El monasterio de Moreruela durante la Guerra de la Independencia
Poco antes de
la primera exclaustración, el 24 de marzo de 1809 Fr. Alejandro Lorenzo, abad
de Moreruela realiza un resumen de la situación y rentas del monasterio por
orden de don Martín Pérez de Tejada, Capellán de Honor de Su Majestad y canónigo de Zamora, y
nombrado por las nuevas autoridades de ocupación Subdelegado General de Rentas Eclesiásticas y
Conventos por la que podemos hacernos una idea de la situación patrimonial del
cenobio a principios del siglo XIX:
“El infrascrito Abad del Monasterio de
Moreruela, Orden de N.P. Sn Bernardo, certifica que su monasterio está situado
en desierto, a tres quartos de legua de la villa de la Granja, una legua de
Riego del Camino y legua y media de Bretó.
Su comunidad consta de quarenta y ocho
hijos, de los que ninguno está fugitivo ni extraviado: esto es con los muchos
que están empleados con oficios fuera del monasterio.
Sus rentas procedentes de varias fincas son,
en dinero sesenta y seis mil trescientos cinquenta y nueve reales y veinte y un
maravedíes ... 066359 -21
En trigo (de inferior calidad) mil
trescientas setenta y ocho fanegas, cinco zelemines y tres quartillos.
En zebada mil quarenta y cinco fanegas,
siete zelemines y tres quartillos.
En centeno mil y once fanegas y nuebe
zelemines
En ciento ochenta y nueve gallinas y media,
valuadas a tres reales y quarenta y quatro valuadas a dos reales y medio ...
000678-17
En setenta y seis carros de paja a
veinte reales ...001520
En cinco libras de lino a 3 reales ... 000014
Y la leña necesaria para el consumo.
Pero se advierte que en cada uno de los dos
últimos años no ha podido cobrarse la quarta parte a lo menos, de toda la
renta; lo que ha obligado al monasterio a contraer una deuda de sesenta mil y
ochocientos reales que tiene contra sí.
(al margen) Deuda de 60.800 r quando la peste.
La hacienda tiene la carga espiritual de
cinco misas cantadas y quince rezadas; además de las quatro diarias que aplica
la comunidad por los señores reyes fundadores y bienechores (sobrescrito
con otra tinta) y reynantes.
Además tiene de pensión diez y nueve fanegas
de trigo, diez y seis fanegas de zebada y tres mil quatrocientos veinte y tres
reales en dinero.
Paga de subsidio mil nuebecientos veinte
relaes y veinte maravedíes.
Los salarios de Médico, Zirujano y demás
sirvientes y criados de la comunidad importan en dinero, nueve mil setecientos
quarenta reales, y en grano ciento y doce fanegas de trigo y veinte y quatro
fanegas de centeno, además de la mantención diaria de diez y ocho de ellos.”
(A.D.Za.Secretaría
de Cámara, Caja 350 / 2, Exp. 33).
La invasión
de España por las tropas napoleónicas en
1808 alteró la vida de la comunidad de Moreruela. Desde el principio se vieron
sometidos a las exigencias de mantenimientos para las tropas francesas y para
los restos del ejército español, y de contribuciones especiales, así como a las
nuevas leyes emanadas del gobierno intruso. Durante la estancia de Napoleón en
España se empiezan a dictar decretos como el de 4 de diciembre de 1808 por el
que los conventos deben quedar reducidos a una tercera parte de los existentes,
se prohíbe la admisión de novicios y se da libertad a los religiosos para
reunirse en los conventos que queden o para secularizarse, en cuyo caso
recibirán una pensión. Pero la verdadera exclaustración fue dictada por el rey
José I el 18 de agosto de 1809, por un decreto por el que se suprimen los
conventos masculinos de todas las órdenes regulares, monacales, mendicantes y
clericales existentes en España, pasando sus bienes a incrementar el patrimonio
del estado como Bienes Nacionales.
Ya desde el
verano de 1808 hasta la extinción conventual de diciembre del año siguiente los
monjes se vieron obligados a contribuir al sostenimiento del ejército
napoleónico y de los restos del ejército español y las partidas irregulares.
