viernes, 2 de mayo de 2014

La Concordia de Villafáfila



Juana I de Castilla



Hace 500 años, concretamente en junio de 1506 tuvieron lugar en tierras zamoranas unos importantes acontecimientos. Dos reyes, Fernando y Felipe, padre y marido de la infortunada reina propietaria de Castilla, tras desencuentros y un encuentro, las llamadas Vistas de Remesal, llegaron a un acuerdo plasmado por escrito conocido como La Concordia de Villafáfila por el que decidieron el futuro del gobierno de la corona de Castilla, la incapacitación para reinar de la legítima heredera de ellos doña Juana y un tratado de paz, el último, entre Argón y Castilla.


ANTECEDENTES
El día 26 de Noviembre de 1504 muere en Medina del Campo la reina Isabel La Católica, dejando como heredera de la corona de Castilla a su hija doña Juana La Loca, casada con Felipe El Hermoso, conde de Flandes, donde a la sazón se hallaba. Como la reina era consciente del carácter y de los problemas mentales de su hija y de la poca disposición de su yerno hacia los reyes, y sabía que las disensiones que pudieran surgir a su muerte podrían poner en peligro la unión entre las coronas de Castilla y Aragón, que con tanto empeño habían logrado a lo largo de su vida, dejó establecidas en su testamento algunas cláusulas por las que designaba a Fernando como gobernador, para que rigiese los reinos en caso de ausencia o incapacidad de la princesa Juana.



Isabel I de Castilla


El rey Católico proclamó inmediatamente después de muerta Isabel a su hija como reina en la plaza de Medina y convocó a los procuradores de las ciudades con voto, a las Cortes de Toro en 1505, donde se juró reina a doña Juana y se reconoció a Fernando como gobernador y administrador, siendo informados de la enfermedad de la reina Juana.
En Castilla fueron surgiendo dos bandos bien definidos, el de los partidarios de Felipe, que fue agrupando a los nobles y grandes del reino que paulatinamente iban abandonando al viejo monarca aragonés, el cual, por otra parte, tenía su apoyo en los representantes de las ciudades, pocos nobles fieles, y caballeros de las órdenes militares.
Desde Flandes, donde los nuevos reyes preparaban su venida a Castilla, se maniobraba hábilmente para ganarse a su causa a la mayoría de los nobles, enviándoles cartas de Felipe, prometiéndoles nuevas mercedes para cuando él estuviera en los reinos.
Mientras llegan los nuevos reyes a Castilla sus embajadores negocian y llegan a un acuerdo plasmado en la Concordia de Salamanca, firmada el 24 de noviembre de 1505, por el que los tres monarcas reinarán y en su nombre se impartirá la justicia, repartiendo las rentas a medias entre el padre y los hijos, pero desde Flandes Felipe era reticente a lo acordado y trataba de ganarse a los nobles de Castilla con promesas y mercedes y emprende su viaje por mar.
Entretanto el rey Fernando se había instalado en Valladolid en espera de las noticias de la llegada de sus hijos a alguno de los puertos cantábricos. Cuando se había desplazado a Burgos para estar más próximo, recibe la noticia del desembarco de los nuevos reyes en La Coruña a últimos de abril, y hacia el Bierzo se dirige con la intención de recibirlos cuanto antes. Ante la llegada de los nuevos reyes a Castilla, algunos nobles del partido fernandino trataron de convencer a Fernando de que no permitiera la entrada de Felipe en estos reinos, a lo que siempre se opuso el rey Católico.

Juana La Loca y Felipe El Hermoso


En un principio se pensó en tratar las diferencias en Santiago de Compostela, por lo que Fernando, desde Villafranca del Bierzo, hasta donde se había adentrado, con el propósito de verse cuanto antes con sus hijos, envió al arzobispo de Toledo, don Francisco Jiménez de Cisneros, con los más amplios poderes para poder alcanzar un nuevo acuerdo que sustituyera al de Salamanca, sin que descartara entonces un posible recurso a las armas para resolver la cuestión.

Pero las intenciones de Felipe y de los consejeros que le asesoraban no pasaban por darse prisa en concertar las vistas sino que eran otras: evitar el encuentro con su suegro, dilatando la hora de la entrevista, mientras iban llegando los grandes y nobles a su lado, todos con la esperanza de conseguir mejores mercedes de los nuevos reyes y, en vez de dirigirse directamente hacia Castilla por el camino de Santiago, tomó la ruta de Orense para entrar por Puebla de Sanabria.

