viernes, 9 de diciembre de 2022

Sesión municipal 1850: Desecar la Salina y jóvenes entregadas a la molicie

 Sesión municipal 1850: Desecar la Salina y jóvenes entregadas a la molicie

Ayuntamiento 1850


El ayuntamiento estaba formado por

Don Jerónimo de León Huerga, alcalde. 

Don Juan Antonio Morilla Lázaro, teniente de alcalde. 

Concejales que continuaban desde el bienio anterior 

Alfonso de León Rodríguez,

Concejales nuevos elegidos en 1849

Don Manuel García, mayor,

Don Miguel Torío

Don Ángel Costilla

Don Martín Calzada

El secretario del Ayuntamiento era Cayetano Carnero

Hoy transcribo un acuerdo que es ciertamente curioso pues, reunidos con algunos vecinos influyentes, solicitan al gobernador que se deseque la Salina y se repartan los terrenos para huertos, y que se ponga coto a ciertos comportamientos de algunas jóvenes del pueblo. 

Otro de 27 de noviembre

Reunidos los señores del Ayuntamiento Constitucional, en unión de los mayores contribuyentes, hoy veinte y siete de Noviembre de mil ochocientos cincuenta en esta su sala de sesiones, según lo tienen de costumbre, a fin de tratar diferentes cosas […] en beneficio del bien procomunal, los señores Don Juan Antonio Morilla, presidente, Miguel García, Manuel García mayor, Don Martín de Calzada, Don Ángel Costilla y Miguel [Torío], regidores, Don Bartolomé Alonso, Don Isidro Costilla, párrocos de San Martín y San Salvador, Don Luis Carballo, presbítero, Don Agustín Rueda, Don Gabriel Costilla, Juan García Zamorano, Vicente Alonso, Esteban Zamorano, Juan Rodríguez Bueno, Nicolás del Río, Gabriel Trabadillo, Manuel Fidalgo, Manuel Alonso Concejo, Don Vicente Costilla, Mariano Zamorano, Francisco Gutiérrez, Felipe Miranda, Ezequiel Díaz, y Martín del Teso, vecinos de esta villa, y después de haber tenido una larga y detenida discusión, por ante mí, el secretario de ayuntamiento, manifestaron:

El señor presidente, qué hallándose visitando la provincia el señor gobernador de ella, con el laudable objeto de enterarse de las necesidades de los pueblos y modo de remediar éstas, y procurar remover cuantos obstáculos se opongan al desarrollo de la prosperidad y toda clase de riqueza, como dicho señor esté para llegar a esta villa, sería muy conveniente y útil al común de vecinos se le hiciera presente:



1º_ Que existiendo como existe un expediente a verea? de que se aquiñone el sitio llamado de la Zeladilla y plante de majuelo, riqueza de desgraciadamente carece este pueblo, se llame particularmente la atención de Su Señoría para su conclusión."

La Celadilla es un pago en torno a la orilla suroeste de la Salina de Barillos, formado por praderas en terrenos de mala calidad para la agricultura de cereales. Yo creo que el proyecto de hacer quiñones y repartirlos para ser plantados de viñas no se llevó a efecto, pues siguieron como praderas hasta la concentración parcelaria.



Pago de La Celadilla


2º_ Que mediante a que el lago llamado de la Salina es un elemento de los más grandes para mejorar la suerte de este vecindario, desaguado que sea, tanto por los inconvenientes que ofrece a la salud pública en los meses de estío, en que llegándose a secar, la atmósfera se cubre de miasmas fétidos que exhala el mismo lago, y de insectos que incomodan a los vecinos de esta villa y de la de Otero; cuanto a que en los meses de invierno se cubre de aves acuátiles que talan los sembrados limítrofes; se proponga a su señoría el esagüe de dicho lago, y que se aquiñone entre los vecinos, con se conseguirá evitar las fiebres pútridas que generalmente se padecen, y logrará que la clase menesterosa con terreno, el más aparente para plantarlo de hortalizas y frutas por la abundancia de agua con la que cuenta este vecindario a poco que se esmere y discurra éste.


La Salina Grande


Gracias a Dios no se llevó a cabo la desecación y podemos contar con el espacio natural de Las Lagunas de Villafáfila. Sí que hubo varios proyectos para llevarlo a cabo, tanto en el siglo XIX como en los años 70 del siglo XX. 

Proyecto de 1862

Proyecto de 1866


3º_ Que mediante a que por efecto de la miseria y abandono con que muchos padres de familia han mirado y miran la educación de sus hijos, se están probando las funestas consecuencias que este mal trae consigo, ya viendo en esta villa amancebamientos escandalosos, o ya muchas jóvenes entregadas a la molicie, no hallando inconveniente en dar a luz el fruto de sus excesos y presentarse con la mayor publicidad, abandonando las casas de sus padres, llegando a tal extremo de relajación de costumbres, que ya algunas personas decentes se sientan acometidas de semejante mal, se ponga en conocimiento de Su Señoría para que, usando de las atribuciones que la ley le concede, ponga coto a tamaños males.


 No podemos llegar a conocer cómo era la vida alegre en la villa en esos tiempos. Podemos aproximarnos por los bautizos de niños ilegítimos, aunque algunos de los nacidos fuera del matrimonio no llegaran a bautizarse por abandono en hospicios u ocultaciones de los nacimientos. Pero mejor dejarlos en el hospicio o a la puerta de la iglesia que a la intemperie como este ejemplo:



 Entre 1841-1850 fueron bautizados 14 niños de madres solteras, de 530 bautismos.  Entre 1851-1860 fueron 13, de 541 totales, más 4 en Otero abandonados sin identificación ninguna en puertas de vecinos o en un palomar, algunos podrían haber sido llevados desde Villafáfila. Pero las cifras no son llamativas.

Es cierto que muchos de ellos son de las mismas mujeres, que probablemente se dedicaran a la prostitución como medio de vida en una situación de necesidad.

4ª_Mediante a que dentro de la población y fuera existen diferentes sitios donde se estancan las aguas que ninguna falta hacen, antes por el contrario son pejudicialísimas a la salud pública y bien procomunal, se proponga a Su Señoría la desecación para que removiendo cualquier obstáculo se realice esto.


Lagunas que rodeaban el casco urbano: 1-San Andrés. 2- Laguna de la Alameda. 3- Laguna de Adrián o de San Pedro. 4-Laguna de Santa Marta. 5-Laguna de Caballos. 6-Laguna de La Carrerina. 7- Laguna de la Magdalena. 8- Hoyo de Velasco.

Hasta hace años permanecieron estas pequeñas lagunas rodeando el pueblos, comunicadas por una serie de regatos que hacían de cinturón al casco urbano, y servían para que de pequeños nos "atolláramos en el llágano", y lleváramos buenas reprimendas.


5ª_ Que mediante a que el Exmo Duque del Infantado cobra el derecho de portazgo de esta villa y los pueblos de Revellinos y San Agustín, se llame la atención a Su Señoría a fin de que obligue a S. E. a componer los caminos, especialmente el del Espino, de San Agustín y de Villarrín.

