La parroquia de San Pedro era la
de mejores rentas de la villa, pues había muchos parroquianos, de los más ricos
por lo cual los diezmos de sus haciendas, de los que el cura llevaba la tercera
parte de toda la producción, ascendían a una buena cantidad. En 1752, según
declaración del párroco, se calculaban en 32 fanegas de trigo, 80 de cebada, 24
de centeno, 24 corderos, 16 arrobas de lana, 1 fanega de garbanzos y 24
cántaros de mosto, valorado todo ello en 1.673 reales al año. Además, la
rectoría gozaba de una serie de propiedades que en 1752 ascendían a 32 fanegas
de secano, tres cuartas y media de viña, una era y 6 fanegas de cebada de un
foro sobre dos casas. Todo ello le permitía al cura vivir desahogadamente, y si
permanecía mucho en el cargo acumular un buen patrimonio.
La provisión del beneficio-curato
de San Pedro, cuando quedaba vacante, era de presentación de los vecinos parroquianos,
y se hacía el nombramiento por parte del obispo de Astorga (o el vicario, o el
provisor diocesano, por delegación del obispo) en favor del candidato que
hubieran presentado la mayor parte de los feligreses. En Villafáfila eran de
presentación de los parroquianos los curas de San Pedro, San Salvador, San
Andrés, Santa Marta. Este proceso podía dar lugar a largos pleitos porque
hubiera varios candidatos con votos o presentaciones en la que se dirimía el
que más derecho tuviera, que, en caso de reunir las condiciones de ser clérigo
de misa, mayor de edad, habilidad suficiente y buena conducta, era el que más
votos hubiera conseguido. Cuando varios candidatos obtenían votos se negociaba
la renuncia en favor de otro de los clérigos que menos hubieran obtenido,
generalmente mediante trato que incluía algún favor o beneficio.
El procedimiento a veces se veía
alterado porque antes de fallecer el cura, éste hacía resignación o renunciación
del beneficio en favor de otro clérigo, generalmente un pariente próximo, para
lo que solicitaba y obtenía el “asenso”
o consentimiento por parte de los feligreses.
Era un sufragio vecinal, en el
que tenían derecho a voto los cabezas de familia, es decir los varones casados,
las viudas, los solteros de ambos sexos mayores de 25 años con hacienda propia
y los criados que tuvieran casa propia en la parroquia, aunque vivieran con sus
amos.
Todo esto propiciaba que los sucesivos párrocos de San Pedro fueran naturales u originarios de la villa, muchas veces de la misma parroquia y familiares de sus predecesores inmediato, que en caso de darles ocasión propiciaban la sucesión mediante procedimientos de resignación.
De alguno de los párrocos
tenemos vagas referencias, mientras que otros han dejado mucha más
documentación de sus vidas. Su influencia en la vida de la villa a lo largo de
la historia era importante por su posición tanto económica como social.
El primero de los curas que
tenemos documentado se remonta a la Edad Media, se trata de Pedro Sobrino, capellán en 1182.
Fernando Fernández figura como cura en 1452, no sé si tiene
relación de parentesco con sus sucesores.
Alonso Fernández es el párroco entre 1465 y 1495. No era natural de
la villa y vino siendo muchacho pequeño hacia 1436, de Pajares o Arquillinos,
para criarse con un hermano suyo, Juan Fernández, que ya vivía en la villa
donde era cura y arcipreste, y se quedó para siempre. Fue elegido cura de San
Pedro antes de 1465 y disfrutaba alguna capellanía, como la de Santa María y
Santa Marina de la iglesia de San Martín y el beneficio parroquial de Brime de
Sog. Sucedió a su hermano en el cargo de arcipreste de Villafáfila antes de 1475.
