Un hidalgo rural del siglo XVIII:
Don Francisco Costilla Zambranos, de Villafáfila (Zamora)[1]
ELÍAS RODRÍGUEZ
RODRÍGUEZ
Firma. 1749
El hidalgo Don
Francisco Costilla Zambranos (Villafáfila 1715-1788) puede ser representativo
de la pequeña nobleza rural del siglo XVIII en la comarca de la Tierra de Campos, en la que
se enmarca su lugar de nacimiento, su vecindad, sus relaciones familiares y sus
principales actividades políticas y económicas.
En el archivo
parroquial de San Pedro de Villafáfila, donde nació, se conserva una partida de
bautismo en la que figura el siguiente texto transcrito por Granja:
“En zinco de abril de mill
setecientos y quinze años yo, el infra escripto cura propio de la Parroquial del Sr. Sn.
Pedro desta Vª., bauticé y puse por Santos Oleos a un niño que se llamó
Francisco Ventura, hijo legítimo de Dn. Jerónimo Costilla y Dña. Theresa
Zambranos; fueron sus padrinos Dn. Francisco Costilla Zepeda, abuelo del
bautizado, y Dña Manuela de Olmos, vºs. de esta villa. Nació el día veinte y
siete de marzo y por ser verdad lo firmo dho. día supra.
Thirso Bueno Bara”[2].
Sus Antepasados.
Don Francisco Costilla reúne en
su persona varias líneas genealógicas de familias hidalgas de la misma
Villafáfila y de otras villas de la comarca de la Tierra de Campos a las que
trataré de hacer una aproximación, constatando el fenómeno de los matrimonios
entre las personas pertenecientes a las clases privilegiadas de los pueblos
comarcanos.
Su padre, don Jerónimo Costilla Pérez, hijo de don
Francisco y doña Ana, fue bautizado en 1692 en la misma parroquia de San Pedro,
como sus hermanos, de donde es cura su
tío don Jerónimo Pérez del Concejo, desde 1680 hasta 1712.
Se inició pronto en el desempeño de los oficios municipales,
siendo elegido regidor en 1710, 1714, y alcalde en 1713 y 1734.
En 1714 contrae matrimonio en la parroquia de San Pedro con
doña Teresa Zambranos Treslago, de 17
años. Su hijo primogénito, nuestro personaje nace en 1715, otro varón Pedro, en
1716, y en 1718 Teresa fallece a los 21 años de edad como consecuencia del
parto de su hijo Jerónimo, que apenas le sobrevive unos días.
Don Jerónimo se vuelve a casar con Catalina de Olmos en
1721, creo que procedente de la zona de Urueña o Villanueva de los Caballeros,
y de este nuevo matrimonio tiene varios hijos.
Don Jerónimo muere en 1735, es
enterrado en San Pedro y deja en su testamento el cargo de decir 500 misas por
su alma.
Su madre, doña Teresa Zambranos, era hija de don
Pedro Zambranos, hidalgo originario de Urueña que se había casado en 1696 con
Francisca de Treslago Costilla, rica heredera de Villafáfila por parte de su
padre José de Treslago, y prima de Jerónimo por parte de su madre, Beatriz
Costilla. Por ello los progenitores de nuestro hidalgo hubieron de obtener
dispensa episcopal para la boda.
La madre de Teresa había fallecido a los 22 años, cuando la
niña tenía sólo un año y su padre, don Pedro, se volvió a casar con Manuela de
Olmos y tuvieron varios hijos. Por esa línea materna heredaba todos los bienes
de su abuelo, don José de Treslago, también fallecido a los 24 años, en el que
recaían las herencias de los Barrio y
los Almanza, dos familias de raigambre en la villa y de hidalguía reconocida,
con muy buenas haciendas. A ambos, su abuelo y su madre, había sobrevivido la
bisabuela, doña Francisca de Barrio Briceño (1624-1701), administrando los
bienes familiares.
Por tanto la joven Teresa
aportaba a su matrimonio con Jerónimo la mitad de la herencia de sus bisabuelos
(la otra mitad la heredaron los hijos de Andrés Ruiz Bamba, otro hidalgo de
Villafrechós que se había casado en Villafáfila).
Es enterrada en la iglesia de San
Martín, en la capilla familiar de los Barrio de la que era patrona, fundada en
el siglo XVI por Pedro de Barrio, el Perulero, con las riquezas que había
conseguido en su aventura americana.
La influencia de sus antepasados
en la política municipal de Villafáfila se rastrea en numerosos documentos
notariales y municipales. Amplío el perfil de sus dos abuelos, dos hidalgos
forasteros, que desde su avecindamiento en la villa como consecuencia de sus
casamientos con ricas herederas, no dejaron de tener gran preponderancia en la
vida del pueblo en los siglos XVII y XVIII.
D. Francisco Costilla Cepeda:
En 1665 contrae matrimonio en la parroquia de San Pedro don
Francisco Costilla Cepeda, un joven hidalgo procedente de Valderas (hijo de Bartolomé Costilla y Ana Cepeda) con
María Calderón, una viuda rica de Villafáfila, conocida con el mote de La
Calderona , como la famosa actriz del siglos XVII amante
de Felipe IV. El primer marido de María Calderón, había sido Sebastián Blanco,
familiar del Santo Oficio, fallecido en 1652, dejándole en herencia gran parte
de sus bienes.
La hidalguía de don Francisco debía de ser notoria pues, al
contrario que en otros casos de nuevos vecinos, el concejo no le plantea un
pleito de hidalguía para que la demuestre en la Real Chancillería.
Pronto inicia su carrera en el ayuntamiento y es elegido regidor en 1667 y
alcalde en 1678. Ese mismo año fallece María Calderón dejando su hacienda,
tierras y ganados, a su esposo con el cargo de decir todos los años 60 misas
por su alma.
A comienzos del año siguiente don Francisco contre
matrimonio en Valadolid con Ana Pérez del Concejo, hija de Alonso Pérez del
Concejo, relator de la Real Chancillería
Valladolid, originario de Villafáfila, a donde se trasladan a vivir en la
parroquia de San Pedro, cuyo párroco era hermano de Ana. Tienen una abundante
descendencia, bautizan a 12 hijos, de los que tres mueren de niños.
Sigue ocupando varios años los
cargos de regidor y alcalde por el estado noble, y en 1710 es teniente de
corregidor de la villa y mayordomo de rentas del Marqués de Tábara, señor de
Villafáfila.
Don Francisco fallece en 1715, el mismo año que nace su nieto,
dejando en su testamento una manda de 1.000 misas por su alma, y es enterrado
en la parroquia de San Pedro, en el altar de Santa Lucía, donde la familia de
su esposa, los Pérez Concejo, tenían dotada una sepultura.
Doña Ana, más joven, fallece en 1729 dejando 2.000 reales
para misas por su alma. Nombra por testamentarios a sus hijos Jerónimo, Alonso,
que recibe el vínculo de María de Santa Cruz, y Francisco, que recibe una
mejora en el testamento de su madre.
El destino de sus hijos es dispar, el mayor, Alonso (n.1680),
que es elegido regidor en 1702, pasa a vivir Valderas seguramente a cargo de la
herencia paterna. Francisco (n.1689) figura como regidor en Villafáfila en el
año 1708, 1712 y 1716 y alcalde en 1713, antes de trasladarse a vivir a Valderas.
Pedro (n.1694) en 1721 pasa a América en el séquito del obispo de Cartagena de
Indias, como criado del prelado. José (n.1696)
tiene alguna tierra en 1752 en Villafáfila, según datos del Catastro de
Ensenada, pero no he rastreado su destino.
Dos de sus hijos se quedan a vivir y tienen descendencia en
Villafáfila: Jerónimo (n.1692) y Cayetano (n.1700).