Mientras tanto Fernando se vuelve desde Villafranca del Bierzo, y llegando a La Bañeza, donde se halla el día 7 de junio, escribe al Arzobispo, apremiándole para que firme cuanto antes un acuerdo con Felipe.

Los Grandes de Castilla le niegan al viejo rey hasta aposento en sus señoríos:

Enterados de esto el Marqués de Astorga y el Conde de Benavente, por cuyas tierras se suponían iba a pasar, cerraron las puertas de Astorga y de Benavente... Por todas las poblaciones de sus señoríos publicaron un edicto, en virtud del cual prohibían que ninguno de sus vecinos diera acogida a Fernando ni le facilitase alimentos.”

El rey Fernando llega hasta Matilla de Arzón, primer pueblo de la actual provincia de Zamora, donde se halla el 9 de junio y allí parece que cambia de opinión y toma la decisión de forzar los acontecimientos y no esperar a que se firmara una buena concordia para entrevistarse con su yerno, sino buscar cuanto antes el encuentro y mediante la persuasión tratar de limar las grandes diferencias que entre ellos existían.
Fernando siguió su camino por tierras zamoranas, rodeando Benavente por Santa Marta de Tera, dirigiéndose a Ríonegro del Puente con determinación de ver a sus hijos o de forzar la ruptura.

Pero la firme voluntad del flamenco era que Fernando abandonara Castilla, para poderla regir sin interferencias y en Orense dio poder a don Juan Manuel y a Juan de Luxemburgo, Señor de Vila, para que se concertaran con Cisneros en la Concordia, enviando a su suegro el ruego de que desistiera de la entrevista hasta que él llegara a Benavente y estuvieran los términos de la concordia asentados. No obstante, Fernando insistía en el encuentro personal antes de firmar el acuerdo definitivo.

Después de muchas negociaciones entre los comisionados para la Concordia, el día 14 de junio se acordó que los reyes mantuviesen una entrevista previa a la finalización de las negociaciones , y para ello se desplazó el duque de Alba a Puebla de Sanabria para quedar en rehenes mientras se celebrara la entrevista:

Las Vistas de Remesal

El itinerario de entrada en la provincia de Zamora del cortejo del Católico, estimado en doscientas personas, es muy confuso, pues difieren las fuentes en sus referencias.
Según las datas de los documentos del Registro General del Sello (R.G.S.) el 13 de junio se hallaba la Corte en Santa Marta, Zurita la sitúa en Ríonegro, y Bernáldez dice:
 “E ansí fueron derechos, en que entró por donde venía el rey don Felipe, fasta un lugarejo que llaman Esturianos, de hasta çinquenta vezinos. E allí pusieron tiendas, e estuvo el rey don Fernando ocho días. Allí llegó el lunes a comer, y aquel propio día entró el rey don Felipe en la Puebla de Senabria
(Bernáldez, A.1962: 498),

Castaños de Remesal


conforme a esto llegó a Asturianos el día 15, concordando con el R.G.S. que fecha ese día en Asturianos, aunque el día siguiente hace la data en Cernadilla, por lo que no se puede descartar que, siendo aquella tierra escasa de recursos para hospedar a tanta gente, los diferentes cortesanos de distribuyeran por todos aquellos lugares cercanos buscando su acomodo. Las datas de los registros de la Corona de Aragón entre el 15 y el 20 de junio se localizan en Asturianos (A.C.A. Registros. C. 3670 y 3656). Según Fernández de Retana:

Al otro día (17 de junio) entraba el Rey Felipe en la Puebla de Sanabria, primer pueblo de cierta importancia de la provincia de Zamora, mientras el Católico llegaba a Asturianos, a dos leguas de allí” (Fernández de Retana, L.1929, I, 363 ).

 Alcocer es el que más difiere del itinerario pues sitúa el punto de partida de Fernando, para acudir a la entrevista con su suegro en Anta de Rioconejos:

 “Y ido el Condestable el Rei Don Fernando se fue a reçivir a los Reyes sus hijos y entró en Galiçia asta un lugar que llaman Llanta  de Conexos, a donde paró, y allí se conçertaron las vistas de los Reyes en el campo entre la Puebla de Sanabria y el lugar dicho, y que se viesen como reyes de Castilla y Aragón. E para negoçiar e tratar esto vino al Rei Don Fernando Don Juan Manuel, el qual no quiso venir sin que quedase el Duque de Alva en rehenes en poder del Rei Don Phelipe y ansí se hiço”.