Previamente a su fallecimiento, en 1495, resignó sus beneficios en favor de
Lope Fernández, su sobrino. En su testamento dejó 26 cargas de pan en
Revellinos para fundar una capellanía en la iglesia de San Pedro en honor de
San Ildefonso, con el cargo de decir dos misas semanales, y sobre su sepulcro mandó
construir un pequeño mausoleo que nos describe Gómez Moreno en 1903: "Losa
sepulcral, que está en la capilla del lado de hacia el norte, y es de arenisca,
con un clérigo yacente figurado en medio-relieve, y epitafio alrededor en
letras góticas, que dice: "Aquí yaze el honrado varón Aº Fernandes
acipste q fue desta vª e cura de la
villa d sant pº el ql falleció desta vida en el año de mill CCCCXCV. El ql fundó
esta capilla a sº de Dios e de Sant Ildefonso e dexo XXVI cargas de pan en Revellinos"
(GÓMEZ MORENO 1923). (Aquí yace el honrado varón, Alonso Fernández, arghm,kcipreste
que fue de esta villa y cura de la villa(sic) de San Pedro, el cual falleció de
esta vida en el año de 1495. El cual fundó esta capilla a servicio de Dios y de
San Ildefonso, y dejó 26 cargas de pan en Revellinos).
Lope Fernández entre1495-1523. Natural de la parroquia, vivía en la
calle que baja de la Plazuela de San Pedro en dirección a las Bodegas: “vebió
en unas casas suyas que tuvo a la parroquia de San Pedro, en la calle que va
para las heras de San Pedro”. Sucedió a su tío, posiblemente por
resignación, y en 1520 renunció asimismo la parroquia en manos de su sobrino,
Lope Flórez, clérigo de Astorga. También disfrutaba de varias capellanías: la de
Santa María y Santa Marina desde 1488 y la de San Miguel desde 1514. Fue
nombrado arcipreste de Villafáfila a la muerte de Fernando Fernández, cura de
San Juan. Falleció en 1528 y tenía una hija[1], María de Carbajal, mujer de Francisco de
Robles, que heredó sus tierras.
Lope Flórez 1523-1562, natural de Astorga y sobrino del anterior. En
1520 hicieron presentación 50 vecinos, la mayor parte de los feligreses, seguramente
bajo indicación de su tío, que renunció en favor de su sucesor después de
muchos años de disfrute del beneficio. Fue nombrado canónigo de Astorga, por lo
que probablemente se trasladara a residir en la ciudad episcopal: “en el tpo
que rresidió en la dicha villa de Villafáfila antes que fuese a ser canónigo de
Astorga, vibió en unas casas en la colaçión de San Pedro a la puerta de la
villa, en la calle que va a la Plaza”. Vivía en una casa con las puertas
principales de ladrillo, al lado de una de las puertas de la muralla, en la
calle que sube hacia la Plaza desde la fábrica. Como sus antecesores disfrutaba
la capellanía de Santa María y Santa Marina desde 1522 y de la de Santa María
la Nueva desde 1527.
Francisco Vázquez, 1563-1565: perteneciente a una familia de
hidalgos de Villafáfila, vivía en la casa que había sido de su padre y abuelo
al lado de uno de los portillos de la cerca, próximo a la fortaleza y cerca de
la ermita de Santa María la Nueva. Consiguió el beneficio por resignación en su
favor por parte de su antecesor “ubo el dicho benefiçio por rresignaçión o renunciación
que dél le hizo Lope Flórez, su antecesor … con asenso e consentimiento de los
feligreses e parroquianos que a la sazón heran… como padroneros verdaderos que
del dicho benefiçio son”, en un proceso que le debió de resultar gravoso,
pues se tuvo que desplazar a Roma (donde se rumoreó por la villa que había
fallecido). A los dos años de su
provisión falleció mientras decía misa, “le dio un desmayo y pasión en la
iglesia”.
También disfrutaba de las
capellanías de Santa Lucía y de San Ildefonso, ambas fundadas en San Pedro y de
presentar de los feligreses.