Faltaban unos pocos años para que desapareciera ese impuesto feudal y pasaran a cargo del Estado. Esos tres caminos serían los más transitados,  el del Espino, que era el utilizado para ir a Benavente, hoy desaparecido lo recuerdo con grandes desniveles y barrancos.

Camino del Espino o de Benavente por la barca de Barcial

Los señores concurrentes accedieron a lo propuesto por el señor presidente, de que certifico.

Al final firman los asistentes.




jueves, 1 de diciembre de 2022

Villafáfila 1824: asesinato de Josefa Méndez a manos de su marido.

En anteriores ocasiones he tratado de crímenes de mujeres de los que había tradición oral, como el de la Ojera a manos de un pastor, o el de Damiana por su pretendiente Ermelo . En este caso no conocía referencias lejanas, sólo la conservación de varios legajos del juzgado municipal de esa época nos permiten conocer este asesinato, calificado entonces como uxoricidio y hoy como violencia machista.


El 4 de septiembre de 1824 los dos alcaldes ordinarios de Villafáfila: Gabriel Costilla por el estado de hidalgos y Miguel Salagre por el estado general, inician una causa criminal contra Joaquín Miguélez Martínez, de 46 años como autor de la muerte de su mujer, Josefa Méndez Román, de 55, por un disparo de escopeta en la Viñas de Arriba, de las que era guarda, ocurrida el 27 de agosto. Recordemos que hasta mediados del siglo XIX los alcaldes tenían funciones judiciales, eran los jueces ordinarios en primera instancia.

Lugar del crimen


“habiéndose echo público que la muerte natural que se suponía de resultas de un hacidente, en Josefa Román Méndez, mujer de Joaquín Miguélez desta vecindad, pudo haber sido biolenta, causada en el pago de las biñas de Arriba, donde se hallaban marido y mujer en la guarda y custodia de las mismas, y a la  mira también de un melonar que tienen plantado en dicho sitio, la tarde del día beinte y siete de agosto próximo anterior, atendiendo a las sospechas de haberla traído para casa de noche el mismo Joaquín y no haber avisado al facultativo titular deste pueblo ni al párroco para que la auxiliasen, ni tampoco a la xtª para que ella entendiese así el campo como que luego que conoció ser cadáver y llegar a dicha su casa, subsiguiendo a esto no haber permitido la amortajara otra mujer que se ofreció, habiéndolo executado el susodicho marido, notarse en la mañana del beinte y ocho en la que fue sepultada en la Yglesia Parrochial de Santa María del Moral, tener ensangrentada la sávana que se puso por debajo del cadáver, notarse y advertirse muy bien por los enterradores y que no procedía de las bías y sí de la parte superior del cuerpo, qual se demostraba en la dicha sábana con otros diferentes indicios, no podías sus mercedes disimular por más instantes tomar providencia en obsequio de la recta administración de xtª y satisfación  de la bindicia pública desde que han acabado de informarse secretamente de lo que ba indicado, que luego se le capture y ponga en la cárcel pública desta villa y se encargue su custodia al Alcaide desta villa y se reciba el sumario correspondiente”

Proceso


A las seis y media de esa tarde los dos alcaldes, varios realistas y el escribano fueron a las Viñas de Arriba para su captura y prisión y no lo hallaron, después fueron a su casa donde allí fue capturado y conducido a la cárcel, donde se lo entregaron para su custodia a Juan Badallo, alcaide de la misma.

El primer testigo al que se le toma declaración es a José García García, de 40 años: “que llebado de la piedad y misericordia, acompañó a enterrar la mujer del procesado… ayudándole a echar el cadáver en la sepultura su convecino Josef Lobo, notaron que la sávana que habían puesto en la caja o féretro, tenía mucha sangre en la parte superior del cuerpo y que había pasado hasta el suelo al pie de la dicha sepultura, sin que pudiesen suponer que la dicha sangre fuerza de las bías hordinarias, de modo que por lo mismo entraron en sospecha de si probendría de un golpe de mano airada

Lo mismo declaró José Lobo, de 44 años, que vivía en la Plazuela del Castillo, al final de la actual calle de La Botica, mencionando que Diego Pallares, 34 años, sacristán de la iglesia de Santa María, estaba presente.

También interrogan al sacristán y dice que por la noche del 27 fue a casa del acusado por orden del cura por ver si llegaba a tiempo para administrarle los sacramentos y le echó las bendiciones de parte de su amo, el párroco, y como estaba realmente muerta “no dejaba más arbitrio que disponer la sepultura para el día siguiente”.

La siguiente testigo a la que toman declaración es a una vecina, Vicenta Fernández, 40 años, quien en la noche del 27, “oyendo clamorear en la casa del procesado Joaquín Miguélez, se acercó a ella, y oyendo decir que se había muerto su mujer entró a verificarlo, y en efecto resultando ser así, y a presencia de diferentes vecinas trató de amortajarla como la que declara se halla con el suficiente valor y piedad, y persuadida no lo tendrían el dicho Joaquín y su hijo Romualdo, a que se opuso dicho Joaquín manifestando ser bastante y su hijo, y en efecto mirando de hacerlo la testigo le indicó había de sacarle la ropa de vestir con que se hallaba, a que se resistió contentándose con mandar ir a bendecir para hábito una casaca o anguarina de dicho su hijo, y traidola con dicha indulgencia, se la pusieron entre los dos, padre e hijo, y al tiempo de levantarle la cabeza, la que declara, deseosa de cooperar en algo, le echó la mano izquierda a sostenerla y como la introdujo en la espaldilla, notó al sacarla se le había humedecido, y persuadida sería de sudor, se limpió y la frotó a su manteo, y a la mañana siguiente con la luz del día, al hacer uso de ella, adbirtió tenerla manchada de sangre, motivo por que hbiendo bisto con sangre la almuada que tenía puesta el cadáber en las andas o ataúd en que se conducen a la iglesia, se lo propuso al Romualdo, diciéndole de que era aquella sangre y le contestó, de las narices suyas… y dicho Joaquín quando levantó el cuerpo de la cama para amortajarla rebujó la manta que tenía debajo con presteza para que corriese por su imaginación alguna sospecha.

La 5ª testigo fue Josefa Zamorano, 27 años, mujer de Manuel Alonso Rodríguez, que vivía en la Plazuela del Castillo, que declara que por la mañana del 27 había ido la difunta a su casa y le dio el puchero de viandas que había dispuesto para comer al mediodía, dándole al mismo tiempo unas camisas y unas bragas lavadas, para que las secase en su corral y se las doblara a su tiempo, y a la hora volvió y le dijo que si venía su marido que le diese para que comiera, pues andaba cobrando por el pueblo y que ella se iba a cuidar de las viñas que tienen a su cargo. Sobre las seis de la tarde se presentó Joaquín y le dio la ropa y le manifestó con algún azoramiento que le diese un caldo para su mujer que se hallaba con el accidente que padecía y después se retiró hacia las viñas, y después de anochecido, como las casas están enfrente y próximas oyó gemir y llorar y pasó a ver que ocurría y halló que estaba muerta, saliendo al mismo tiempo los señores curas de San Pedro y de Santa María, que habían sido llamados para su socorro, y a varias vecinas. La amortajaron con la anguarina de paño pardo con la que se cubrían los demás falifos que tenía puestos.

