Este apunte lo hice por un encargo de la Asociación Carpe Diem de Villarrín para formar parte de una obra sobre campanas. Como el proyecto se ha retrasado ha sido publicado en el Blog de Villarrín y hoy lo subo en éste para su divulgación.
La fotos son de la página villafafila.net, en cuya sección de historia figuran sendos estudios de las diferentes iglesias de la villa, y a cuyo administrador le doy las gracias.
Las campanas en los pueblos han sido
fundamentales en la vida de sus habitantes pues han regido los tiempos y señalado
los acontecimientos cotidianos y los extraordinarios, tanto civiles como
religiosos a lo largo de los siglos pasados. Han sido determinates en la
construcción de los templos cristianos y ayuntamientos con la erección de altas
torres y espadañas para que los sones de las campanas pudieran llegar a todos
los vecinos y parroquianos.
En el coste de la fabricación de las
campanas participaban todos los vecinos de la parroquia correspondiente, como recuerda uno de éstos, Gutierre de
Ballesteros, refiriendose a finales del siglo XV: “e avya pagado en cosas en q avyan pagado los omes
fijodalgo e este testigo como fijodalgo q heran para faser una puente e una
canpana” (A.R.Ch.V. Registros de Ejecutorias. C.195-29).
Hoy vamos a tratar algunas noticias históricas
de campanas en Villafáfila que nos
permiten vislumbrar esa importancia de sus tañidos.
Esta villa zamorana de la Tierra de
Campos contaba a finales del siglo XV con siete iglesias parroquiales y tres
ermitas urbanas, con lo que el número de campanas no bajaría de veinte. Así se
deduce de los libros de fábrica conservados de algunas parroquias, actualmente
en el Archivo Diocesano de Zamora.
El de San Andrés es el más antiguo y ya en 1557 el
obispo cuando visita la parroquia deja mandado que se quiten las
campanas para hacer la torre
que se empezó dos años más tarde cuando se inventarían “dos campanas en la torre y una pequeña para el
sacramento”, que
habían vuelto a ser colocadas en 1569.
La parroquia desaparece como tal en 1642, pero sigue habiendo culto en la
iglesia y en la ermita de la cofradía de la Cruz, aneja a la misma. Los cofrades
de ella conciertan en 1653 con un campanero procedenta de la Merindad de
Transmiera, en Burgos, la composición de una campana nueva. En 1784 con la
iglesia en ruinas el obispo da licencia para tirar la torre y vender la campana.
En el inventario de la parroquia de
San Martín figuran en 1569 dos campañas en la torre y otra del
reloj. En 1628 deja anotado el obispo: “que en la iglesia parroquial de Santa Marta
que oy es rural y está en el campo fuera de la villa ay una campana y por el
peligro que tiene la torre mando, que se deposite en San Martín”. Tantas
campanas parece que no eran necesarias y
en 1688 un esquilón que pesaba 54 libras se vendió para la iglesia de Bamba. En
1714 se inventarían en San Martín cuatro campanas, de las cuales “una sirve de reloj”.
En San Salvador había tres campanas en
la torre, una pequeña y dos grandes, A
principios del siglo XX, con el desmantelamiento de la iglesia, una se vendió a
la parroquia de Colinas, otra para Ferreras de Abajo y otra se puso en la torre
de San Martín.
La
iglesia de San Juan contaba con varias campanas, sabemos que dos de ellas se
desplomaron en 1732 sobre le tejado del hospital de San Juan, según figura en
el libro de Fábrica de S. Martín en 1732: “ 30
reales para la reparación del hospital de San Juan por haberse hundido allí dos campanas de la
dicha iglesia”
Se
repusieron en la torre aunque la parroquia fue suprimida a finales de ese
siglo, pues en 1795 el admintrador de la Real Fabrica de Salitres que
se construye en la villa dice que “había mandado el Sr Obispo de Astorga
derribar una yglesia [ la de San Juan], cuya torre y paredes son de
piedra buena, y me han asegurado que venderían muy barato...”, por lo que
solicita su compra para el ensanche de
las fábricas. Y propone una nueva
utilidad para las campanas,
fundirlas para hacer unas calderas de
metal: “ se podrian comprar las tres campanas si se quieren hacer calderas
vaciadas”. La respuesta del obispo a la propuesta de compra es que tiene
que pensarlo mejor porque ha sido lugar sagrado y cementerio de difuntos, antes
de decidir el destino que se le ha de dar.
En San Pedro en la torre había en
1707 cuatro campanas, una de ellas
llamada esquilón. En 1915 se quitan las
campanas de Santa María poniendo las de San Pedro, y una de las que quitan se pone en San Martín.