Su muerte repentina no dio
tiempo a organizar su sucesión y puso en marcha rápidamente la búsqueda de
votos de los feligreses “que serán hasta setenta parroquianos, antes más que
menos” En la relación nominal figuran 73 parroquianos. Los cuatro
pretendientes eran clérigos naturales de Villafáfila: el bachiller graduado en
teología Lope García, que era bachiller graduado en Teología por la Universidad
de Salamanca y, aunque más joven, con mejor oratoria para la predicación, Diego
de Ballesteros, bachiller graduado en Cánones por la Universidad de Salamanca,
pero carecía de ejercicio pastoral y no había predicado, Antonio García con
familiares en la parroquia, y Juan de Olea, un joven hidalgo que murió antes de
que se sustanciase el pleito. Los familiares de los candidatos, acompañados a
veces por un escribano, se pusieron enseguida a buscar el mayor número de
presentaciones “cuando murió anduvieron
de casa en casa pidiendo los votos y después se hizo un concejo en misa mayor y
se repitieron las presentaciones”. Según el testimonio de Gaspar García,
clérigo de 42 años “cuando le dio el
desmayo y pasión a Francisco Vázquez en la iglesia, fue él a darle la Unción y
ya vio a clérigos yr por las casas”.
Ante la fragmentación de votos
que favorecía a Lope García, los otros tres candidatos hicieron un pacto: Juan
de Olea renunció sus votos en favor de Diego de Ballesteros, lo que le ocasionó
enemistarse con algunas de las personas que se lo habían dado, a cambio de que
Ballesteros le diera los votos que tenía para la capellanía de San Ildefonso. Asimismo,
hubo un pacto entre de Diego Ballesteros con Antonio García, otro clérigo que
pretendía la capellanía de Santa Lucía, para intercambiar sus presentaciones. Después
de conseguidos los votos, se ratificaron ante escribano público. Los que habían
presentado a Diego de Ballesteros lo hicieron en la misma iglesia, llamados a
son de la campana. También Lope García se
concertó con Felipe de la Sierra, capellán de Barcial del Barco, para que le
diera los votos de su padre, de su abuelo y de sus dos tíos.
Diego de Ballesteros 1567-1576. Tras dos años de largos pleitos fue
nombrado cura.
Era natural de Villafáfila
procedía de una familia de hidalgos pobres y por parte de su madre de una
familia de labradores con buena hacienda: “hombre onesto de buena vida e
costumbres e natural de la dicha villa e hijodalgo y noble porque tiene
ejecutoria de su padre e abuelo”. Su principal valedor en la búsqueda de
votos de feligreses fue su tío, Adán Hernández de San Pedro, hermano de su madre,
y Bernardino Sayago. Parece que consiguió 45 votos de los 70 feligreses que
componían la parroquia, frente a los 25 que consiguió Lope García. Este, que
tenía la presentación de Francisco Muélledes, que era el mayordomo de la
iglesia, pretendía que ese voto valiera por tres.
Para obtener votos, cualquier procedimiento se
podía emplear, desde el parentesco, la persuasión con importunación como la que
aduce Magdalena de Tábara, viuda, a la que Diego de Ballesteros, su tío y el
escribano le rompieron las puertas para que les diese su voto. O incluso las
dádivas, ofreciendo hasta 1000 mrs por cambiar de voto. Cuando éstas no se
podían probar daban lugar a querellas, como la que presentó Adán Hernández, “hombre
muy buen xptiano, rrico e muy honrrado”, contra Pedro Farto por haber dicho
”un día del mes de mayo deste presente año, andando cavando en una viña de
la de Collantes, a las Pedreras, reyteradas vezes dixo que este querellante
abía perdonado o dado un costal de trigo a Álvaro Cardillo, vº desta villa
porque diese la presentaçión del benefiçio de San Pedro para el bachiller
Ballesteros, sobrino deste querellante”. El acusado aduce que le había
dicho el interesado que le había dado el voto porque le había perdonado una fanega
de trigo, a pesar de tener más obligación con el padre de otro candidato, del
que había sido criado, “hera más obligado a Juan García, pues había comido
su pan”. Fue condenado a pedir perdón, a tres meses de destierro y 300 mrs
de pena.
Antes de fallecer ya era licenciado y dotó la festividad de San Pedro para
que la celebrase el Cabildo en su parroquia.
