos o para
ayudar al gobierno para acabar con la guerra”.
Delante del juez fray Blas se volvió a ratificar en la denuncia,
designando algunos monjes que podrían deponer como testigos,
seguramente los más enfrentados a los acusados.
El corregidor de Benavente fue informado confidencialmente, supongo
que por algún monje al que no quiere descubrir, que mientras
estuviesen a la cabeza del monasterio el Abad y el padre Carrascón,
no lograrían aclarar los hechos denunciados, por el temor que
infundían a los monjes, y determinó por providencia de 7 de
noviembre el traslado de éstos a otros monasterios cistercienses
para poder formalizar el sumario, dando parte de ello al Gobernador
de Zamora y al Capitán General de Castilla la Vieja.
Pero al día siguiente se suspendió el traslado porque, por parte
del padre Carrascón, se informó que: “el mencionado Fray Blas
de Castro había fallecido en aquella mañana del 8 de noviembre a
consecuencia de la caÍda que queda anunciada desde un valcón de
su celda”14.
Le comunicó también que el padre abad estaba enfermo, por lo que
para confirmarlo y descartar que se tratara de una disculpa para
eludir el traslado, el juez mandó al cirujano de la Granja a
reconocerlo e informar al tribunal acerca de la enfermedad del abad,
resultando no ser grave la enfermedad “pero no logrará el
restablecimiento hasta que el tiempo no mejore”.
Se unió al expediente la segunda información que había remitido
Fray Blas al Capitán General, y se procedió por mandado del
Gobernador a dar los pasaportes al abad y al padre Carrascón para
que se dirigieron, el primero al monasterio de Nogales, y el segundo
al de San Martín de Castañeda, que se les designaron por destinos,
mientras se tomaban las declaraciones.
Posteriormente pasó el tribunal, acompañado de soldados, de nuevo
al monasterio donde fueron examinados diferentes monjes y criados que
de una manera positiva confirmaron los hechos denunciados del padre
abad y padre Carrascón, y del criado Antonio del Estal.
El testimonio prestado por Fray Carlos Martínez, confirma que ambos
acusados:
“no eran afectos a la reina, ...que le oyó burlarse de las
providencias dadas por la reina diciendo que el general Quesada
estaba emparedado, ...que decían que había compuesto la fuga del
cura por nueve onzas u onze según otros, ...que en una cena le oyó
decir a Carrascón que a la Reina la habían silvado en las comedias
que había servido de escarnio, que el abad y Carrascón se hacían
sospechosos por los secretos en que andaban.”
Fray Atilano Merino declara que: “Carrascón había compuesto
con onzas la fuga del cura de Manzanal… que comunicaban sus
secretos al criado Antonio del Estal, quien entraba frecuentemente en
sus habitaciones y no los monjes, por lo que en tantos días como el
obispo de León y el cura de Manzanal estuvieron en el monasterio no
supo la comunidad quienes eran, … que cuando dijeron que los
facciosas habían ido a recoger caballerías, Carrascón salió del
convento con pretestos frívolos, … que decía de los adictos a la
reina que eran inmorales y que no podía haber orden con ellos … y
que él y el abad eran carlinos por escelencia.”
Fray Atanasio Herrero insiste en el soborno a los soldados: “que
Carrascón había dado como cinco onzas por la fuga del cura”,
en las actividades contrarias al gobierno: “que a su regreso al
monasterio después he haber estado preso en esta ciudad estuvo en
varias partes más tiempo que el que se le había fijado para volver,
que dijo que el pretendiente estaría coronado para el 20 de agosto”,
y trata de eximir del conocimiento de estas actividades al resto de
los monjes: “que el abad no dio parte de haber estado los
facciosos en las inmediaciones del monasterio”.
El que destaca como líder de los monjes liberales, el prior Fray
Manuel Ledo, hace referencias a los mismos hechos y acaba declarando
“que era constante la desafección del Abad y Carracón al
gobierno de la reina”.
Deponen otros tres monjes, de los que no constan sus testimonios.
Después se procede al interrogatorio de varios criados: Casto
Rodríguez, empleado del convento para asistencia de una pequeña
barca en el río Esla, a la altura del monasterio, para el servicio
de las aceñas de San Andrés, reconoce que él fue quien pasó al
cura de Manzanal en una chalupa el río Esla, habiéndole ido a
buscar uno o dos días antes de orden del padre Carrascón y que un
día después pasó en la misma chalupa al obispo por orden del padre
Carrascón. Otros dos criados, Simón Bodego y Santiago Juárez dicen
haber intervenido también en estos servicios .
En 11 de diciembre de 1834 se mandó dar traslado del procedimiento
al Gobernador y alcaldes de la Sala del Crimen de la Real Audiencia
de Valladolid, que los devolvieron al juzgado de Benavente para que
prosiguieran las investigaciones.