Hasta abril de 1809 a los ejércitos español y francés le habían dado 97 fanegas
de trigo y 310 de cebada, y en el periodo de abril de 1809 hasta la salida de
los monjes en diciembre, dan al ejército francés 102 fanegas de trigo, 80 de
centeno y 40 de cebada, y contribuyendo a los ejércitos españoles con 276
cargas de trigo, 92 de centeno y 112 de cebada.
Poco antes de
la exclaustración además del subdelegado de rentas eclesiásticas de Zamora, el
corregidor de Benavente por orden del Intendente de Valladolid, se interesa por
el patrimonio del monasterio con vistas a su participación en las
contribuciones extraordinarias, lo que provoca la suspicacia en el abad, que ya
había enviado un informe detallado de rentas al Subdelegado General de Rentas
Eclesiásticas y Conventos, de la diócesis de Zamora, además de haber sufrido la
requisa de la cebada que almacenaba en el monasterio. También se le comunica
desde Madrid que a la Orden del Cister le han repartido una contribución de dos
millones de reales para hacer un empréstito al estado, de los que corresponden
pagar al monasterio de Moreruela, diez mil reales, a través de comisionados
nombrados en los obispados, con lo que la desconfianza de los monjes ante tanta
contribución se transforma en recelo: (A.D.Za.
Secretaría de Cámara, Caja 350 / 2, Exp. 33).
“Señor Subdelegado General
Muy venerado Dueño y Sr mío. Recibí la muy
apreciable de V.I. a tiempo que se me estaba notificando un oficio del Sr.
Corregidor de Benavente, pidiéndome de parte del Sr Intendente de Valladolid la
misma relación que tengo dada a V.I., a que contesté haberla dado ya a V.I.
como Subdelegado General de Rentas eclesiásticas y Combentos del Obispado de
Zamora que comprende este monasterio. Pero como para lo tocante a intendencia
pertenece a Valladolid, puede que insistan y en tal caso repetiré la misma que
he tenido el honor de poner en manos de V.I.a quien suplico tenga la bondad de
instruirme sobre el particular.
Por lo que toca al empréstito se me ha
abisado de Madrid haberse repartido a nuestra congregación dos millones, y que
de ellos tocaban a este monasterio 10.000 r. Que deberían abonarse en dinero o
frutos. Preguntando después a quien se había de entregar la plata, vales y
granos con que pensaba satisfacer, se me respondió que se nombrarían
comisionados en los Obispados, y que éstos me abisarían. Esto me hace dudar
si será diferente ramo este del demás empréstito eclesiástico: y me tiene con
cuidado: porque si me roban la plata y me embargan el trigo como han hecho con
la cebada, me veré imposibilitado de satisfacer.
Aprecio infinito la generosidad de V.I. pero
ya estoy bueno, y con vivos deseos de emplearme en quanto a V.I. mande ordenar
a su más rendido servidor.”
(A.D.Za.
Secretaría de Cámara, Caja 350 / 2, Exp. 33).
Como
consecuencia del decreto de 18 de agosto de 1809 la comunidad moreruelense con
su abad Fr. Alejandro Lorenzo al frente, abandonó la abadía el 2 de diciembre
de 1809. Los franceses incautaron dinero, plata, granos, ganados, muebles. Los
ganados no consumidos por la comunidad, los criados, las tropas españolas y los
soldados franceses que desde agosto de 1808 dominaban la zona, en número de
1.411 cabezas de ganado lanar y cabrío fueron llevadas para Alcañices el 1 de
diciembre de 1809 por don Antonio Echevarría, procurador del Ejército español.
Los monjes se
dispersaron, pasando unos a los territorios libres de ocupación y otros
permaneciendo en los pueblos cercanos ocultos y clandestinos, tal y como lo
testimonian al regreso a la abadía: “se
vieron en la dura quanto dolorosa e inevitable necesidad de tener que avandonar
su claustro... y prófugos y errantes, dejando su casa yerma, buscaban asilo en
el disfraz o en los países que
respiraban libres de la invasión” (A.H.P.Za. Notariales. Caja 6424). No
descuidaron cualquier oportunidad para recuperar el patrimonio en los primeros
años de la ocupación francesa. En el año 1811, aprovechando la libertad
relativa de la que gozaba la parte oeste de la provincia de Zamora, pues desde
la margen derecha del Esla hasta la frontera de Portugal estaba libre de tropas
francesas, el cillerero del monasterio se encontraba en la casa de la dehesa de
Requejo para proceder a su arrendamiento.
