miércoles, 18 de octubre de 2017

Apunte sobre las campanas de Villafáfila




Este apunte lo hice por un encargo de la Asociación Carpe Diem de Villarrín para formar parte de una obra sobre campanas. Como el proyecto se ha retrasado  ha sido publicado en el Blog de Villarrín y hoy lo subo en éste para su divulgación.
La fotos son de la página villafafila.net, en cuya sección de historia figuran sendos estudios de las diferentes iglesias de la villa, y a cuyo administrador le doy las gracias.



Las campanas en los pueblos han sido fundamentales en la vida de sus habitantes pues han regido los tiempos y  señalado  los acontecimientos cotidianos y los extraordinarios, tanto civiles como religiosos a lo largo de los siglos pasados. Han sido determinates en la construcción de los templos cristianos y ayuntamientos con la erección de altas torres y espadañas para que los sones de las campanas pudieran llegar a todos los vecinos y parroquianos.
En el coste de la fabricación de las campanas participaban todos los vecinos de la parroquia correspondiente, como recuerda uno de éstos, Gutierre de Ballesteros, refiriendose a finales del siglo XV:  “e avya pagado en cosas en q avyan pagado los omes fijodalgo e este testigo como fijodalgo q heran para faser una puente e una canpana” (A.R.Ch.V. Registros de Ejecutorias. C.195-29).

Hoy vamos a tratar algunas noticias históricas de campanas en Villafáfila  que nos permiten vislumbrar esa importancia de sus tañidos.

Esta villa zamorana de la Tierra de Campos contaba a finales del siglo XV con siete iglesias parroquiales y tres ermitas urbanas, con lo que el número de campanas no bajaría de veinte. Así se deduce de los libros de fábrica conservados de algunas parroquias, actualmente en el Archivo Diocesano de Zamora.

El de San Andrés es el más antiguo y ya en 1557 el obispo cuando visita la parroquia deja mandado que se quiten las campanas para hacer la torre que se empezó dos años más tarde cuando se inventarían “dos campanas en la torre y una pequeña para el sacramento”, que habían vuelto a ser colocadas en 1569. La parroquia desaparece como tal en 1642, pero sigue habiendo culto en la iglesia y en la ermita de la cofradía de la Cruz, aneja a la misma. Los cofrades de ella conciertan en 1653 con un campanero procedenta de la Merindad de Transmiera, en Burgos, la composición de una campana nueva. En 1784 con la iglesia en ruinas el obispo da licencia para tirar la torre  y vender la campana.  
En el inventario de la parroquia de San  Martín  figuran  en 1569 dos campañas en la torre y otra del reloj.  En 1628 deja anotado el obispo: “que en la iglesia parroquial de Santa Marta que oy es rural y está en el campo fuera de la villa ay una campana y por el peligro que tiene la torre mando, que se deposite en San Martín”. Tantas campanas parece que  no eran necesarias y en 1688 un esquilón que pesaba 54 libras se vendió para la iglesia de Bamba. En 1714 se inventarían en San Martín cuatro campanas, de las cuales “una sirve de reloj”.
En San Salvador había tres campanas en la torre, una pequeña y dos grandes,  A principios del siglo XX, con el desmantelamiento de la iglesia, una se vendió a la parroquia de Colinas, otra para Ferreras de Abajo y otra se puso en la torre de San Martín.



La iglesia de San Juan contaba con varias campanas, sabemos que dos de ellas se desplomaron en 1732 sobre le tejado del hospital de San Juan, según figura en el libro de Fábrica de S. Martín en 1732: “ 30 reales para la reparación del hospital de San Juan  por haberse hundido allí dos campanas de la dicha iglesia
Se repusieron en la torre aunque la parroquia fue suprimida a finales de ese siglo, pues en 1795 el admintrador de la Real Fabrica de Salitres que se construye en la villa dice que “había mandado el Sr Obispo de Astorga derribar una yglesia [ la de San Juan], cuya torre y paredes son de piedra buena, y me han asegurado que venderían muy barato...”, por lo que solicita  su compra para el ensanche de las fábricas. Y propone  una nueva utilidad  para las campanas, fundirlas  para hacer unas calderas de metal: “ se podrian comprar las tres campanas si se quieren hacer calderas vaciadas”. La respuesta del obispo a la propuesta de compra es que tiene que pensarlo mejor porque ha sido lugar sagrado y cementerio de difuntos, antes de decidir el destino que se le ha de dar.
En San Pedro en la torre había en 1707 cuatro campanas,  una de ellas llamada esquilón. En 1915 se quitan las campanas de Santa María poniendo las de San Pedro, y una de las que quitan  se pone en San Martín.