Habiéndose registrado la casa del Antonio del Estal por parte de
varios soldados voluntarios encuadrados en los Urbanos de Vezdemarbán
al mando de don Lorenzo Pérez: “hallándose en ella cinco armas
de fuego, cuatro de marca sin uso y una recortada inutil, y en su
residencia en el convento una cartuchera y un fusil, fue remitido al
Capitán General y conducido luego al juez de 1ª instancia de
Benavente”.
Por disposición del Capitán General se trasladó al criado a
Valladolid y se le puso en la cárcel. En el interrogatorio al que lo
someten manifiesta: “estando haría un año de criado del abad
de Moreruela, llegó el monasterio, donde sabe estuvo el obispo de
León, tropa en vusca suya, e invitándole los soldados para que les
comprare dichas armas, lo efectuó así por once duros, siendo su
objeto venderlas a los cazadores de que avunda el pais, que no las
usó y que si no las presentó fue porque no se las pidieron y que
las tenía ocultas debajo de su cama”.
El alcalde y dos vecinos de Granja de Moreruela declaran que: “el
Antonio del Esal no sabían que fuera de mala conducta y que dichas
armas las tenía con objeto de revenderlas”. No obstante se le
embargaron sus escasos bienes.
A instancia del fiscal fueron trasladados el abad y Carrascón desde
los monasterios de la orden (Nogales y Castañeda) donde permanecían,
y puestos en arresto en dos conventos de Benavente en los primeros
meses de 1835, después mantuvieron varios escritos y contestaciones
sobre el estado de su salud, y se les embargaron sus bienes. Pero los
efectos que habían embargado eran del monasterio y los mandaron
devolver.
El 20 de febrero de 1835 el vecino de Piedrahita, Fernando Enríquez,
da poder a un procurador de Benavente para que le defienda en la
causa formada al abad y un monje de Moreruela, “en la que se
trata de implicarle injustamente” (Archivo Histórico
Provincial de Zamora A.H.P.Za. Notariales. C. 6534).
El juez de primera instancia nombró a Fr. Manuel Ledo, que ejercía
de prior, como jefe de la comunidad. La aceptación por parte de los
monjes debió de ser dispar, pues entre el prior y el juez de
Benavente se hicieron varias comunicaciones y contestaciones sobre
asuntos que afectaban a la disciplina monástica.
Firmas de un poder de los últimos monjes de Moreuela
El abad desde el convento donde permanecía preso escribió a varios
monjes, quejándose y manifestando la animosidad que tenía contra
otros miembros de la comunidad, pero las cartas se rompieron y no
podemos atender a su contenido. “Reconoció por suyas las cartas
y dijo que en ellas no había espresión alguna ofensiva”.
La comunidad se dividió durante su ausencia, pues por una parte se
defiende alegando: “Que no oprimía a los monjes y que buena
prueba era que a una voz anhelaban su vuelta a monasterio”,
niega que les hubiera registrado la correspondencia: “que era
falso que hubiera dicho al valijero del monasterio que llevase a él
la correspondencia de todos para reconocerla, aunque así era de
regla”; y por otra parte reconoce el contento de otros monjes
por su ausencia: “que lo que dijo fue, cuando estaba preso, que
parecía que los monjes por ello se bañaban en agua rosada, puesto
que ejecutaban funciones teatrales, no obstante estar prohibido por
la orden”.
Durante esos meses finales del monasterio se registran algunos
indicios del clima de inseguridad que se vivía en el convento como
se refleja en alguna de las obras realizadas ese año: “Tapar
con adobes los antepechos de las ventanas y varias frapelas de orden
del Gobernador… Tapiar la división de la huerta…Tapar a
piedra firme 6 puertas grandes y tres ventanas y asegurar con trancas
y cerrojos todas las puertas de la casa, cuando el robo de Fr.
Alberico”.
Ante las graves repercusiones que podían tener para la comunidad,
tanto de carácter económico, pues se le embargan algunos bienes,
como de prestigio e influencia, ésta, reunida en capítulo el 11 de
mayo, da poder a un procurador de Benavente para que defienda al abad
y al monje, que había sido llevados presos a los conventos de Santo
Domingo y San Francisco de esa villa, aún sin saber los cargos “en
la causa que se les ha formado, y aunque no han manifestado los
motivos, saben lo son barios excesos que se les atribuyen en su
conducta política”.
Los presos, se defienden negando los cargos: “Se les ha
procesado criminalmente por atribuírseles ciertos excesos políticos
que no han cometido ni están conformes con sus principios e ideas
religiosas”, y dan poder a Gabino Alonso, procurador de la
audiencia, para que los represente y pida su absolución o, al menos,
les permita salir por el pueblo en beneficio de su salud. Para ello
se obligan “con todos los bienes de la enunciada comunidad y
cuanto corresponde a la dignidad abacial” (A.H.P.Za.
Notariales. C.6534).