D. Pedro Zambranos:
Originario de
la villa terracampina de Urueña llega a Villafáfila a finales del siglo XVII y
se casa con una joven de 20 años perteneciente a las familias de más abolengo
de Villafáfila, doña Francisca de Treslago Costilla en 1696, que fallece antes
de dos años de un malparto, dejando una hija pequeña, Teresa Zambranos. Pedro
vuelve a casarse con Manuela de Olmos de la que tiene siete hijas y dos
varones.
Es elegido regidor y alcalde por
el estado noble en diferentes ocasiones, la primera el mismo año de su
matrimonio. Tampoco el concejo le mueve pleito para que demuestre su hidalguía,
por lo que debía ser notoria, o aportó una ejecutoria anteriormente ganada.
Su hacienda en la villa era la de
su mujer, administrándola en nombre de su hija, hasta que por su matrimonio la
administre su marido, pero desde muy pronto sabemos que don Pedro poseía un
rebaño de ovejas, cuyo número ascendía a
577 ovejas en 1699.
En 1715 varios vecinos de la
villa le mueven un pleito que llega a la Real Chancillería
(Pleitos Civiles. Masas. Olv. C.1051- 10): “porque presta pan con usura y ha
entrado en las viñas con los ganados antes de acabar de vendimiar”; en él
se dice que es de “áspero y temible natural, y malhablado con sacerdotes y
seculares y muxeres casadas”, y que posee tres hatos de carneros y ovejas
de más de mil seiscientas cabezas.
Fallece en 1734 dejando 500 misas
por su alma y es enterrado en la iglesia de San Pedro. Sus hijas se casan con
hidalgos de Villafáfila, Revellinos y Villafrechós.
Vida, familia y hacienda de don Francisco Costilla.
No conocemos
apenas datos de la infancia y juventud de don Francisco. Huérfano desde muy
pequeño viviría en la casa paterna, conviviendo con el otro hijo del primer
matrimonio, Pedro, y con los habidos por su padre con su nueva esposa, doña
Catalina de Olmos: Luís (n.1722), Teresa (n.1723), Francisca Antonia (n.1724),
Jerónimo (n.1725 - +1727), Lucía (n.1726), Jerónimo (n.1729), Pablo (n.1730),
José (n.1731) y Mª Manuela (n.1734). El hecho de ser el primogénito y tener
determinado el derecho a heredar por vía de mayorazgo gran parte de la hacienda
familiar le tuvo que conferir un estado de primacía dentro de sus hermanos,
creando recelos y rivalidades que se convertirán con el trancurso de los años en
enemistades manifiestas. Seguramente recibió estudios fuera de la villa, posiblemente
en Valladolid, donde conservaban vínculos familiares.
La
década de los 30 le trajo muchas novedades. En 1732 fallece doña Beatriz
Costilla, su bisabuela materna, que administraba la herencia de los Treslago,
dejando en su testamento 1.200 reales para misas y una fundación de una misa
anual el día de San José en la parroquia de Santa María. En 1734 fallece don
Pedro Zambranos, su abuelo materno, heredando la parte correspondiente de sus
bienes. En 1735 fallece don Jerónimo Costilla, su padre, por lo que don
Francisco hereda los bienes vinculados al mayorazgo, que incluía la casa familiar,
por lo que su madrastra y sus hermanos se trasladan a vivir a la colación de
San Salvador.
Casó a los 21
años en 1737 con Teresa, hija de D. Miguel Represa y Dª. Teresa Pérez de Mena,
hidalgos vecinos de Villafrechós, donde se desposaron. La ceremonia de las
velaciones tuvo lugar en la parroquia de San Pedro de Villafáfila, y así consta
en la partida de su archivo:
“Año del mil setezientos treinta
y siete
Dn. Francisco Costilla y Dna.
Theresa Represa.
En veinte de febrero de este año
de mil setezientos y treinta i siete Belé y rezibieron las bendiziones de la
iglesia Dn. Francisco Costilla y Dª Theresa Represa Mena y lo firmo.
Dn. Joseph Ossorio”[3].
Según
declarará don Francisco en su testamento su mujer aportó al matrimonio en
concepto de dote y herencia bienes por valor de 22.000 reales.
Ese mismo año
era nombrado por primera vez regidor de Villafáfila por el estado noble.
De este
matrimonio nacieron los siguientes hijos: Mª Teresa (1738-1749), Alonso
(1740-1741) Catalina (1742-1751), Teresa (n.1745) Margarita (n.1747), Bernardo
(n.1753) Antonia (n.1756), Francisco Miguel (n.1758), Ramón (n.1762) y Antonio
(n.1764).
Descendencia de don Francisco Costilla
Por el
Catastro del Marqués de la
Ensenada , realizado en enero de 1752 con el fin de tener un
conocimiento preciso de las rentas de todos los habitantes de la Corona de Castilla,
conocemos la hacienda de don Francisco Costilla en Villafáfila[4],
que poseía una abundante cabaña, principalmente lanar, y un numero elevado de
fincas urbanas y rústicas. La ganadería ovina estaba compuesta por: 1.100
ovejas, 430 carneros y 610 corderos, con una producción de 171 arrobas de lana;
disponía además de cuatro parejas de bueyes de labranza, tres caballos para
idéntico fin y cuatro burros. Declara nueve cerdos camperos, seguramente para
su matanza, lo que da una idea del tipo de alimentación de la familia, que
incluía además de su mujer y dos hijas de 7 y 5 años, dos criadas domésticas,
cuatro de labranza, y diez pastores.
Los bienes
radicados en Villafáfila se componían de diversas heredades, unas vinculadas al
mayorazgo, es decir que no podían venderse y debían ser traspasadas al hijo
mayor, y otros bienes libres. Según sus declaraciones:
-El vínculo de
Almanza, fundado a finales del siglo XVI por D. Diego de Almanza, un hidalgo
que se ordenó clérigo tardíamente después de enviudar, y fue cura de Bretó de
la Ribera: que se componía 69 fincas de cultivo cerealista y una extensión de
279 fanegas y media. Tenía un cargo esta hacienda de 50 misas anuales en la
iglesia de Santa María, con un coste de 100 reales. Esta heredad procedía de la
rama Treslago Almanza y le había llegado a través de su abuela materna doña
Francisca Treslago
-Una heredad
vinculada, instituida por D. Jerónimo Pérez Concejo, cura que había sido de San
Pedro de Villafáfila, la parroquia de más rentas, hermano de su abuela paterna,
Ana, que le dejó su herencia al padre de nuestro personaje, don Jerónimo
Costilla. En el cura habían recaído varias líneas de herencias familiares,
entre otras la de un tío abuelo suyo don Amaro Pérez Santa Cruz, que también
había sido cura de San Pedro durante más de cuarenta años.
Se componía de 46 fincas
cerealistas de 197 fanegas y media, además de una casa de dos plantas de 8
varas de alto por 12 de largo, donde vivía la familia con una renta anual
estimada de 60 rls de vellón. Estaba situada en la parroquia de S. Pedro “en la calle que va a Villaveza”,
limitaba con calles por tres partes y con la casa de Antonio Ledesma por la
parte de Levante. Estaba situada en lo que hoy corresponde a tres fincas
urbanas entre las calles de La Viña , de La Vendimia y de la
carretera de Villalpando. También pertenecía a este vínculo una panera en la
misma parroquia al principio de la actual calle del Sacramento, con renta estimada
de 30 rls; y de bodega con lagar y cueva, con dos cubas, situadas en la
colación de San Martín, lindera con el palacio marquesal por levante y calle
del concejo por el norte. Se corresponde con la bodega conocida hasta hace
algunos años como de D. Ramón Costilla, incluida en la actualidad en el parque
anejo a la Plaza Mayor.
Renta de 60 rls de vellón.
