Se desarrolla en los años 1820-1824 contra los
hermanos Isidoro, Esteban y Francisco Zamorano, sobre heridas causadas a Alonso
Concejo, alcalde constitucional en 1820. Se conserva en el Archivo de la Real
Chancillería de Valladolid: Pleitos Criminales C. 1790-1.
El día 20 de noviembre de 1820 se incoa causa de
oficio por parte del regidor decano, don Marcelino de León, ante el escribano
Felipe de Vitacarros, por hallarse herido el alcalde constitucional, Alonso
Concejo, que había sido maltratado la noche anterior sobre la una de la
madrugada “al tiempo de recogerse para su casa junto al regidor Josef
Asensio y el ministro del juzgado, Juan Vadallo, a quien también habían
atropellado y maltratado, resultando ser los delinquentes y reos de este
esceso Ysidoro, Esteban y Francisco
Zamorano, hermanos y vecinos de esta dicha villa, no obstante de ser más los
que vieron quando los cucaron y apedrearon y les asaltaron a la buelta de una
esquina ”.Se solicita “que a los dichos tres hermanos se les pusiese en
la cárcel, embargándoseles sus bienes”
El 20 se presentó el regidor decano acompañado del
escribano en casa del Alonso Concejo, alcalde constitucional, “que se
hallaba en su lecho cotidiano le manifestó el estado en que se hallaba, erido y
con sangre en la camisa en las partes del pecho, y que en la noche de ayer,
diez y nueve del corriente, siendo la ora de la una con corta diferencia
retirándose para dicha su casa, acompañado del regidor Josef Asensio y del
ministro ordinario de este juzgado, Juan Badallo, le habían puesto de esta
manera Ysidoro, Esteban y Francisco Zamorano, hermanos, vecinos de esta villa
que se hallaban por las calles donde venía su merced, y al sitio de la Plaza,
hacia la casa de Su Excelencia , habiéndoles cucado y provocado fingiendo la
boz, despidiendo piedras con violencia, por el mero echo de haberles reprendido,
más y más se acercaron agolpándose contra las personas de su merced y de dicho
ministro, recibiendo éste también igual atropellamiento, quitándole la espada
que llevaba en su defensa, el sombrero y también la capa de su merced, y
perdido la montera en dicha refriega, se halló con otra de los circunstantes,
que demuestra ser del Ysidoro, y enseguida se presentó en casa del presente
escribano con dicho ministro manifestándole lo ocurrido y su situación, a donde
fue llamado el Cirujano don Zoylo Fernández, de esta vecindad, por quien se
reconoció y socorrió, permaneciendo en dicha casa al instancias del infrascrito
hasta que en esta mañana se retiró a la suya, y respecto a que su merced el
señor alcalde no está en disposición de formar la causa y diligenciarla hasta
su caso, cedía y remitía la Jurisdicción al propio señor decano hasta que sin
demora lo execute por el orden prescripto por la Ley.”
Hasta bien entrado el siglo XIX los alcaldes
ejercían la función de jueces de primera instancia, como el agredido era el juez,
no puede proceder, por eso el encargado de instruir es el regidor decano, es
decir el más viejo, en este caso don Marcelino de León, pues hasta ese año
siempre se elegían dos alcaldes, uno hidalgo y otro del estado general, que se
alternaban en los procedimientos judiciales, pero con la jura de la Constitución
por el rey en marzo de ese año, solo quedó ejerciendo uno.
El cirujano declaró la asistencia y por parte de su padre, don Ambrosio Fernández, que era el titular de la villa, se le hizo otro reconocimiento y declaró el estado del paciente.
Hace un segundo reconocimiento el cirujano titular
don Ambrosio y no encuentra nuevas lesiones, las califica de leves, excepto la
del pecho “que juzga de peligro por los accidentes que puedan sobrevenir en
lo interno y del golpe recibido, y máxime si fue de piedra disparada con
violencia y según la distancia… que el dicho señor alcalde se conserbe en cama
observando tranquilidad y dieta correspondiente”
El
testimonio del regidor José Asensio, de 50 años, es concordante: “al frente
de la yglesia de Santa María y fragua de Agustín Chimeno,
vieron que a la sombra se retiraba un embozado, y, tratando de conocerle por
manifestarse sospechoso por bajo de la capa, hacía con un palo u otro instrumento
acciones de amenaza contra el que se aproximaba, qual era el declarante y
conocieron ser el susodicho Ysidoro Zamorano, y caminando la calle recta hacia
la plaza y a la distancia de cinquenta pasos poco más o menos, encontraron al
hermano del antedicho, Esteban, adbirtiendo que a la parte de arriba al estremo
de la calle cucaban otros que desde allí no pudieron conocer, como que lo
hacían con boz fingida, según acostumbran, y siguiendo hasta el frente de la
panera del Pósito, notaron así también había un pelotón de hombres, los que
huyeron temiendo ser reconocidos, por la calle que baja desde Plaza Pequeña para San Juan, y estando los tres a
la esquina de la cárcel que da a la Plaza Grande, despidiéndose dicho señor
alcalde, amonestando al declarante y al ministro se quedasen y se retirasen y
que él se iba a su casa y no se molestasen por estar ya cerca, a lo que no
asintieron, pero a este mismo tiempo o instante de seguir juntos, notaron que
desde la esquina de la panera de Su Excelencia, frente de la casa de la señora
doña Juana Trabadillo, había otras personas por quienes se les cucaba y
provocaba, disparando hasta dos pedradas
cuya acción fue reprendida cordialmente por el recordado señor alcalde
y, lejos de obedecer, la reiteraron, por cuyo motivo, su merced y el ministro
se aproximaron, biendo la falta de respeto a la autoridad pública y ora
semejante, quedándose el que declara en observación a la mira de si daban la
buelta a dicha casa de S.E. a dicho sitio, en conversación con la mujer de
dicho ministro, Rosa Rodríguez, y a poco tiempo pasaron tres embozados, y
dispararon contra el declarante una piedra de gran tamaño, de modo que si no
hubiese sido la defensa de uno de los postes del portal de la cárcel, le
hubieran asesado, y como se retrasase el
regreso del juez y ministro, y sospechase mal de una y otra acción, se pasó el
declarante en su busca, habiendo dado con los mismos sr. juez y ministro a la
puerta del presente escribano, llamándole a este, y fue quando bio y se
manifestó erido dicho señor, quejándose del atropellamiento de su persona y
ministro cometida por dichos procesados, esponiéndole los sujetos y lo
ocurrido, habiéndole quitado la capa y al ministro la espada y sombrero,
hallándose dicho señor con una montera agena, y pérdida de la suya, la qual es
al parecer la misma que usa el Ysidoro Zamorano y de las de Valladolid, forrada
de terciopelo, y manifestándosela al testigo en este acto, declara parecerle
así”.
La agresión había ocurrido detrás de la hoy
desaparecida panera del duque, más o menos detrás del actual frontón. Se fueron
a curar a casa del cirujano, que vivía en Rejadorada, antes de las Cuatro
Calles, pero como no les “oyo”, siguieron hacia la casa del escribano en la
calle del Rosario, donde el Pozo de la Villa.
El juez pide a los facultativos que hagan
reconocimiento del ministro Juan Badallo y hallan “dos heridas superficiales
sobre las articulaciones de los dedos medio y anular de la mano derecha y en el
hombro izquierdo una pequeña contusión que juzgan de corta entidad”.