 Anglería escribe:

 “Tras muchas idas y venidas de correos, tras varias componendas de los embajadores y muchos pasos por los caminos, se convino que se entrevistarían en los desfiladeros frente a Galicia por donde venían Felipe y su esposa, en los campos de Sanabria. Así, saliendo Felipe de Puebla de Sanabria - plaza fuerte- y Fernando de la pequeña aldea de Río Negro, se encontraron en el insignificante pueblecito de Remesal”.
Aunque la noticia de Anglería parece referirse a Rionegro del Puente, por el contexto creo que, más bien, se podría tratar de Rionegrito, situado entre Anta y Remesal pues la entrevista tiene lugar en Remesal, a mitad de camino entre Anta de Rioconejos y Puebla, a unos ocho kilómetros de ambos, y más alejado de Rionegro del Puente a casi treinta kilómetros.

Felipe entró en la provincia de Zamora el día 17, miércoles, pues la noche anterior llegó a dormir a Villavieja, último pueblo de Orense, y desde allí se adelantaron don Juan Manuel y el Señor de Vila para entrevistarse con Fernando y concretar los pormenores de las vistas.
Sobre el desarrollo de la vista existen varias versiones, pero casi todas coinciden en que la misma tuvo lugar el día 20 de junio en el campo de Remesal. A las mismas acudieron los reyes con gran disparidad de séquitos y de disposición, pues a Felipe le acompañaban multitud de gente armada, tanto de los que habían venido con él desde Flandes, como de los que se le habían ido juntando desde su llegada a la Coruña. A Fernando le acompañaba un séquito de doscientas personas de su casa y corte y algunos nobles de sus reinos.
 Según la versión de Bernáldez, que equivoca la fecha de la vista, aunque en nota marginal en su manuscrito se corrige:

“E viéronse en lunes quinze días de jullio, entre Sanabria y Esturianos, en un llano, en unos barbechos, en un robledal ralo. Y allegados el uno al otro, a las cortesías, ansí cavalgando, el uno al otro se querían besar las manos, y anduvieron ansí un poco a el rededor. Y entonçes se abraçaron, y estuvieron allí un grand rato los reyes, y junto con ellos mosior de Bere, enbaxador y pariente del rey don Felipe, y el arçobispo de Toledo, y el almirante y el duque de Alva y el comendador Pedro de Baçán, señor de la Balduerna. Todos los otros grandes e caballeros estavan a defuera y armados, todos los mas debaxo del sayo las corazas, y algunos ençima, públicamente ... Motejó el rey don Fernando al conde de Benavente, yéndole a besar la mano, lo abrazó y le dixo:
- Conde, ¿cómo os habéis fecho gordo?
El respondió que andando con el tiempo. E eso mesmo al duque de Nájera dixo ciertas palabras. E dixo al comendador mayor don Garcilaso;
-¿ Y aun tú García, también?
Y él respondió :
-Do la fe de vuestra alteza que todos venimos ansí.

Y continúa su relato:

... Estavan de la parte de Senabria las batallas e Ordenanças de la gente del rey don Felipe, en que avía más de tres mill onbres de pie, con sus picas, de los que avía traído de Flandes. Avía también mucha gente de Galizia y de Castilla, y mucha gente de cavallo, todos de ábito de guerra, de los que avían ido al reçibimiento. El rey don Fernando no tenía consigo sino los cavalleros ya dichos, que salieron con él de Valladolid, y los ofiçiales de su casa”.