La situación
de desamparo en que quedaron los edificios monacales trajo como consecuencia el
expolio del mismo por parte de los vecinos de la comarca como deja reflejado el
testimonio del escribano de Villafáfila, Felipe de Vitacarros, (Granja, M. 1990: 413), cuando en una visita
que realiza a la abadía en marzo de 1812, a instancias de los párrocos de esa
villa, certifica:
“Testimonio de las alajas que se han traído
del Monasterio de Moreruela para esta iglesia y su estado.
Yo el infrascrito escribano del número y
ayuntamiento de esta villa y su jurisdicción y notario apostólico de la
diócesis de Astorga, certifico que siendo notoria la supresión del monasterio
de Santa María de Moreruela de la horden de San Bernardo, según las nobísimas
disposiciones del actual gobierno, lo es también el habandono en que se halla
hace mucho tiempo.
Reconocido ocularmente el día mismo de
ceniza a solicitud de don Bernardo Matheos, párroco de San Pedro desta dicha
villa, y en especial su iglesia y templo tan recomendado y brillante quando lo
ocuparon los monjes antiguos y los desalojados, con cuyo motivo, sin puertas
principales ni acesorias, las gentes de los pueblos inmediatos han hecho y
hacen un verdadero saqueo y extración.
Y los sacerdotes y párrocos celosos del
culto dibino, por no ber más y más profanado dicho templo, sus altares y
sagrarios, han reflexionado entre sí recoger en sus yglesias en calidad de
depósito, los que han hallado, siendo entre éstos el actual vicario de San
Martín desta villa, fray Juan Trabadillo, que a expensas de los feligreses y
mayordomo de fábrica han conducido y colocado en ésta de sus cargo los efectos
y alajas siguientes:
El altar de San Bernardo sobredorado
colocado en el altar mayor desta iglesia, uno de los colaterales donde se halla
Santiago, sin colocar.
Otro colateral también dorado de San Froylán
para poner él Nuestra Señora del Carmen.
Unos canceles que estaban a la puerta del
Parral. Quatro frontales dorados, un atril.
Todo lo qua lo ha traído en calidad de
depósito a favor y honor de su iglesia y de la futura suerte que le pueda caber
al nominado Monasterio y su Religión, bajo la qual conformidad la firmé y yo lo
firmo y signo a 10 de marzo de 1812. Felipe de Vitacarros.
(A.P.Villafáfila.Libro
de Fábrica de San Martín).
Por ello los
curas del cercano pueblo, y es de suponer que de otros cercanos, procedieron al
traslado a sus iglesias de numerosas obras de arte, retablos y objetos
litúrgicos, en calidad de depósito, hasta conocer la futura suerte que le pueda caber al nominado Monasterio y su
Religión. Sólo para la iglesia de San Martín llevaron tres altares, el de
San Bernardo, el de Santiago y otro de San Froilán, amén de otros objetos.
También en el libro de cuentas de la parroquia de Santa María de Villafáfila en
el año 1812 se anotan 200 reales de gasto por la comida dada a los feligreses
que en los días festivos iban con carros de bueyes a traer despojos del
monasterio de Moreruela con destino a esta iglesia, por lo que es e suponer que
muchas otras piezas pertenecientes al monasterio llegaran a esta villa cercana,
algunas de las cuales todavía permanecen en ella (Granja M.1999).
Los bienes
del monasterio pasan a incrementar los llamados Bienes Nacionales, y su
administrador en esta provincia de Zamora, que ya lo era previamente a la
invasión francesa, don Luís Ojero Manrique, se encarga de su arrendamiento.