Declaración de una vecina, Josefa Zamorano


Onésimo del Pozo, 48 años, asistió al entierro por haberlo convidado junto a su cuñado, Bernardo Esteban Mateos, clérigo de menores, para cantar y ayudar al cura por no tener para hacerle un funeral más solemne,con los demás sacerdotes de la villa, y vio la sábana manchada de sangre.

No sabemos como se difundirìa la noticia, pero en estos casos las sospechas que habían surgido se trasladarìan de boca en boca, y  como ya estaría todo el pueblo conocedor de los rumores, surgen otros testigos que rememoran lo que habían apreciado el día de autos. 

Ezequiel Díaz, declara que ese día “a las cuatro saliendo con su recua de caballerías menores, a darles de pacer en compañía de su hermano político Alfonso del Río a las eras de San Pedro, antes de la senda del Valle, como a distancia de doscientos pasos, vieron ir para las viñas al procesado, tomó el camino de la Calderona, y ellos siguieron por la senda hasta dar enfrente de donde tiene la cabaña de guarda, tan luego como descendieron oyeron un tiro de escopeta, y suponiendo que dicho guarda hubiera matado alguna caza, y llegaron hasta el melonar con objeto de comprar alguna sandía y le preguntaron que si había matado algo, a lo que contestó que no había tirado, que podían haber oído hacia el sitio de la Calderona, y el susodicho tenía allí la escopeta y dijo que la tenía cargada y habiéndola tomado con sus manos uno y otro vieron que efectivamente estaba cargada. Y al mismo tiempo llegó su hijo Romualdo Miguélez que se hallaba en otra cabaña que tiene en las viñas de más arriba, y no vieron a la mujer del guarda en el melonar, ni vieron que anduviese ningún cazador. Cuando volvían ya puesto el sol lo volvieron a ver, que iba por el camino hacia la cabaña y llevaba en sus manos una cosa blanca.

Después de acabadas las declaraciones, el 5 de septiembre remitieron el proceso al asesor legal, Juan Antonio Rama y Arcas, contador del condado de Benavente, pues los alcaldes ordinarios no eran expertos en leyes, y debían consultar los procesos con abogados.

El asesor manda el seis que se proceda a la exhumación del cadáver y a la detención del hijo por complicidad.

Notificaron al cura de Santa María para que franqueara las puertas de la iglesia para exhumar el cadáver,

Solicitud al cura de franquear la iglesia para la exhumación del cadáver


y al cirujano titular de Villafáfila, don Ambrosio Fernández para que lo examinara.

A las tres de la tarde del día 6 de septiembre se encuentran en las puertas principales del pórtico de la iglesia para proceder a la exhumación el alcalde, el escribano, Badallo, cuatro realistas y dos soldados veteranos, junto a Don Ambrosio Fernández, cirujano titular de Villafáfila y Don Manuel Pelaz, cirujano titular de Tapioles, que se hallaba en el pueblo.

Se procedió a la exhumación por parte de Francisco Gómez, José Lobo, Tomás Cid y Bernardino Soto, estando presente el sacristán Diego Pallares, echándose los perfumes que le había mandado su amo, don José Ruiz, párroco. Se colocó el cadáver en las andas o ataúd  con que se solía llevar a enterrar, y se trasladó con dicho acompañamiento extramuros de la villa a la parte del poniente y tomando el norte riguroso en la altura de la era de San Marcos, sobre la laguna que llaman de San Pedro.

Lugar de la autopsia, enfrente de la antigua Laguna de San Pedro o de Adrián, hoy Cooperativa


Se le encontró al reconocimiento de las heridas puesto encima un cacho de bota de cazar con tres ojales del tamaño de ocho dedos de largo y seis de ancho.

Se hallaba vestido con una anguarina de paño pardo, por bajo su camisa y justillo pobre y un manteo de igual clase, y una mantilla que hacía de capilla, notándose que la camisa se halla intacta aunque ensangrentada, y que pudo ser puesta después de muerta por hallarse sin rompimiento alguno, como lo está el justillo acribillado de perdigones, y, despojada de dicha ropa, los advertidos físicos procedieron a la operación, quienes evacuada, prestando el competente juramento, según derecho, declaran unánimemente que en la parte de la región lumbar y escapular en la parte lateral del pecho donde se hallan ciertas heridas contusas, ambustas y dislacerantes que han llegado a penetrar a las dos cavidades, pecho y vientre, y otras superficiales por quanto se encuentra un cuerpo sólido con que fueron causadas, por lo que dichas heridas fueron causadas por arma de fuego bajo el aspecto de que presentan, que juzgan haber sido hechas a la distancia de ocho o diez pasos poco más o menos, habiendo cogido algunos perdigones que casualmente se demuestran en la disección, y por consiguiente la muerte a sido causada biolentamente y no ha sido natural.”

Fue vuelto a la sepultura con más concurrentes en número superior, en la misma sepultura que se halla a la entrada de la iglesia a quatro baras inmediatas de las puertas principales y a dos y media de la pila del agua bendita, marcada a siete baldosas, según se halla toda la iglesia.

Luego fueron los alcaldes con varios realistas a detener a Romualdo que se hallaba en su trabajo del campo, y lo condujeron a la panera del pósito, para estar incomunicado con su padre.

Donde vivía Romualdo Miguélez


El mismo día seis, a las siete y media de la noche, le toman declaración al acusado, que dice que todo el pueblo sabe que su mujer padece habitualmente accidentes pero que ese día no tuvo. Que estuvo por la mañana cobrando por el pueblo su salario, y se retiró a cuidar las viñas a donde llegó a las tres o cuatro de la tarde a la cabaña y melonar, donde halló a su mujer, y estuvieron comiendo pan y cebolla en defecto de no haber podido llevar el puchero de la prevención, que había dispuesto para comer en casa de Manuel Alonso a cargo de su mujer, Josefa Zamorano.

Ya entra en contradicción cuando le preguntan si había estado en esa casa y le había dado un caldo y la ropa, pues le dijo estar su mujer padeciendo un accidente. Ahora dice que sí, que se le había figurado a él que estaría con el accidente. Continúa su relato de los hechos para explicar la muerte de manera involuntaria: “después de haber estado tomando unánimemente dicho alimento, se puso a dar lumbre para encender un cigarro y, como tuviese arrimada la escopeta, se incendió el fogón y disparó un tiro y la encontró, de forma que la quedó en dicha disposición y se echó a correr al pueblo confundido y anodadado y tomó dicho pretesto, pensando ser bastante para su auxilio y por mejor cifrar su desgracia”.

Preguntado si a las seis se presentaron Ezequiel Díaz y Alfonso del Río y le preguntaron por si había disparado y les dijo que no, lo confirma. Dice no recordar que los volviera a ver cuando ellos regresaban al pueblo.

Lugar del crimen


Dice que no la vieron cuando estuvieron en el melonar porque cuando se le disparó el tiro la apartó y la llevó un trecho, y le puso unos terrados encima.