Declaración de otro testigo, Bernardino de Soto, 26
años: “que en la noche de ayer, ya citada, salió de patrulla como indibiduo
nombrado para ella de que fue comandante Fernando de Ledesma, su combecino,
asistiendo a ella también Santos Fernández y
Estanislao Robles, después de la ora de las nuebe, desde la casa de
dicho comandante, patrullando por todo el pueblo hasta la ora de las tres poco
más o menos, después de haber salido de la casa de dicho comandante … al sitio
del Corrillo conoció al que se declaró ser Esteban Zamorano en disposición de
estar haciendo una diligencia personal, a la boz de decirle quién ba a la ronda,
y que dando buelta por el barrio del Salbador y pasando a la Plaza biendo una
persona debajo del portal de la carnicería y otras diferentes fuera de el… y
vieron ser Bernardo del Pozo, hermano político de dicho Esteban, …y que durante
dicha noche encontraron diferentes personas reunidas a quienes no conoció el
testigo a motibo de no tratar de conocerlas, biendo que no hacían daño y que
dicho comandante podrá dar más razón como que se acercaba a su reconocimiento,
y que también hallamos al señor alcalde constitucional hacia la puerta de don
Gaspar Costilla y Ambrosio Fernández, dando a entender que iba a dar una buelta
a las viñas…y qua a las once y media o las doce entrándose en la casa de dicho
comandante ocurrió la nobedad de que a la puerta de la calle dieron golpes
fuerte de palo o piedra y habiendo salido a reconocer, no hallaron a nadie, y
sí notaron quatro pelotones de gentes en diversos puntos, motibo por el que
temiendo una asechanza o benganza según indicaban, no permitió dicho comandante
saliesen al frente por carecer de defensa, manteniéndose por lo mismo reunidos
hasta dicha ora de las tres que salieron para sus casas ”.
Por este testimonio sabemos que todas las noches se formaba una ronda de seis individuos, al mando de uno como comandante, y se hacía mediante sorteo entre los vecinos del pueblo, que hacía un recorrido por todo él para asegurar el orden público. Se ve que esa noche de un domingo en que no se había trabajado había mucha gente tanto en la taberna como por otras calles con ganas de bureo.
Testimonio de Fernando Ledesma de 46 años, que “fue
nombrado por el señor juez constitucional comandante de la partida nocturna”,
declara que se presentaron en su casa Bernardino Soto, Estanislao Robles, Santos
Fernández Alonso en representación de Ambrosio Ximénez que se hallaba nombrado,
y no lo hicieron Alfonso Rodríguez y
Gabriel Asensio, de oficio pastor, que también resultaban de la papeleta dada
por el señor juez constitucional, dice que vio a Esteban Zamorano, acompañado
de su hermano Francisco, y de su hermano político, Manuel Alonso, en el
Corrillo. Más tarde en la Plaza Pequeña bajo los portales de la carnicería,
donde estaba embozado Bernardo del Pozo, “vieron venir un pelotón de gente
hacia la taberna que hicieron alto a la boz de la ronda y resultaron ser
Ysidoro y sus hermanos Esteban y Francisco Zamorano, Manuel Alonso, Damián
Fernández, Santiago Rodríguez Pernía, Bernardo Lorenzo, de estado soltero, y
Pedro Valverde, de oficio pastor, quienes se notó llebaban un cantimplor de
vino con la que brindaron a la patrulla, y por el declarante fueron amonestados
se retiraran para sus casas pues ya era la ora de cerca de las once, y
siguiendo hacia San Andrés, barrio de Santa María y San Pedro se hallaron con
dicho señor alcalde quien les manifestó iba a dar una buelta a las viñas y
estaba esperando al regidor Josef Asensio y al ministro Juan Badallo, a quienes
habían encontrado antes, y se hizo presente
a su merced las gentes que habían hallado hacia la Plaza y en la
disposición que hiban, a que contestó que como no hiciesen daño se podía
tolerar, y ya cansados de dar la buelta a todo el pueblo, se retiró a su casa
con los susodichos a descansar un rato y darles un trago con ánimo de bolber a
continuar hasta la mañana; lo que no hizo ni permitió por ebitar las malas
consecuencias que pudieran ocurrir al ber que fueron insultados por dos beces,
golpeando a la puerta, cucándoles, y salido a la puerta a reconocerlo
adbirtieron su dispersión al momento y fijados en cuatro puntos distintos por
la parte de arriba, al frente y por bajo, reconocieron otros tantos pelotones,
cuya distancia no les permitía conocerles y desde dichos sitios repetían la
cuca y probocación y porque el declarante adbertía ser una temeridad arrojarse
a ellos, siendo sólo quatro y sin armas con que poder contrarrestar a dicho
pelotones, de suerte que en esta inación perseberaron hasta las tres de la
mañana, que biendo habían desaparecido, permitió la salida de los tres
patrullantes”
No siempre los designados para la ronda acudían,
unos no compadecían, y otros ponían un sustituto, como declara Santos Fernández
de 30 años, “que habiéndosele pedido por fabor por Ambrosio Ximénez, de esta
vecindad, fuese de patrulla, haciendo sus beces”, aunque supongo que sería
a cambio de dinero, por ser Ambrosio comerciante y con hacienda.
El testimonio de Estanislao Robles, de 56 años, es
coincidente, casi calcado: “Quatro pelotones de gentes repitiendo la cuca e
insultos con boces fingidas según acostumbraban, a quienes no pudieron conocer
por la distancia que mediaba de dicha casa a los insultadores, a pesar de la
luna que hacía”.
Testimonio de Rosa Rodríguez, 47 años, mujer del
alguacil, declara que entraron dos hombres en la Plaza Pequeña, hacia la casa
de Ambrosio Ximénez (en la esquina de Rejadorada con calle de la Fábrica) y
otros dos a la puerta de Jerónimo Reñones (rincón de la Plaza del Reloj)
Ese mismo día, después de estas declaraciones de
testigos, se pasó el expediente a
estudio del licenciado don Segundo Trabadillo, a quien el juez nombra por letrado
asesor, costumbre que se hacía al ser los jueces locales poco versados en las
leyes. Trabadillo lo rechaza por “por hallarse con desazones de cabeza que
le aumenta el temporal”, aunque más bien creo que fuera por tener cierta
amistad con los reos o sintonía política, y nombra nuevo asesor a don Jorge
Cifuentes, vecino de Villalpando, que en su escrito recomienda que se examine
de nuevo a los testigos para que aclaren mejor las circunstancias, y a los
vecinos inmediatos al lugar de los hechos. Y que con lo ya actuado que se ponga
en prisión a Isidoro, Esteban y Francisco Zamorano “observando lo prescrito
en el artº 287 en quanto al mandº de la Constitución, integrando copia al
alcaide, a quienes se les embargará sus bienes y se depositarán en la forma
hordª, arreglándose al artº 294 de la misma”, y cuando se les haya tomado
declaración se dé parte a la Sala del Crimen de la Real Chancillería por mano
del fiscal de la Audiencia Territorial.
Los testigos se reiteran en lo declarado.
El alcalde Concejo “con más despejo de cabeza” declara que ahora se acuerda que se acercó el regidor Asensio a Isidoro Zamorano, éste le dijo que “con él nada hiba”, lo que considera una prueba de la premeditación.