De acuerdo con Pedro de Alcocer los hechos transcurrieron de la manera siguiente, contraponiendo la hostilidad del yerno y la disposición al diálogo del suegro:

Conçertadas las vistas el Rei Don Fernando partió del Anta de Conexos e fueron con el Rei, Diego Fernández de Cordova, Alcaide de los Donçeles, primer Marqués de Comares, y Don Garci López de Padilla, comendador mayor de Calatrava, y su hermano Pero López de Padilla, Procurador de Cortes por la çiudad de Toledo y Hernando de Vega, comendador mayor de Castilla, y otros muchos Cavalleros, Procuradores de Cortes e otros Aragoneses, Valençianos, Catalanes e Napolitanos.
Yendo por el camino, el Rei vido un paxe del Alcaide de los Donçeles con una lança e una adarga, e dixo a el alcaide que hiçiese volver aquel paxe, por que, a lo que allí era venido, más se había de negoçiar con palabras que con armas, e el alcaide lo mandó volver.
Llegado el Rei Don Fernando a un llano adonde estaba conçertado que se viesen, quando supo que el Rei Don Phelipe venía, hiço poner todos los Cavalleros en orden, de manera de una calle, dexando una entrada, por donde los Caballeros que venían con el rey Don Phelipe pudiesen llegar a donde él estaba, y estando asimesmo el rei Don Phelipe con don mil Alemanes de su guarda armados con coseletes e picas y arcabuçes, luego venían los grandes y Caballeros sus personas bien armadas de secreto y los paxes con las otras Armas.
Llegó allí el comendador mayor de León, Garçilaso de la Vega con unas coraças de raso negro y pasóse adelante, y dende a poco llego el Duque de Najera ... Luego llegó Don Françisco Ximénez, Arçobispo de Toledo, fraile de la orden de San Françisco, e hiço grande acatamiento a el Rei e porfió de besarle la mano, e el Rei le habló e abraçó amorosamente, e ansí mesmo a el embaxador del Rei de Romanos.”.

Alcocer continúa su narración:

Passado esto, los Reyes se juntaron e vinieron a hablarse. El Rei Don Fernando iba vestido de grana morada y un quártago castaño y el Rei Don Phelipe venía vestido de terçiopelo con franxas de oro y brocado; el Rei Don Fernando dixo al Rei Don Phelipe: quien mandaba estuviese a la habla, y el Rei Don Pelipe le dixo que quien quisiese. Con esto se apartaron a hablar debaxo de una ençina los dos Reyes e el Arçobispo de Toledo y el embaxador del Rei de Romanos y Don Juan Manuel y el secretario Miguel Pérez de Almaçán. La habla fue muy breve y el despedirse descontentos”.

Pedro Mártir de Anglería en su carta al conde de Tendilla y al arzobispo de Granada, citada anteriormente, les da cuenta de la entrevista:

Preceden a Felipe ante los ojos del suegro, en perfecta formación, cerca de mil flamencos armados, quienes rodean a Fernando como si lo quisieran prender y llevárselo prisionero. Aparece, por fin, Felipe. Suegro y yerno empiezan a andar para salir el uno al encuentro del otro, el primero sin arma alguna, el segundo completamente armado. Desde lejos parecía que el yerno hablaba al suegro en tonos ásperos y hostiles. Yo así lo deducía de la manera de gesticular de Felipe”.

La versión que da nos da Zurita de la entrevista es la siguiente:

 “De Asturianos, y la Puebla salieron los Reyes á verse en vn robledal en vnos baruechos de vna alquería que llaman Remessal, con harta desigualdad del aconpañamiento, porque el Rey Cathólico iba con los suyos en hábito de paz, y el Rey su yerno venía con gran aparato, y estruendo de gente de guerra, Alemanes y Flamencos ... Quedaban a la parte de la Puebla de Senabria ordenadas las batallas de la gente de guerra que traía el Rey Don Felipe en que auía más de dos mil soldados con picas de los que vinieron de Flandes ... y muchas conpañías de gente de a caballo, todos a punto de guerra, con los que auían ido con los Grandes de Castilla al recibimiento, que era muy escogida, y muy  lucida gente, y pasaron delante hasta mil Alemanes bien en orden, como para reconocer el campo, y asegurarse, y ponerse en su fuerte. Seguían después todos los caballeros de la Corte del Rey Don Felipe y a la postre venía él en vn caballo y con armas secretas, acompañado de su guarda, y en su retaguarda venían los Archeros, y otras compañías de gente de a cauallo.
Iba el Rey Cathólico acompañado bien diferentemente, y llevaba consigo al Duque de Alua, y algunos Señores sin los caballeros de su Casa, y sus Oficiales, que serían todos hasta doszientos de mula, sin ningunas armas, y llegáronse los Reyes haziéndose gran cortesía...
Iunto con ellos se apartaron el Arçobispo de Toledo, el Duque de Alua, el Almirante de Castilla, que llegó a hallarse en las vistas, el Señor de Vere, y Pedro de Baçán, señor de Valduerna, y todos los otros Grandes estauan apartados, y los más dellos con sus coraças, y jacos debaxo de los vestidos, y algunos más a la descubierta. ...
Pero no pudo disimular tanto sentimiento ... y lo que fue mas graue, que no se le quiso dar lugar que viese a la Reyna su hija que quedaba en la Puebla, y ansí quedaron en lo secreto mas desauenidos y exasperados sus ánimos que antes. ...
Las pláticas fueron muy breues, porque aunque el Rey Don Felipe venía muy enseñado de lo que deuía hazer, y dezir, ... los suyos, señaladamente Don Iuan Manuel, no se fiaban de dexarlos solos, temiendo no se desengañasse por la gran prudencia y maña de sus suegro . Fueron estas vistas vn Sábado a XX del mes de Iunio deste año de M.D.VI.