Diego Hernández posiblemente primo del anterior y sospecho que hijo
de Adán Hernández. En 1586 fue uno de los fundadores de la nueva cofradía de
legos y clérigos o Cabildo Eclesiástico de Villafáfila. Para su entrada dotó la
función de la víspera y día de Santiago en la iglesia de San Pedro. En el
padrón de ese año figura el cura de San Pedro con labranza propia y hace vino. Parece
que fue cura hasta que falleció en 1593. A su muerte se suscitó de nuevo un
largo pleito por la provisión del curato.
Diego Blanco 1597-1608, antes había sido cura de la parroquia de
San Andrés. Era natural de la villa, de una familia de labradores y “tiene
muchos deudos y parientes que están a su cargo de rremediar”. En el pleito
se dice “es hombre muy sosegado de edad de más de quarenta e quatro años… es
hombre muy honrrado de buena vida y fama y buenas costumbres, quytado y
apartado de bizios y pecados públicos y es feligrés e hijo de feligreses de la
dicha parroquia del señor San Pedro”. Sus contrincantes eran Antonio García,
cura de Santa María, que quería obtener el curato de San Pedro, seguramente por
ser más rentable, Martín Bara y Antonio Álvarez, clérigos de la villa sin
beneficio. Se protestan muchos de los votos aduciendo que algunos son de mozos
sin casa propia, o mendigos o visitantes de familiares, o que no eran
feligreses al tiempo que vacó la parroquia. Era el que más votos consiguió, treinta
feligreses, más o menos la mitad de la parroquia, y los treinta restantes estaban
repartidos entre los otros tres opositores. Hasta 1597 no se sentenció el
pleito, ya sólo con Martín Bara como contrincante (ADA Curatos 76-1).
Amaro Pérez del Concejo 1610-1660. Perteneciente a una familia de
labradores y artesanos de la villa desempeñó el beneficio durante 50 años. Durante
este tiempo consiguió del obispo que la parroquia de San Andrés, que se había
quedado con muy pocos feligreses por la despoblación general de la villa, fuera
anejada a la de San Pedro.
Siendo ya muy viejo, casi 80
años, se trasladó a Valladolid a casa de un sobrino, Alonso Pérez, que era
abogado de los Reales Consejos, donde falleció.
Antonio de Barrio del Portillo 1660-1669. Había nacido en 1634 en
San Juan, hijo de don Miguel de Barrio Briceño, un hidalgo en el que habían
recaído herencias familiares y el patronato de las capellanías que había
fundado Pedro de Barrio el Perulero en la iglesia de San Martín. Falleció en
Astorga sin hacer testamento, por lo que reclamaron para el obispado la suma de
500 ducados para distribuir por su alma. Era arcipreste de Villafáfila en el
momento de su fallecimiento.
Leandro de Cuéllar 1670-1678.
Natural de Villafáfila, hijo de Baltasar de Cuéllar y de Ana González,
bautizado en Santa María en 1614, era licenciado. Había sido cura de San Martín
desde 1641y participó activamente en el cabildo eclesiástico de la villa.
Jerónimo Pérez del Concejo 1680-1712. Obtuvo el beneficio después
de un pleito con del licenciado Antonio Herrero, que después fue cura de San
Salvador. Además, un hermano de su
contrincante, también clérigo, le planteó otro pleito para que se volvieran a
separar las parroquias de San Andrés y de San Pedro.
Jerónimo era de Valladolid, pero
su padre, Alonso Pérez del Concejo, abogado de los Reales Consejos, era natural
de Villafáfila y sobrino de don Amaro Pérez cura que había sido, por lo que
conservaba en el pueblo parentela y hacienda. De hecho, heredó los bienes de su
tío Amaro, el cura viejo.
Don Jerónimo falleció en 1712 y dejó
su herencia vinculada para que la heredara su sobrino y ahijado Jerónimo
Costilla. Se componía de 46 fincas cerealistas de 197 fanegas y media, además
de una casa de dos plantas de 8 varas de alto por 12 de largo, donde vivía la
familia con una renta anual estimada de 60 rls de vellón. Estaba situada en la
parroquia de S. Pedro “en la calle que va a Villaveza”, limitaba con
calles por tres partes y con la casa de Antonio Ledesma por la parte de
Levante. La ubicación actual es lo que hoy corresponde a tres fincas urbanas
entre las calles de La Viña, de La Vendimia y de la carretera de Villalpando.