Exculpa a su hijo afirmando que no sabía lo que había pasado, que se lo dijo de noche, contándole que estaba con el accidente, “por suponerlo de menos sentimiento”, y la cargó sobre sus hombros y la llevó para casa.

Al día siguiente en la panera de la villa interrogan a Romualdo. Como es menor de edad nombran por curador a Antonio Rodríguez Palomino, un vecino labrador.

Dice que fue a las viñas llevado del amor por sus padres y a llevarles una torta reciente que su mujer había cocido ese día, y le preguntó a su padre dónde estaba su madre y le dijo que estaría en la otra cabaña situada a un tiro de vala, o se habría ido al pueblo si acaso había encontrado ganado a encerrarlo. Fue a la otra cabaña y como no la encontró se volvió a la primera, cuando estaba su padre con Ezequiel y Alfonso, y se fue a la villa llegando a la hora del toque de oración y se fue para su casas solo, y al pasar por la puerta de Tomás Alonso le preguntó de donde venía y le dijo que de las viñas.”

Cuando llegó a su casa vio que estaba cerrada y no estaba su mujer, fue a casa de su padre que también estaba cerrada, y vio a su mujer hablando con Josefa Zamorano, que les contó que su padre había llevado un caldo de puchero para su madre porque se hallaba con el accidente. Entonces su mujer y él se fueron a buscarlos hallando a su padre abrazado a su madre llorando y gimiendo en el majuelo de don Marcelino de León como a cien pasos de la cabaña del melonar, y viendo que su madre no rebullía y estaba mortal no tuvo reparo de tomarla sobre los hombros y traerla al pueblo. No se percató de que tuviera sangre. Por la mañana cuando Vicenta Fernández le advirtió que la sábana estaba manchada de sangre le dijo que por la noche se le había saltado a él la sangre de la nariz.

No sé por remordimientos, o por inducción de alguien que no consta en el sumario por estar oficialmente incomunicado, poco después Joaquín pidió declarar de nuevo deseoso de salvar su alma. Justificando su actuación en el estado de embriaguez en que se hallaba ese día.

Para más comodidad en la declaración y mantener el secreto se le trasladó a la sala capitular  del ayuntamiento, poniendo centinelas en las puertas y ventanas para impedir oyentes.

Oficio del Fiscal de la Real Chancillería al alcalde


Declara ser el homicida de su mujer sin que su hijo hubiera tenido la más leve intervención  Héchole cargo, si amaba como debía a su esposa, como y por qué se olvidó deste principio y mucho más del mandamiento y precepto de Dios Nuestro Señor, que prohíbe matar a la propia esposa, qué causa o motivo le asistió para escederse en tal humanidad, faltando a deber tan sagrado, dijo ser notorio a sus convecinos haber estimado y amado a su mujer y que no tenía causa ni motivo para corresponderse tan … con ella, pero lo es también que en el día del subceso no se le separó la embriaguez, y que al llegar a bistarse con dicha su mujer prorrumpiendo en voces de borracho y otras semejantes, alucinado y remontado de cólera, le tiró un tiro con su escopeta del que murió a pocos momentos, y sin saber ya que hacerse, atropellando su imaginación, y subyugándole la tentación del enemigo, lo ocultó a su hijo y nuera y les pretestó ser de un accidente, se bino al pueblo antes de este pasage e hizo este supuesto falso con Josefa Zamorano para exigirla el caldo, pareciéndole que con eso conestaba su deito, e hizo todo lo demás, que en su razón no podría verificarlo a no ser la sugestión del enemigo, obrando solo el espíritu animal, bajo de cuya consideración implora el auxilio divino y la benignidad del Tribunal de Justicia para que, llevándose de la piedad pueda ser favorecido en la parte más posible aunque se considera indigno de ello.”

El día 7 el alcalde ordena su traslado a una cárcel segura “Hallándose confeso el reo, y ante la poca seguridad de la cárcel de la villa, y lo grave que resulta al pueblo el suplirla con centinelas, pudiendo pasar a la de la Chancillería o a la de la capital, mientras el asesor estudia el caso”.

Se dio cuenta al  gobernador y alcaldes del crimen de la Real Chancillería para que se sirvieran mandar que se conduzcan al reo a la capital.

El día 8 toman declaración a Vicenta Rodríguez, mujer de Romualdo Miguélez, que confirma lo de la torta, lo de que se enteraron del accidente y fueron a la cabaña, que al verla muerta se acongojó, y que su marido la tomó y la cargó a los hombros, y no sospecharon nada.

Domicilio del asesino y de la víctima




Embargaron preventivamente  los bienes de Joaquín para ello averiguaron el padrón del salario de guarda de la viñas, a medias con su compañero Apolinar del Río, a fin de que se pueda suministrar el diario para poderse alimentar en la prisión, pues el mantenimiento corría a cargo de los propios presos.

El padrón cobratorio de los vecinos propietarios de las viñas que cuidaban era de 13 cargas de trigo por mitad, y  ya tenían cobradas 22 fanegas, que había cobrado y llevado para su casa, el resto se encargará su cobranza a Fernando Rodríguez, diputado del común. Registrada la casa en presencia de su nuera con todo el cuidado, no pudo ser hallada la escopeta,  y los efectos encontrados se reducen a un escaño de álamo, una tarima de cama con su jergón de corto valor, con una manta igual y también se declaró por suyo propio en la calle un cerdo de ceba de peso de 5 a 6 arrobas, se le embargó junto con la casa y el fruto que pudiera dar el melonar y lo depositaron en Josef Lobo

Vuelve a pedir declarar por tercera vez el reo y dice que la ocurrencia del asesinato sucedió caminando su mujer delante, derecho a la cabaña, y antes de llegar a ella como 20 pasos tirándola por la espalda, de modo que cayó mortal y pareciéndole estar a campo raso la tomó en sus brazos y la trasladó al majuelo donde lo hallaron sus hijos. Entre la ropa que le dio Josefa estaba la camisa que le puso quitándole antes la que tenía “cometió la iniquidad dominado del enemigo”, la camisa que le quitó era como un trapo que solo de cubría las mangas, el cuello y la espalda y la tiró entre las viñas, y que el cacho de bota se lo puso al amortajarla para que no saliera la sangre.

Dice que la escopeta se la vendió a un arriero maragato que pasaba por el camino de Benavente cuando él estaba en el melonar el domingo siguiente.

Romualdo, el hijo declara que no vio la camisa  manchada de sangre por la muchas lágrimas cuando vio muerta a su madre.

El nueve de septiembre se trasladó al acusado a la cárcel de Zamora.

Los autos fueron enviados a la sala del crimen de la Chancillería, que ordenan que se sustancie y determine la causa, dando cuenta al alto tribunal a través del fiscal del mismo.