Puebla de Sanabria


El anónimo que relata el segundo viaje de Felipe el Hermoso nos cuenta su visión del encuentro:

El rey don Felipe, en un sábado por la mañana, 20 de junio, salió del dicho lugar de Sanabria y caminó por el campo hasta una buena legua de allí, acompañado de tantos duques, condes, marqueses, barones y caballeros que era hermosa cosa de ver, y cerca de seiscientos alemanes, muy gentiles compañeros y muy en su punto, con cien arqueros de a caballo y cien caballeros alemanes a pie, todos de su guadia. Y el rey don Fernando de Aragón salió de su alojamiento muy temprano y cabalgó cerca de una legua, acompañado de algunos príncipes y de cerca de doscientos caballos. Y en el campo se encontraron uno y otro y hablaron juntos”

Por su parte Fernández de Retana, basado en el testimonio del secretario de Cisneros, Vallejo, difiere en cuanto al marco de su desarrollo, pues refiere que:

  “Después de Su Alteza el Rey Felipe haber oído misa, se partió de la sobredicha villa de Sanabria, y con él muchos musiores y caballeros, que con Su Alteza venían de Flandes, y otros muchos señores de Castilla... antes que Su Alteza saliese, iban delante hasta 3.000 alemanes, gente de guerra, entre los cuales serían los 2.500 piqueros y los 500 escopeteros... Y luego en pos de ellos venía la guarda de caballo, que eran 200 lanças... y en medio de todos ellos venía el sobredicho muy serenísimo y poderoso Rey don Filippo, nuestro señor, al cual traían en medio el Reverendísimo Señor Arçobispo de Toledo, que venía á la manio derecha, y el magnífico señor don Juan Manuel, su contador y mayordomo mayor y grand privado”.

 En contraste con el séquito del rey Fernando era de solamente:

 “hasta 200 cabalgaduras de mula, que ninguno vino a caballo, todos con sus capuzes negros, con sus espadas y sus tocas, á manera de mucha paz”.

Mantiene Fernández de Retana que la ceremoniosa entrevista tuvo lugar en una mísera ermita que allí había y que don Juan Manuel quería hallarse presente a la misma, cosa que le impidió el arzobispo Cisneros:

 “señor don Juan Manuel, porque Sus Altezas querrán hablar, démosles lugar, y yo quiero ser el portero y guardar la puerta. Y ansí Su Señoría Reverendísima çerró la puerta de la ermita con su çerradura, é se fue á asentar en un poyo adonde los serenísimos reyes, padre é hijo, estaban. Adonde todos tres estuvieron bien dos horas grandes hablando”.

Del contenido de la conversación nos reseña que el rey Fernando estuvo aconsejando a su yerno sobre la forma de gobernar los reinos, y sobre la disposición y calidad de los Grandes de Castilla, rogándole encarecidamente que tuviera por su mejor consejero a Cisneros. Es extraño que Vallejo sea el único que menciona la ermita en esta primera entrevista, y por el contenido de las pláticas parece más bien estar refiriéndose a la segunda reunión que según Bernáldez se desarrolló en una ermita cerca de la barca de Barcial, o a las vistas que tuvieron lugar en la sacristía de la iglesia de Renedo a los pocos días de la Concordia, según concuerdan otros cronistas, y en las que se trataron de los asuntos generales de la buena gobernación del reino. Además el testimonio del propio rey Fernando en el manifiesto que publicó en Tordesillas el día primero de julio, es que “el Rey mi fijo y yo nos vimos en el campo” (Zurita, J.1580: 70).