También pertenecía a este vínculo una panera en la misma parroquia al principio
de la actual calle del Sacramento, con renta estimada de 30 rls; y de bodega
con lagar y cueva, con dos cubas, situadas en la colación de San Martín,
lindera con el palacio marquesal por levante y calle del concejo por el norte.
Se corresponde con la bodega conocida hasta hace algunos años como de D. Ramón
Costilla, incluida en la actualidad en el parque anejo a la Plaza Mayor. Renta
de 60 rls de vellón.
Estos bienes tenían el cargo de
dar cobijo a los religiosos de San Francisco, cuando transitaran por la villa,
por ser paso obligado de los que van de Santiago a Salamanca, estimado este
cargo en un coste de unos cien reales al año.
Tirso Bueno Bara 1714-1725. Había nacido en la parroquia en 1680. Su
familia se trasladó a vivir a Otero en el proceso de repoblación de finales del
siglo XVII y desde allí se trasladaría al seminario. Regresan de nuevo a
Villafáfila a principios del siglo siguiente. Fallece a los 45 años.
José Ossorio García 1725-1762. Había nacido en la parroquia de San
Martín en 1689, de una familia hidalga descendiente de los Barrio. Había sido
antes cura de San Salvador. Vivía en la Plaza Mayor en la casa que actualmente
vive y tiene el comercio Isabelita. Allí había acogido a su sobrina Mariana
Manjón viuda de José Ruiz a cuyos hijos dejó por herederos.
Tenía su propia labranza con un
criado, un pastor y una criada de casa. Como bienes propios disponía de 31
fanegas de tierra, pero labraba también las tierras que disfrutaba de la
rectoría y como miembro del Cabildo Eclesiástico, la llamada heredad de
Collantes que ascendía a 146 fanegas de secano y 1 de viña. Poseía 3 bueyes y
una novilla para la labranza, un caballo y una yegua, 2 burras, 4 cerdos
camperos y 180 ovejas. Como ingresos de diezmos declara 1673 reales de 32 f de trigo, 24 f de centeno, 80 f de
cebada, 24 corderos, 16 arrobas de lana, 1 fanega de garbanzos, 24 cántaros de
mosto.
Pablo Costilla de Olmos 1763-1804. Había nacido en la parroquia en
1730, hijo de don Jerónimo Costilla, posiblemente el vecino más rico y de su
segunda mujer Catalina de Olmos. Por tanto, perteneciente a una saga familiar
de curas de San Pedro, sobrino nieto de Jerónimo Pérez. Su hermano FranciscoCostilla era el vecino más hacendado de la villa.
Antes de 1752 ya era capellán de
Santa Lucía que presentaban los parroquianos de San Pedro, con el cargo de 52
misas anuales, tenía 227 fanegas de tierra, que cultivaba a gastos propios con
un par de bueyes que le prestaba su madre. Todavía no había sido admitido en el
Cabildo Eclesiástico.
Poco antes de acceder al curato, en 1762 había conseguido que se le confiriera por el Patronato Real el préstamo simple de Benafarces, en el obispado de Zamora y actual provincia de Valladolid. Después de haber hecho frente a una serie de gastos para la posesión del beneficio, se vino a saber que le poseedor anterior, don Gregorio Navacerrada, al que se creía muerto, seguía vivo, por lo que se quedó sin poder disfrutarlo ni compensarle los gastos.
Fue manifiesta su oposición a la construcción de la Real Fábrica
de Salitres. Ya se había opuesto a las labores del fabricante particular
Antonio Silvano. Presenta un memorial de queja ante el Ayuntamiento en el que
expresa su protesta por haber permitido la justicia de la villa poner los
destiladores de la fábrica en la calle del Sacramento y en la calle que va del
castillo a la actual carretera, echando allí tierra y otros materiales que
habían estrechado las calles y detenido las aguas, lo que provoca que su casa y
las contiguas sufran los efectos de la humedad. Además, la estrechez de las
calles como consecuencia de esa ocupación impide el libre tránsito de carros y
ganados de los labradores, y a él mismo ejercer sus labores parroquiales de
llevar el viático a los enfermos o asistir a los entierros, y el discurrir
normal de las procesiones. También manifiesta que en la feligresía de San Pedro
hay sobrado terreno donde se podrían edificar las casas de los catorce vecinos
a los que se le han demolido para construir la fábrica, y señala una serie de
cortinas y solares.