En la confesión del abad, fray Vicente Solana, declara ser de 67
años de edad (n.1768), y niega cualquier actuación de actividades
carlistas o subversivas:
“Que él no estaba en el monasterio cuando el obispo de León,
ignorando quien dirigió su fuga, … que no había visto ni oído
que los facciosos hubieran estado en las inmediaciones del
monasterio… que en sus celdas no habían estado personas
sospechosas, y que el confesante es adicto al gobierno de la Reina”,
descalificando al denunciante: “dijo que no tuvo por hombre
de probidad a Fr. Blas de Castro, y que los demás monjes que deponen
los tenía por de buena costumbre, aunque no había dejado de
reprender a alguno de ellos algún defectillo como sucede a todo
hombre”.
Se desvincula de las andanzas de su criado: “Que la confianza
con del Estal era la de amo y criado”, admite que había estado
en su celda el criado de Enríquez, Pedro Santos, pero que estaba
borracho y como a tal lo despidió, que era falso que le hubiera
comentado haber sido derrotados los urbanos de Zamora por quinientos
facciosos.
Defiende al padre Carrascón, declarando que le había dado licencia
para ir a Zamora, y que fue con él a la casa que el monasterio tenía
en El Hoyo (Bretó), y a la cercana villa de Tábara, a celebrar el
día de Santo Domingo (8 de agosto); y negando las opiniones
carlistas de éste: “que no oyó al Padre Carrascón lo de estar
coronado el pretendiente para el 20 de agosto, y sí sólo, sin tener
relación con él, que para el día de San Bernardo habría de
cantarse un solemne Te Deum y que efectivamente se cantó”.
La confesión de Fray Francisco Carrascón es autoexculpatoria,
insinuando una conducta reprobable del denunciante: “Que no tuvo
trato ni intimidad con Fr. Blas de Castro hasta los últimos momentos
de su vida en que manifestó el arrepentimiento de sus pasados
escesos.” y tratando de descalificar a su adversario en la
comunidad: “Preguntado si el prior, Fr. Manuel Ledo y los demás
monjes que habían declarado eran de probidad y pacíficos, contestó
que de todo tenía la viña del Señor, y que el que se titulaba
prior no lo era, y sí boticario de la casa”.
Va negando uno a uno los cargos de colaboración con las partidas
carlistas y de propagación de rumores: “Que nada sabía de la
llegada de facciosos a escoger caballerías y que el oficial de la
partida que llegó al monasterio sólo le dixo que iba en busca de
los que le habían robado los caballos del cura de Moreruela de
Tábara, ... respecto a lo que se espresaba que 500 caballos que se
suponía habían sorprendido a la partida de seguridad de Zamora,
sólo podía decir que Fr. Bernardo Benito se lo estaba contando al
confesante cuando entrando Fr. Manuel Ledo dijo que se lo había
contado un borracho y con este motivo se divirtieron sin que la cosa
pasase a más.
No dijo que el pretendiente estaría coronado para el 20 de
agosto, lo que fue es que acosado por los monjes a su regreso de esta
ciudad para que les diese noticias , especialmente sobre si se
verificaría la exclaustración, o se darían por válidas las ventas
echas en otra época de los bienes de los monacales dijo, por evadir
la dificultad, que antes del día de San Bernardo habría motivo para
cantar un Te Deum y viendo que a esta espresión se le daban diversos
sentidos la esplicó diciendo que en 24 de julio regularmente
mandaría un Te Deum por la instalación de las Cortes, y que cuando
esto no sucediese habría de cantarse en los mártires de la
Asunción, y en los de San Bernardo.”
Y justifica sus salidas del convento en los últimos meses: “Que
no sabía que a su regreso al monasterio después del arresto que
sufrió en esta ciudad, tendría el abad alguna orden para que
vigilase su conducta, que no hizo más viajes que a Zamora a ver y
consolar a la viuda de un amigo suyo, al Hoyo y a Tábara,
acompañando al Abad”.
Sobre las acusaciones de intervenir en la fuga del prelado leonés
se defiende alegando que esa causa ya está juzgada: “Que lo
relativo a la causa por la estancia del obispo de León en el
monasterio era causa finada y concluida en los tribunales superiores
y entendía que no podía abrirse de nuevo, pero que en aquellos
acontecimientos ninguna parte tuvo el Antonio de Estal ni jamás se
valió de él para ninguna de las cosas que, como franca e
ingenuamente confesó en la citada causa, hizo en obsequio de la
humanidad y en servicio del obispo de León... que lo relativo a la
fuga del cura de Manzanal, era perteneciente a la citada causa
concluida, pero que sin embargo decía que dicho cura no había sido
mandado detener por la tropa,…que era absolutamente falso lo que se
decía de haber entregado dinero a los oficiales por dicha fuga del
cura, y que lo que hubo fue que queriendo llevar preso al abad el
confesante se ofreció a ir en su lugar, y que diciéndoles los
oficiales que a la mañana siguiente se presentase en San Cebrián”.