De Remesal a Villafáfila

Siguiendo el recorrido de Fernando desde Remesal a Villafáfila y de  Felipe a Benavente que se desprende de la documentación, el mismo día de las vistas el flamenco partió de Puebla para pernoctar en Asturianos, y el aragonés se fue de Asturianos a dormir a Ríonegro del Puente, para llegar el día 21 a Santa Marta de Tera, donde se datan ese día documentos de la Cancillería aragonesa. Desde Santa Marta, Fernando partiría temprano el día 22, pues la distancia a Villafáfila era algo mayor de las cuatro leguas, y ese día por la noche llegaría Felipe y su séquito, que partiría el día 23 llegando a la villa del conde la víspera de San Juan como tenía previsto

La llegada de la corte del rey Fernando a Villafáfila se debió de producir el día 22 de junio, pues reseña Zurita: “estando el Rey en Villafáfila a veynte y tres del mes de Iunio”, y ya ese día desde allí se envía una carta al virrey de Sicilia sobre la provisión de los jueces de la Gran Corte de ese reino

Los tratos de la Concordia fueron llevados a cabo por don Juan Manuel, el arzobispo Cisneros y Juan de Luxemburgo, un noble flamenco de la mayor confianza de Felipe, camarero mayor de los reyes. Las negociaciones de última hora debieron ser arduas, pues la tradición oral nos cuenta, que eran tan altas las voces que daban, que, desde la iglesia de San Martín, donde se encontraban reunidos, se oían en la casa que en la Plaza Mayor tenía la viuda de don Pedro Pimentel, doña Inés Enríquez, prima del rey, donde probablemente, se hospedaba éste. El alojamiento de todos sus acompañantes, tanto nobles, como pajes y escuderos, se tuvo que hacer en las casas de los vecinos del pueblo.
Castillo de Benavente


Mientras tanto, en Benavente se hallaban Felipe y Juana alojados y agasajados en su palacio por don Alonso Pimentel, conde de Benavente, uno de los grandes de Castilla, integrados en su bando desde el principio:

 “ el Rei Don Phelipe vino a Venavente, adonde el Conde le hiço grandes fiestas, y allí quisiera el Rei çelebrar las cortes y detener a la Reina, si no lo estorvara una cosa que adelante diré, ... estando el Rei e la Reina en la villa de Venavente, un día, después de comer, la Reina se quiso ir al bosque de las Pavas a holgar y fueron, con su liçençia, el Conde de Venavente y el Marqués de Villena y estuvo allá buen rato. El Rei estava a este tiempo en Palaçio. La Reina, como huvo estado en la guelga un buen rato, vínose a la villa a casa de una Pastelera y allí se sentó en el umbral de la puerta, porque alguno la avisó que la quería el Rei dexar en Benavente y governar él solo y, como aquesto le dixeron a el Rei, se fue a donde la Reina estava, a la qual él, ni los grandes, pudieron mover de allí, a donde durmió, no sin grande alvoroto de toda la corte que deçían que el Rei Don Fernando, su Padre, venía por ella, y ansí estuvo la guardia del Rei, de dos mil hombres Alemanes, toda la noche en guarda de su Alteza” (Alcocer: 269 ).

Otra anécdota de esos días nos cuenta Fernández de Retana, siguiendo a Gómez de Castro:

Celebráronse con motivo de la llegada del Rey Felipe, grandes festejos en Benavente, que duraron quince días. Ocurrió en uno de ellos un curioso suceso. Llegó Cisneros a la plaza de la ciudad con parte de su séquito, a tiempo que iba a dar comienzo la corrida de toros, a la que asistía el Rey Felipe y toda la corte. Habíase ya tocado la señal de salida del toro, cuando pasaba el Arzobispo por medio del ruedo, y apareció delante de él el bravo animal. Cisneros prosiguió caminando sin inmutarse, con su paso resuelto y firme, mientras los de su séquito procuraban ponerse a salvo, no sin que algunos fueran revolcados aparatosamente por la bestia, y más hubiera ocurrido, sin la intervención de los ministros reales, que dieron muerte al toro.
Llegado Cisneros al estrado del Rey, preguntóle Felipe riendo, - si se había asustado. A lo que respondió el Prelado sencillamente:- que no; pues siempre confío en la ayuda de los ministros regios. Y dirigiéndose al conde Pimentel le dijo : - que amonestase seriamente a sus alguaciles, para otra vez : tuviesen más cuenta con la vida del público. A lo que replicó aquel riendo : - en cuanto se toca a la salida, señor, ya no hay más recurso que salvarse el que pueda.” (Fernández de Retana, L.1929: 369)