El ayuntamiento del año 95, en un principio, rechaza el memorial
por no venir escrito en papel sellado y después de presentado otro “es
devuelto con las fribolas excusas”. Vuelve a expresar sus quejas en el mes
de enero del 96 ante el nuevo ayuntamiento, que se muestra más receptivo, tal
vez por estar formado por parientes del cura, y nombra cuatro peritos para que,
auxiliados del Procurador Síndico General de la villa, emitan un informe sobre
el particular. Después de examinadas las calles declaran en su informe jurado
ser ciertos los hechos relatados.
Don Pablo envía el memorial de quejas a los Directores Generales
exponiéndoles que los administradores no habían querido ensanchar la vieja
fábrica de Silvano en la dirección de los caminos de Villarrín, Otero y la
Granja, por donde no había obstaculo, sino hacia su feligresía, y que a los
catorce vecinos a los que se les había comprado sus casas:
“con total repugnancia se pasaron a las otras feligresías de
la villa y que hubieran muy bien aceptado permanecer en mi feligresía, si los
administradores les hubieran construido casa en los sitios mencionados, ... que
se les estrechó a la venta de ellas, aunque suene voluntaria, más por el temor
y respeto, que por los medios regulares, y que, aun no alcanzando estos, ni el
despacho del Sr. Intendente de Zamora para que vendiesen y desocupasen sus
casas, les sirvio de despecho y violencia para venderlas y desocuparlas, el ver
trasladados los destiladores de los sitios comprados a Silvano al medio de la
calle, ympidiéndoles el libre uso de sus casas”.
Deja constancia de su opinión respecto a los posibles motivos
para contruir la nueva fábrica en los terrenos de las casas y no en otros
solares: “los administradores apremiaban a la venta para poder utilizar las
tapias para obtener más y mejor salitre”. Sobre la situación de los vecinos
después de vender sus casas cuenta que:
“algunos, consumido su precio, suspiran sin casa y sin arvitrios para
erigirla”. Por último pide a los Directores que se componga la calle,
ensanchándola, que se dé curso a las
aguas y que “no se intenten comprar más casa de mi feligresía, porque
algunos feligreses me han propuesto se les amenaza”.
Y al final de la misiva
manifiesta a las claras sus propósitos: como en su parroquia se paga el diezmo
de los frutos del campo y del trabajo personal de los obreros, y que la
producción de salitre no paga diezmos, al reducirse la feligresía, ha visto reducidos
sus ingresos sin que la actividad de la fábrica le reporte beneficio alguno,
por lo que solicita le sea concedido a él una paga anual por el “perxuizio
de mi tenue curato, hallándome en la edad de sesenta y seis años, y de treinta
y tres de cura, con necesidad de vicario o teniente, se me conceda una
competente anual asignación o recompensación de las catorce casas y más
cortinas y sitios de mi colazión o feligresía y de ser el cura de la Real
Fábrica”, o bien a su sobrino, Martín Costilla, “presbítero a título de
suficiencia y corto patrimonio graduado de Doctor en Sagrados Cánones se le
confiera algún préstamo o renta simple para que me ayude en la cura de almas”
Bujanda contradice el informe del cura, justificando sus
actuaciones. Apunta otro motivo para las quejas de don Pablo, aparte de la
reducción de sus feligreses:
“el mismo
cura tenía prestadas diferentes cantidades de mrs. a estos feligreses, los
quales habían impuesto estas cantidades sobre sus mismas casas, y le pagaban
los réditos”.
Es decir, tenían hipotecadas las casas por préstamos que
recibían de este cura, pues se trataba de jornaleros pobres:
“ninguno de
ellos tenía labranza pues todos heran jornaleros, a escepción de dos, de los
cuales el más principal o rico se ha quedado en la misma feligresía”.