Para acabar la declaración y despejar dudas de su opción política,
hace una profesión de adhesión a la monarquía isabelina: “Que
es adicto a Isabel 2ª y que jamás se ha producido contra el
gobierno, siendo su máxima favorita que a las autoridades pertenece
saber lo que deben a Dios, y a nosotros morir antes de revelarnos
contra ellas”.
Posteriormente el juez toma declaración a los seglares mencionados
en la denuncia. Fernando Enríquez, labrador de San Cebrián de
Castro declara que Pedro Santos había sido su criado pero que le
había dejado hace dos años, y que no tenía ningún hijo en la
facción. Pedro Santos, su criado, en principio niega que hubiera
estado en el monasterio, pero fray Manuel Ledo lo reconoce como el
criado que estuvo con el abad, por lo que interrogado de nuevo se
escuda en que no se acuerda con motivo de estar trastornado de
accidentes. Debido a su estado de salud, había sido puesto en
libertad bajo vigilancia de la justicia de su pueblo. No firma por no
saber escribir.
Finalmente se efectúa la confesión de Antonio del Estal, al que se
le habían aprehendido varias armas de fuego: “Que las armas no
tenían piedra a escepción de una que los urbanos le dejaron para
picar lumbre, que como residía poco en el pueblo, no sabía el
edicto que se había fixado para que los que tuviesen armas las
entregasen
... que el fray Blas saliendo una vez del refectorio le amenazó a
él con una navaja… que asistió a la mesa cuando el obispo de León
y el cura de Manzanal estuvieron en el monasterio, pero que no supo
hasta después que eran tales sujetos, no habiendo intervenido
en su fuga, que la tropa hizo cargos al abad y Carrascón por la fuga
del cura, sabiendo que el segundo se compuso con los lanceros pero no
en que forma”.
Preguntado sobre las opiniones políticas de los frailes inculpados
dice que no la conoce, pero nos deja ver la influencia que ejercía
Carrascón entre los otros monjes: “ignoraba la opinión del
Abad y Carrascón, siendo difícil de comprender a éste, y que todos
le obedecían en el monasterio por su preponderancia”.
La personalidad de éste debía de ser propicia al liderazgo, como
había demostrado en la Guerra de la Independencia, y la dificultad
de comprensión por parte del criado podría ser por su gran
formación, y testimonio de ello puede ser esta referencia de 1809:
“el padre predicador del Monasterio de Melón, D.F. Francisco
Carrascón, sugeto de conocida instrucción, prudencia y
patriotismo"15.
El 5 de septiembre se reanudan las actuaciones y se recibe a los
acusados para que presenten las pruebas de descargo que quieran, y el
10 se pasó al fiscal que pidió la ratificación de los testigos
Los acusados presentan un escrito el 14 de ese mes, en el que dicen
que es un procedimiento calumnioso y que se les absuelva con las más
honrosas declaraciones, y las quejas de los testigos son faltas
esclusivamente monásticas y que se abstenga el juzgado de su
conocimiento remitiéndolas al superior regular competente para su
averiguación y castigo que debería recaer en los monjes que habían
declarado en contra de ellos. Y si se declara competente, que no
sentencien hasta que se responda a una exposición que se ha enviado
al tribunal de la Real Chancillería de Valladolid, solicitando que
para hacer la prueba se aparte a los padres Ledo y Merino a otros
monasterios, como se había procedido el año anterior con ellos, y
que en ausencia de su legítimo prelado fuese regido el monasterio
por un monje competente autorizado, con las facultades espirituales
que faltaban al que por orden del juzgado los regía.
Insisten en que la delación de Fr. Blas había sido producida por
un espíritu de venganza y rencillas monásticas, y que los monjes
habían declarado intimidados por el Tribunal con el estruendo de
armas, caballos y cazadores con que se presentó el juez en el
monasterio.
En el juzgado de Benavente la predisposición era contraria a los
frailes, sobre todo la de Francisco Lobón Guerrero, promotor fiscal
de la causa de oficio, que rechaza la petición por los acusados de
remisión de los autos a Valladolid con gruesas palabras: “injusta,
disparatada, maliciosa, absurda e ilegal… llena de falsedades
calumnias e insultos groseros … y la necesidad de un castigo
pronto, ejemplar, capaz de contener a sus autores,… a lo menos con
una multa, no pudiéndose imponer a los frayles, que
guardan su pecunio mejor que la regla, y han
perdido hasta la idea del pundonor, decoro, vergüenza y delicadeza,
es preciso que caiga sobre los defensores, especialmente sobre el
abogado que prostituyó su firma, …si se hubiera de esperar a la
sentencia y ejecución, como son tan largos, y complicados los
trámites, que se han de observar pasaría el tiempo oportuno, y se
dará lugar a nuevos extravíos, y escesos, sosteniendo el que
cometió el padre Carrascón con la resistencia a prestar juramento y
reconocer la competencia del juzgado”.