Estos bienes tenían el cargo de
dar cobijo a los religiosos de San Francisco, cuando transitaran por la villa,
por ser paso obligado de los que van de Santiago a Salamanca, estimado este
cargo en un coste de unos cien reales al año
-El Vínculo de
las Beatas, creado a mediados del siglo XVI por dos hermanas solteras, sobrinas
del arcipreste de Villafáfila. Eran 9 fincas cerealistas de 36 fanegas sobre las
que pesaba una carga de 5 misas rezadas y una cantada con ofrenda de seis
panes, seis velas y seis maravedíes de vino, todo ello con un gasto anual de 20
reales.
-Vínculo del
Patronato de San Antonio Abad. Se trata de una fundación religiosa de finales
del siglo XV, radicada en la parroquia de Santa María, con el cargo de 10 misas anuales y 14 cuartos
en concepto de piso al cura, con el derecho de presentación de ese patronato.
Consistente en 6 fincas de cereal, de
unas 11 fanegas.
Por último
disponía de bienes libres, fruto de las herencias no vinculadas. Consistían en
tres edificios: una casa en la parroquia de San Pedro, de diez varas de alto
por 12 de largo con una renta anual de 40 rls de vellón; una panera en S. Juan
de seis varas de alto por ocho de largo con valor en renta de 30 rls y una casa
pequeña en la calle que va a San Andrés de 3 varas de alto por seis de largo
que valdría en renta 10 reales; en un cercado exterior a la villa, un palomar y
un tejar, con 50 y 20 rls respectivamente. Fuera de la villa y en el lugar
denominado la Venta ,
en el cruce de la vereda de Toro con el camino de Otero y Villalpando, un mesón
con 600 rls de renta con el cargo de abonar al concejo 100 reales al año por
vender vino, cebada y paja. Además contaba con 58 fincas preferentemente de
cereal que hacían 196,5 fanegas incluyendo 13,5 de viñedo.
Recibía además
D. Francisco Costilla en especie 4,5 ochavas de Juan Pira y 4 celemines de D.
Fernando Díaz, ambos de Villafáfila todo de cebada. Sobre los bienes reseñados
pesaban los siguientes cargos: cuatro censos, por un valor de principal de
7.200 rls, a favor del cabildo eclesiástico, de D. Miguel Moro y de las
huérfanas de San Agustín del Pozo y de San Salvador. Un foro de 1 fanega de
cebada a la capilla de los Barrios.
Tenía además
una carga de trescientos reales anuales que debía pagar a su hermano Pedro
Costilla, que había ingresado en la orden benedictina, por la renuncia a la
mitad de los bienes libres que le habrían correspondido por herencia.
En resumen sus
bienes declarados eran:
-fincas urbanas: tres casas con valor de 110
rls de vellón; dos paneras con 60 rls; una bodega de 60 rls; un palomar y un
tejar 70 rls y por último, un mesón que daría una renta de 620 rls Total 920
rls;
-fincas
rústicas: 188 tierras, con una extensión total de 726 fanegas (206,91 Ha . actuales).
- los hatos de
ganado lanar que ascendían a más de dos mil cabezas con su producción anual de
lana y corderos.
Todo lo cual
suma rentas 1874 reales de vellón, una
fanega de cebada, 6 panes, 6 candelas y 6 mrs. de vino en especie.
Otra de sus
actividades lucrativas, a la que no se hace mención en las relaciones
catastrales, era la de prestamista a diversos vecinos de la villa y de los
pueblos de alrededor, como se deduce de las múltiples obligaciones de granos y
dinero a su favor que figuran en los registros notariales conservados.
Durante su
matrimonio don Francisco incrementó y mejoró su patrimonio, de lo que deja
constancia en su testamento:
“Declaro
que durante el matrimonio con la difunta se edificaron estas casas, la bodega
de arriba, la panera, la venta y tres majuelos”.
Construyó un mesón llamado La Venta de Costilla, antes de
1752, en el cruce de La Vereda
de Toro a Benavente con el camino de Otero a Villalpando, para aprovechar el
paso de transeúntes (segadores, tratantes, peregrinos, ...) por la ruta de
Benavente a Toro. Hizo diversas permutas de bienes con particulares y con
instituciones eclesiásticas como el monasterio de Moreruela, para formar un
gran majuelo cercado al oeste del pueblo, entre la Laguna de San Andrés, el
camino del Espino, La
Vellosina y la Alameda. Entre 1752 y 1761 don Francisco trocó una tierra
con la rectoría de San Pedro y otra con el Cabildo de Benavente (A.G.S. D.G.R. Leg. 1852-21). Hacia
1760 construyó una casa nueva en la calle de Rejadorada (la actual casa de Los
Trabadillo y la de Ferreras), agregando a una antigua casa que ya poseía, otra
que compró. La situación de este nuevo domicilio, a caballo entre las
parroquias de San Pedro y de Santa María, suscitó un pleito por los diezmos
entre ambos párrocos, según figura en el Libro 23 del Archivo Parroquial,
correspondiente al de Bautizados de de Santa María de 1769:
“en la secretaría de cámara de don Francisco de Cos González, en Valladolid, para la sentencia que gané sobre los diezmos de la casa de don Francisco Costilla, por estar en territorio de Santa María la mitad, aviéndose agregado una casa que llaman la nueva”.
Descripción del escudo de armas situado en la fachada de la casa de mayorazgo
Como demostración de su hidalguía hizo grabar sobre
las puertas principales de las casas de mayorazgo el escudo de armas de los
Costilla, que por un testimonio de 1815 se nos describe: “ante las puertas principales de la casa de mayorazgo que goza y posee
don Gaspar Costilla, procedió al reconocimiento del escudo de armas que sobre
ellas se halla grabado el qual forma un círculo de bastante amplitud, y en él
dos caballeros montados, y a sus lados otros infantes sobre el qual se nota
otro con quatro abes que no se descifran por la obscuridad en que las ha puesto
la intemperie, y sobre todo un retrato coronado rodeandolo todo una cadena con
abultadas argollas en la parte superior de donde descienden seis fajas en
figura de costillas con barniz plateado también bastante obscuro”
(Archivo Histórico Nacional. Estado-Carlos III, Exp.1492)
Casa de Mayorazgo de D. Francisco Costilla.
Foto Hortensia Larrén.
En 1762 se
casa su hija Margarita, de 15 años, con don García Gómez-Cossío y Bobadilla, un
rico hidalgo de 19 años, de Sahagún de Campos, adonde se trasladan a vivir.
En 1769
Fallecía su esposa, según consta en el libro de difuntos de la parroquia de
Stª. María:
En dos de Henero de mil
setecientos y sesenta y nueve, yo, D. Antonio San Juan, cura de la Parroquia de San Martín de esta villa de Villafáfila,
con licencia de Dn. Juan Gutiérrez, cura de Santa María del Moral de dicha
Villa, di sepultura eclesiástica en dicha parroquia de Santa María a Dª Theresa
Represa mujer de D. Francisco Bentura Costilla, rezivió los sacramentos e hizo
testamente, en el dexó por su ánima mil misas, fuera de las que pudiesen
celebrar en su entierro y oficios como en cavo de año, los sacerdotes que se
puedan aver en la comarca. Asimismo doce religiosos de las tres Religiones. Dexó
por herederos a D. Bernardo, D. Francisco
Miguel, D. Manuel Ramón, D. Antonio, a quien mexoró en tercio y quinto,
por ser el menor, y a Dª Margarita y Dª Antonia Costilla sus hixos; asimismo
fue su ultima voluntad se dotase su sepultura, la que fue su voluntad, fuese
delante del mármol de la capilla que oy
es Ntra. Sª del Rosario y antes era de San Miguel. D. Antonio de San Juan y
Cavada.
Cumpliose ese testamento y
dotación de sepultura que fue tasada judicialmente en quinientos rls; los que
entregó D. Francisco Costilla, como costará en las cuentas que dio D. Juan León
en el año 1771 y la escritura para que en el oficio de Manuel de Vitacarros, su
fecha en el año 1776” [5].