Los hechos ocurrieron “a la esquina de la bodega
de los Costillas y campo que media a la casa de
Juan del Teso, la de
Francisco Mateos González y bodega de Frechilla y que todo
ello en circunferencia forma el circuito de beinte varas, …que la piedra
disparada del pelotón y que se descubrió al bolber la esquina y le dio en el
pecho fue de la mano del reo Esteban Zamorano, y el garrotazo que recibió sobre
el hombro fue de la de su hermano Ysidoro, y que derribado en tierra fue quando
el Francisco, hermano de los susodichos
le dio reiterados latigazos en la cara con un látigo de caballería o vergajo de
buey, y que por el dicho Esteban fue amenazado por dos beces con la espada que
quitó al ministro… viéndose tan atropellado y ultrajado esclamó en altas boces
que le faborecieran los vecinos, pero ninguno de ellos salió en su socorro, y
que estando tan próxsimos los dichos Juan del Teso, y Francisco Mateos, Manuel
Balverde y doña Juana Trabadillo, no pudieron por menos de oírle”. Considera
que los motivos del ataque pudieron venir de que “el abastecedor del vino,
Manuel Valverde se quejó que Estanislao Robles y su hijo Manuel habían
contrabenido a lo condicionado en el remate de dicho puesto de vender vino después
de puesto el sol en día de domingo señalado por franco, causándole a dicho abastecedor
un notable perjuicio, con cuyo motivo pasó a la casa de dicho Manuel en donde
se hallaban el dicho Ysidoro Zamorano,
Bernardo del Pozo y Santiago Rodríguez, de esta vecindad, acompañado de
dicho abastecedor a el qual los mismos biendo su queja, se enzarzaron y
trataron de maltratarle, a no ser su presencia, aunque mal respetada y
obedecida a las amonestaciones que les hizo”. Refiere otra serie de
incidentes que había tenido con los reos, como que el pasado 16 de septiembre “por
haber sido osado a improperarle de un procedimiento judicial de retención de
pago al guarda de la dehesa de Muélledes… amenazando de quitar la vida a Manuel
Alonso”. La causa había quedado suspensa por las graves ocupaciones del
alcalde en asuntos de la nación y real servicio en recaudación de las
contribuciones. Va desgranando otros asuntos en los que se habían visto
inmersos:
- la perforación de un candado para soltar una
caballería que le habían prendado por hallarla haciendo daño,
- a Francisco por que le prendaron una vaca que
estaba pastando en la Alameda,
- a Esteban e Isidoro les había quitado los sobeos
de los carros por no pagar una multa en beneficio de las ánimas del Purgatorio
por trabajar en domingo acarreando barro y tejas,
- Isidoro no había querido ir a Santovenia con un
bagaje que le cupo ni había querido pagar “dos pesetas” que le
correspondían a los de su clase cuando vinieron al apremio seis soldados,
insultando al alcalde.
Afirma que: “se han separado y separan siempre
de cumplir con los deberes de la justicia”.
En la segunda declaración del regidor José Asensio
dice que no conoció a los que les cucaban desde la panera del duque por la
sombra que hacía allí la luna, y no conoció a los que le tiraron la piedra al
pasar, y que los vecinos si no lo vieron, al menos lo tuvieron que oír.
La mujer del alguacil refiere que oyó los gritos de
auxilio del alcalde pero que el regidor no quiso acudir aduciendo que
esperarían allí, a la puerta de la cárcel a donde acabarían llevándolos.
Toman declaración a los vecinos, la mayoría de
ellos alegan que no habían visto nada.
Dª Juana Trabadillo que vivía en la plaza, “al
frente de su casa a la esquina de la panera de S.E.”, dice que no vio ni
oyó nada “sin duda por cogerle rendida al primer sueño”.
Francisco Mateos González, que vivía al principio
de Rejadorada tampoco oyó nada “por tener el dormitorio en lo interior de
dicha su casa … como que la taberna estar por bajo de su casa y es la causa de
ser muy frecuente la vulla, principalmente las noches de fiesta y su víspera”
Ambrosio Ximénez, que vivía en la actual casa de
Alfonso Domínguez declara que “siendo frecuente las noches festivas y de
vísperas la vulla y ruido, boces quiméricas, unas fingidas y otras ciertas en
la calle donde habita el testigo por estar inmediato al puesto de la taberna,
no hizo alto de haber oído correr gente y oír una boz que al cogerle quasi
dormido, a su parecer dijo pícaro, pero que de ninguna manera adbirtió y
entendió fuese la boz del sr alcalde,
que de haber sido así al momento de hubiera tirado de la cama y prestado todo
su auxilio, a pesar de los expuesto que es una acción semejante de noche y
dando con gentes embriagadas”.
Otros vecinos alegaban estar ausentes para no ser
notificados, el juez manda que se notifique a sus mujeres para no dilatar la
causa, y el 23 de noviembre manda al alguacil Badallo que prenda y ponga en la cárcel a los reos “teniendo
presente el artículo doscientos ochenta y siete de la Constitución Política de
la Monarquía”.
Badallo como “ministro ordinario del juzgado y
alcaide de la cárcel, notifiqué y leí las diligencias siendo las siete y media
de la mañana a lo que respondieron obedecían el mandato”.
Juan del Teso que vivía en la Plaza Grande, detrás
del actual frontón, declara que estaba ausente en Arcos de la Polvorosa, y su
mujer se hallaba de sobreparto en la cama. No obstante en la declaración de
ésta, Nicolasa Trabadillo, “estando
en su lecho cotidiano descansando, oyó repetir por dos o tres beces la boz de
fabor a la Xª, vecinos, cuya boz le parió salir de la boca del sr alcalde
constitucional, oyendo diferentes golpazos sin saber quien los daba, y que una
o dos personas echaron a correr hacia la parte baja de su casa, y por
encontrarse en una situación tan peligrosa no se atrevió a lebantarse y habrir
su puerta… el criado que tiene, Marcelo López, biéndole embriagado sumamente y
en un sueño quasi aletargado no se determinó a llamarle”
Beatriz Fernández, mujer de Antonio Cuadrado, que
vivía en Rejadorada, oyó las voces y un golpazo a la puerta, y miró por una
ventanilla y vio pasar “un hombre de bastante estatura con montera calada
con su capa, y otro también de estatura alta con montera ordinaria según estilo
del país, bajado el pico de la frente, y la capa terciada por debajo del brazo”,
pero no los conoció. Su marido, de oficio arriero, declara que no oyó ni vio
nada.
Bernarda Fernández, mujer de Manuel Valverde, que también vivían al inicio de la calle Rejadorada, en la acera de la derecha según se mira a la iglesia, era el encargado del abasto de vino ese año: “ser su casa el puesto público de la taberna, cerrada que fue como les está mandado a la ora de la queda”, declara que no oyeron nada.
En las primeras declaraciones tomadas en la cárcel el
día 24 al preso Isidoro Zamorano, de 36 años, admite que el alcalde le había
reconvenido cuando estaban tomando vino en casa de Manuel Robles a pesar de
estar puesto el sol, como estaba mandado “sí les reprendió por ser ya de
noche y no poder bender dicho género más que hasta la ora de puesto el sol”,
pero niega que estuviera a la una, frente a la iglesia de Santa María y fragua
de Chimeno, pues a esa hora ya estaba en su casa. Sí que admite que a las once
se encontraba en la Plaza Pequeña donde habló con el comandante de la ronda,
Fernando Ledesma, pero se retiraron para sus casas a las once y media. Dice que
no tiene queja ni resentimiento contra el alcalde. Se enteró a la mañana
siguiente cuando se levantó, que lo comentaban algunas mujeres.
Esteban, de 33 años, declara el día 26 lo mismo y
que no se enteró hasta cerca del mediodía en que estaba a la puerta de su casa acribando.