Concreta la petición de multa al licenciado Parra, abogado defensor
de los religiosos, en con 100 ducados y: “exigírselos
inmediatamente sin perjuicio de que se le prive o suspenda del oficio
por los abusos y excesos que ha cometido, violando e infringiendo las
leyes que no permiten que se falte al respeto debido a los
tribunales”.
El juez deniega el traslado de los autos y se encarga al Licenciado
Parra la moderación, respeto y veracidad con que debe presentar sus
escritos al tribunal y excusar las impertinencias, pues de lo
contrario será tratado con el rigor de la ley.
El juez era Don Manuel Antonio Fraile Ruiz, abogado de los reales
consejos, y corregidor interino por su majestad de Benavente y su
partido. Muy probablemente estaba relacionado familiarmente con los
Fraile de Bretó de la Ribera que a finales del siglo XVIII había
mantenido un largo pleito con os monjes y con el comprador de las
aceñas de San Andrés en 1821 cuando fueron puestas a la venta por
los liberales en el gobierno.
Mientras el proceso seguía su curso en el juzgado de Benavente, el
promotor fiscal, don Francisco Lobón Guerrero, que en los años
siguientes fue uno de los principales beneficiarios de la
Desamortización en Benavente y su comarca, solicitaba en nombre de
Francisco Fraile, vecino de Bretó, la restitución de las aceñas,
cañal y alameda de San Andrés, una de las propiedades más
productivas del monasterio, que había adquirido durante el trienio
liberal, y habían sido devueltas al cenobio con la restauración del
absolutismo.
El mismo día 25 de septiembre Manuel Antonio Frayle, como juez se
traslada al monasterio para pedir la ratificación de los testigos
contra los acusados, y como corregidor de Benavente, aprovecha para
reintegrarle en la posesión de las mismas a su pariente, previo
requerimiento al “Reverendo Padre, Fray Manuel Ledo, prior del
monasterio de Moreruela, como prelado de él”, y lo mismo hace
con la dehesa de la Guadaña y el monte anejo a los herederos de
Lorenzo Semprún de Valladolid, que asimismo los había adquirido
durante la desamortización de bienes monacales en el Trienio Liberal
(A.H.P.Za. Notariales C. 6534).
Aprovechando la ausencia del corregidor y del fiscal, ese día, los
acusados apelan ante el regidor decano que ejercía de juez, para que
remitiera los autos a la Sala del Crimen de la Real Audiencia de
Valladolid, ante la indefensión que sentían.
Contesta el fiscal rechazando tal pretensión aduciendo los mismos
argumentos que en el caso del apartamiento de Ledo y Merino: “es
una muletilla para eludir, preparando quejas maliciosas y preparadas…
repetir los clamores e insultos que aquí prodigan… y manifestar el
carácter díscolo, osado e intrigante”.
El juez admite la apelación pero determina que siga el plazo
asignado para la prueba y se dan los testimonios requeridos para
proceder a la apelación el 3 de octubre.
Las penas solicitadas por el fiscal son realmente duras para el
delito de que se les acusa, que no deja de ser un delito de carácter
político:
- Que se destine a Fr. Francisco Carrascón por toda su vida a los hospitales del presidio de las Islas Filipinas con encargo de que se vigilase y se observase su conducta, corrigiéndole severamente si se excediere.
- Para el Abad pide que se le confinase en uno de los conventos de la orden más distante, en reclusión perpetua con igual encargo de vigilancia, privándoles a ambos de sus honores y derechos que pudieran tener en la Religión y en la Sociedad, separándoles de ella como miembros corrompidos.
- A Antonio del Estal, el criado que poseía las 5 escopetas le pide 6 años de trabajos forzados en el Canal de Castilla y dos años a Pedro Santos, condenándoles en las costas.
- Y por las sospechas que había contra Fernando Henríquez, si no las desvanecía más completamente, que se le multase con 50 ducados.
Se recibieron a prueba en un término de 40 días, se ratificó en su
declaración el abad con asistencia del vicario eclesiástico de la
diócesis de Oviedo, en la que se enmarcaba la villa de Benavente;
pero se negó Carrascón por decir que dudaba de ser competente el
tribunal, por lo que se le volvieron a embargar los efectos que se
les habían entregado, porque habiéndose hecho la entrega diciendo
que eran del monasterio, había un decreto para que tales bienes se
entregasen a los compradores. Por fin Carrascón, presionado por esas
medidas, cansado de la permanencia del régimen de presidio
conventual al que se le tenía sometido, se ratificó.