Debemos
señalar que en el acta de defunción no figura por olvido del cura su hija
Teresa.
No
sabemos cuáles serían los motivos de doña Teresa para no ser enterrada en la
sepultura de los antepasados de su marido en la parroquial de San Pedro, o en
la capilla de los Barrio en San Martín, donde había enterrado a varias hijas; posiblemente
estarían relacionados con las devociones personales de la difunta hacia la
Virgen del Rosario, en cuya capilla manda dotar una sepultura nueva, o con el
deseo de no compartir su último solar con los familiares de su marido en alguna
de las sepulturas que ya tenían dotadas desde antiguo. La localización actual
del enterramiento no es segura, acaso corresponda con el que hoy día se sitúa
delante del altar de Nª Srª de las Angustias, en la nave del Evangelio. Esta
iglesia fue ampliada en su parte posterior a principios del siglo XX y luego
entarimada, por lo que es de suponer que la lápida hubo de ser trasladada
debajo el coro, donde está ahora. En la inscripción conservada figura lo
siguente:
“Aquí yace Dna, Teresa Represa,
mujer que fue de D. Francisco Costilla 1769”
Actuaciones en la política municipal.
El regimiento
de Villafáfila en el siglo XVIII estaba formado por dos alcaldes y cuatro
regidores, la mitad por cada estado, noble y general, y un procurador general y
un mayordomo de propios, y hacia mediados de siglo se introdujo la figura del
diputado del común.
Desde siempre
las elecciones para renovar anualmente los cargos de justicia y regimiento
estaban sometidas a polémica, pues era habitual que los salientes trataran de
perpetuar en los cargos a sus parientes y allegados.
Además en el
siglo XVIII las familias de hidalgos eran muy pocas y estaban enfrentadas, por
lo que casi continuamente se recurrían las elecciones ante el tribunal de la Real Chancillería
de Valladolid.
En 1737, el
mismo año que se casó don Francisco, con 22 años, ya fue elegido como regidor
del estado noble y en 1738 fue elegido alcalde por dicho estado, repitiendo
otra vez en el año 1743 con el voto de todos los electores.
En el año 1744
todos los electores, incluido don Francisco, votaron por alcalde del estado noble
a don Fernando Díaz, y del de los buenos hombres a José Mateos mayor en días,
por lo que aparentemente la concordia estaba presente en el Ayuntamiento.
Las elecciones del año siguiente ya fueron
polémicas, el día de San Juan, fecha tradicional de la elección desde tiempos
medievales, hubo empate de votos y se repitieron el día de San Pedro. Salió don
Francisco Costilla con el voto de tres de los cuatro electores presentes: José
Mateos, don Francisco Caballero y Antonio de Ledesma y con la protesta de don
Fernando Díaz, manifestando la imcompatibilidad de Costilla por haber salido de
alcalde el año anterior y por lo tanto no tener hueco, como se denominaba al
hecho de no haber transcurrido tres años desde un nombramiento anterior, y votó
a don Cayetano Costilla. Mientras se resolvía la reclamación ante la Real Chancillería ,
la vara de justicia de los hidalgos quedó secuestrada en poder de don Cayetano
Costilla, tío de don Francisco, y a la sazón teniente de corregidor, que era la
autoridad judicial superior a los alcaldes ordinarios y dependiente del señor
de la villa.
Efectuadas las elecciones del año 1746 salió nombrado
don Francisco con el voto de todos los presentes, excepto el de su tío don
Cayetano. El año 1747 volvió a salir elegido como alcalde, en una situación
inusual de repetición del cargo. Al siguiente año don Francisco Caballero y
José Mateos García son elegidos como alcaldes, pero en 1749 volvió a ser
elegido como alcalde don Francisco Costilla, sin respetarse el hueco o
la cadencia de tres años entre dos elecciones consecutivas para el mismo
oficio.
La endogamia
en los oficios municipales, que ya se rastrea desde el siglo XVI, alcanza en
este tiempo las mayores cotas, pues en el año 1750 fueron nombrados regidores
de hidalgos don Francisco Costilla y don Fernando Díaz. El año siguiente don
Miguel Díaz, hijo de don Fernando sale elegido como alcalde noble.
En 1752 vuelve
a ser nombrado regidor nuestro personaje con 4 votos de los electores y con la
protesta de don Miguel Díaz y don Francisco Caballero:
“por tener dos pleitos pendientes con esta
villa y haber salido el año de 51 de regidor y tener un tercio de alcabala que
dar satisfacción en arcas y las quentas de padrones del año de zinquenta”.
Ese año
ninguno de los dos regidores nobles tomaron posesión, y en los tres años
siguientes no pudo formar parte de los ayuntamientos.
En las
elecciones de 1756 dos de los electores votaron a don Francisco para regidor
con la protesta del alcalde don Fernando Díaz y de su hijo don Tirso, que
también era regidor.
(A.R.Ch.V.
Pleitos Civiles. Lapuerta fenecidos C. 3553-2).
Como sus
enemigos políticos, la familia de los Díaz, se habían asentado en el
regimiento, en 1757 don Francisco recurrió a la Chancillería para que
se hicieran las elecciones de ese año dentro del segundo día siguiente a que se
recibiera una Real Provisión en ese sentido, y si no, que se repusieran en sus
oficios los oficiales de justicia del año 54, y si alguno hubiera fallecido que
lo fuera el del año anterior. Cuando sus rivales se enteraron del recurso ante
la Chancillería:
“se anticiparon cautelosamente a executar
las referidas elecciones en el día treze, pero continuando con la misma
parcialidad que han tenido desde el año de 51 a esta parte habiéndose nombrado padres a
hijos, hermanos a hermanos y parientes a
parientes contraviniendo expresamente las Leyes reales al capítulo del buen
gobierno que dexó el Juez de Residencia sobre este particular”.
En su
argumentario manifiesta que don Miguel Díaz, siendo alcalde no debiera haber
nombrado ni elegido a don Tirso Díaz su hermano, y que en el año 1755 fue
alcalde don Fernando Díaz, en 1756 su hijo don Miguel, y en 1757 su hijo Tirso.
Por lo tanto solicita que se excluya a estos electores por su parcialidad
manifiesta y que se nombre a la justicia realenga más cercana o a un juez de
letras para que presida las nuevas elecciones.
“dentro del segundo día se junten y
executen las elecciones arreglándose a lo prevenido por la Leyes del Reino, autos acordados,
usos y buenas costumbres, y pasado sin aberlo executado, zesen en sus
respectivos empleos y continúen en ellos los oficiales de xusticia que fueron
en el año de zinquenta y quatro, y habiendo fallecido alguno, el que lo fuese
en el antecedente”.
A los dos días nuestro hombre requiere con
ella al escribano de la villa Enrique García Orduña, que manifiesta que la
acata, a pesar de estar hecha la elección ya desde el día 13 de ese mes, y con
ella exhorta a los electores pasados, que asimismo manifiestan que ya está
hecha la nueva elección.
Se presenta
ante el otro escribano, Manuel de
Vitacarros, para que dé testimonio de las elecciones realizadas, para lo
que se hacen traer las tres llaves del archivo municipal, una la tenía el
escribano, otra don Tirso Díaz, alcalde noble, y otra el procurador general.
Por el testimonio notarial se declara que el pasado 13 de julio se habían
elegido como alcaldes de ambos estados a don Tirso Díaz, hermano del anterior
alcalde y a Manuel García Fernández, y por regidores del estado noble a don
Juan Manuel Tazón, que era alcalde mayor de la villa, y a don José Costilla,
hermano de don Francisco, pero con el que mantenía malas relaciones; y por el
estado general a Julián Trabadillo y José Prieto; como procurador general se
eligió a Francisco Mateos. Con el documento del escribano, don Francisco
recurre de nuevo a Valladolid para invalidarla y que se secuestren los oficios,
haciéndose nueva elección. Para ello consigue nueva Real Provisión en la que se
manda a los que habían desempeñado los cargos de justicia y regimiento del año 1756
que nombren nuevamente y arreglados a derecho los nuevos oficios.