Así, ya en mayo de 1810, fija varios edictos en los pueblos próximos de
Villafáfila, Villarrín, Granja y Bretó, para arrendar los bienes que habían
sido del monasterio y que iban venciendo sus anteriores contratos de
arrendamiento, entre otros un cañal en el Esla por encima de las aceñas de San
Andrés, que fue rematado por Blas Tejedor y Bernardo Costilla, vecinos de
Villafáfila en 415 reales y una arroba de anguilas, y la dehesa de La Guadaña, con La Hacera, El
Montico y El Soto cercado para los pastos por 6.000 reales a Miguel Plaza, carretero de Aldea del Pinar,
en Burgos, que junto con el vecino de Granja
Blas Ruiz arrienda también las aceñas del Hoyo. Los arrendamientos de
las heredades de Bustillo y Pinilla de Toro los hace don Francisco Bernando de
Eguino, administrador de la Hacienda Pública de Toro. (A.H.P.Za.
Desamortización. Cajas 236, 238 y 241).
El caso de este Miguel Plaza
carretero de Aldea del Pinar es un ejemplo de las complejas relaciones
económicas entre el monasterio y sus arrendatarios. Antes de la guerra, desde
1802, cuando el monasterio se desprendió de la ganadería brava que pastaba en
la dehesa, le arriendan la dehesa de la Guadaña por 5.500 reales, con ciertas
condiciones. En mayo de 1809 fue desahuciado por los frailes, pero esta
instancia quedó sin más progreso “porque
habiendo sido extinguidos los monjes o expulsos del monasterio, por virtud de
las órdenes del gobierno intruso, tuvo Plaza oportunidad de continuar por
arriendos hechos con los administradores de aquel gobierno renovados después
por el provisional legítimo, y consiguió que no se arrendase la Guadaña en
Benavente, junto con otros bienes del monasterio sino en Zamora, además
consiguió que se le arrendase el Soto, que es cercado grande que tiene el
monasterio de desahogo que es clausura”. Plaza subarrendaba los pastos a
ganaderos de fuera y vendía carros de hierba a los vecinos de los pueblos
cercanos, pagando menos que antes de la invasión.
Pero los avatares de la guerra
hicieron durante largos periodos la parte oeste de la provincia de Zamora desde
la margen derecha del río Esla hasta la frontera con Portugal no fuera ocupada
por los franceses permitiendo que en 1811 Fr. Fernando García, cillerero del
monasterio, en nombre de los demás religiosos de los que tiene poder desde
1807, reunido en la casa de Requejo con los carreteros de Aldea del Pinar, que
no se atrevían a pasar sus bueyes y ganados a la otra parte del río les
arrienda la dehesa, entre otros a Miguel Plaza. (A.H.P.Za. Notariales. Caja
8976). En el año 1813, actuando los administradores de los Bienes Nacionales
que reconocían al gobierno de Cadiz en la zona no ocupada por los franceses, en
concreto en Alcañices, vuelven a arrendar de la dehesa de Requejo a Miguel
Plaza, vecino de Aldea del Pinar, Burgos, y Lucas Blanco de Vilvestre, Burgos,
carreteros de la Real Cabaña, abastecedores de sal de la provincia, por un año
en 12.200 reales pagaderos por mayo y noviembre, para el pasto de los ganados.
Además arrendaba la corta de leña para carboneo en la misma dehesa. En 1814 el
cillerero Fernando García de regreso al monasterio la arrienda de nuevo al
mismo carretero Miguel Plaza por seis años por 13.000 reales al año con más
restricciones de uso. Sin embargo le mueven un pleito para subirle la renta de
La Guadaña. (A.H.P.Za.. Desamortización. Caja 238).
En 1813 se
celebró en Oseira (Orense) el Capítulo General de la Orden del Cister en España
para tratar la situación por la que atravesaban los conventos y los monjes
exclaustrados.
De
la Restauración absolutista en 1814 hasta el Trienio Liberal
Los monjes de
Moreruela con el mismo abad, Fr. Alejandro Lorenzo, volvieron a la abadía el 17
de junio de 1814, una vez acabada la guerra, encontrando el monasterio en un
estado lastimoso, después de cuatro años y medio de abandono, según nos consta
por el Libro de Obras: puertas, ventanas, tejas, baldosas, hierros y demás
materiales habían desaparecido por la codicia de los habitantes de los pueblos
próximos. Lo que no se habían llevado los franceses lo llevaron los españoles.