Francisco, de 21 años, declara que “de resultas
del juego de pelota en aquella tarde, acompañado de su cuñado Manuel Alonso
Rodriguez y de su hermano legítimo Esteban, se entraron a cenar en casa de
éste, y los tres juntos salieron a dar una buelta por el pueblo”, que se
encontraron con la ronda y les ofrecieron una vasija de vino, y se retiraron
para sus casas a las once.
Pasan a tomar declaración el día 27 a los que
acompañaban a los hermanos Zamorano mientras estaban bebiendo en casa de Manuel
Robles.
Empiezan por Pedro Valverde, pastor de Antonio
Rodríguez Palomino. Dice que cuando se encontraron con la ronda no serían las
10 porque acababan de tocar a la queda, que anteriormente se encontró en el Corrillo
con Isidoro Zamorano, Santiago Rodríguez y Bernardo del Pozo, que le dijeron
que, como tenía el ganado de majada esa noche, que sacara una cuartilla de vino
de casa de su hermano Manuel, tabernero, y le dio dinero Isidoro “y berificó
dándole vasija y taza… que Ambrosio Ximénez estaba debruzado a su puerta quando
pasaron y les dijo si hiban ya de retiro” A pesar de ser pastor sí sabía
firmar.
En su declaración, Bernardo Lorenzo, sobrino y
criado de Esteban Zamorano, asegura que se retiraron sobre las diez
Santiago Rodríguez Pernía, sobre las diez se retiró
para su casa y “hacia su puerta se hallaban don Jóse Orduña, don Manuel
Gallego, Pedro Salagre, Francisco Martínez, Matías Botas, Bernabé y Miguel
Colino, …y su ánimo era sin duda esperar su llegada para tomar aguardiente, de la
que es abastecedor, temeroso de hacerlo por estarle prohibido de parte de la
justicia después de la queda, se contubo y retiró al mismo sitio en que había
estado”
El mismo día se procede al embargo de bienes de los procesados.
A Isidoro Zamorano: un banco de respaldo, una mesa,
dos cerdos camperos, un par de bueyes, 50 cabezas de ganado lanar, 12 cargas de
tierra de las que tiene sembradas de trigo, cebada y centeno, y se depositaron
en su hermano Santiago Zamorano.
Luego fueron a casa de Esteban y le embargaron: un
banco de respaldo, una mesa, un cerdo campero, un par de labranza, seis cargas
de tierra sembradas y se depositan en el mismo
A Francisco le embargan un banco pequeño, una mesa,
un cerdo campero, un par de vacas y seis cargas de tierra sembradas,
depositados en Onésimo del Pozo, su suegro.
Ese mismo día los presos presentan un escrito:
“hace seis días que nos hallamos en dicho
calabozo lóbrego y perjudicial para la salud, sin saber hasta ayer veinte y
seis el motivo de nuestra prisión, y protestando dar la competente queja ante
la soberanía de las Cortes, de la infracción de la Constitución por habérsenos
preso sin la información competente, o auto motivado que debió hacérsenos saber
de conformidad con uno de los artículos de la Constitución”,
niegan los hechos y dicen que les acusan por
haberlos visto la ronda ese día:
“reunidos de resultas del juego de pelota en
aquel día festivo… labradores con yuntas propias y algún arraigo en el pueblo
que por lo tanto no hay que tener la fuga… senos conceda libertad bajo fianza”
Ya les permitían “salir del calabozo (única
prisión que tiene la cárcel) para el cuarto antecedente, portal y cocina de que
disfruta el Alcaide por estar inhabitable la habitación alta por la ruina que
padece”.
El juez, después de darse por enterado, solicita
que declare el cirujano titular de esta villa si está dicho calabozo insaluble.
El cirujano: “habiendo reconocido el calabozo de
la cárcel pública de esta villa le juzga insaluble por ser vajo, úmedo y sin
ventana con que cerrar la reja que tiene de bentilación, dando como da a la
parte del norte, en el caso de que permanezcan en el calabozo los que capturan
más tiempo del regular, haciendo igual juicio del quarto antecedente y del
portal por igual causa de estar en lobreguez, faltos de puertas para su abbrigo
por la correspondencia al aire de la sierra”
El edificio de la cárcel estaba situado entre las dos plazas, en el que luego fue escuela de niñas, y actualmente está el bar del Club de Jubilados.
El letrado asesor escribe desde Villalpando que
pueden quedar libres bajo fianza, lo que se lleva a cabo el día 30.
Ese mismo día se declara la sanidad de los
lesionados, a pesar de quedarle al alcalde una pequeña escoriación en el labio
inferior.
La fianza para soltarlos la dan Jenaro y Santiago
Zamorano por sus hermanos Isidro y Esteban, y Onésimo del Pozo por su yerno, Francisco.
La descripción de la montera que había perdido uno
de los agresores nos aproxima a la vestimenta tradicional de la época: “es
de echura de las que venden en Villalpando y Valladolid, de paño pardomonte, forrada
de terciopelo, no calada, su casquete de
bayeta morada, y alrededor un
vramante o cordezuela que la encoje, con su ribete de vitán, la qual su estado
es de media usa”. Presentan la montera a Manuel Alonso Ruiz, yerno de
Concejo, y dice que cree que es la que usa Isidro Zamorano. Felipe Concejo,
criado de Isidro, y sobrino del alcalde, también lo afirma. Sin embargo, don
Teódulo Orduña, Antonio Rodríguez Palomino, Tomás de Prada, Jerónimo Ramos,
José Rodríguez, Pedro y Joaquín Miguelez no lo afirman por haber diferentes
monteras en el pueblo de la misma echura .
Se da traslado a la Sala del Crimen de la Real
Chancillería el 23 de noviembre. Con los cambios habidos en las estructuras
judiciales con la legislación del Trienio, que es la de las Cortes de Cádiz, se
ha transformado en Sala de la Audiencia Constitucional de Castilla la Vieja y
León, el 29 emite una providencia de contestación al juez mandando que prosiga
la causa dando cuenta a la audiencia de los adelantamientos todos los meses.
El dos de diciembre se vuelve a tomar declaración a
los procesados. Esteban niega que fuera él el que lanzó el peñazo que le dio en
el pecho, Isidoro el garrotazo en el hombro y Francisco los demás golpes en la
cara. Lo mismo afirma Francisco. A Isidro no lo encuentran y declara al día
siguiente un testimonio coincidente.
Trasladan los autos a Alonso Concejo como parte
perjudicada, que dice que no necesita personarse ni letrado, por que como la
ofensa es a la Justicia, debe ser la Justicia la que prosiga la causa de oficio,
nombrando al efecto un Promotor Fiscal.
Se nombra el 7 de diciembre Promotor Fiscal a Juan
del Teso, atendidas sus circunstancias y conducta. Acepta y jura declarando que
tomará consejo de asesor letrado de ciencia y conciencia.
En el alegato del fiscal, asesorado por su letrado
afirma que: “el delito que se persigue en esta causa es de los más enormes,
y de los que la menor indulgencia habriría una brecha irreparable en la
sociedad. Esta sea la que quiera su forma no puede subsistir sin que los
individuos que la componen respeten a las autoridades constituidas.
Desobedecerlas solamente es un crimen grave: despreciarlas e insultarlas,
gravísimo: atacar su esistencia y seguridad individual es uno de los más
horrendos y execrables”. Da por hecho la autoría en virtud del
reconocimiento por parte del alcalde y del alguacil de sus agresores, y por el
testimonio del regidor Asensio, así como porque algunos testigos reconocen la
montera. Pide que vuelvan a la cárcel, y si es insana la de la villa, a otra
próxima. Solicita una condena de seis años de presidio.