Fue otra
elección polémica y protestada la que se realizó en 30 de abril de 1758 y
salieron electos don José Costilla y Manuel García Fernández como alcaldes; don
Cayetano Costilla, menor, (primo de don Francisco) y don Juan Orduña regidores
hidalgos, y Juan de Soto y Julián Lanseros regidores por los labradores; y como
procurador general Francisco Mateos. Don Fernando Díaz presentó por su parte un
nuevo recurso ante la Chancillería
por no estar de acuerdo con la misma (A.R.Ch.V. Pleitos Civiles. Lapuerta olv. C.1359-5).
Con tanto
recurso a los tribunales don Francisco Costilla consiguió volver al consistorio
y lo encontramos como alcalde en febrero de 1765 (A.R.Ch.V. Pleitos Civiles.
Lapuerta fenecidos C.3580-3).
En las
elecciones correspondientes al año 1766 salió elegido como regidor don Bernardo
Costilla Represa, hijo de don Francisco, un muchacho de 13 años y no tomó
posesión hasta el 31 de diciembre, es decir, la víspera de las nuevas
elecciones, por estar ausente en los estudios, en Sahagún. Como alcalde por el
estado noble fue nombrado don José Costilla, medio hermano de don Francisco.
Nuestro hombre trataba de seguir influyendo en los nombramientos y presionaba a
su hermano para que procediera a hacer la elección a su conveniencia:
“don
Francisco y doña Teresa Represa llamaron a la mujer de don José y después de
varias violencias le dijeron que, ya que no quería seguir sus dictámenes, que
traerían, como trajeron, a su hijo Bernardo de Sahagún y que le habrían de dar
el nombramiento pese a no tener edad legítima, perturbando la sala del
Ayuntamiento”.
Asimismo en
los testimonios se declara que don Francisco manejaba diversos electores, como
a Tirso Trabadillo, trayéndolo en su compañía a Valladolid, a don Manuel Orduña
que le servía como criado, y que había presionado a Diego de Muélledes para que
eligiera a los que él quería y consiguió que eligiesen a su hijo Bernardo,
aunque no tenía más de 13 años.
Pese a todo
siguió estando presente en los ayuntamientos pues en 1774 vuelve a ser regidor,
y en 1779 alcalde.
Pleitos con otros vecinos.
Don Francisco
Costilla mantuvo numerosos pleitos con diferentes vecinos particulares de
Villafáfila por diversos motivos, al margen de los conflictos políticos antes
reseñados, y de los pleitos que mantuvo con el propio ayuntamiento de la villa:
“por tener dos pleitos pendientes con esta villa y haber salido el año de 51
de regidor y tener un tercio de alcabala que dar satisfacción en arcas y las
quentas de padrones del año de zinquenta”; y otro en 1765 junto con otros
ganaderos de ovejas de la villa con el procurador general de la misma, porque
se oponían a que se arrendaran los pastos a ganaderos forasteros para obtener
propios para el concejo (A.R.Ch. V. Pleitos Civiles. Zarandona y Balboa Olv.
C.406), y un proceso que llegó hasta el Consejo de Castilla en Madrid en el que
se pretende que por parte de la villa no se cobre a los ganaderos vecinos del
pueblo más de los 6 maravedíes por cabeza de ganado que se venían cobrando
desde el siglo XVI (A.H.N. Consejos, 28624, Exp.6).
Por los años
cincuenta tuvo un contencioso con Bernardino Riesco sobre postura del vino para el abasto de la villa (A.R.Ch. V.
Pleitos Civiles. Varela olv. C.2253-6) y casi al final de sus días en
1785-1786, mantuvo un enconado pleito con sus parientes Antonio y José Ruíz,
también a propósito de diferencias por los pastos (A.R.Ch. V. Pleitos Civiles.
Fernando Alonso olv. C.367-5 y C.454-6 y Fernando Alonso fenecidos. C.3385-1).
Así mismo nos consta que en 1776 llegó a una transacción con el apoderado de las rentas del Marqués de Tábara sobre un litigio que mantenían acerca de unas vigas que atravesaban una pared medianera entre el pajar de la casa-palacio del marqués en la plaza y la bodega de don Francisco (Archivo de la Nobleza, Osuna C.4615, doc.1)
Así mismo nos consta que en 1776 llegó a una transacción con el apoderado de las rentas del Marqués de Tábara sobre un litigio que mantenían acerca de unas vigas que atravesaban una pared medianera entre el pajar de la casa-palacio del marqués en la plaza y la bodega de don Francisco (Archivo de la Nobleza, Osuna C.4615, doc.1)
Pero el
litigio que nos ha dejado mayor documentación y nos permite conocer las
actitudes de nuestro personaje en el manejo de los asuntos de la villa, es el
mantenido con Antonio Rodríguez Silvano,
fabricante de salitre, originario de Benavente, que en 1779 obtuvo el Título y
Real Cédula de fabricante de salitre en Villafáfila. Desde unos años antes se
había establecido una pequeña factoría de hacer salitre en la villa que se
vendía posteriormente para fabricar pólvora[6].
Con la llegada de este nuevo fabricante al pueblo no tardaron en surgir los
conflictos con la justicia y con otros vecinos derivados de la animadversión de
muchos hacia la fábrica y al fabricante, que hasta entonces no se había puesto
de manifiesto.
El
primer conflicto del que tenemos constancia documental tuvo lugar, antes
incluso de llegarse a establecer en la villa, con Don Francisco Costilla, el
vecino más rico e influyente de Villafáfila que, según el Administrador de la Renta de la Sal de Zamora:
“en
el partido de Campos es uno de los vecinos más hacendados, litigante i muy
díscolo ... y por su poder, arbitrios y disposición tenga a aquellos vecinos
subyugados”.
Siendo
don Francisco alcalde de Villafáfila el año 1779, había movido unos procesos
contra Silvano por cercar unas viñas y una era propias, sin permiso de la
justicia:
“A
influjo de don Francisco, los Diputados del Común le han movido pleito, por
haber cercado unas eras y una viña de su propiedad y sobre el cierre de la
taberna del vino que vendía, por decir que era forastero, y por este efecto por unos días tuvo cerrado
su establecimiento, por esa razón Silvano ha tenido que ir a Zamora y no puede
atender la fábrica de salitre”.
El
día 16 de junio se presentó en el ayuntamiento Tomás Cid, que era maestro de la
fábrica de salitre afinado de Revellinos, y sobrino de Silvano, con la Cédula de Preeminencia y el
Titulo de Salitrero de él mismo y de su
tío, para que fueran cumplimentados y reconocidos por los alcaldes y regidores.
Los presentes, presididos por el Alcalde Mayor, no pusieron inconvenientes,
salvo don Francisco que se negó, alegando diferentes defectos de forma, por no
venir precedidos de un memorial. Silvano recurre ante el Administrador de
Zamora y éste se dirige a los Directores Generales de Rentas, en Madrid, y
también puso el incidente en conocimiento del Señor Caballero Intendente de
Zamora, que era la máxima autoridad política de la ciudad y provincia.
Don
Miguel García de Bujanda, Administrador y Visitador General de la Renta de Salinas de Zamora,
y encargado General de los Establecimientos de Fabricas de Salitres afinados de
los Reynos de Castilla y León en su carta a los Directores Generales de
Rentas hace un informe sobre don Francisco Costilla describiendo su actitud:
“a
so color de hombre pudiente y al que los demás por temor obedecen, y que la
bara de alcalde ordinario por el estado Noble se alterna por años, como en el
pasado y en el presente se ha visto, entre él y Don Manuel Orduña, su criado, y
a todos los que no están a sus disposiciones los amenaza, desprecia e injuria
por su dominante genio, y asta el orden de resolver en los Ayuntamientos, lo
pervierte, haciendo desprecio de las Reales Órdenes”.