En octubre de 1835 fray Vicente Solana y Fray Francisco Carrascón,
que continuaban presos en el convento de San Francisco de Benavente,
presentan un escrito ante la Real Chancillería de Valladolid a
través de su procurador, que era el mismo de la orden en Valladolid,
D. Fray Malaquías Cea, al que habían otorgado poder, unos días
antes, solicitando el traslado de la causa al tribunal superior para
una mejor defensa de las acusaciones, suponiendo que en la lejanía
del juzgado superior, alejado de los intrigas y fobias del de
Benavente, favorecería su causa: “a causa de la falsa e injusta
declaración que contra mis defendidos propuso un religioso de la
orden, se les formó causa por el corregidor de Benavente, siguió
sus trámites y a 5 de septiembre se les recibió a prueba dándoles
un plazo de 40 días, mis defendidos quieren mostrar al tribunal
todos los datos para demostrar hasta la última evidencia que cuanto
se ha dicho contra su honradez es falso y producto de una conjuración
criminal sostenida, fomentada y criada por Fray Manuel Ledo, y Fray
Atilano Merino, que en el día hacen de prior y gefes de la casa,
tienen aterrados y supeditados, no sólo a los criados, sino también
a la mayor parte de los monjes, y de consiguiente sin libertad para
declarar en prueba de la inocencia de los que defiendo, y para que
los testigos desembarazados en sus ratificaciones manifiesten con
libertad lo que sin ella como de la misma casa dijeron en sus
declaraciones, con este objeto y libres de la amenaza ocurrieron los
que defiendo al corregidor haciendo esta manifestación y pidiendo
que por sólo el tiempo que durase la prueba, fuesen trasladados los
referidos Fr. Manuel Ledo y Fr. Atilano Merino del monasterio de
Moreruela para otros de la orden, encargando el régimen de aquel a
quien por derecho compitiese, suspendiendo en el entretanto el
término de la prueba. Sus defendidos esperaban que se accediera a
esta solicitud… por auto de 24 de septiembre declaró no haber
lugar al traslado, los acusados apelaron el auto ante el superior
tribunal, …los referidos Ledo y Merino sostienen con
encarnizamiento la causa,…que la sala mande venir los autos y verán
las injusticias y atropellos que se han cometido por el juez inferior
y sus dependientes, …remita Real Provisión para que remitan los
autos”.
La petición se pasa al fiscal de la Real Chancillería el 10 de
octubre de 1835 y el día 20 informa recomendando reclamar los autos
al juez de Benavente, dando una provisión en este sentido el día 3
de noviembre.
Los acusados solicitan la libertad bajo fianzas de su prisión en los
conventos citados, pero al menos su situación carcelaria era más
llevadera que otros clérigos regulares, presos esos mismos días en
la Reales Cárceles de Benavente, también por delitos políticos,
posiblemente también relacionados con la fuga del obispo de León16
En el Libro de Granos de Moreruela (A. H. N. Clero. Libro 18267) se
anota la fecha de 19 de octubre de 1835 como cierre del ejercicio
debido a la exclaustración definitiva de la comunidad, provocando su
dispersión y llevando a los monjes por los caminos más dispares17.
El abad y Carrascón alegaron que habiendose producido la
exclaustración general, la prueba era más dificil por la ausencia
de los monjes en diferentes puntos, insistiendo en que se les
absolviera, alzándoles el arresto y embargo de sus bienes.
Por fin el juez de Benavente, después de más de un año de
iniciados los autos, durante el cual había mantenido presos a los
monjes acusados, y a más de un mes de la extinción definitiva del
monasterio de Moreruela, dicta su sentencia el 26 de noviembre del
35: “absuelve de la instancia a los padres Fr. Vicente Solana
y Fr Francisco Carrascón y mandaba y mandó que se les ponga en
absoluta libertad con entrega de los efectos retenidos”.
Absuelve igualmente a Fernando Enríquez, del que se habían recabado
informes al Jefe Político de la provincia de Zamora, que informó de
la buena conducta moral y política y su adhesión a Isabel II, y a
Pedro Santos. Apercibe a Antonio del Estal que en lo sucesivo no
retenga ni use armas de fuego sin licencia, bajo pena de que será
castigado con el rigor que previenen las leyes, y por ahora usando de
benignidad le impone veinte ducados de multa.
Condena a todos los procesados en el pago de las costas por sí y
para sí causadas, declarando las demás de oficio.
Los frailes y Estal estuvieron conformes con el auto de absolución,
y el promotor fiscal solicitó que se declarase ejecutoria y manda
llevar a efecto, y así se hizo el 9 de diciembre. Estal solicitó
que se le rebajase la multa, lo que se hizo a la mitad, 10 ducados.
La sentencia absolutoria no guarda relación con la dureza del
proceso, la prisión preventiva de los monjes y criados de un año y
los duros calificativos y graves penas solicitadas por el fiscal.
Parece que la extinción del monasterio y exclaustración de los
monjes influyó en el ánimo del juez, a no ser que el cambio se
debiera a motivaciones menos confesables, pero eso queda en mera
suposición. Lo que si podemos observar es que parte de los actores
del proceso reciben su premio en los meses siguientes:
Manuel Antonio Fraile pasa a desempeñar cargos políticos en las
cortes y en la Diputación de Zamora.