El día 21 devuelven los autos y presentan el
escrito de defensa alegando que deben ser nulos los autos por que el promotor
fiscal ni les ha interrogado ni es competente, las acusaciones son infundadas, por
lo que tratan de desmontarlas y ya no tienen contemplaciones con el alcalde,
como en su primera declaración, pasando al ataque:
-Las heridas fueron tan leves que se han curado en
poco tiempo “y a el auxilio de un poco de vino tivio”,
-el alguacil es un “solegne embustero”
-el alcalde “se pudo olvidar de su oficio,
después de bien atestado de merluza y vino… buscando como buscaba el
fabor que no encontró, atolondrado en la cabeza, tropezó, y se halló con el
golpe en el pecho y las señales en los labios y la mejilla que se le pudieron
imprimir en la caída, y se le figuró en su atolondramiento que había sido un
latigazo”.
-Inciden en la posible embriaguez del alcalde como
causante de todo “el vino tibio, sobre el caliente que rebosaba en sus
estómagos y los vapores exaltados sobre la cabeza causaron sus males”,
-la montera “es una de las muchas que se benden
por los gorreros de Valladolid, parecidas todas entre sí, y usadas por quantos
quieren comprarlas, de que no se encuentran pocos en este pueblo”
-“el atolondramiento de cabeza que padece el alcalde y confiesa el mismo que
le poseyó aquella noche también lo tuvo otra y otros días, tirado por las
calles y bien cargado de razón para ello y para dar que decir a quantos lo
bieron y admiraron con orror y con escándalo. Así no es demás que se concite
enemigos añadiendo echos consiguientes a la situación en que suele ponerse, y
que estos sean tan umanos y poco sanguinarios que se contenten con mofarle,
cucarle y abergonzarle sin erir a la
autoridad …
-en el caso del sobeo que les quitó, “…atribuyéndonos
una infración de un precepto de la Iglesia, siendo su Merced tan escrupuloso y
delicado en su obserbancia, que no tuvo reparo en arrimar un carro de espadañas
y tres bigas en unión con el procurador aprovechando la fiesta, y el dinero que
llebaron”.
Concluyen
que “en Villafafila se encuentra el purgatorio con un alcalde semejante, y
pasaría a ser el infierno si dura siempre”.
Reclama, que, como ya se han constituido las
provincias y los partidos, que el proceso pase al juez del parido
correspondiente.
El juez decide trasladar los autos al asesor,
previa comunicación al promotor fiscal, y a los procesados. Pero hasta el 24 no
localiza a Juan del Teso y a los hermanos Zamorano hasta el 28.
El Licenciado Cifuentes, asesor, manda que se
reciban a prueba a las partes durante 20 días.
Los hermanos recusan al escribano Vitacarros para
hacer la prueba y piden al juez del partido que nombre un escribano distinto. Aducen
que lo recusan por no ser escribano de Ayuntamiento, y que hay nombrado otro
escribano de Ayuntamiento “nombrado a pluralidad absoluta de votos”. El
nuevo escribano de Ayuntamiento era Segundo Trabadillo, al que en principio
había querido el juez nombrar asesor y había rehusado.
En enero de 1821 es juez interino de primera
instancia de Villalpando don Ginés Casanova Navarro, que manda que se haga la
prueba por el escribano original con un acompañado imparcial. Lo hace Diego
Gutiérrez, el otro escribano de número.
Los hermanos Zamorano después de hechas las pruebas
presentan un escrito quejándose de que el escribano les retiene las probanzas
con la disculpa de que le tienen que pagar sus honorarios y los del otro
escribano por valor de media onza de oro y pasan al ataque contra Vitacarros: “este
estilo bárbaro, despótico y arbitrario de los requerimientos que han
acostumbrado la prepotencia de los escribanos de Villafáfila, ejecuta hasta la
presente en todos los autos contenciosos ha debido concluir aún antes que la
Constitución diese principio; pero hoy al beneficio de la misma desaparecer
totalmente”. Vuelven a insistir en la malicia del escribano en formarles la
causa, en el parentesco con el alcalde Concejo, piden que los derechos de
escribanos no se abonen en ese momento y pasen a figurar como costas judiciales.
En marzo ya están las probanzas en poder del juez
de Villalpando que dice que las partes pueden hacer peticiones ante el juzgado
por medio de procurador. Los hermanos dan poder al procurador de Villalpando
Gregorio Zamora. El juez de Villalpando nombra un nuevo fiscal a uno de los
procuradores de Villalpando, Francisco Villasante
La probanza del promotor fiscal:
Incide en los antecedentes de otros procedimientos
judiciales de los hermanos Zamorano: “si han dado lugar a muchas criminales
por su genio audaz” y que Concejo “es un sujeto de notoria onrradez en
Villafáfila, y que por sus prendas recomendables a octenido todos los destinos
de república en diversos años a satisfacción de los buenos”
Presenta como testigo a Badallo que dice que han sido procesados varias veces, y que Isidoro había insultado al alcalde Concejo: “quando la reunión de parroquias para sacar vocales para la de justicia de este año, los contenidos tres hermanos manifestaron al Ayuntamiento insubordinación y desobediencia… perturbando el acto que se celebraba con sus dichos y actuaciones”. Dice que estando en la cocina de la cárcel él y su mujer, Isidoro le dijo que no había sido su ánimo hacerle daño “y que habiéndose caído sobre el declarante se había cortado un dedo de la mano…que la capa, montera y sombrero aparecerían y que la espada se hallaba en casa de Damián Fernández”
Los otros testigos dicen que las causas criminales
de los hermanos lo saben de oídas y se remiten a los autos, y coincide en
afirmar que Concejo es un hombre bueno. Los que habían declarado anteriormente
se ratifican en sus declaraciones
Miguel Salagre, de 49 años, sí que testifica contra
los hermanos y los tacha de: “sugetos orgullosos y quiméricos principalmente
los dos primeros con otro hermano llamado Santiago”, y nos deja testimonio
de unos incidentes políticos que habían ocurrido en el año 1814, recién acabada
la Guerra de Independencia y antes de conocer las intenciones del Fernando VII:
“en el año de ochocientos catorce teniendo ospedado en su casa al predicador
de Semana Santa, en la noche del Domingo de Ramos, tres de abril, hallándose en
su visita y cortejo los regidores Fernando García, Silvestre Zamorano, Onésimo
del Pozo, Juan del Teso, el procurador de la tierra, don Silvestre de León,
vecino de Arquillinos, Felipe de Vitacarros como Diputado de la Provincia, don
Gabriel Costilla y don Juan de León, de esta vecindad, y el Alcalde Mayor,
Tomás García, y el ministro ordinario Gabriel Rodríguez, estando celebrando el
regocijo de la Ploclama que presento el procurador de la tierra de parte del
Gefe Político de la Provincia, anunciando la venida de S.M. que Dios guarde,
para este su reino, cantando al mismo tiempo una canción patriótica alusiva
a lo mismo, fue insultada y querido allanar su casa tirando piedras a la
puerta y ventanas de la dicha casa además de la cuca y probocación que producían
y habiendo salido a su reconocimiento dicho regidor Zamorano y demás que lo
acompañaban se bió que los tales insultantes eran sus hijos Ysidoro, Esteban y
Santº, quienes desobedeciendo le atropellaron, por cuya razón imploró Xª contra
ellos, y de resultas de su satisfacción y de la vindicta pública fueron presos
durante los días de Semana Santa”. Parece intuirse un conflicto entre los
mayores y autoridades establecidas, partidarias del regreso al antiguo régimen,
y la juventud más conforme con los cambios que habían traído la Constitución de
1812 y leyes promulgadas por las Cortes de Cádiz. Además el atropellamiento de
los hermanos Zamorano a su padre pudiera deberse a que después de enviudar de
su madre se había vuelto a casar el año anterior.