En 1800 hizo
testamento y dejó por heredero a su sobrino don Martín Costilla Rosinos, que
era presbítero y en ese año abad del Cabildeo Eclesiástico. Martín había
estudiado en la Universidad de Salamanca, y era doctor por la Universidad de
Orihuela desde 1792. Y seguramente él hubiera sido su sucesor natural en la
parroquia, manteniendo la saga familiar. Pero las relaciones entre ambos sufrieron
una ruptura, por lo que cambia el testamento, revocando los anteriores, e
impidiendo a su sobrino de heredar sus bienes: “por las muchas pesadumbres que
me ha ocasionado su colocación como sacerdote de tantos desbarros y excesos, y
que, no obstante, confiando que con el tiempo sería útil para toda la familia
le confié que hiciese de mis bienes a su voluntad, y conforme a su dolosa
conducta jurándolos y enmarañándolos con sus buenas leyes y cánones. Y teniendo
presente el pago que en estos dos años me ha dado, porque reprendiéndole que no
dejase su curato de Méizara hasta otro acomodo o colocación, respondió en carta
a don Gregorio Costilla, su cuñado, que dejase a ese viejo Salomón, que hasta
que no se lo lleven los diablos ha de acabar con todo, y siendo público y
notorio que, viniendo a esta villa para curarse en casa de se única hermana de
sus enfermedades, visitándole yo los más de los días, en uno de ellos me echó
con su acostumbrada soberbia… no visitándome en mis enfermedades… dejó la casa
de su hermana y se pasó a otra casa”
En el testamento que
otorga el 20 de diciembre de 1804 se declara enfermo de fiebre cuaternaria
(posiblemente por paludismo). Manda ser enterrado en la sepultura familiar de
San Pedro con hábito de capuchino y que le digan 200 misas de 3 reales. Siguiendo
la costumbre familiar manda un falifo[2] a Nuestra Señora de Carballeda.
Nombra por heredera universal a su sobrina Isabel Costilla,
encargándole que, nada más que fallezca, recoja en su casa a Lucía Costilla, una
hermana viuda sin hijos que vivía con él, la mantenga y le haga un entierro y
funerales regulares.
Nombra por albaceas testamentarios a tres hijos de su hermano Francisco:
don Bernardo, don Francisco Miguel y don Antonio Costilla Represa, estos dos
últimos presbíteros.
Todavía no pierde la esperanza de reconducir a su sobrino don
Martín, y les encarga a los tres que le prevengan que se encomiende a Dios y se
vuelva a vivir con su hermana. Pero si se negase y vuelva a practicar sus
maquinaciones que se opongan a que disfrute el vínculo al que está ordenado
como primer llamador “dando parte al Rey si es preciso, de sus locuras, y
que si se pudiese se le desposea del vínculo y pase a su hermana doña Isabel”.
Por el inventario realizado a su fallecimiento conocemos su
biblioteca formada por libros religiosos y de literatura.
Sinodales de Astorga
Breviario en 4 tomos
La Semana Santa
Ejercicios espirituales del padre don Antonio Molina
Suma Moral del padre Pacheco
Un tomo del Padre Larraga
Cinco tomos del Práctica Dominicales del padre Francisco de
Chibert
Instrucción de sacerdotes del padre Molina
Práctica de visitar enfermos
Misterios del Culto Divino
Práctica de Exorcistas
Destierro de Ignorancias
Libro de Exorcismos
Rubricas del Misal Romano
Libro de Cuentas
Cinco tomos de los Autos Sacramentales de don Pedro Calderón de
la Barca
Un libro intitulado “Para aprender Lengua Inglesa”
90 libros que se compone su librería que se halla en un estante
de madera, de gramática y varios autores.