Además
apunta el origen de su inquina hacia la fábrica en el rechazo por parte del
ministro de Hacienda de una solicitud para que le fuera adjudicada a su familia:
“y
como Don Francisco había pretendido hacerse con la Fábrica de Salitres...
hizo representazión en 30 de Septº de 1776 al Exmº Sr D. Miguel de Murquiz,
Superintendente General de la
Real Hacienda , en solicitud de la expresada fábrica de dicha
villa, vajo de cierta perpetuidad para su casa y Mayorazgo y de otras
condiziones, lo cual quedó sin efecto”.
Este
desplante le creó un estado de animadversión hacia los fabricantes que se
tradujo en la promoción de cuantas trabas y obstáculos pudo contra la fábrica:
“y
el suso dicho, desafecto a la propia fábrica, como después lo ha verificado por
su total enemiga, ya que no descubiertamente con el Manuel Badallo[7],
por ocultar algún tiempo su perbersidad y malicia, ahora manifestada con el
nominado Silvano, al que con total desprecio de la Real Cedula de Exenciones,
ha perseguido, persigue y molesta, de forma que le priba de su quietud y
asiento para atender a la dicha fabrica y sus adelantamientos, moviéndole
pleitos injustos ante aquella xª [justicia]
ordinaria”
Los
Directores Generales de Rentas contestan desde Madrid que el amparo del estado
sólo debe ser aplicado a las actividades directamente relacionadas con la
fábricación de salitre:
“nos
parece bien que se proteja a los salitreros en los casos que ocurran, teniendo
siempre presente que ha de ser en los que puramente sean concernientes a la
lavor del salitre pero no en aquellos que les susciten o mueban por sus tratos,
granjerías y comercios”.
El
Intendente de Zamora esos días era D. Juan Ignacio Bermúdez de Castro, el cual
incoa un expediente y nombra un escribano para que vaya a Villafáfila a tomar
testimonios sobre la negativa del alcalde Costilla al cumplimiento de la Cédula de Salitrero.
Como
el administrador titular, Miguel García de Bujanda, estaba enfermo en cama con
dolor reumático de pecho, se hace cargo interinamente de la Administración Juan
Ignacio García de Bujanda, seguramente su hijo, y que posteriormente le
sucederá en el cargo. Se dirige a la villa, pero en Granja de Moreruela firma
un testimonio ante el escribano de allí, solicitando al Caballero Intendente
que se le auxilie con tropa militar “para no exponerse a un evidente peligro”,
porque se ha enterado que don Francisco Costilla es actualmente alcalde de
Villafáfila “y por su mucho manejo en ella es temible qualquiera mala
resulta”.
Llegado
a Villafáfila, los escribanos de la villa se niegan a tomar los testimonios, y
requiere al Alcalde Mayor, que a la sazón era Don Francisco Antonio Prieto
Caballero, para que intervenga: “hallándose como su merced se halla juez de
capa y espada”. Pero la negativa continúa y tiene que acudir a un escribano
de Benavente para que pasen los autos ante él.
Recaba
varios testimonios a favor del fabricante, coincidentes en que los anteriores
salitreros:
“no han hecho otra cosa que exhibirlos y
mostrarlos la Cédula
y Título ante el Ayuntamiento que a su continuación se an cunplimentado”.
Antonio
Alonso Ordás dice a propósito del hidalgo:
“que
es persona la más pudiente y rica en ella y por el mismo hecho varios vecinos
depende de él y por el maneja a los más de los Individuos del Ayuntamiento de
esta villa y en los asuntos que dicho don Francisco maneja, consigue y logra
quanto quiere, y si alguno se mezcla en cosas que perjudiquen al significado
don Francisco, éste en tales casos procura salir con la suia... que don
Manuel Orduña ha sido criado familiar del dicho don Francisco pero en la
actualidad no, pero entra y sale con frecuencia en su casa y ejecuta y hace
quanto en ella le mandan”.
Pedro
García también dice que es el más rico y:
“maneja no solamente a los alcaldes
ordinarios cada uno en su tiempo, si es que a casi todo el Ayuntamiento si
alguno se opone a sus máximas e intentos les mira mal... en los asuntos
que ocurren en esta villa fuera y dentro del Ayuntamiento se mezcla, y por lo
mismo saca y hace Xusticias a quien se le antoja y acomoda... le movió cierta
causa sobre que cerrase la taverna del vino que vendía por decir que era
forastero”.
Asensio
de Muélledes dice que es el más rico y acomodado del pueblo y por este motivo
los más de los vecinos dependen de él, pues les socorre y da muchas veces lo
que necesitan, y por esto en el ayuntamiento, aunque no esté dentro, maneja a
sus capitulares:
“...en
los más de los asuntos se mezcla y aún en las elecciones de Justicias…”
Pedro
del Pozo dice que es el vecino más pujante y rico en esta villa y por el mismo
hecho socorre a varios sus convecinos, los cuales por este hecho le están
sujetos y subordinados:
“...en
los más de los años saca alcaldes, regidores y procuradores a su voluntad”.
El
testimonio de Manuel García Rosinos es menos adverso:
“sin
embargo de haber sido el que declara cinco o seis veces alcalde, jamás don
Francisco Costilla intentó con él asunto alguno”.
Tirso Díaz, perteneciente a una familia de hidalgos
rival de Costilla, dice que por el hecho de poder prestar y dar a los vecinos
menesterosos lo que necesitan en las urgencias, maneja y tiene a su disposición
para cualquier asunto a mucha parte de los vecinos de que se compone esta villa:
“que a don Francisco Costilla, por inobediente o
malhablado a un alcalde mayor que hubo en esta villa, llamado don José de
Millana, éste le formó auto de oficio y luego que tuvo noticia dello, como
hombre poderoso y que tiene muchos empeños en todas partes, pudo conseguir que
aún sin estar en estado los señores de la sala del crimen de Valladolid lo
llamasen a sí en el estado que tenía, y que con efecto se remitió, y aunque
salió en bien de ella, a causa de los empeños, con todo eso salió apercibido.
Que otras muchas causas se le han puesto por algunos otros vecinos pero luego
logran que vaya a Chancillería y por hallarse los demandantes con cortos medios
no las han podido ir a seguir y se han quedado en el ser y estado en que han ido”.
Resolvió
el Sr. Intendente a 28 de Julio y ordena al otro alcalde ordinario por el
estado general, Francisco García Vázquez, que aceptase y mandase guardar y
cumplir la Real Cédula
de Preeminencia y Título de Salitrero a favor de Antonio Rodríguez Silvano, y
manda a Costilla que la guarde y:
“se
contenga en adelante de inquietar a Silvano ni ponerle en términos de abandonar
la fábrica, bajo la pena de responder de los perjuicios que ocasionase, y con
apercivimiento de dar cuenta a Su Magd”,
condenándolo en las
costas del proceso.
Recurre
don Francisco la sentencia y, en sus argumentos declara la oposición, tanto a
la fábrica como a las ideas del fabricante:
“Bujanda por
proteger a un vecino inquieto que, para continuar y llebar adelante sus
ideas, se ha acogido a esta especie de fábrica de salitre”,
Afirmando que han maquinado
entre ellos para:
“hacer valer sus
ideas y los enredos de que se ha valido para hacerse temible a la justicia
ordinaria”.
Parece
que la relación con don Juan Ignacio García de Bujanda no acabó con una
enemistad manifiesta, pues el trato que tuvieron dio lugar a algún tipo de
acuerdo, pues sabemos que en 1783 don Francisco Costilla le vende una regiduría
perpetua de la ciudad de Zamora, que procedía de don Rodrigo Navarro de Mendoza
y previamente había adquirido el de Villafáfila[8].