Alejo Alonso, procurador general el año 1820
declara que “estando en el ayuntamiento con los guardas del campo, habiendo
concurrido bastante número de vecinos en la Plaza, entre ellos Esteban e
Isidro, y duda de Francisco, y a la boces o murmullo que traían salió el
regidor decano don Marcelino de León y el declarante se quedó en la antesala
que sale al corredor, oyó los insultos contra el Ayuntamiento y que amonestaban
al alcalde a que bajase y los arrestase”.
Protestaban porque se había recibido a los guardas
del campo sin contar con la voluntad de los vecinos. Es una de las varias
protestas y concejos con altercados de ese año.
Bernardo Tejedor dice que no recuerda el incidente,
acude con si tío, el licenciado Segundo Trabadillo como asesor, del que ya intuimos
que tenía buenas relaciones con los Zamorano.
Como prueba de los antecedentes, se transcriben
algunos autos criminales en los que se han visto implicados:
- Uno de la Sala del Crimen de 1806 por hurtos y
raterías en Villafáfila y alrededores contra Atanasio, Simón y Mariano del
Campo, Pablo Lorenzo, Julián García, Isidoro Durantes, Alonso Chimeno, Antonio
Lorenzo, Jerónimo Ramos, Francisco Martínez, Isidoro Zamorano, y Antonio
González, presos en la Real Cárcel de esta Corte, de la qual inmediatamente se
les ponga en libertad, y en quanto a los ausentes Tomás de Prada y Santiago
Zamorano, y sirviendo a aquellos en parte de pena la prisión que han padecido y
a estos la ausencia de sus casas, se les condena en la costas causadas, y se
les apercibe seriamente que en lo sucesivo arreglen sus conductas y se abstengan
de dar el más mínimo motivo de sospechar de ellos, aplicándose constantemente
al trabajo y separándose de toda compañía sospechosa, pues de lo contrario y en
la menor reincidencia, serán destinados por ocho años a uno de los presidios de
África y se tomará contra ellos las demás probidencias a que hubiere lugar. Se
encarga a las Xusticias de la villa de Villafáfila que en adelante sean más
activas y celosas en el cumplimiento de las acciones de sus oficios, y sin
disimulo alguno, velen y celen sobre la conducta de sus súbditos y
especialmente de los reos Atanasio del Campo y consortes” . Apolinar y
Diego del Río también presos en la cárcel siguieron allá.
-Causa de oficio de 2 de noviembre de 1817.
Francisco Martínez había sido herido gravemente y culpaba a los hermanos
Isidoro, Santiago, Esteban y Francisco Zamorano y a Felipe Rodríguez, criado de
Francisco.
Estando recogidos en sus casas en alta noche noticiosos
de que a Francisco entonces soltero lo habían herido y maltratado en
disposición de suponerle muerto, salieron en paños menores y se hallaron en la
quimera de que resultó herido Francisco Martínez. Se les condena en las
costas, gastos de curación de Francisco y jornales de éste.
-El 17 de septiembre de 1820 se inició una causa
por insulto e inobediencia de Isidoro al alcalde Concejo según testimonio de
Badallo y su mujer.
-Otra de 1814 en 30 de noviembre habían resultado
heridos Antonio García, Vicente Alonso, y don Cipriano Orduña, Esteban Zamorano, Juan
García Rodríguez, Miguel García, Manuel García Zamorano, habían cucado e
insultado a la ventana y puerta de Blas Tejedor a las personas que se hallaban
por dentro divirtiéndose atribuyendo dicho exceso del escopetazo de perdigones a
los que salieron de la expresada casa a tomar satisfacción , sentenciándose en
1817 en virtud de un pedimiento de transación y conbenio
-Otra contra Isidoro Zamorano de 22 de octubre de 1814
por Alonso Gutiérrez como alcalde ante Diego Gutiérrez como escribano, por
haberse resistido a un apronte de un carro de mulas para conducir un tren de un
jefe comandante de la plaza de Benavente que bajaba para la ciudad de Toro
respecto de haberse concluido el sorteo y haber sido uno de los labradores que
menos había pechado en la época de la pasada guerra, faltando a la obeciencia y
respeto a la señora Xª. Le condena en los daños causados a su convecino
Blas Tejedor que tuvo que poner un carro y a las costas.
Isidoro protesta por las certificaciones de estas
causas por parte de los escribanos, y por la tardía remisión de la causa del escopetazo al fiscal
de la Audiencia Territorial, tan tarde como el 24 de diciembre de 1820 por el
alcalde Concejo, cuando ya estaba en marcha el proceso de las agresiones: “se
disimule la demora que se a padecido en la remisión sin más causa ni motivo que
la de hallarse los procesados y sus familias conexionadas de parentesco
íntimamente, que es justamente el causal de no prestar sumisión y obediencia a
la autoridad representativa, mal que es imposible ebitar un juez lego ligado
según se indica” A esta protesta se suma el secretario Segundo Trabadillo,
que actuaba de escribano acompañado de los dos del número porque habían sido recusados
por los Zamorano: “el infrascrito acompañado, por lo que a mi toca me agrego
y adhiero a la protesta de Isidoro sobre la falsedad de la exposición al fiscal
de la Audiencia en la causa del escopetazo, de que va certificado”.
En 21 de febrero el escribano Gutiérrez y el
alcalde don Cipriano Orduña se hallaban en la Venta de Costilla, haciendo autos
sobre una causa de un maragato, no sabemos su contenido.
Probanza de los hermanos
Sus preguntas van encaminadas a demostrar que:
-Concejo esa noche no ejercía como alcalde, que iba
borracho, que ya anteriormente un día lo habían tenido que traer borracho de la
venta,
-que en otra ocasión había obligado al abastecedor
del aguardiente a que le franquease su establecimiento para él y otros después
de las nueve, que se emborrachó y quedo tirado en la calle y lo tuvieron que
llevarlo a su casa
- que un día festivo había arrimado un carro de
espadaña y unas vigas, por dinero, y si pagar la espadaña,
-que la montera perdida en la agresión no es de
Isidoro, y que Felipe Concejo, que había sido criado de Isidoro Zamorano, era sobrino
y Manuel Alonso, yerno del alcalde, son los únicos testigos que lo afirman.
Segundo Trabadillo actúa como fiel de fechos es decir como escribano acompañado de Vitacarros para la probanza, porque los dos escribanos de numero de la villa habían sido recusados por los reos. El promotor fiscal, Juan del Teso se opone porque Trabadillo ha sido consultor de los procesados “es público su frecuente trato y unión de poco tiempo acá con los mismos”.
José Barrera de 42 años dice que en una sesión de noviembre,
poco antes de la agresión, el alcalde estaba tocado del vino. En el año 1816,
siendo procurador Alonso Concejo lo vio en la venta de Costilla bebiendo vino
con el alcalde Silvestre Zamorano, con Don José Orduña y José Alonso, notando
que tuvo que salir a provocarse y lo tuvo que traer su yerno en una caballería
para casa.
Dice que se cuestionó con el padre predicador de
Semana Santa el año anterior a motivo de decirle que
porque no había pagado la limosna su yerno.