Francisco Lobón Guerrero es nombrado comisionado de la Amortización
de la Hacienda Publica y es uno de los principales beneficiados en
las adjudicaciones de los bienes desamortizados en la comarca.
El ex monje Manuel Ledo recibe como premio a su colaboración el
arrendamiento de la botica del monasterio, que seguramente era un
negocio que le proporcionaba unas rentas sustanciosas. Trascribo
parte del contrato firmado el 10 de diciembre entre los dos, Fr.
Manuel Ledo y don Francisco Lobón Guerrero, comisionado del
establecimiento de arbitrios de Amortización:
“Habiendo tasado los géneros de que se compone la botica
estampados en el Inventario nº 3 del citado monasterio, por peritos
inteligentes, ascendió su valor a la suma de 3.010 reales de vellón,
y con el fin de que no fuese en disminución si llegase el caso de
abandonarla, consultó el referido sr. comisionado a la comisión
principal del ramo existente en Valladolid lo conveniente que sería
la existencia de la botica por los fundamentos que tuvo a bien
expresar, procediendo en consecuencia al arriendo, y habiendo
estimado en oficio del 6 del corriente mes, el glosado fray Manuel
Ledo la recibe en renta y arrendamiento, satisfaciendo el mencionado
establecimiento 4 reales diarios desde el día que se efectuó la
exclaustración por razón de venta y despacho de los géneros que
contiene, obligándose con los bienes de su pertenencia y con los
géneros que se compone la botica y pueda componerse en lo sucesivo”.
Por ello sigue recibiendo obligaciones de dinero en su favor en
diciembre, enero y febrero de 1836, donde se le cita como residente
en el monasterio de Moreruela, en su botica. A finales de ese año
recibe nuevas obligaciones en su favor por valor de más de 200
fanegas de trigo, sólo ante el notario de Villarrín, y ya había
abierto botica en la cercana villa de Villafáfila, manteniendo
todavía la del monasterio, trasladando seguramente las existencias
de géneros a su propio establecimiento. (A. H. P. Za. Notariales.
Cajas 6426 y 6534).
Del destino de los dos monjes absueltos poco sabemos. El 21 de
diciembre, suprimido el convento y exclaustrados sus religiosos, el
abad y Carrascón, permanecen en Benavente, donde otorgan un nuevo
poder, junto al ex-abad don Luis Solís y a don Tomás Cuevas,
corista, a un procurador de Valladolid para que gestione el cobro de
las asignaciones que el Estado otorgaba a los monjes obligados a
abandonar los conventos (A.H.P.Za Notariales C.6445).
Las nuevas circunstancias políticas, con la radicalización que
supuso el motín de los sargentos en la Granja de San Ildefonso, y la
entrada en vigor de la constitución de 1812 el 15 de agosto, hacen
que algunas causas y procesos sobre delitos políticos se reabran.
Los monjes encausados, a pesar de la absolución de noviembre del 35,
siguen sometidos a la persecución política los años siguientes. El
22 de septiembre del 36 se reclama desde Valladolid el original de la
causa, que ya estaba sentenciada definitivamente sin imposición de
pena corporal y ejecutada según la disposición 14ª del reglamento
Provisional de 26 de septiembre del 35. El juez de primera instancia
estaba ausente en Zamora por habérsele nombrado elector de partido
para la elección de Diputados a Cortes.
En octubre del 36 la causa se pasa al fiscal de Valladolid, que
informa que la sentencia no se ajusta al reglamento provisional por
ser el delito señalado con pena corporal y por consiguiente pide que
se cite a los encausados ante el tribunal superior. En diciembre del
36 llegan a Benavente de vuelta las diligencias para emplazar a los
encausados. Se cita a Francisco Carrascón el 22 de diciembre, que
después de la exclaustración seguía viviendo en Benavente, en casa
de Fr. Luis Solís, antiguo monje de Moreruela y a la sazón
confesor de las religiosas de San Bernardo, de Benavente18.
Se dictan autos de emplazamiento a las justicias de Piedrahíta y
Granja de Moreruela para citar a Enríquez y a Antonio del Estal.
También se dicta un exhorto para localizar al ex-abad Vicente Solana
que parece que vivía en Calahorra, al que se le notifica el agosto
de 1837. Ninguno de ellos se presenta ante el tribunal de Valladolid
por lo que se les condena en las costas que han causado pero no se
revoca la sentencia anterior.
1Las
transcripciones textuales sin cita a lo largo del texto proceden de
este documento.
2
En noviembre de 1833 el general Rodil, capitán general de
Extremadura, desde Zamora, a donde se había desplazado para evitar
que el pretendiente entrara en España desde Portugal, informa al
gobierno de Madrid: “Que
tenía la mayor desconfianza en el obispo de Zamora y en el cabildo
eclesiástico, con sus dependientes (que son casi la mayor parte de
los habitantes) y en lo restante del clero y comunidades de toda la
diócesis”.