Escrito de acusación del fiscal


Se nombra promotor fiscal de la causa a don Felipe Iglesias, boticario de la villa, que dice que dio muerte alevosamente a su esposa con las agravantes de serenidad de ánimo y caso pensado para cubrir su delito y movimiento de cadáver, ocultándolo con terrados y tratando de engañar diciendo que había sido un accidente. “Aquí la atención del tribunal para prevenir en lo sucesivo tan fatales casos y que no se sepulte en las muertes repentinas no solo de accidente, sino también de otras varias enfermedades que lo requieren, porque ha sucedido a muchos enterrar vivos, y causarles a los desgraciados la pérdida de la vida temporal y acaso la eterna, destituidos asimismo de los sacramentos , faltando a un deber tan pío y repetido por encargo , por lo tanto considero mque además del parte dado en la Real Chancillería, se dé también al señor Yntendente de Policía por lo que puede atribuir a las funciones del gobierno político y económico en lo venidero)

También el hijo, era susceptible de ser acusado de encubrimiento y remoción del cadáver, aunque alegue el amor de madre, y no es de creer que no viera la sangre.

El alegato del fiscal lo firma el licenciado Segundo Trabadillo, como asesor legal.

Se le notifica al reo en Zamora y al curador de Romualdo.

Escrito del defensor


Fernando de Ledesma es nombrado defensor de Joaquín, pide que se le levante la incomunicación y pueda salir del calabozo para asearse. Dice que su acción fue fruto de la debilidad humana, que estaba borracho y tuvo un acceso de furia o de locura.

El fiscal niega la borrachera por la lucidez de juicio para ocultar el delito y porque los testigos que lo vieron nada dicen de la borrachera, dice que debía de ser ser castigado por los dos delitos, estar borracho y el crimen, se opone a la libertad bajo fianzas,

El 26 de febrero de 1825 se pronuncia la sentencia por los alcaldes de Villafáfila, en base a lo que les envía el asesor desde Benavente:

Propuesta de sentencia del asesor letrado

Sentencia

En el pleyto y causa criminal que ante nos, los Alcaldes Ordinarios, ha pendido y pende del Real Oficio de Justicia, contra Joaquín Miguélez, vecino de esta villa de Villafáfila, por la muetre violenta causada por arma de fuego a su mujer, Josefa Román Méndez, y contra su hijo Romualdo, por haver removido el cadáver desde el sitio en que estava a su casa; y demás contenido en autos:

Vistos Xª

Fallamos, atento a los autos y méritos de esta causa, a lo que en lo necesario nos referimos, que por la culpa que contra el indicado Joaquín Miguélez resulta, le debemos de condenar y condenamos en la pena ordinaria de la vida, que le será quitada en orca pública con las costas originadas, y absolbemos a Romualdo Miguélez de la criminalidad contra él intentada, por no resultar complicidad en el hecho y atentado que dio margen a la formación de la causa, y por lo que consta del proceso contra José García García y José Lobo que dieron sepultura al cadáver, y Diego Pallares, sacristán de la parroquia que lo presenció, de haber advertido se hallaba teñida de sangre la sábana que estava puesta en la caja o ataúd debajo del cadáber, lo que les hizo entrar en sospecha según declaran, y no haber dado parte a la justicia de esta nobedad que observaron y les sorprendió, condenamos a cada uno en la multa de cuatro ducados, aplicados por mitad a penas de cámara y gastos de justicia, y les apercibimos procedan con mayor cuidado y circunspección en los casos que en lo sucesivo puedan ocurrir de esta clase. Oficiesé al Párroco de Santa María para que en adelante no de sepultura a los que lleguen a fallecer repentinamente, sin que preceda el reconocimiento del Facultativo del pueblo de haver espiado naturalmente, y transcurra el tiempo competente. Y por esta nuestra sentencia que se consultara con los señores Gobernadores y Alcaldes del Crimen de la Real Chancillería de Valladolid, definitivamente juzgando con acuerdo del Asesor nombrado, así lo pronunciamos y mandamos y firmamos

Licenciado Juan Antonio Rama y Arcas

 

Sentencia definitiva de los alcaldes de Villafáfila

El fallo definitivo de los alcaldes, con otro informe de otro asesor es el siguiente:

Fallamos, atendido su mérito a que en lo necesario nos concretamos; que resultando como resulta el enunciado Joaquín Miguélez reo cierto del uxoricidio dela Josefa Román Méndez, delito atroz y alevoso en su manera, le debemos condenar y condenamos a la pena ordinario de muerte en orca con las costas del expediente. Que ejecutada ésta se ponga pendiente de un palo el brazo y mano derecha del uxoricida Joaquín, a la salida de esta villa con dirección al sitio aciago en que sucedió tan feo delito, para que su recuerdo, aunque triste, auyente de todos los espectadores ideas tan funestas cuanto tan contrarias a los sentimientos cristianos y deber social. Se declara vastamente purgado el indicio contra su hijo Romualdo en las circunstancias y su obrar, con la prisión que ha sufrido sin otra pena alguna. Condenamos también mancomunadamente a José García García, José Lobo y Diego Pallares por su silencio y apatía a la faz de los indicantes fuertes que notaron en negocio de tanta trascendencia a que paguen veinte ducados por pena, prevenidos para que en lo sucesivo no omitan dar parte a la Xusticia de cuanto infunda sospecha y conque se está al alcance de los delitos exterminadores de la sociedad. Hágase saber por oficios formales así al párroco de Santa María que dio sepultura al cadáver de la Josefa, cuanto a los demás de esta villa que en adelante no la verifiquen jamás de personas que hayan muerto repentinamente sin conocimiento de un mal efectivo,  sin que sea antes avisada la Xusticia, y echo su deber para evitar tan funestos acontecimientos . Así por esta nuestra sentencia definitiva que mandamos se lleve y consulte con su Alteza la Real Chancillería de Valladolid en las Salas del Crimen por mano del Fiscal de S. M (Q.D.G.) lo proveímos, determinamos y firmamos, de acuerdo con nuestro infrascrito  nombrado asesor, que a la par firma

Alonso Gutiérrez. Ambrosio Ximénez. Ldo Manuel Ximénez Navarro

 

Firmas de los alcaldes en la sentencia

Agrava la pena de muerte con la exhibición pública del brazo y  la mano, amputados después de su ejecución, para que sirva de escarmiento. Es el sentimiento de la justicia local, cercana y conocedora de los personajes.

Como esa sentencia de muerte debía ser revisada por la Real Chancillería que tardan un año en pronunciarse los señores gobernador y alcaldes del crimen el cinco de enero de 1826: “se revoca la sentencia del inferior y por lo que de la causa resulta, se condena a Joaquín Miguélez en diez años de presidio en Filipinas con retención y en todas las costas, y se declara que Romualdo Miguélez ha purgado con la prisión que ha sufrido las sospechas que contra él aparecen.

Fijan las costas en 627 reales, pero los escasos bienes embargados al acusado y subastados no alcanzaron más que 425 reales que no llegaron para el mantenimiento diario del preso fijado en 2 reales.

El 24 de enero el alcalde don Juan de León manda exhorto al caballero corregidor de Zamora, en cuya cárcel se encuentra Joaquín por seguridad para que se le haga saber el auto, y al caballero Intendente de Zamora para su conducción en la cuerda de presos que salga para Valladolid

El 1  de febrero se le notificó a Joaquín en la cárcel de Zamora.