Pero los nuevos tiempos no son propicios a
este viejo hidalgo que ve rechazados sus argumentos. Como el recurso no prospera,
su hijo, don Bernardo Costilla, hizo petición de sobreseimiento del pleito
aduciendo que su padre era hombre de edad y que estaba arrepentido de su
actuación. A los dos años fallecía sin haberse resuelto el recurso.
(A.G.S. Dirección General de Rentas L. 2041).
Fallecimiento
y testamento de don Francisco Costilla.
Lo dicta el
día 20 de marzo de 1788:
“estando
enfermo corporalmente y en cama acometido de un accidente de Perlesía[9]
hecho cargo de sus resultas y máxime en la abanzada hedad que tengo lo cierto
que es el morir a que estoy próximo... con mi libre juicio y entendimiento”.
Después de hacer profesión de fe y pertenencia a la
iglesia católica de Roma, encomienda su alma a Dios y manda que su cuerpo sea
enterrado en la sepultura que en la
Iglesia de San Pedro donde están enterrados sus antepasados,
vestido con el hábito de San Francisco del convento de Religiosos observantes
de la villa de Benavente. Pesan más en él sus vinculaciones ancestrales que la
posibilidad de descansar junto al cuerpo de su esposa en la parroquia de Santa
María, donde había comprado la sepultura anteriormente descrita.
Manda que asistan a su entierro y oficios el cabildo
eclesiástico de Villafáfila, y las comunidades de los conventos de San Francisco de Benavente, del Carmen
Calzado de Valderas y de la
Merced de Valdunquillo, “de
las que soy hermano” y a las que pide que se les dé aviso con tiempo
suficiente, y que el cabo de año se haga a la disposición de sus
testamentarios.
Quiere seguir demostrando después de muerto,
mediante signos externos, su supremacía sobre los demás vecinos:
“Mando
que se me ofrende Año y Día sobre mi sepultura doble que los demás vecinos, y
este encargo y cuidado lo dejo a disposición de mi hijo don Bernardo y su mujer
doña Ignacia Español, confiado en el celo y amor que me profesa de que tengo la
suficiente experiencia”.
Hace una serie
de mandas piadosas, como que el día de su fallecimiento se diga misa en el
altar privilegiado y se paguen 4 reales, y que se digan por su ánima mil misas pagando
a tres reales cada una; que después de su entierro se dé caridad general a
todos los pobres que concurran:
“y esto lo
dejo al arbitrio de mis albaceas en cuanto a la cantidad y lo que ha de ser
todo con respecto a mi estado y posibilidad”.
Manda a las
órdenes mendicantes lo acostumbrado y al santuario de Nuestra Señora de los
Falifos de Carballeda, sito en Rionegro del Puente un atuendo, el que fuere del
beneplácito de los albaceas.
En el capítulo
de la distribución de su hacienda entre sus herederos nos deja un testimonio de
lo importante que había sido mantener unas apariencias de mayores riquezas
durante su vida, para obtener mejor consideración y conseguir casar a sus hijos
con buenos partidos de otros pueblos:
“Declaro para obiar de discordias entre
mis herederos y dando por ninguno y de ningún valor qualquier ynbentario o
memorial de bienes que comprenda los que yo tenía en poder, después de la defunción
de la dicha mi mujer, que estos serían a mi juicio prudente ciento veinte mil
reales de valor, deducidas algunas deudas que tenía contra sí y a favor de los
jesuitas , de forma que la mitad se debe reputar de la difunta y la otra mía,
cuya declaración hago con el objeto manifestado y que no se valgan mis hijos de
un inventario simple que dicen que han encontrado y consta de mucho más valor,
pues debo de confesar para el paso en que estoy que se hizo un Ynbentario sin
autoridad y sí sólo aparente, esto es, acrecentado de valores a fin de que
sonase el caudal y mis hijos hallasen sus acomodos proporcionados”.
Con razón el refranero castellano ha dejado
la sentencia: “De dinero y santidad, la mitad de la mitad”. En el caso de
nuestro hidalgo, como en la sociedad de su época, la apariencia era un valor
fundamental.
Además reconoce que su mujer aportó al
matrimonio en dote y herencia 22.000 reales, por lo que los bienes
pertenecientes a su esposa ascenderían a 82.000 reales, sumados la mitad de los
bienes que declara poseer a la muerte de su esposa. Para calcular la mejora de
tercio y quinto que hizo la difunta a su hijo don Antonio, deben restarse los
gastos de funerales, exequias y dotación de sepultura.
Ratifica la mejora en el tercio y quinto que
de sus bienes libres había hecho a favor de su primogénito don Bernardo. Manda
a su hijo Ramón 100 ducados, a sus nietos pequeños, Pedro Manuel y Gaspara 50
ducados a cada uno, y a su nuera doña Ignacia Español el aderezo de diamantes
que se le dio en arras cuando se casó, y después de sus días sea para la nieta
mayor, doña Fernanda. Declara que su hija Margarita que está viviendo en
Sahagún, viuda de don García Cossío, le tiene dado más de lo que por legítima
le hubiera correspondido.
Manifiesta que diferentes vecinos de esta
villa, lugares de jurisdicción y de otros pueblos de todas estas inmediaciones
le están debiendo varias cantidades de maravedíes y granos, para que las cobren
sus testamentarios.
Nombra curador de su hijo don Antonio de 23
años, al Licenciado don Manuel de Nájera, abogado de los Reales Consejos y
vecino de Benavente, sobrino de su difunta esposa, y como albaceas
testamentarios a don Pablo Costilla, cura de San Pedro, su hermano, y a sus
hijos mayores don Bernardo y don Francisco Miguel.
Deja por herederos universales de los bienes
que queden después de cumplir todo lo mandado en el testamento a sus hijos don
Bernardo, don Francisco, don Ramón, don Antonio y a doña Margarita y a doña
Antonia y doña Teresa, estas dos últimas monjas en el convento de San Quirce de
Valladolid.
Son testigos en este testamento el alcalde,
don Alonso de León, don Romualdo Ruíz, médico del pueblo y el cirujano,
Ambrosio Fernández.
Todavía su enfermedad no lo tenía impedido
del todo pues es capaz de firmarlo.
Pocos días después, el 6 de abril de 1788,
hizo codicilo para acabar de aclarar algunos asuntos:
Primeramente declara que la casa de mayorazgo
que demolió para empezar a levantar las que habitan en esas fechas:
“valdría mil ducados con corta diferencia
y, atendiendo a que dicho mayorazgo no tiene otra en que poder vivir con la
comodidad ni decencia que le corresponde, y que se halla con la obligación de
mantener hospicio para los religiosos de San Francisco, quiero y es mi voluntad
que al mayorazgo se le deje como le deja la casa suso dicha de su Abitación que
se distingue por vieja y la alta pues de dividirse se destruye su forma y
grandeza, y combiene que como primera finca se mantenga y el valor que tenga
más de mil ducados los abone de lo que ha de haber mi hijo don Bernardo como
tal subcesor en el mayorazgo.
Declaro que durante el matrimonio con su mujer se
edificaron estas casas, la bodega de arriba, la panera, la venta y tres
majuelos, Y en quanto a los bienes libres semovientes e muebles por no haber
caval aquerdo ratifica lo dicho acerca de su estimación pues así es mi voluntad”.
Para evitar reclamaciones de sus herederos
manifiesta que una prebenda de Valladolid que debió haber cobrado por la
difunta:
“no
la cobré y para que sirva de desengaño a sus herederos pues así es mi voluntad”.
El
licenciado Nájera, al que había nombrado curador de su hijo pequeño, le
ha comunicado que no puede cumplir con el encargo de tal curador, por que tiene
un nombramiento de contador, por lo que confiere las mismas facultades a don
Fulgencio Alaíz vecino de la villa de Castrogonzalo.