Corrida de toros en Benavente


La Concordia

 Lo capitulado y firmado en Villafáfila después de tan laboriosas negociaciones se reflejó en una introducción, diez epígrafes y la ratificación.
En la introducción se especifica que se trata de una capitulación de paz, concordia y amistad y unión perpetua, concordada entre ambos reyes de Aragón y de Castilla, para servicio de Dios, bien de sus reinos y para que a todo el mundo le sea manifiesto el mucho amor y la muy estrecha unión, amistad y confederación que hay entre ambos. Esto era lo que más le interesaba a Fernando en estos momentos: dar la impresión en sus reinos y en toda Europa de que mantenía una estrecha alianza con el rey de Castilla, su yerno.
Se trata del último tratado  firmado entre las coronas de Aragón y de Castilla como reinos soberanos, pero reconociendo el carácter español de ambos estados, bajo el mismo patronazgo: “e del apóstol señor Santiago, patrón de nuestra España”.
1 En el primer punto el rey don Fernando hace una renuncia expresa a la gobernación de los reinos de la Corona de Castilla y a cualquier derecho que pudiera alegar a la misma, en favor de don Felipe y doña Juana, sus hijos, y, en caso de fallecimiento, enfermedad, negativa o imposibilidad de la reina doña Juana para hacerse cargo de la gobernación, se deja ésta al rey don Felipe para siempre jamás.
2 En el segundo punto se reconoce el derecho de Fernando a cobrar la mitad de las rentas, provechos e intereses de las Indias, y otras rentas y a la administración de los maestrazgos de Santiago, Calatrava y Alcántara.
3 El tercer punto trata de la coordinación de los embajadores de ambos reyes ante la Santa Sede, para trabajar en favor de conseguir que el Papa conceda la administración de los maestrazgos de las órdenes militares, después de los días del rey Fernando, a los reyes de Castilla, haciendo unión y anexión perpetua de los mismos a la corona.
4 En cuarto lugar acuerdan hacer un tratado de paz, amistad, alianza y confederación perpetua de amigo y enemigo, entre ambos reyes, y se comprometen a ayudarse mutuamente  para la defensa, conservación y pacificación de sus respectivos estados, incluyendo Flandes y Nápoles.
 5 Asientan la ayuda diplomática recíproca ante el Santo Padre, en todos los asuntos concernientes a sus coronas, de manera que en Roma, y en todo el mundo, se conozca la unión que existe entre ellos.
5 Convienen que, si alguno de los súbditos de cualquiera de ellos trataran de ir contra lo acordado, será castigado por el rey correspondiente.
7 Así mismo se comprometen a ayudarse mutuamente en una de las tareas que había dejado mandada la reina Isabel en su testamento: la guerra contra los infieles; con gente, mantenimientos y navíos, a costa del que demandare la ayuda.
8 Concuerdan que los que hayan sido servidores de ambos reyes sean tenidos por el otro como buenos y leales servidores, sin que se les haga daño ni perjuicio. 9 Manifiestan la preeminencia de estas capitulaciones sobre cualquier otro tratado o compromiso que ambas partes tuvieran hechos anteriormente o hicieran en el futuro con cualesquier príncipe o señor
10 y para dar más validez a la capitulación, acuerdan que sean juradas por los procuradores de las Cortes de Castilla que están convocadas, y que se celebrarán en Valladolid en los próximos días.

Acto seguido tuvo lugar la firma de la cláusula secreta de inhabilitación permanente de la reina Juana para gobernar Castilla.