A su muerte se produjo un periodo de interinidad en la que
varios clérigos figuran como vicarios o encargados de la parroquia hasta que
fue nombrado nuevo cura. Siguiendo la tradición la parroquia recaería en un
familiar. Primero quedó como vicario en vacante su sobrino Francisco Miguel
Costilla pendiente de su confirmación, pero falleció antes de ello en 1807. En 1805
había fallecido otro sobrino, Antonio Costilla, y Martín murió en 1808. Pasó la
vicaría a don Ramón Ruiz Moro, y después a don Jerónimo de León Alaíz hasta la
elección del cura en plena guerra de la Independencia.
Pío Bernardo Mateos
Escaja 1811- 1823. Había nacido en la parroquia en 1773 en una familia de
labradores. A los 13 años pretendió la capellanía de Las Angustias o Los
Dragos, pero se apartó del pleito a cambio de reintegro por parte del otro
pretendiente, Tomás Suena, de los gastos que había hecho su padre para obtener
la capellanía. En 1823 la vuelve a pretender, alegando ser descendiente de los fundadores,
por parte del apellido Escaja, pero fallece ese mismo año sin obtenerla.
Martín Costilla Costilla
1824- 1856. Siguiendo la saga familiar era sobrino nieto de don Pablo. Había
nacido en 1797, en San Salvador. Fue arcipreste de Villafáfila desde 1831. Su
hermano Isidoro era a la vez cura de San Salvador.
Benigno de León Rodriguez
1861-1862. Nacido en la parroquia en 1803, en una familia de hidalgos, en la
Plazuela de San Pedro, en la casa que actualmente es de los hijos Mari Carmen
Ruiz. En 1834 era presbítero patrimonialista, es decir vivía en la parroquia de
sus rentas y de las misas que pudieran encargarle. Ecónomo de San Salvador en
1844. Fue nombrado abad de la parroquia
de Villanueva de Valdeorras, en Orense, pero de la diócesis de Astorga, hasta
que vino ya mayor a la de San Pedro en octubre de 1861. Murió de repente, en
octubre de1862, aunque ya tenía hecho testamento, dejando 500 misas de 5 reales.
Mateo Calzada Fierro
1866-1883. Nació en Santa María en 1825 también en una familia de hidalgos. En
1855 era ecónomo de Peleas de Arriba, en la diócesis de Zamora, durante la
epidemia de cólera, que asoló la comarca, y ya párroco en 1866, cuando fue
elegido cura de San Pedro, que desempeñó hasta su muerte repentina, sin hacer
testamento, por lo que sus hermanos y sobrinos tuvieron que recurrir a la vía
judicial.
Gorgonio Mª Ruiz Atienza
1884-1896. Había nacido en 1836 su padre era también hidalgo. Estudió en el
seminario de Astorga y se ordenó en 1861. El primer destino fue como ecónomo de
Castropepe. En 1872 era cura de San Esteban de Nogales. En 1881 coadjutor de Manganeses
de la Polvorosa. En junio de 1883 toma posesión como párroco de Bretó. En
agosto fallece el párroco de San Pedro en Villafáfila y enseguida recaba votos
entre sus paisanos, apoyado por su hermano Sofronio Ruiz Atienza, con bastante
manejo en el Ayuntamiento y de ideas tradicionalista, que seguramente compartiría
Gorgonio. Las presentaciones de los feligreses se recibieron en casa de don
Martino del Río. El otro pretendiente, Pedro Durantes, natural de Villafáfila,
en esos momentos era párroco en Villalpando, y recibió sus presentaciones en
casa de don Francisco Gago. La supresión de la parroquia en 1896 supuso su
traslado a otra parroquia de la diócesis, concretamente a la de Huerga de
Garaballes, cerca de Astorga, donde falleció en 1902.
[1] Hasta el siglo XVI era
frecuente que los clérigos tuvieran hijos, así se atestigua de, al menos, los
tres arciprestes de Villafáfila de la primera mitad de ese siglo y de otros
curas.
[2] Un falifo era un traje
usado o su valor en metálico que se donaba al santuario de Nuestra Señora de la
Carballeda en Rionegro del Puente, y que servía para amparo de los peregrinos. En
muchos de los testamentos conservados de vecinos de Villafáfila se hace una
manda similar, por lo que se puede deducir la popularidad de esta cofradía.
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