El intendente contesta que no le corresponde a él el traslado del preso a la disposición de la Real Chancillería para el cumplimiento de la pena.

Ante esta negativa el alcalde de Villafáfila organiza el traslado desde la cárcel de Zamora a cargo de varios voluntarios realistas de la villa.

Escrito para el traslado del reo a Valladolid para su presidio en Filipinas


 Don Juan de León Arias, oficial retirado con real despacho,  y Alcalde Ordinario por el Estado  Noble de esta villa de Villafáfila y su jurisdicción en la Provincia de Zamora, que de serlo y hallarse en actual ejercicio el infrascrito de Número y Ayuntamiento de quien hirá refrendado este mi exorto requisitorio da fe:

A V.V.S.S. o Mercedes los señores Corregidores, Gobernadores, Alcaldes Mayores, y Ordinarios y demás Autoridades Civiles y Militares, ante quienes fuere presentado este mi exorto y de su contenido pedido cumplimiento de Xusticia:

Hago Saber que en este mi juzgado se formó causa del Real Oficio de Justicia en quatro de septiembre del año pasado de veinte y cuatro, sobre la muerte de Josefa Méndez, mujer de Joaquín Miguélez, de esta vecindad, de la que resultó por confesión del mismo ser el único autor del uxoricida; y seguida, oyéndole en el plenario su defensa fue sentenciado a pena capital y que el brazo derecho se pusiese donde fue cometida la muerte, y remitidosé a la aprovación de S.A.R. los Señores Gobernadores y Alcaldes del Crimen ..

Como debe ser trasladado al depósito que se halla en Valladolid “ y corresponder al Sr Intendente del Ejército de este Reino para que se berifique… tengo acordado comisionar como comisiono al Regidor Decano de este Ayuntamiento Don Santiago Zamorano, uno de los Realistas de este Tercio, asociado y auxiliado de los que igualmente son dél Nicolás Álvarez, Pedro Salagre, y Francisco Martínez, vecinos de esta villa, que desde ésta se dirigirán a dicha capital de Zamora, y escarcelado el reo de orden del caballero corregidor, recibido que sea a hora oportuna, partirán y le conducirán con custodia y seguridad hasta la entrega en dicho depósito; y para que dichos conductores sean auxiliados y socorridos en los pueblos del tránsito con el común alejamiento, cárceles, prisiones y fuerza de Realistas o paisanos que necesitasen y fuesen de dar a nombre de Su Magestad ( Que Dios Guarde).

Oficio para comunicarle la sentencia al reo


Si se negaran a prestarle auxilio a la comitiva del traslado, el regidor comisionado dará cuenta al Fiscal de S. M. para su traslado al Sr Gobernador del Crimen. A 10 de febrero.

No sabemos el destino de Joaquín, si llegó a Filipinas, si  sobrevivió a la pena de 10 años de presidio.

Investigando un poco los rastros en los registros sabemos la difunta Josefa había nacido en Otero en 1770, hija de José Méndez, de Otero, y de Francisca Román de Villafáfila. El padre muere cuando ella tenía 5 años. Su madre fallece en 1794.

Joaquín había nacido en Villafáfila en 1778, por lo que era casi 8 años menor que su esposa, hijo de Tirso Miguélez de Cubillas de los Oteros, y de María Martínez de Fresno de la Vega. Se debieron de casar en Otero donde vivía Josefa  hacia 1799, aunque no se conserva la partida. Bautizan a su primer hijo, José en Otero en 1800, no sabemos su destino. Romualdo ya nace en Villafáfila y es bautizado en Santa María en 1803.  Cayetano nace en 1806 y muere a los dos años. En 1809 bautizan a Pedro, que muere al año. En 1811 nace Manuel que muere a los 10 años en 1821.

El hijo, Romualdo, que se había casado en 1823 con Vicenta Rodríguez Robles en San Pedro,  tuvo varios hijos en Villafáfila entre 1824 y 1834, murió en 1841. De su viuda e hijos no he encontrado rastro.

Sobre la localización de la vivienda estaría situada en lo que entonces se llamaba Plazuela del Castillo. Pues estaba en la parroquia de Santa María, su vecina Josefa Zamorano, mujer de Manuel Alonso Rodríguez, y José Lobo vivían en la Plazuela de Castillo la parte de Santa María, es decir la actual calle de la Botica entre la panadería y la esquina de la Calle Sacramento. La otra vecina, Vicenta Fernández del Río vivía en la calle La Botica pero dentro de la parroquia de Santa María.

Calle donde vivía el hijo Romualdo Miguélez


Romualdo vivía en la calle de Los Afligidos que entonces pertenecía a la parroquia de San Martín.

 

sábado, 26 de noviembre de 2022

Villafáfila 1824: altercado entre soldados destacados en la villa

Gracias a la conservación de varios legajos del juzgado de Villafáfila correspondientes al año 1824, en plena restauración absolutista después del Trienio Liberal, podemos conocer varios hechos truculentos ocurridos entonces en la villa.

Hoy se trata de un incidente ocurrido entre los militares destacados en ella el día de las celebraciones de la patrona de la villa, Santa Isabel, que coincidió con la llegada a Villafáfila del obispo de Astorga acompañado del arzobispo de Toledo.

Inicio de los autos


Transcribo este legajo:

“Anoche, dos del corriente, después de la celebridad con que se obsequió el día de la patrona de esta villa, y entrada en ella del Yllustrísimo prelado de Astorga, hallándome en el Ayuntamiento he oído lamentarse una persona, baxé rápidamente, y en medio de la Plaza, encontré el resultado de hallarse herido un soldado por mano de su sargento, uno y otro de la partida estacada en este pueblo, le mandé pasar entre otros dos por el Ministro a la casa del facultativo titular de esta villa, con orden de que se le tomase la sangre y se le curase, como en efecto se practicó. Pero sobre las once se agravó el enfermo en disposición de que fue necesario dar parte al párroco de San Pedro, en cuya feligresía es la casa del indicado facultativo, donde se le quedó y se halla."

“El sargento fue llamado a mi presencia a quien le hice cargo de lo acaecido, confesando se pudo haber herido a dicho soldado con el sable enbaynado, y manifestó como que tenía la vaina rota por el corte, en la que se percibía la mancha de la sangre, hizo ver que el soldado (…) solo le desobedeció, no habiendo concurrido como los demás para ir en persecución de los malhechores que se dixon estaban en el monte de Castronuevo reunidos, conmigo y de los Realistas de este pueblo, sino que habiendo regresado y mandándole ir preso, se resistió a ello, presenciándole los demás individuos.

“Y como puede darse el caso de que ocurra novedad mas gravante en el herido, no omito dar parte a V. en el concepto de capitán retirado existente en esta villa, persuadiéndome deverá tener conocimiento en esta causa por no haber comandante de armas en ella, y espero que para mi resguardo se sirva contestarme lo que viese por conveniente”.

Dios guarde a V muchos años.

Villafáfila y julio, 3 de 1824.