, y por la honestidad, y lo que de deue á la honra de la Sereníssima Reyna nuestra muy cara, y muy amada muger no fueron allí expressadas algunas cosas, y  causas; conuiene a saber: como la dicha Sereníssima Reyna nuestra hija, en ninguna manera se quiere ocupar, ni entender en ningún género de regimiento, ni gouernación, ni otra cosa, y aunque lo quisiesse fazer, sería total destruyción, y perdimiento destos Reynos, según sus enfermedades, y pasiones, que aquí no se expresan, por la honestidad como dicho es.
Queriendo proueer, y remediar, y obuiar á los dichos daños é inconuinientes que desto se podrían seguir, fue concordado, y assentado entre Nos, y el dicho Señor Rey nuestro hijo, que en caso que la dicha Sereníssima Reyna nuestra hija por sí misma, ó induzida por qualesquier personas de qualquier estado, ó condición que fuessen, se quisiesse, ó la quisiessen entremeter en la dicha capitulación, que Nos, ni el dicho Señor Rey nuestro hijo, no lo consentiremos, antes seremos muy conformes en lo remediar, y siendo requeridos para ello el vno por el otro, nos ayudaremos, é daremos ayuda para contra qualesquier Grandes, o personas que para ello se juntaren y esto farenmos sana, y derechamente, sin arte, é sin cautela alguna, la qual ayuda daremos la vna parte a la otra, y la otra a la otra, a costa de la parte que la pidiere, y assí juramos á Dios nuestro Señor, y a la Cruz, y a los Santos quatro Euangelios con nuestras manos corporalmente tocados, y puestas sobre su ara de lo guardar, y cumplir.


El contenido de la cláusula secreta aparta definitivamente a la reina doña Juana de su derecho al gobierno de Castilla, y a cualquier posibilidad de recuperarlo en el futuro, pues su padre, que podría ser su última esperanza, se compromete a ayudar a su marido a estorbar e impedir los intentos por parte de la reina o de otras personas para restaurarla en el trono
Así quedaba Felipe con las manos libres para la gobernación de Castilla por los días de su vida, que sería efímera pues fallece antes de transcurridos tres meses de la firma de la Concordia



                Por la mañana Fernando en su alojamiento había jurado y firmado un documento secreto ante su Secretario Real y teniendo como testigos Juan Cabrero, y Tomás de Malferit, dos caballeros aragoneses de su confianza para defensa de sus derechos futuros y de los de su hija, manifestando el agravio que recibía,
 recebimos en la contratación y concordia, tan prejudicial a la dicha serenísima reyna, my fija y a mí y a mi derecho y con enormísima lesión de nosotros
 por tener que firmar lo que firmaría obligado por las circunstancias y por el peligro que correría su persona y reino si se negaba a ello:
“concordias, scruturas que oy he de fazer, los faré, firmaré y juraré por fuerça, impresión y miedo indubitado y por salir de los peligros susodichos y por sacar mi persona real en libertad y evitar la perdiçión y daño de mis reyno”

Este documento nos muestra una vez más la astucia o la hipocresía de Fernando, que el mismo día es capaz de firmar y jurar solemnemente ante Dios y ante los hombres una capitulación y concordia pública de alianza con su yerno; de jurar en secreto ante los evangelios un documento consintiendo en inhabilitar permanentemente a su hija para reinar y ayudar a su yerno si alguna vez la reina quisiera reclamar lo que le pertenecía; y de redactar una protesta privada manifestando que todo lo que hace lo ha hecho forzado por las circunstancias.


Parece que Fernando, a pesar de manifestar en numerosas ocasiones esos días su deseo de liberar  a su hija para reponerla en sus derechos, lo hacía por mera táctica política, pues de sobra conocía la situación mental de doña Juana. Ya la reina Isabel en su testamento había previsto, conociendo el carácter y estado de su hija la posibilidad de que ésta no quisiera hacerse cargo de la gobernación de los reinos:
Igualmente Fernando conocía la dolencia de su hija, y todas las protestaciones que hace, públicas o secretas, de defensa del derecho de Juana al gobierno de los reinos, esconden su deseo de manejo por él mismo de los asuntos de Castilla. A lo que por otra parte tenía derecho basándose en el testamento de Isabel:
 Por esa razón, después de la muerte de Felipe, no la rehabilitó y puso al frente del gobierno de Castilla, sino que fue recluida definitivamente en el palacio de Tordesillas.

Pero el destino tenía reservado a Felipe un temprano ocaso. El 25 de septiembre fallecía en Burgos desatando el desconcierto en sus cortesanos flamencos y acentuando la locura de la reina.

  




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