En
otra ocasión “estando en la tarde del día de Santiago este testigo bebiendo con
otros sus conbecinos inmediato a la taberna
a propósito de zierta cuestión que sucedió en
dicha taberna y fuera de ella les embistió al que declara y compañeros
precipitadamente, dándole un pechugón a Manuel Fernández, de esta
becindad y abiendo concurrido al sitio y en aquella sazón el hijo del
mismo Concejo, le oyó decir a éste que qué hacía que no sacaba una nabaja y
sangraba a uno, lo que motivó la resistencia de no querer irse preso Alfonso
Fernández, que salía en defensa de su tío Manuel”.
José Rodríguez testimonia que la noche del 19
“el alcalde Concejo permenció en casa del regidor Josef Asensio hasta la
hora de las dos en donde comieron porzión de merluza o pescado abiendo llebado
por dos veces un cántaro de bino a dicho efecto”
Dice que un domingo el alcalde había arrimado
un carro de espadaña a su casa, y los hermanos Isidoro y Esteban habían llevado
un carro de barro para casa de su primo Cipriano de Prada, y otro de teja
para la criada de Isidoro.
Una de las cosas que quieren demostrar es que
se habían retirado a casa antes de los once por lo que no habían podido ser los
agresores: “La noche de autos sobre las once habiéndose
lebantado este testigo a hacer aguas a la puerta de su casa vio la de
Isidoro abierta”
Francisco Martínez, dice que un domingo
tenían preparado el carro el alcalde Concejo y el procurador para ir a buscar
madera para la casa del tejar. Había tenido un altercado con un vecino, Domingo
del Teso, y habría sido por un juicio que tuvo por el burro y que el alcalde
había fallado en favor del cortador.
Francisco Zid ratifica que el incidente de
Domingo del Teso había sido porque habían dado cuenta de que había
maltratado al abastecedor de la carne, y fue a su casa donde habían más gente y
al llegar estaba a la pueta del corral y le dijo que vieniera y Domingo le dijo
con la mano venga usted acá, y se asieron y Domingo lo quiso tirar al pozo de
su casa, el alcalde llamó a los escribanos para registrar la casa y no lo
hallaron”.
Manuel Fernández, jornalero, 55 años, estado
de caza vio un domingo que venía el carro del alcalde cargado de espadaña,
también vio un carro de Martín Calzada, cargado de teja.
Don José Orduña, que era uno de los que se
hallaba en la venta de Costilla en el año 16, con el alcalde Silvestre
Zamorano, con Alejo Alonso y con Concejo, que era entonces procurador,
estuvieron merendando pescado, Concejo se salió fuera y cuando fueron a
buscarlo estaba “echado al sol y tratando de que se lebantase y bolbiese
para dentro le dijo que le dejase advirtiendo también que se había probocado
que no puede decir este testigo que fuera efecto del bino o del pescado”.
El año anterior se hallaba con este testigo en el abasto del aguardiente en
casa de Santiago Rodríguez, “donde cenaron unos varbos y habiéndose salido
este testigo quedó sentado a la lumbre el nominado Concejo”. Otra noche en
el mimo sitio “bió al citado Concejo con los regidores Alonso y
Asensio estar echados a la luna por fuera de la casa y al cumbre de frente
bebiendo, y que enseguida notó que dichos regidores lo habían llebado para su
casa”.
Damián Fernández, siendo abastecedor de
aguardiente en el año 16, estando cenando pescado una noche Alonso Concejo con
don José Orduña “y de resultas de aquella cena y bebido aguardiente se salió
para el corral a probocarse y de forma que no pudo marchar para su casa, siendo
preciso al declarante hacerle la cama y que quedase allí hasta el día
siguiente”
“estando este testigo en el lugar de
Tapioles a curarse había pasado por allí para Villalpando y había dicho que
llevaba los autos o los iba a buscar”.
Isidro Carballo dice que la montera del
Isidoro tiene el terciopelo con lista dorada e ignora casi todo.
José Lorenzo dice que no sabe nada.
Beatriz Ferrero, mujer de Basilio Gregorio, vecina,
en la noche de la quimera estando esperando a su marido, oyendo ruido en la
calle se levantó y asomándose a la ventana vio a Estebán Zamorano y después a
Isidro entrar en sus casas, y oyó poco después dar las once”
Teresa del Río, 18 años, criada de Isidoro,
dice que la montera tiene una lista encarnada en el terciopelo, y que se
recogió a su casa antes de las once.
Vicenta Tijera, mujer de Francisco Ferrero,
de 50 años, era la ventera de la venta de Costilla en el año 16 y
confirma el incidente de tener que salir a vomitar y tener que traerlo su
yerno.
Isidro Fernández ha oído decir en la fragua
que aquella tarde el alcalde Concejo había estado bebiendo en el tejar, y
después cenando en casa del regidor José Asensio, y llevaron dos medios
cántaros de vino.
Manuel García Zamorano “en una ocasión
hallándose en la taberna Manuel Miguélez de esta becindad había entrado en
conversación o disputa sobre la función de novillos de San Roque le perdió el
respeto”.
Rosendo Rodríguez, pastor de
Isidoro, cuenta que “El día de Santiago y el día
de San Roque del año anterior tuvo dicho alcalde Concejo repetidos encuentros
con diferentes vecinos bastantes disonantes y que el primer día por la tarde
hallándose el que declara con otros amigos bebiendo en la calle y casa de
Francisco Mateos próxima al abasto en donde se hallaba la mayor parte del
pueblo”
Mateo Fernández de 53 años “que el carro
de espadaña que manifiesta no sabe si fue en día festibo, pero sí que
habiéndolo segado para él mismo dos jornaleros se lo cogieron del sitio donde
se hallaba, que era en la Salina que llaman de Otero, el cual cargó y condujo a
esta villa el hijo del alcalde Concejo a quien reconbino el testigo
contestándole en su razón que su padre le mandaría segar en otro sitio, sin que
hasta ahora se haya berificado”
Ignacio García declara que “un día festivo
el alcalde Concejo había mandado al declarante y al ministro y otros convecinos
que intimase a los criados de Fernando de Ledesma que se hallaban arando y
sembrando para un criado del mismo que lo dejasen de hacer y se retirasen para
el pueblo, lo que no ejecutaron al pronto”
Por el testimonio de Anselmo Martínez, 38
años, jornalero trabajador del campo, sabemos que Mateo Fernández, era el actual
ventero, y que el juego de pelota era en San Juan.
Santiago Rodríguez, procurador síndico
general de esta villa, “cuando fue abastecedor del aguardiente una noche
cenaron en su casa Concejo, don José Orduña, el ministro Juan Badallo seis
libras de barbos… a las diez y media se fue para su casa diciendo que iba a
cargar los carros para que marchasen a la aceña … y volviendo por su puerta
para el camino de dicha aceña les sacó una botella de aguardiente para que la
llevasen y además sacó para beber separadamente medio quartillo, y enseguida
después que los despidió se restituyó a la casa del declarante con el ministro
bebiendo otro medio cuartillo entre los tres y Concejo se recostó sobre una
tabla que hace de asiento junto a la lumbre, quedándose dormido en tal
disposición que aunque le llamaron varias veces, no se despertó hasta la una y
se retiró a su casa.
Una noche a las nueve llegaron a su abasto y
sacaron aguardiente para beber don José Orduña y Antonio y Miguel García, y a
las diez llegó y sacó aguardiente el regidor Josef Asensio y dijo que Era para
él, para el alcalde y para el regidor Bernardo Alonso que los notó este testigo
estaban sentados o echados a la esquina de frente a la luna y que el Isidoro
Zamorano, convidado por el alcalde también estaba con ellos… hubo cierto
despique con Antonio García y pidieron auxilio para llevarlo preso a la cárcel.