Actualmente
en la única iglesia que permanece, la de Santa María, en la espadaña norte cuenta
con dos campanas grandes colocadas en un mismo nivel para repicar y encordar
ambas simultáneamente, y otra por encima, de tamaño mediano, el esquilón del
Santísimo que se toca los terceros domingos de cada mes; en la espadaña sur
está colocada una campana pequeña, la esquila, para tañerla tres veces antes de
cada misa.
Tenemos pocas noticias de la
fabricación de campanas que se solía hacer in situ. En 1653 se hace una campana
nueva para la cofradía de la Cruz en la iglesia de San Andrés, y se conciertan
para ello con uno de la merindad de Trasmiera.
Las campanas
regían toda la jornada cotidianamente: desde muy temprano se tocaba a misa en
las diferentes parroquias. A mediodía sonaban para señalar la hora del Ángelus: “ ...
todos los día recen al toque del ave maría ...”. Por
las tardes se tocaba al rosario, y en muchas festividades a vísperas y
vigilias.
Desde al menos 1576 “todos los sábados a la puesta del sol se
diga la salve cantada y se toquen las campanas”, según deja mandado el obispo en la parroquia de San
Martín.
Los toques de las campanas no solo señalaban
las rutinas diarias, sino que los
principales acontecimientos de la vida de las personas estaban marcados por sus
sones, tanto en los bautizos como en las
bodas, los repiques de las campanas de la parroquia daban noticia del evento.
Y se “encordaba” para anunciar que cuando feligrés fallecía y le acompañaban hasta el
cementerio. Y en los incendios todas las campanas tocaban a rebato para alertar
a los vecinos.
Los entierros eran especialmente
solemnes para los miembros de las múltiples cofradías de la villa, de las que
tenemos alguna noticia.
En la antigua regla de la cofradía o cabildo de San Gervás,
que agrupaba a los clérigos de la villa desde la Edad Media y a los principales
seglares se dice:
Yten que los clérigos
confrades manden encordar cada uno en su yglesia por el tal confrade o confrada
defunto al encomendar y a la vigilia e al sacar de casa e al enterramiento, y el que no encordare
peche media libra de çera por cada ofiçio que herrare”
En
la nueva regla de 1586 establecen una función de ánimas por los cofrades
difuntos de dos días de duración para la
que: “se doble ambos días en todas las
iglesias a un tiempo y, si al cabildo le pareciese, toda la noche en la iglesia
donde se hiciere la función”. Curiosamente se cambia la denominación
antigua de encordar que sigue persistiendo actualmente, con la moderna de
doblar.
El
aviso para la asistencia a los entierros de los cofrades del Santísimo,
consistía en nueve campanadas con la campana pequeña de la torre de Santa
María, que todavía se conserva como campana del Santísimo, por parte del
mayordomo según la regla y estatutos redactados en julio de 1677.
Y
la cofradía de las Ánimas, además de usar las campanas de la parroquia de San
Juan, tenían una campanilla propia que sonaba por toda la villa cuando fallecía
un cofrade, debiendo rezar todos los miembros del Cabildo Eclesástico de la
villa: “al oir la campanilla de las ánimas”.
Además llamaban a los cabildos o juntas de las cofradías.
Cuando el obispo de Astorga en su visita pastoral de 1642 decide suprimir la
parroquia de San Andrés para anejarla a la de San Pedro por falta de
feligreses, los cofrades de la Vera Cruz se presentan ante su ilustrísima: “y dijeron que pedían merced para hacer en San Andrés los
cabildos de la cofradía y que la campana grande quede en la iglesia”, a lo que accede el obispo.
Además
de las devociones religiosas, las campanas se tocaban con ocasión de ciertos ritos ancestrales a medio
camino entre la religiosidad y la superstición, como en los días de tormenta
para espantar los nublados con un toque especial de:
Tente
Nublado,
que
vienes cargado.
Detente,
detente,
que matas a la gente
Y no sólo cuando las que las tormentas amenazaban con
descargar el pedrisco, sino tambien para prevenir las mismas. En Villafáfila,
como en otros pueblos del antiguo reino de León, se celebraba con mucha
solemnidad la festividad de Santa Brígida el primero de febrero, con función religiosa y colación a cargo del concejo, y uno de sus ritos era el
toque de las campanas durante toda la noche para deshacer los nuberos que se
suponía que esa noche fabricaban los demonios, y así espantar las granizadas de
todo el año. En 1576 en las cuentas del concejo se anota “un real que pagué al muchacho de Diego Toranzo porque tañó las campanas
la noche de la señora Santa Brígida” además de ñlos gastos de la colación (A.R.Ch.V.