Nada más llegar los pocos monjes a la
abadía proceden a su reparación y a poner las bases de su sustento mediante la
actualización y formalización de los arrendamientos de sus propiedades.
Se mandó un
edicto para que procediesen inmediatamente a reintegrar al monasterio las
fincas y efectos, previa justificación de las personas cuyo poder se hallasen.
(A.H.P.Za. Desamortización. Caja 241).
Según se desprende de las
anotaciones del Libro de Obras que da comienzo en 1815 durante la primera
exclaustración las estructuras de los edificios monacales no sufrieron gran
deterioro, pues las reparaciones se limitan a retejos, blanqueos, reparaciones
de bóvedas y escaleras, y limpieza de escombros, pero no sucedió lo mismo con
los bienes muebles que fueron ampliamente robados o destruidos y fue necesario
reponerlos: puertas y ventanas hubo que colocar en casi la totalidad del
edificio y con ellas los accesorios, bisagras, fallebas, picaportes, etc. Como
eran numerosas algunas de ellas fueron tabicadas.
Ante la necesidad de materiales
para la reparación en diciembre de 1814, Fr. Alejandro Lorenzo, abad y Fr.
Fernando García, cillerero, arriendan el tejar del monasterio por un año. Los
monjes se comprometen a poner corriente la casa y el horno, y a permitir al
tejero sacar el barro que necesite de El Barrero, arrancar del monte toda la
jara necesaria para las cochuras, cortar los organeros que precise del monte
que está al otro lado del río, y su caballería puede pastar desde el Tejar
hasta el Puentecillo, en la dehesa de La Guadaña. El tejero ha de vender al
monasterio las tejas que requieran a 12 reales el ciento, las baldosas a 18, el
ladrillo jabonero a 12, el ladrillo solar a 10, y los enguilones a 90 reales. (A.H.P.Za. Notariales. Caja 6423).
La iglesia
había sufrido gran expolio en sus altares, bancos, púlpitos, etc., pues fue
necesario reparar los que no sucumbieron, y aún traer de Villafáfila y Pajares
púlpitos, canceles, campanas y las imágenes de Nª Señora la Vieja de Moreruela
y Nª Sra de la Asunción de la Granja. Se tuvieron que comprar ropas y objetos
de culto: incensarios, vinajeras, crismeros, albas, cíngulos, corporales,
porque todo ello había desaparecido.
La reposición
de las vidrieras de la iglesia fue uno de los gastos mayores, por ello no se
acometió hasta el final del periodo, cuando ya estaban realizados los más
urgentes. Se adquirieron dos facistoles para los coros.
El dormitorio
y refectorio sufrieron la misma suerte que la iglesia, hubieron de arreglar
pisos, adquirir mesas, asientos, ropas de cama y jergones, en general no se
compran piezas hechas sino piezas de tela para elaborarlas, por que la pobreza
era grande. En 1815 se gastaron 185 reales en poner dos puertas en la cocina,
una que sube al caracol y otra que baja al corral.
Los elementos
anejos, cuadras, gallinero, palomar, panera, huerta, ... , tuvieron que ser
reparados después de casi cinco años de desidia.
También se adquirieron algunos objetos
suntuarios como unos cubiertos de plata comprados en 1818-19 por valor de 390
reales. La partida de adquisición de loza, fina para el refectorio y
hospedería, y basta para la cocina asciende a 3.332 reales. No se puede
comprender la adquisición de tanta loza, teniendo en cuenta que el número de
monjes no llegaba a la veintena y en la hospedería habría pocos visitantes. Al
final de periodo se adquieren los objetos de hierro de la cocina, trébedes,
calderas, badiles.
También
sufrió robos y destrucción el archivo del monasterio donde se conservaban los
documentos y privilegios en unos muebles grandes con cajones de nogal, pues
según testimonio del abad en 1820 dice que: “No existe Libro Becerro o Maestro a propósito de haber sido extraído en
tiempos de la pasada guerra, en el que sufrió el archivo del monasterio otras
extracciones de documentos y privilegios, hallándose en el día los que quedaron
y han podido recogerse sin orden formado y recogidos en un arca grande con dos senos” (A.M.B. Leg. 107.
Exp. 6).