Cierto día por la mañana después de verano fueron el alcalde
y el procurador y sacaron aguardiente diciendo que iban a buscar unas bigas
para el tejar. La capa del alcalde se la vio pueta ocho días antes de
Navidad que iba a Zamora y le dijo que la había hallado debajo del cabañal de
su casa”.
Francisco Villasante, uno de los procuradores de Villalpando que fue nombrado nuevo promotor fiscal por el juez de primera instancia del partido, pide una condena a 4 años en uno de los presidios de África, y que se les aperciba y borren las expresiones de sus escritos de defensa porque, en vez de defenderse, pretenden “con el más grosero y audaz atrevimiento denigrar la onrradez de un hombre tan estimable por sus prendas y sus conbecinos, como el alcalde Concejo…tratándolo de borracho.
En el escrito del abogado defensor se alega
que son buenos ciudadanos cristianos, y al alcalde Concejo “se suponía
borracho: envasa tanto que lo vomita; que deja caer la vara de la mano; y que da
de murmurar a todo el pueblo en andar con unos y otros en comilonas y
borracheras y en yncomodar a todos quando se encuentra a medios pelos”
siguen negando que nadie le agrediera a pesar de tener desprestigiado su
ejercicio de justicia, y tachan el proceso de artificial: “una conjuración
decidida en que entraron también los escribanos”
En tres de marzo el juez emite un oficio para
que se entreguen los autos en el juzgado de Villalpando porque el escribano se
negaba a entregarlos hasta que no le pagaran sus derechos, y que se requiera a
los que corresponda que abonen sus derechos a pesar de la recusación que tengan
hecha.
En nueve de marzo vuelve a reiterar que
remita el escribano Vitacarros los autos bajo multa de 50 ducados y que los
hermanos Zamorano le paguen sus derechos, bajo pena de embargo de sus bienes.
Los hermanos Zamorano se niegan a pagar “así
le vendieran los bienes”, pero el escribano Vitacarros remite los autos
originales.
La sentencia en grado de vista dada por el
juez de primera instancia de Villalpando:
Sentencia
En la causa criminal
que pende en este juzgado de primera
instancia de la villa de Villalpando, seguida entre partes, Francisco
Villasante, promotor fiscal nombrado de oficio, contra Ysidoro, Esteban y
Francisco Zamoranos, vecinos de Villafáfila, por los atropellamientos y atentados
cometidos en la persona de Alonso Concejo, Alcalde Constitucional, que hera en
dicha villa, en la noche de diez y nueve de Noviembre próximo pasado con los
demás que resultan de autos:
Fallo, atendidos los méritos del proceso a
los que en su caso me refiero, que debo condenar y condeno a los yndicados
Ysidoro y consortes a que sufran la pena de quatro años de destierro a diez
leguas en contorno de la mencionada villa de Villafáfila, sin que puedan
quebrantarlo hasta cumplir el plazo señalado, so pena de imponerles la de seis
años de presidio en los de África, y en todas las costas de este proceso
mancomunadamente; y a Bernardino del Pozo, Manuel Alonso, Damián Fernández,
Santiago Rodríguez, Bernardo Lorenzo y Pedro Balverde, por resultar que en aquella
misma noche bagaban a deshoras reunidos en quadrilla con vasijas de vino
contribuyendo en gran parte a los desórdenes ocurridos, se les impone la multa
de quatro ducados a cada uno con aplicación a penas de cámara, apercibiéndoles
que en lo subcesivo cumplan con los bandos de Policía; y se declara que los
procedimientos de esta causa ni las alegaciones de los reos puedan perjudicar
ni desmerecer la buena opinión y concepto del mencionado Alonso Concejo. Y
notificada que sea esta sentencia a las partes por medio de despacho que se
librará a la justicia de Villafáfila, se remitirán los autos a la Audiencia
Territorial, previos los requisitos de la Ley de 9 de octubre de mil
ochocientos doce, pues por esta sentencia definitiva así lo pronuncio, mando y
firmo.
Licenciado Ginés Casanova Nabarro,
Promulgose la sentencia oy treze de abril de mil ochocientos veinte y uno, en mi oficio, de que doy fe. Sánchez.
Por la sentencia vemos que además de a los
hermanos Zamorano, a los que se les condena por la agresión, también son
condenados sus acompañantes identificados de aquella noche por desórdenes
públicos.
16 de abril de 1821
los hermanos apelan la sentencia. En el recurso ante la audiencia argumenta su
procurador “llegó por fin el momento de consumarse el deseo del escribano
Felipe Vitacarros , y para lograrle no dejó papel de su oficio que no
registrase para que el promotor pidiera que se certificase…. Es bueno que
prevengamos al Tribunal de la costumbre que hay en Villafáfila de rondar los
mozos los días festivos por las calles, y que ni el hablar mudando la voz, o
cucando según lenguaje del país, ni el pasear por las calles a deshora se ha
prohibido jamás en aquel paraje la causa
de ochocientes en la que fue complicado Ysidoro nada concierne a lo que
tratamos, se formó mpor la falta de unos corderos que se supuso habían los
mozos quitado y nada se probó… unos
labradores útiles, industriosos y pacíficos han sido objeto del odio del
Alcalde”
El fiscal de la
audiencia dice que, aunque no hay pruebas fehacientes, el conjunto de indicios
tan graves que, si no son suficientes para imponerles la pena ordinaria del
delito de resistencia de obra a la justicia, son bastantes para justificar la
sentencia apelada y pide confirmarla 28 de febrero de 1822.
Sin embargo, la
resolución de la apelación se alarga, como ocurría con los procesos de la
Audiencia de Valladolid, y más con el nuevo cambio de régimen y vuelta al
absolutismo en 1823.
La Sala, formada
por los jueces Paniagua, Cuesta y Paz se reúne para la revista de la causa el
día 31 de mayo de 1824, y el 1 de junio pronuncia su sentencia definitiva:
“Vistos estos autos por el Sr Gobernador y Alcaldes del crimen de esta Corte y Real Chancillería a primero de junio de 1824 dijeron: se confirma con las costas el auto apelado,entendiéndose los cuatro años de destierro redimibles con cien ducados de multa aplicados a penas de cámara y autos de justicia de esta corte acada u o de los procesados, Ysidoro, Esteban y Francisco, a quienes se apercibe con cuatro años de presidiosi reincidiesen en los excesos semejantes a los que dieron motivo a la formación de esta causa; se encarga a las justicias de Villafáfila vigilen su conducta subcesiva, poniendo todos los medios posibles a fin de que vivan en la mejor armonía y mayor tranquilidad con sus convecinos; y hágasele saber que en el término de ocho días siguientes al de la notificación de este Real Auto elijan el extremo que vieren convenirles, remitiéndose de ello por la justicia de Villafáfila el competente testimonio que lo acredite en forma sin la menor omisión para la providencia que haya lugar, así lo mandaron y publicaron
”.Se les notifica y
su procurador presenta un escrito “mis defendidos son unos labradores
honrados y el presente tiempo de recolección les hace no tener en el día
dinero, según fecha del catorce me escriben, como que han elegido la pena
pecuniaria, encargándome haga presente como lo hago que por los motivos
insinuados, no tienen disposición en el día para pagar, pero que a últimos del
próximo mes de agosto, cuando hayan recogido la cosecha, pagarán con la mayor
puntualidad”
El 21 de junio la
sala se da por enterada de la elección de la pena pecuniaria, y concede el
aplazamiento del pago hasta fin de agosto.
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