Gabriel Costilla

Este es el oficio que el alcalde ordinario de Villafáfila por el estado de los hidalgos le dirige a Miguel Alberola, que era un capitán retirado que se encontraba por entonces en la villa comisionado por el señor Intendente de Zamora para el cobro de las contribuciones estatales, como era habitual desde los años del Trienio Liberal, ante las dificultades para su recaudación por los ayuntamientos, por lo que el apremio militar ejercía de acicate.

Además en la villa se encontraba desde tiempo atrás, antes del Trienio, un destacamento de soldados en activo con funciones policiales, pertenecientes al Regimiento de la Reina Amalia, al mando de un sargento primero, Fermín Hernández, y compuesta además por los cabos primeros Buenaventura Nieto de 20 años y José Ramón Vela, y al menos por los soldados Juan Ruiz, de 23, Valentín Muga de 22, José Rando de 21, Francisco Rodríguez de 24 y Manuel Villanueva de 20.


Soldados de la época con sable o escopeta



El capitán Alberola, comisionado por el alcalde, que en esos años de la restauración absolutista ejerce como jefe de policía, para actuar como un fiscal instructor procede al nombramiento de militar que actúe como escribano del proceso.

Don Miguel Alberola, capitán agregado al E.M. de la Plaza de Zamora, y comisionado para la formación del sumario sobre los acontecimiento que expresa el oficio que obra por cabeza del Sr Alcalde de esta villa por su estado de hijosdalgos, habiendo de nombrar escribano según previenen las Reales Ordenanzas para que actúe: nombro a Buenaventura Nieto, cabo 1º de la 5ª Compañía del Batallón Ligero de la Reyna Amalia, quien advertido de la obligación que contrahe acepta, jura y promete guardar silencio y fidelidad en cuanto actúe, y para que conste lo firma conmigo en Villafáfila a tres días del mes de julio de 1824.

Alberola.

Buenaventura Nieto.

Constituidos pasan a casa del cirujano a tomar declaración al herido, el soldado Juan Ruiz, para lo cual previamente toma declaración a don Tomás Rodríguez[1], colegiado del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Carlos de Madrid, por hallarse enfermo el cirujano titular, de que el herido está en condiciones de hacer su declaración “habiendole reconocido y hallándose espedito de sus sentidos y potencias y capaz de declarar”.

Reconocimiento del herido


El soldado herido se llama Juan Ruiz, natural de La Rambla, en la provincia de Córdoba, ser de religión católica, apostólica y romana, de 23 años, y no sabía firmar.

Declara que había llegado ayer de recorrer ciertos pueblos en calidad de apremio al pago de las contribuciones, de orden del Señor Intendente de Policía Zamora, se presentó ante el Sargento Primero don Fermín Fernández, comandante de la partida que se halla en esta villa para que le dispensase de asistir a la formación que estaba prevista para escoltar al ayuntamiento que salía a recibir al obispo de Astorga. El sargento se lo negó diciéndole que se asease para formar por la tarde. Había lavado la ropa y no tenía otra para ponerse, pero se presentó tan pronto como pudo en la plaza reuniéndose con la partida y dispuesto a hacer el servicio que le pusiera, escusándose por no haber podido formar y exponiéndole las razones. El sargento lo mandó a la cárcel, y el se excusaba diciéndole que le tenía pedido 5 días  que se le debían de socorros. El sargento le dio un golpe con el sable en la sien izquierda del que quedó sin sentido. Lo llevaron entre varios que no recuerda a casa del cirujano y allí, “agrabándosele por instantes la herida se puso en términos, que no puede dar razón de lo que acaeció después, hasta esta mañana que principió en mejorarse”.

El instructor mandó depositar el vestuario y las armas del soldado, y el arma del sargento en poder del comandante accidental de la partida, por hallarse arrestado el sargento, el cabo primero Ramón Vela, dando el alojamiento por cárcel del sargento.

A casa del cirujano don Ambrosio Fernández[2] de 67 años, que vivía en la calle Rejadorada, llegaron como a las nueve de la noche, varios realistas, algunos miembros de la justicia y algunos militares con el herido. Como él estaba enfermo y el herido tenía un fluido vehemente de sangre fue atendido por el colegial del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Carlos, Tomás Rodríguez de 27 años, que declara que lo asistió por hallarse en casa del cirujano titular, que estaba enfermo. Tenía una herida en la sien izquierda como de tres dedos, que interesaba el músculo crotafites y la arteria temporal, y le sobrevino una efusión de sangre, de lo que le resulto una lipotimia o letargo que le duró tres horas, por lo que avisaron al cura de San Pedro que le administro la Extremaunción a las once de la noche. A la una comenzó a mejorarse de su letargo cuya mejoría sigue al día de hoy. Era una herida producida por un instrumento cortante como un sable, pero no puede decir si desenvainado o con la vaina rota.

Soldados de época

Después de tomar la declaración al herido, como lo tenían en el portal de la casa del cirujano, y ya se encontraba mejor, manda el instructor trasladarlo a su aposento.

El primer testigo al que toman declaración es al soldado José Rando, de 21 años, que “dice que Ruiz estaba de centinela en los arcos de la plaza y el sargento le preguntó que por qué no había venido a la formación, porque había tenido que dar a lavar los pantalones porque había venido de partida, le dio con el sable un palo en la cruz de la fortuna, llamándole borracho e improperándole de otros dicterios y le mandó ir al calabozo, a lo que se resistió el soldado contestándole que no iría interín le hiciese presente a la justicia todos los antecedentes… que enfurecido por esto y lleno de cólera el sargento le dio un revés de sable en las sien izquierda”



Don Cipriano Orduña, que era uno de los regidores del ayuntamiento por el estado de hidalgos, “había salido a echar unos coetes al balcón del ayuntamiento con otros individuos de justicia oyó los gritos

Teodulo Orduña, un hidalgo de medina hacienda, hermano del anterior, tenía 34 años,  era un “individuo de la milicia voluntaria realista de este pueblo”. En resumen declara que alcalde dio una voz de ¡Realistas¡ para que llevasen al soldado herido a la casa del cirujano, y acudió para llevarlo a casa del cirujano a curarlo. El soldado le dijo que había sido porque le había pedido 5 reales que le debía. Desde casa del cirujano, Teódulo se fue a casa del señor Domingo del Teso, donde halló al sargento, que dijo que le pesaba no haber dejado allí donde lo hirió, muerto al soldado, y añadió que con una cuartilla de papel pagaba, y que tan pronto como se aliviara el herido, le pegaría cien palos y le metería en el calabozo.

Ante las declaraciones coincidentes el instructor dispuso que el sargento fuera trasladado a la cárcel, pero el alcalde dijo que era muy poco segura y malsana, y quedó en calidad de preso en su alojamiento con vigilancia e incomunicado.