Con las
reparaciones urgentes dejaron sin realizar obras en las estructuras de los
edificios y así en 1820 se derrumbó parte del dormitorio situado sobre la
bodega, cayendo los escombros sobre el trigo.
Además tienen
que recurrir con frecuencia a los tribunales para poder cobrar o actualizar las
rentas de las propiedades de Riego, de lo que obtienen pronunciamiento
favorable, o para la restauración de los poderes jurisdiccionales del abad.
Durante la ocupación francesa los
vecinos de los pueblos habían estado obligados a contribuir al mantenimiento de
los ejércitos, por lo que eran apremiados para ello. Algunos concejos cercanos
como el de Villarrín vendieron las tierras concejiles, y aún las pertenecientes
al señor, a vecinos acaudalados para poder contribuir. En Granja de Moreruela,
aprovechando la ausencia de los padres del monasterio, y sospechando que tal
vez no volverían, procedieron a vender a particulares diversas posesiones que
pertenecían al cenobio. Al regreso de los monjes en 1814 éstos tienen que
recurrir a la justicia para recuperar sus antiguas pertenencias. El Abad hizo
cierta reclamación en noviembre de 1814 ante la Real Junta de Reintegro de los
bienes a los monasterios en la que alegan que en Granja de Moreruela habían
sido despojados de algunas tierras, incluso de la piedra del monasterio: “abandonó mi comunidad su religiosa morada y
todos sus bienes legítimamente adquiridos y a la sombra de su precisa ausencia
los justicias de los años 11 y 12 se propasaron a vender por medio de reservar
sus propios bienes de pagar las contribuciones comprometidas al pueblo, un
término titulado La Vega de 30 cargas a
Blas Ruiz y Pedro de Vega, y otro Prado a la Vega, el qual ha tenido el
atrevimiento de cercarlo con más de 500 carros de piedra que tenía destinada la
comunidad para componer y reformar la cerca que sirve de clausura”.
(A.H.P.Za. Desamortización. Caja 241).
Los monjes trataron de volver a la situación anterior
a la exclaustración, pero algunas cosas no volverían a ser como antes de la
guerra, por ejemplo el ejercicio del señorío jurisdiccional por parte del monasterio.
En diciembre de 1814 el abad Alejandro Lorenzo, pide en la Real Chancillería de
Valladolid que se nombre un juez con el título de alcalde mayor para el lugar
de Granja de Moreruela y único para los despoblados de Requejo, Coto y La
Tabla, como el que antes de 1808 nombraba el monasterio, para el remedio de los
daños que puedan ocurrir por no haber justicia. Los oidores mandan que de
momento se encarguen los jueces de los lugares cercanos, Riego y Bretó
(A.H.P.Za. Desamortización. Caja 241). Ya en 1819 se encarga José Barrio de
Santovenia del ejercicio de la justicia en Moreruela, y en 1825 la Real
Chancillería nombra juez para los cotos
del monasterio de Moreruela a Miguel Alonso, abogado de Benavente, haciendo el
traspaso de funciones en las aceñas de San Andrés. (A.H.N. Clero. Legajo 8236).
Si la restauración jurisdiccional
no tuvo efecto, si se recobraron las antiguas prerrogativas señoriales en el
lugar de La Granja, como el cobro de la martiniega, yantares o jeras, y el
trato reverencial de los colonos de Riego, sobre todo cuando tienen necesidad
de su favor. Así conocemos la solicitud que dirigen al monasterio para que les
permita el paso de sus ganados por los terrenos de su propiedad para poder
abrevar en el Esla: La justicia, concejo
y vecinos de Riego con la mayor veneración a Vuestra Paternidad acen presente
la escasez de aguas de que carecemos para nuestros ganados y piden licencia
para que por el territorio del monasterio puedan bajar los ganados a beber
aguas al río Esla, a V.P pedimos y suplicamos
tenga la vondaz de conceder lo que pedimos pues de ello recibimos merced.
Con estos requerimientos el abad,
Fr. Alonso Martínez le concede licencia en mayo de 1818, en julio del 1819, y
junio del 20 el abad Calzada, para que puedan llegar a beber al río por las
cañadas sin torcer ni pastar (A.H.P.Za. Desamortización. Caja 236).