Ese día ya su situación clínica se había
deteriorado tanto que los que actúan como testigos, su hermano don Pablo
Costilla, cura de San Pedro, don Antonio Toral y don Manuel Gallego,
presbíteros y capitulares del Cabildo Eclesiástico de Villafáfila, son llamados
y rogados por el otorgante y por sus hijos para firmarlo como justificación de
esta verdad:
“por hallarse el otorgante imposibilitado
de hacerlo a causa de estorbarlo el accidente de Perlesía que padece en todo el
lado derecho.
Yo el escribano doy fe. Felipe de Vitacarros”.
(A.H.P. Za. Notariales C. 11752)
A los 73 años
falleció D. Francisco Costilla en su domicilio de la parroquia de San Pedro,
luego de haber permanecido viudo 20 años. Así dice su partida de defunción:
“D. Francisco Ventura Costilla
En el día seis de abril de mil
setezientos ochenta y ocho rrecibidos los Santos Sacramentos, murió D.
Francisco Ventura marido q. havía sido de Dª Teresa Represa, anteriormente
difunta, y mis feligreses, quedaron del expreso matrimonio siete hijos:
Margarita, Teresa, Antonia, Bernardo, Francisco, Ramón y Antonio. Hizo
testamento ante Vitacarros y dexo por sus alvazeas a sus Hixos Dn. Bernardo y
D. Francisco Miguel y a mí el presente cura. Enterróse en la sepultura marcada
de su familia y no debe rompimiento.
Dn. Pablo Costilla”[10]
El mayorazgo recayó sobre su hijo don
Bernardo Costilla, que ya vivía en las casas de su padre con su familia, desde
que se casó con Ignacia Rodríguez Español, de Nava del Rey. Tuvieron varios
hijos, y desde antes de la muerte se su padre disponía ya de abundante ganado,
pues en 1786 otorga un poder notarial a un agente de negocios de Madrid para
que defienda su derecho de arrendamiento de los pastos de la Dehesa de Quintos,
propiedad de Duque del Infantado, que llevaba arrendando muchos inviernos, ante
el Honrado Concejo de la Mesta ,
“de cuyo gremio quiero hacerme”
(A.H.P.Za. Notariales C.7936). Declara que posee tres mil cabezas de ganado
ovejuno, sesenta de vacuno y cuarenta caballerías. Participó en la política
municipal desde muy joven, heredando los manejos de su padre. Durante los años
de ocupación francesa sufrió en su hacienda requisas y contribuciones como el
vecino más rico del pueblo, sufriendo menoscabo en sus bienes que le llevó a
reducir el número de misas que tenía previstas por su alma en el testamento que
hizo en 1810 desde 1000, hasta 750 en el que que hizo en 1813, cuando murió.
Francisco Miguel fue ordenado sacerdote y
vivió en Villafáfila, donde fue vicario de San Pedro y en espera de acceder al
curato a la muerte de su tío don Pablo Costilla, falleció en 1807 hallándose en
Benavente, dejado por heredera a su cuñada doña Manuela Manjón.
Ramón estudió en la Universidad de
Valladolid dos años de Leyes y uno de Cánones, pero no ingresó en el clero,
volvió a Villafáfila y fue elegido alcalde el año 1786 y 1789, siéndole movido
un pleito sobre esa elección por don Felipe Argenti de Leis, abogado ejerciente
en Villafáfila y casado con doña Luisa Díaz, perteneciente a otra familia
hidalga con rivalidad con los Costilla desde antiguo. Posteriormente don Ramón
se casó con doña Manuela Manjón y se trasladó a vivir a Barcial de la Loma , Valladolid, donde hubo
de probar su hidalguía mediante pleito en 1789, figurando como alcalde noble de
esa villa en 1792 (A.R.Ch V. Pleitos Criminales C.153-2).
El pequeño de los varones, Antonio, también
fue ordenado sacerdote por lo que en 1786 don Francisco le hizo cesión de mil
cien reales de renta anuales procedentes de los tres mil que le rentaba a él la Venta que tenía en la vereda
de Toro a Benavente, hasta que obtuviera renta eclesiástica por su cuenta.
Ingresó en el Cabildo Eclesiástico de Villafáfila, una de cuyas raciones
disfrutaba. En 1805 falleció en casa de su hermano Francisco Miguel.
De las vidas de sus hijas apenas si tenenos
noticias. La mayor, Margarita, que se casó con don García Gómez-Cossio y
Bobadilla, hidalgo de Sahagún, abogado de los Reales Consejos, y poseedor de
varios mayorazgos. Estaba ya viuda al fallecer su padre y residía en la villa
monacal. Un hijo suyo fue fiscal del Crimen en la Chancillería de Valladolid, y
sus hijas se casarosn con hidalgos de Castrogonzalo y León. Las otras dos hijas
de D. Francisco, Teresa y Antonia, profesaron como monjas de clausura en el
Real Monasterio de San Quirce de Valladolid.
[1] Este artículo es una ampliación de otro publicado en
el número 8 de Brigecio, correspondiente al año 1998 por don Manuel de la
Granja Alonso, y quiero que sirva de homenaje a este ilustre historiador
villafafileño, que debido a su estado de salud ya no puede seguir escribiendo.
La consulta de documentación procedente del Archivo General de Simancas y de Chancillería que hacen referencia a la
participación del personaje en la política municipal y en diversos conflictos,
nos permiten acercarnos a otras facetas de su biografía.
[2] Archivo Parroquial de S.
Pedro. Villafáfila. Libro de nacimientos, nº 16.
[3] Archivo Parroquial de Villafáfila, Parroquia de San
Pedro. Libro de matrimonios, nº 11.
[4] Archivo Histórico Provincial de Zamora. Catastro de
Ensenada, libros 1625, 1626 y 1628.
[5] Archivo Parroquial de Villafáfila. Parroquia de Santa
María. Libro de difuntos, nº 24.
[6] RODRIGUEZ RODRIGUEZ E.:
Historia de las explotaciones salinas en las Lagunas de Villafáfila. Zamora
2000.
[7] Anterior fabricante de
salitre establecido en la villa
[9] La causa sería un ictus o
accidente cerebro-vascular.
[10] Archivo Parroquial de
Villafáfila. Parroquia de S. Pedro. Libro de difuntos, nº 18
Sobre la descendencia de Margarita, la hija de Francisco, hay datos en el artículo titulado: Una virgen de Guadalupe de Nicolás Rodríguez Juárez, escrito por Rafael Domínguez Casas.
ResponderEliminarSospecho que puedan tener relación con una de mis ramas familiares en Sahagún. Se trata de Juan Antonio Álvarez Bobadilla casado con Ana Costilla y Frías que tienen una hija llamada Francisca. Creo que Francisca pudiera ser hermana del caballero de Santiago Francisco María Álvarez de Bobadilla Castilla Frías y Sandoval. Supongo que el apellido es Costilla y no Castilla, como aparece en el resumen del pleito, su abuelo materno fue Francisco Costilla Pérez del Concejo. ¿Sabe algo sobre esta rama para aclararme un poco?
Por otra parte y aunque me salgo un poco del tema del artículo, tendría interés en el matrimonio de Joan Manuel Bara y Ana María Ossorio el 9 de febrero de 1705 en la iglesia de San Martín de Villafáfila, en esta partida de matrimonio se dice que los padres de Ana fueron Miguel Ossorio y Josefa del Pozo, difuntos, vecinos que fueron de Villafáfila. ¿Tendría algún dato sobre estos padres o sobre los Ossorio en Villafáfila? Los padres de Joan Manuel eran de Ceinos de Campos. Testigo de esta boda fue Francisco Antonio de Represa, cura de la parroquia de Santa María de Villavicencio de los Caballeros.