El testimonio de Alfonso Escaja, de 27 años, otro de los voluntarios realistas[3] es más detallado. La noche de autos, como a eso de las nueve de orden de los señores de justicia fue a llamar al sargento y cabos de la partida para que fueran a refrescar, y hallándose en el cuerpo de guardia donde se hospedaba el señor obispo de Astorga, llegó al mismo tiempo el soldado Juan Ruiz, diciendo mi sargento me han dicho que quería ponerme arrestado por no haber salido con la partida, contestándole el sargento que sí, a lo que el dicho soldado dijo que la ordenanza no mandaba que habiendo andado el día anterior ocho o más leguas no se le podía obligar a salir el día siguiente, en razón de haber andado el mismo día tres leguas de madrugada y sobre todo había lavado, limpiado y secado la ropa, mandándole el sargento callarse, respondiéndole que con la razón nadie le podía hacer callar, repitiéndole el sargento que callase, no queriendo hacerlo el soldado, sin duda por hallarse tomado por el vino, el dicho sargento sacó el sable envainado y le dio un golpe de plano en el pecho, mandándole a uno de los cabos que lo llevase al calabozo, que está próximo a la referida casa, el declarante y el sargento se quedaron en el sitio, y oyendo que se resistía a entrar en el calabozo y que no quería callar, el sargento se separó del declarante y al poco oyó quejarse al soldado que lo había muerto el sargento de un sablazo.

Martín Costilla, clérigo natural de Villafáfila, de 27 años, hermano del alcalde y párroco de San Pedro desde principios de ese año, certifica que le administró el sacramento de la extremaunción como a las once de la noche.

Certificación del cura de San Pedro


Testigo Francisco Rodríguez, soldado, 24 años, nos da el detalle de que Juan Ruiz se hallaba de centinela en el arco triunfal que se había hecho en la plaza para la entrada del obispo de Astorga, no en los arcos del ayuntamiento. Se ve que el recibimiento episcopal era memorable, después de los años del Trienio.

Declaración del sargento Fermín Hernández, natural de Santo Domingo de la Calzada: “el día 2 había llegado de comisión con el cabo Buenaventura Nieto sobre las 9 de la mañana, y a las dos y media de la tarde, estando descansando en su alojamiento, llegó el alcalde y juez de policía de esta villa, el que le despertó diciendo es preciso que se arme la partida para salir al monte de Castronuevo con motivo de esperar al Yllustrisimo Señor Obispo de Astorga y Arzobispo de Toledo, mandó al cabo José Ramón Vela para que lo verificase con todo el resto de la partida, lo ejecutó el dicho cabo a excepción de dos soldados que no lo hicieron, el uno por hallarse comisionado y el otro Juan Ruiz, por haber contestado al soldado  Manuel Villanueva que había venido de partida y estaba cansado y no podía ni quería ir. Se adelantó con el alcalde para la villa, llegando el resto de la tropa escoltando al obispo de Astorga, a cuya sazón se hallaba de centinela en el arco que habían hecho, y se le relevó a las 9, luego fue reconvenido por no haber querido salir, pues en igual caso se hallaba el cabo Buenaventura Nieto, y le perdió la subordinación, le dio un golpe con el sable en la espalda y le saltó la conbrera y siguió profiriendo voces mandándole callar y no obedeció, y mandó al cabo Buenaventura que lo llevase a la cárcel,  e iba profiriendo expresiones como qué carajo, que no iría a la cárcel y que antes consentiría le tirasen cuatro tiros y volvió a la cárcel y le dijo ven acá bribón y le dio con el sable, pero como era de noche no sabe donde le dio. Le parece que podía estar embriagado…Le había pedido 5 días de socorros que le debía por la mañana y le dijo que se los daría por la tarde”.

Declaración del herido

El instructor nombró por escribano provisional a José Ramón Vela para tomar declaración al cabo Buenaventura Nieto.


Como novedad dice que se resistía a entrar diciendo que quería antes hablar con la justicia y que le pagase los 5 días que le debía de socorro. Y que el sargento lo mandó a Buenaventura que fuera a casa del cirujano a traer al soldado para llevarlo al calabozo, pero no lo ejecutó por estar el soldado inmóvil y esperando un sacerdote

Acabada la instrucción del sumario el capitán Alberola propone al alcalde que se debe trasladar la causa al señor coronel del regimiento como autoridad militar superior para que dictamine la sentencia.

Pero no llegó a remitirse oficialmente al coronel, bien porque entre el capitán instructor, el alcalde y el escribano Vitacarros  aconsejaran al acusado y al herido que llegasen a un acuerdo amistoso, o bien porque desde Zamora lo insinuaran para no tener que poner la pena que marcaban las Reales Ordenanzas en casos semejantes.

El día 14 el sargento y el soldado elevan una petición al alcalde para que se sobresean las actuaciones:

Petición de que se sobresea el caso

Con motivo de celebrar el ayuntamiento y cabildo eclesiástico de esta villa el júbilo ostentoso de la patrona en el día dos del corriente, y mucho más por el recibimiento que se esperaba al amohecer del mismo a los reberendísimos e illustrísimos señores Arzobispo de Toledo y obispo de Astorga viniendo reunidos desde la ciudad de Toro, donde se saludaron y visitaron (sin duda de orden del gobierno), y haberse dado a las tres de esa tarde noticia a las justicias de que andaban en el monte de Castronuevo, por donde habían de pasar, se habían visto dos montados y armados, induciendo la sospecha de malhechores, dispuse la partida de mi cargo destacada en este pueblo, con anuencia de V. como juez de policía y no perdiendo momento partimos uniformes a la cabeza de ella y de los realistas, y como al punto de reunión hubiese notado la falta de dicho Ruiz, percibí la mayor incomodidad y alboroto en el espíritu, que no descansé hasta el regreso, que hallándome en ésta, le reconvine sobre su insubordinación cometida en medio del estruendo y (….) que se hallaba en la plaza la indicada noche, y como no se diese por convencido y respondiese con la misma, tiré del sable embainado. Quería darle en la espalda y volvió la cabeza y le di en la sien.”

 Piden al alcalde que no lo eleve al Jefe superior y se perdonan mutuamente y se separan de cualquier acción y piden que sea tenida por ninguna la presente causa. El soldado ya está sano y se une a la petición del sargento “guiados de ver resplandecer la cordial amistad y tranquilidad que hasta aquí hemos conservado”.

Soldados principios del siglo XIX

El 16 se reunieron los dos interesados con don Gabriel Costilla  señor juez ordinario de primer voto y encargado de la policía por el Sr Intendente de la Provincia”, el capitán Miguel Arbeloa, y el escribano Vitacarros para la ratificación del apartamiento de las demanda, dejando lo actuado en poder del escribano, que es lo que se ha conservado y gracias a ello podemos conocer el incidente.



[1] Tomás había nacido en 1796 en la parroquia de Santa María, hijo de don Pedro, de Benavente, y de doña Isabel de León Caballero, de Villafáfila. Inició sus estudios en la universidad en 1817 y los acabó en 1825

[2] Había nacido en 1757 en San Salvador, después de un pleito con el médico don Ramón Vega en 1804 por impago de salarios, no se contrató médico en la villa hasta 1842, sino que ejercía don Ambrosio como cirujano, que equivaldría a lo que hoy conocemos como practicante.

[3]  Cuerpo de voluntarios partidarios del restablecimiento del absolutismo después de Trienio Liberal https://es.wikipedia.org/wiki/Voluntarios_Realistas