Fastos
españoles o Efemérides de la Guerra Civil desde X/1832.
Tomo II, Madrid 1840, p. 206.
http://hemerotecadigital.bne.es/cgibin/Pandora.exe?fn=select;collection=cabeceras_internet;query=cabecera:%22Revistaespañola,La(Madrid)%22;xslt=header-details;lang=;sort=%2Bcabecera_orden;length=1.
4
El mismo día Rodil informa “que
sabe por los confidentes que tiene al lado del infante, que éste
recibió á un capitán francés, que fué de
emisario
suyo á Valladolid, para tratar con varios prelados, religiosos y
con el
teniente
general D.José O`Donnell, á quien, dice se le ha hablado,
invitándole de
parte de
S. A.
para que se encargase de
los
emigrados que se le reúnan, ...,
quedando en
buscar
resortes para hacer lo mismo con el
general
Sarsfield”
Fastos
españoles o Efemérides de la Guerra Civil desde X/1832.
Tomo II, Madrid 1840, p. 205.
5
El
Vapor : periódico mercantil, político y literario de Cataluña:
Año I Número 118 - 1833 diciembre 20.
8 Día 23. Sale el Obispo de León de Villa del Pando á las ocho de- la mañana con su pobre comitiva (vide día 22); se detiene a comer en Tapioles, y duerme en Villa Fáfida ... Día 24. El reverendo obispo de León sale á las nueve de Villa- Fáfida con sus acompañantes en dirección de Moreruela, á donde llegan á comer á las once, con un paisano que tomaron en Villa-Fáfida y que regresó a este pueblo y duerme en Moreruela. Fastos ... Tomo II, p. 192.
11 Fastos …. Tomo II, p. 260-262.
12
QUEIPO DE LLANO, J.M. Historia
del levantamiento, guerra y revolución de España.
Vol.1. París 1836: “Desde
el Puente de la Hachas hasta Rivadavia también padecieron varias
acometidas [los
franceses]
acaudillando al paisajage José Labrador, el monge Bernado Fray
Francisco Carrascón, y después el juez de Meside”.
Se
opuso en acciones armadas al mismísimo Mariscal Soult en su
penetración en Portugal desde tierras orensanas, y en febrero de
1809: “Fray
Francisco Carrascón del orden cisterciense, en los pueblos del
Rivero y Rivadavia, que mereció le nombrasen su jefe; ... se
encontró con las de Fray Francisco Carracón, comandante de las del
Rivero, que a palmos les disputó el terreno, desde el puente de la
Hachas hasta Rivadavia, y solo desistió de su empeño por falta de
municiones ... fué Carrascón a buscarlas a Portugal, donde padeció
muchísimo en prisiones porque aquel pueblo no le conocía.”.
GARCÍA del BARRIO, MANUEL:
Sucesos militares de Galicia en 1809 y operaciones de la presente
guerra. Ed.
Facsímil. Valladolid 2005.
14
Sabemos que el corregidor abrió otro proceso para investigar las
causas de esta muerte, sospechando que no hubiera sido accidental,
sino provocada por el mismo monje o por otros, pero no conocemos los
resultados de las investigaciones.
15
PARDO DE ANDRADE, M. 1996: Semanario
político, histórico y literario de La Coruña
(1809-1810), p.804.
16
En junio de 1835, D. Luis Espinosa, cura párroco de la cercana
localidad de Tapioles, estaba preso en las reales cárceles de
Benavente “a
consecuencia de cierto parte o delación fraguada animosamente por
D. Vicente Lucas Pedrero, beneficiado del dicho lugar, en el que
supuso ser el dicho otorgante desafecto y enemigo del actual
gobierno y haber esparcido voces seductoras y alarmantes se formó
causa criminal contra él …se le puso en prisión y embargaron sus
bienes”.
Posteriormente había sido puesto en libertad bajo fianzas y de
nuevo encarcelado a resultas de una apelación ante la Real
Audiencia de Valladolid. Solicita de nuevo la libertad o que se le
permita ser socorrido en la cárcel por no tener ningún bien de qué
poder servirse (A.H.P.Za. Notariales. C. 6510). Posiblemente durante
la parada del obispo de León, en Tapioles, que pertenecía a esa
diócesis, en su trayecto a Moreruela para fugarse, pudo comer en la
casa del cura.
18
Este fraile que fue abad en el cuatrienio 1824-1828, ya debía de
haber ejercido como capellán de las monjas cistercienses de
Benavente en 1808, pues tenemos su testimonio de la entrada de las
tropas napoleónicas en la villa el último día del año 1808 y su
actuación ante los soldados rescatando un cáliz con la sagradas
formas, del botín de los invasores. FERNÁNDEZ BRIME F.: Apuntes
históricos de la villa de Benavente y sus contornos.
Benavente 1999. Ed. Facsímil.