Los mayores
ingresos del convento procedían de la venta de granos provenientes de las
rentas de sus posesiones y de los diezmos. Se observa en este periodo un cierto
descenso de los ingresos y gastos, aunque las alternancias permiten unos
superávit en 1819. Si nos atenemos a las cantidades medias se mantienen
básicamente las rentas en los niveles anteriores a la Guerra de la
Independencia, con algunas variaciones puntuales, pues desaparecen los ingresos
procedentes de Moreruela de los Infanzones, y se incorporan otros derivados de
los terrenos nuevamente roturados, como La Tabla y Valdemarías. Como los
tiempos eran de penurias se pone el mayor interés en recuperar el grano de las
acribaduras y las granzas, como consta en el Libro de Granos que en el año
1814-15 recién incorporada la comunidad al cenobio después de la
exclaustración: “los caídos se acribó
para pan de la comunidad”, obteniéndose 6 fanegas de trigo (Granja M.1990:
376).
Muchos
arrendatarios, que habían conseguido mejores condiciones de arrendamiento, se
resistían al incremento que les exigían los frailes, por lo que éstos recurren
con frecuencia a los tribunales. Un ejemplo es el pleito tratado con los
vecinos de Riego por la renta de la dehesa de Reguellino, que traían
secularmente en arrendamiento. Alegan los monjes que durante la pasada guerra “se trastornaron todos los derechos y se
privó a los monasterios de la propiedad y libre uso de sus bienes”. Los vecinos
de Riego habían acudido a las autoridades colaboradoras de los franceses y
logrado un contrato más favorable a sus intereses. Reintegrados de nuevo al
monasterio sus bienes “hallaron que la
renta que pagaban por la citada Deesa apenas llegava a la mitad de lo que valía
y pagavan anteriormente. Con este motivo trató la comunidad de que los colonos
hiciesen un nuevo arrendamiento, ..., no fue posible hacerles entrar en razón,
porque bien hallados a con la Deesa, sin miramiento alguno a la comunidad, que se
halla llena de aogos por atender a su subsistencia y reparos de los edificios
arruinados, sólo aspiran a su disfrute y aprovechamiento por una mitad menos de
la renta que justamente merece. El tribunal emite una Real Provisión
favorable al monasterio, que requiere con ella a los vecinos de Riego, que se
ven obligados a aceptarla.
(A.H.P.Za. Desamortización. Caja 236).
En la mayor parte de las propiedades situadas
en los pueblos los monjes siguen realizando nuevos arrendamientos por varios
años, e incluso formalizando obligaciones notariales de las deudas previas a
1808 contraídas por algunos colonos, y realizan diversos reconocimientos de
antiguos censos y foros de gallinas en Villarrín (A.H.P.Za. Notariales. Caja
6423). En su afán de recuperar las rentas que anteriormente disfrutaba el
monasterio recurren en enero de 1816 al procurador general de la orden de San
Bernardo en Valladolid para que reclame los cargos de misas que soportan
algunas heredades de esa provincia, y que sus poseedores desde la guerra no
habían cumplido con los encargos de las mismas, que debían celebrarse en el
monasterio (A.H.P.Za. Notariales. Caja 6424).
Un grave problema que se les
plantea al regreso de los monjes para una de sus rentas más saneadas, es la
construcción que ha llevado a cabo durante los años de la guerra el cura de
Bretocino, de unas aceñas nuevas, aguas arriba de las que tenía el monasterio
en El Hoyo, sin guardar las distancias debidas, perjudicando gravemente a las
mismas, no sólo en el uso del agua, sino en la disminución de los ingresos por
la merma de las maquilas. Por ello inician un nuevo pleito ante la Real
Chancillería en 1817. Como las costas de los pleitos eran crecidas y sus
resultados dudosos, y no estaba la comunidad para muchos dispendios, llegan a un
acuerdo con el clérigo en 1818 por el que éste entrega sus aceñas al monasterio
tal y como están, a cambio de recibir en propiedad doce cargas y media que el
monasterio posee en Bretocino (A.H.P.Za. Notariales. Caja 6424).
Muy buena descripción del Monasterio de Moreruela en aquellos años. Muchas gracias
ResponderEliminar