Taboada o. Pleito 267-1).
Para ampliación de
este culto ancestral:
Además de su faceta religiosa y creencial, las campanas
jugaban un importante papel en la vida civil:
Los vecinos se juntaban en los
concejos ordinarios para tratar las cosas importantes de la villa desde la Edad
Media llamados por la campana, y son numerosos los testimonios, en en los
concejos extraordinarios, por ejemplo en 1468 reciben al enviado por el nuevo
maestre de la Orden de Santiago “ayuntados
en su conçejo a campana tañida en la
plaza de Sant Martín de la dicha villa” (A.H.N. NOBLEZA. Frías Leg. 664, doc
69), pues al carecer entonces de casa de
concejo se reunían en los portales de las iglesias o en las plazas.
Todos los años por San Juan de junio
se elegían los nuevos alcaldes y regidores:
“por sus suertes que hecharon dobladas en un sombrero e aviéndolas
meneado y llamado la gente y vecinos de dicha villa por son de campana tañida para que delante dellos se hechasen las
dichas suertes en la audiencia pública” (A.R.Ch.V. Fernando Alonso f. C. 947-3).
Cuando los alcaldes tenían que celebrar audiencias
en los pleitos y juicios entre los vecinos:
“los alcaldes ordinarios han
estado en costumbre de hacer audiencias lunes, miércoles y viernes en lo que
toca a acusar ante ellos rebeldías de emplazados y al tiempo de la dicha
audiencia se tocaba la campana para los
dichos plazos para que los emplazados pareciesen”, como recuerdan los
testigos en 1576 (A.R.Ch. V. Lapuerta f. C. 2874-4)
En la primera casa de ayuntamiento que se construyó en el
siglo XVI no se puso campana, por lo que siguió siendo utilizada por el concejo
la campana del reloj colocada en la torre de la iglesia de San Martín, que procedía de la torre de la parroquia de Santa
Marta que se había despoblado, y su mantenimiento corría a cargo del concejo,
como se desprende de las cuentas municipales de 1576, en las que se anota “tres libras de azeyte para el reloj, más
tres libras de azeyte para la campana de Santa Marta” (A.R.Ch.V. Pleitos
Civiles. Taboada olv. C.267-1).
En 1631 Luis Prieto, vecino de Zamora, se ofrece como
campanero del concejo para tocar a buen
tiempo, dándole por su trabajo un celemín de trigo cada labrador de par de
bueyes y medio celemín cada senarero. Ha de tocar todos los días a mediodía, de
noche y al amanecer. Hasta San Juan a la una o las dos, y en el invierno a las
doce, y cuando el tiempo se vuelva de truenos o nublados A.H.P.Za.Notariales
11752.
En
1677 el ayuntamiento compró un reloj nuevo en Valladolid, para sustituir al
viejo colocado en la torre de San Martín, se compuso el tejado de la torre y se
cerró la ventana que daba a la plaza. Se hizo una escritura pública ante el
escribano Vitacarros de concordia entre el concejo y la iglesia sobre la
entrada para componer el reloj.
El ayuntamiento tenía a una persona encargada
del mantenimiento del reloj y tocar las campanas, así por acuerdo
del regimiento en 3 de julio de 1677: “se nombra para que toque las campanas a buen
tiempo, de día y de noche como se acostumbra a Pedro Vidal desde este día hasta
fin de septiembre le señalan de salario por dicho tiempo 14 cuartales de trigo”
(poco más de cien Kg.).
Y en las cuentas conservadas de los años siguientes figura
una partida para pagar al relojero-campanero, tanto de trigo como un pequeño
complemento dinerario entre los 10 y los 27 reales porque se trataba de un
empleo a tiempo parcial.
A partir de 1715 el portero del ayuntamiento ejerce a la vez
de relojero y campanero y se le fija un salario mayor, pues en 1738 se le pagan
200 reales y en 1743 12 fanegas de trigo 8520 Kg.) y 30 reales.
Cuando a finales del siglo XVIII se construye una nueva casa
de ayuntamiento, se remata con una espadaña, en la que se coloca la campana del
reloj para marcar las horas y para hacer los llamamientos, trasladando la de
San Martín.
La misma campana ha permanecido en la espadaña de la casa consistorial después de las reformas y reconstrucciones
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Siempre son de agradecer los comentarios, críticas y aportaciones para mejorar el blog