Actualmente en la única iglesia que permanece, la de Santa María, en la espadaña norte cuenta con dos campanas grandes colocadas en un mismo nivel para repicar y encordar ambas simultáneamente, y otra por encima, de tamaño mediano, el esquilón del Santísimo que se toca los terceros domingos de cada mes; en la espadaña sur está colocada una campana pequeña, la esquila, para tañerla tres veces antes de cada misa.
Tenemos pocas noticias de la fabricación de campanas que se solía hacer in situ. En 1653 se hace una campana nueva para la cofradía de la Cruz en la iglesia de San Andrés, y se conciertan para ello con uno de la merindad de Trasmiera.
Las campanas regían toda la jornada cotidianamente: desde muy temprano se tocaba a misa en las diferentes parroquias. A mediodía sonaban para señalar la hora  del Ángelus: “ ... todos los día recen al toque del ave maría ...”. Por las tardes se tocaba al rosario, y en muchas festividades a vísperas y vigilias.
Desde al menos 1576 “todos los sábados a la puesta del sol se diga la salve cantada y se toquen las campanas”, según deja  mandado el obispo en la parroquia de San Martín.
Los toques de las campanas no solo señalaban las  rutinas diarias, sino que los principales acontecimientos de la vida de las personas estaban marcados por sus sones, tanto en los bautizos como en las  bodas, los repiques de las campanas de la parroquia daban noticia del evento. Y se “encordaba” para anunciar que cuando  feligrés fallecía y le acompañaban hasta el cementerio. Y en los incendios todas las campanas tocaban a rebato para alertar a los vecinos.

            Los entierros eran especialmente solemnes para los miembros de las múltiples cofradías de la villa, de las que tenemos alguna noticia.
En la antigua regla de la cofradía o cabildo de San Gervás, que agrupaba a los clérigos de la villa desde la Edad Media y a los principales seglares se dice:
Yten que los clérigos confrades manden encordar cada uno en su yglesia por el tal confrade o confrada defunto al encomendar y a la vigilia e al sacar de casa  e al enterramiento, y el que no encordare peche media libra de çera por cada ofiçio que herrare
En la nueva regla de 1586 establecen una función de ánimas por los cofrades difuntos  de dos días de duración para la que: “se doble ambos días en todas las iglesias a un tiempo y, si al cabildo le pareciese, toda la noche en la iglesia donde se hiciere la función”. Curiosamente se cambia la denominación antigua de encordar que sigue persistiendo actualmente, con la moderna de doblar.
El aviso para la asistencia a los entierros de los cofrades del Santísimo, consistía en nueve campanadas con la campana pequeña de la torre de Santa María, que todavía se conserva como campana del Santísimo, por parte del mayordomo según la regla y estatutos redactados en julio de 1677. 
Y la cofradía de las Ánimas, además de usar las campanas de la parroquia de San Juan, tenían una campanilla propia que sonaba por toda la villa cuando fallecía un cofrade, debiendo rezar todos los miembros del Cabildo Eclesástico de la villa:  “al oir la campanilla de las ánimas”.
Además llamaban a los cabildos o juntas de las cofradías. Cuando el obispo de Astorga en su visita pastoral de 1642 decide suprimir la parroquia de San Andrés para anejarla a la de San Pedro por falta de feligreses, los cofrades de la Vera Cruz se presentan ante su ilustrísima: “y dijeron que pedían merced para hacer en San Andrés los cabildos de la cofradía y que la campana grande quede en la iglesia”, a lo que accede el obispo.



Además de las devociones religiosas, las campanas se tocaban con  ocasión de ciertos ritos ancestrales a medio camino entre la religiosidad y la superstición, como en los días de tormenta para espantar los nublados con un toque especial de:
Tente Nublado,
que vienes cargado.
Detente, detente,
que matas a la gente

Y no sólo cuando las que las tormentas amenazaban con descargar el pedrisco, sino tambien para prevenir las mismas. En Villafáfila, como en otros pueblos del antiguo reino de León, se celebraba con mucha solemnidad la festividad de Santa Brígida el primero  de febrero, con función religiosa y colación  a cargo del concejo, y uno de sus ritos era el toque de las campanas durante toda la noche para deshacer los nuberos que se suponía que esa noche fabricaban los demonios, y así espantar las granizadas de todo el año. En 1576 en las cuentas del concejo se anota “un real que pagué al muchacho de Diego Toranzo porque tañó las campanas la noche de la señora Santa Brígida” además de ñlos gastos de la colación (A.R.Ch.V. Taboada o. Pleito 267-1).
 Para ampliación de este culto ancestral:

Además de su faceta religiosa y creencial, las campanas jugaban un importante papel en la vida civil:

Los vecinos se juntaban en los concejos ordinarios para tratar las cosas importantes de la villa desde la Edad Media llamados por la campana, y son numerosos los testimonios, en en los concejos extraordinarios, por ejemplo en 1468 reciben al enviado por el nuevo maestre de la Orden de Santiago “ayuntados en su conçejo a campana tañida en la plaza de Sant Martín de la dicha villa”  (A.H.N. NOBLEZA. Frías Leg. 664, doc 69), pues al carecer entonces de casa de concejo se reunían en los portales de las iglesias o en las plazas.

Todos los años por San Juan de junio se elegían los nuevos alcaldes y regidores:
por sus suertes que hecharon dobladas en un sombrero e aviéndolas meneado y llamado la gente y vecinos de dicha villa por son de campana tañida para que delante dellos se hechasen las dichas suertes en la audiencia pública”  (A.R.Ch.V. Fernando Alonso f. C. 947-3).
Cuando  los alcaldes tenían que celebrar audiencias en los pleitos y juicios entre los vecinos:  “los alcaldes ordinarios han estado en costumbre de hacer audiencias lunes, miércoles y viernes en lo que toca a acusar ante ellos rebeldías de emplazados y al tiempo de la dicha audiencia  se tocaba la campana para los dichos plazos para que los emplazados pareciesen”, como recuerdan los testigos en 1576 (A.R.Ch. V. Lapuerta f. C. 2874-4)
En la primera casa de ayuntamiento que se construyó en el siglo XVI no se puso campana, por lo que siguió siendo utilizada por el concejo la campana del reloj colocada en la torre  de la iglesia de San Martín, que  procedía de la torre de la parroquia de Santa Marta que se había despoblado, y su mantenimiento corría a cargo del concejo, como se desprende de las cuentas municipales de 1576, en las que se anota “tres libras de azeyte para el reloj, más tres libras de azeyte para la campana de Santa Marta” (A.R.Ch.V. Pleitos Civiles. Taboada olv. C.267-1).
En 1631 Luis Prieto, vecino de Zamora, se ofrece como campanero del concejo para tocar  a buen tiempo, dándole por su trabajo un celemín de trigo cada labrador de par de bueyes y medio celemín cada senarero. Ha de tocar todos los días a mediodía, de noche y al amanecer. Hasta San Juan a la una o las dos, y en el invierno a las doce, y cuando el tiempo se vuelva de truenos o nublados A.H.P.Za.Notariales 11752.

            En 1677 el ayuntamiento compró un reloj nuevo en Valladolid, para sustituir al viejo colocado en la torre de San Martín, se compuso el tejado de la torre y se cerró la ventana que daba a la plaza. Se hizo una escritura pública ante el escribano Vitacarros de concordia entre el concejo y la iglesia sobre la entrada para componer el reloj.



El ayuntamiento tenía a una persona encargada del mantenimiento del reloj y tocar las campanas, así por acuerdo del regimiento en  3 de julio de 1677: “se nombra para que toque las campanas a buen tiempo, de día y de noche como se acostumbra a Pedro Vidal desde este día hasta fin de septiembre le señalan de salario por dicho tiempo 14 cuartales de trigo” (poco más de cien Kg.).
Y en las cuentas conservadas de los años siguientes figura una partida para pagar al relojero-campanero, tanto de trigo como un pequeño complemento dinerario entre los 10 y los 27 reales porque se trataba de un empleo a tiempo parcial.
A partir de 1715 el portero del ayuntamiento ejerce a la vez de relojero y campanero y se le fija un salario mayor, pues en 1738 se le pagan 200 reales y en 1743 12 fanegas de trigo 8520 Kg.) y 30 reales.



Cuando a finales del siglo XVIII se construye una nueva casa de ayuntamiento, se remata con una espadaña, en la que se coloca la campana del reloj para marcar las horas y para hacer los llamamientos, trasladando la de San Martín.
La misma campana ha permanecido en la espadaña de la casa consistorial después de las reformas y reconstrucciones